Antes y después del 128: ingreso al bachillerato

Vol. 19, núm. 6 noviembre-diciembre 2018

Antes y después del 128: ingreso al bachillerato

Héctor Adrián Cortés Castillo Cita

Resumen

Uno de los tres estudiantes que obtuvo el máximo puntaje en la 21ª edición del examen para ingresar a la preparatoria describe su experiencia, cómo se preparó y de qué modo influyó su resultado al integrarse a su nueva escuela, narrando lo que ocurrió en su primer año.
Palabras clave: examen, preparatoria, educación, evaluación, seguimiento.

Entrance to high school: before and after the 128

Abstract

One of the three students that obtained the maximum score at the 21st edition of the high school’s admission exam describes his experience, how he prepared himself, and in what way his result affected his integration to the new school, narrating what happened in his first year.
Keywords: exam, high school, education, evaluation, follow-up.

Lo cotidiano

Comparto mi experiencia en el concurso de asignación para entrar al bachillerato que anualmente organiza la Comisión Metropolitana de Instituciones de Educación Media Superior (COMIPEMS), gracias a la cordial invitación que se me extendió desde la Revista Digital Universitaria y la cual acepté porque siempre me ha resultado agradable escribir y narrar. Hace ya un poco más de un año, fui parte de la edición número 21 del concurso, en 2017, aspiré a obtener un lugar en el plantel seis de la Escuela Nacional Preparatoria (ENP) y respondí acertadamente cada una de las preguntas del examen. Actualmente curso el segundo año de mis estudios en el plantel, y me es grato hablar de mis vivencias dentro del mismo.

Conozcámonos mejor. Mi nombre es Héctor y tengo dieciséis años. Helena y yo poseemos los apellidos Cortés Castillo de nuestros padres, Luisa y Héctor. Los fines de semana son mis días favoritos, porque los cuatro tenemos la oportunidad de estar juntos más tiempo. En aquellos días, nos levantamos, desayunamos, conversamos sobre las noticias, de nuestras experiencias de la semana y de aspectos que se derivan de ellas. Me gusta leer. Cada día reviso los periódicos en línea y ocasionalmente tengo el placer de abrir algún libro de cuentos, novelas o poesía; en nuestro librero los hay de muy diversos autores. Por otro lado, siempre que ingreso a la biblioteca escolar, encuentro llamativos los libros de ciencias sociales, ciencias exactas y arte. Escuchar música es otra de las actividades que más disfruto, siendo el piano uno de mis instrumentos favoritos, aunque no sé tocarlo. Sin duda, me gustaría aprender algún día.

Me encanta aprender. Especialmente me apasiona la Geografía. Lo descubrí a la edad de siete años en un libro entre cuyo contenido hallé un mapa de la República Mexicana. También me gusta mucho el francés –que comencé a aprender en primero de secundaria– pues tiene, a mi parecer, una belleza impresionante. Estudio inglés de forma autodidacta y espero alcanzar el nivel avanzado en ambos idiomas próximamente para obtener certificaciones.

Entre mis planes siguientes está elegir el área de Ciencias Sociales para ingresar a la carrera de Geografía. Después me gustaría estudiar un posgrado en Economía o Ciencias Políticas y Administrativas y, en un futuro espero estudiar y vivir en otro país, así como aprender idiomas nuevos, por ejemplo, el islandés, el italiano o el alemán.

Concurso de asignación

En ocasiones, cuando tengo que despertar temprano algunos fines de semana, me pregunto: “¿cómo lo hice?”. Es la misma pregunta que me he planteado ya bastantes veces desde el día en que recibí mis resultados.

Los fines de semana de mayo, después de semanas escolares agotadoras, me levantaba entre las seis y las ocho de la mañana y me dormía después de medianoche, con el propósito de tener tiempo suficiente para estudiar y hacer todos los proyectos escolares. ¿Cómo? Voluntad. Primero que nada, fue necesaria voluntad y un objetivo que la sostuviera. Por ello, me remito a octubre de 2016; en esos días, se originó mi principal objetivo, después de determinar que tenía poco más de ocho meses para preparar las circunstancias que me llevaran a cumplirlo: entrar a Prepa 6, con el máximo puntaje posible. Al decir eso, yo contemplaba arriba de 120 puntos.

Recordar esto me transporta a una época aún anterior: el 18 de agosto de 2014, tomé mis primeras clases en la Escuela Secundaria Anexa a la Normal Superior (ESANS) –a la que le tengo un profundo aprecio–, y estuve ahí por última vez el 4 de julio de 2017. En ese lapso de casi tres años, aprendí una infinidad de cosas, tuve a profesores inolvidables, conocí a personas increíbles y yo crecí, en diversos aspectos. Es por ello por lo que me fascina hablar de mi escuela secundaria. Fue donde amplié con profundidad mi horizonte, construí sólidas bases y comprendí que sólo yo determino cuán lejos puedo llegar.

Todo lo anterior me llevó a elevar mis expectativas del nivel que las tenía. Si pude lograr el promedio –a una décima del diez– que quería en tercer año, ¿por qué no podría lograr ese objetivo? Mi familia visualizaba perfectamente que tenía por delante un gran reto y desde el primer instante Helena, mis padres, mis tíos, mis primos y mis abuelos me apoyaron de distintas formas.

Fue entonces que abrí por primera vez la guía de estudio que mi mamá adquirió para mí, a mediados de octubre, apenas iniciado tercer año de secundaria.

El libro tiene un número aproximado de quinientas páginas. Estaba ya dividido por materias y bloques, motivo por el cual bastó realizar un calendario de estudio por períodos. A cada uno de ellos correspondía un determinado bloque de cada una de las aproximadamente seis materias que debía estudiar simultáneamente. Conseguí también un cuadernillo con reactivos muestra para todas las áreas, que utilicé siempre después de concluir el método abajo mencionado.

El método, en general, era el siguiente: leer, extraer ideas principales, escribir, leer los resúmenes o esquemas y evaluar el progreso. Casos especiales fueron el de Matemáticas, Física y Habilidad Matemática, en donde observé muchos ejemplos de operaciones, fórmulas y problemas, y busqué tantos ejemplos similares como me fue posible para su comprensión y cómo llevar a cabo su resolución o aplicación. En Español y Habilidad Verbal ponía mucha atención en los detalles presentados en las lecturas, porque se pone a prueba una verdadera comprensión, que requiere de varias competencias.

Mi programa se dividió en quince bloques. En los primeros cinco repasé las materias o temas de primer año de secundaria, en los siguientes cinco los de segundo de secundaria y en los últimos cinco, los de tercero. En diciembre, ya había llegado hasta el cuarto bloque, para marzo ya eran diez bloques concluidos y finalicé a inicios de junio, después de postergar la fecha de término varias veces, por cuestiones de tiempo.

Los exámenes diagnósticos fueron importantísimos y gracias a ellos fue posible analizar mi progreso, obteniendo 112 aciertos en el primero y 123 en la última simulación. Estas pruebas las obtuve de las guías que proporcionaba la COMIPEMS, tanto impresas como la guía interactiva en línea.

De bien a mejor

Me sorprendió levantarme a las 6:30 de la mañana del 25 de junio de 2017, y darme cuenta de que había tenido un período ininterrumpido de siete horas de sueño, a pesar de que hubiera sido justificable que no fuera así, como consecuencia del nerviosismo por el importantísimo evento que estaba por acontecer. Dos horas más tarde me hallaría dentro de la sede correspondiente, en la fila 52, en espera de ingresar al gimnasio de la escuela ubicada en Tlalpan. Evidentemente, seguían los nervios, pero nunca alcanzaron los niveles que alguna vez imaginé. Creo que fui estoico y mantuve la confianza en mí mismo desde el principio. Una vez adentro nos permitieron acceder a los sanitarios y regresar a nuestros lugares. A las nueve en punto, después de ser instruidos respecto a la mecánica del examen, todos los alumnos presentes comenzamos la prueba.

Yo inicié con la exploración del cuadernillo de preguntas: ¿en qué orden estaban las asignaturas?, ¿cuántas respuestas eran posibles para cada reactivo?, ¿cómo se podían clasificar los reactivos? Este análisis me tomó, si acaso, dos minutos. Ordené las asignaturas para resolver las preguntas más difíciles primero, y las que yo consideré más fáciles después. El criterio era el nivel de análisis necesario, en mi caso, para responder. De este modo, primero Matemáticas, luego Lengua, Ciencias Naturales y al último las restantes.

Pronto experimenté una ola de sensaciones positivas y olvidé los nervios. Leía con atención. Subrayaba la respuesta y lo hacía con cada pregunta de la asignatura. Luego marcaba los doce o dieciséis alvéolos en la hoja de respuestas. Me alegraba cumplir este último paso con bastante seguridad de que estaba bien, y ello me alentaba a continuar así hasta el último segundo. A dos horas y media del comienzo de la prueba, todos los alvéolos, incluyendo el de la pregunta 38, de física –que encontré difícil responder–, estaban marcados. Finalmente, procedí a verificar que todo estuviera en orden. Sí, la versión del cuadernillo “H” coincidía con la que marqué en la hoja de respuestas. Ratifiqué que la respuesta del cuadernillo y la del alvéolo en la pregunta 128 fuera la misma, como lo hice en todas las anteriores, y al concluir esto entregué todo. En ese momento me sentí satisfecho, porque, después de analizar detalladamente todo, no cambié casi nada de lo que ya había hecho. Además, ya no tendría la preocupación de cometer un error que lo afectara todo de forma definitiva.

El último viernes de mis vacaciones, estando yo en una plaza comercial, sonó mi teléfono celular. Eran mis padres, quienes dijeron: “Ahorita vamos por ti, es que se nos presentó algo importante y tardaremos un poco más”. Me pareció algo positivo porque, de ese modo, mis amigos y yo seguiríamos conviviendo y podríamos comer algo juntos. A las siete llegaron a recogerme Helena y mis padres. Me indicaron que había logrado mi objetivo de máximo puntaje para el examen de ingreso al bachillerato, del mismo modo que lo habían logrado una chica y otro chico. Esta declaración la aplazaron ellos más de una hora, dado que debían autorizar por escrito que se revelaran mis datos en la conferencia de prensa que dio ese mismo día, 4 de agosto de 2017, Javier Olmedo Badía, vocero de la COMIPEMS (Román, 2017).

Sábado y domingo, reporteros de distintos medios nos visitaron en casa. El lunes comenzó la semana de bienvenida previa al inicio de las clases. Aquel día asistimos a la ceremonia inicial, en donde tuve la oportunidad de participar presentándome frente a mis compañeros. Esa misma semana fui parte del recorrido por el plantel, conocí la información fundamental sobre mi nueva escuela y escuché por primera vez que se hablaba de un intercambio académico al que tenían la posibilidad de acceder los estudiantes de francés de la preparatoria. “Si han estudiado francés en la secundaria y quieren darle continuidad, pasen a la dirección a anotarse para que sea posible asignarlos al grupo de francés”. Ahora pienso que salir con prontitud hacia la Dirección del plantel fue una de las mejores decisiones que tomé. Estaba emocionado, y fui el primero en escribir mi nombre, en una lista que se volvería extensa y de la cual sólo unos pocos nombres, entre ellos el mío, fueron elegidos para conformar la sección de francés del grupo 414, el único de cuarto año con este idioma en el turno matutino.

Amor, orden y progreso

El ciclo escolar fue emblemático por diversas razones, entre ellas la celebración de los 150 años que cumplió la ENP. El lema: “Amor, orden y progreso” resonaba en todas partes (Romero, 2018). Asimismo, durante la semana de bienvenida recibimos a nuestros compañeros que, por un error en la calificación de sus exámenes en el concurso de asignación, habían quedado excluidos de la escuela. Otra razón fue el acontecimiento de los dos sismos en de septiembre: el primero, de altísima intensidad, ocurrido en Chiapas el 7 de septiembre de 2017; el segundo ocurrió muy cerca de la Ciudad de México, el 19 de septiembre de 2017, trayendo fuertes consecuencias (Sánchez, 2017). Todo esto entre múltiples sucesos.

En la primera semana de clases, resultó complicado adaptarme. En primer lugar, porque en la secundaria estuve en el turno vespertino y, por tanto, ir a la escuela en la mañana fue algo novedoso. Además, el horario continuo y sin recesos y la apertura sin reservas de la prepa fueron otros aspectos que me sorprendieron mucho. Cuando llegó el momento, elegí la asignatura de Fotografía, que me pareció interesante.

El miércoles de la primera semana, los tres jóvenes que logramos los 128 aciertos en el examen de ingreso al bachillerato fuimos parte de la ceremonia de apertura del ciclo escolar. Teresita, quien acompañó al rector durante el evento, enunció un discurso como representante de los alumnos de bachillerato. Luis Alberto fungió como alumno representante del Colegio de Ciencias y Humanidades (CCH) y yo de la Escuela Nacional Preparatoria.

A unos días de iniciar estudios en mi nueva escuela, el resultado en el examen me había influido de forma importante. Todos los días sentía una energía infinita. Cada uno de los días de escuela era emocionante y nunca tuve motivos para aburrirme.

La experiencia de COMIPEMS me ayudaba a integrarme con mayor facilidad, pues había adquirido bastantes conocimientos y aptitudes que me impulsaban. Además, debido a mi resultado en el concurso de asignación, tenía por delante un compromiso implícito: ser buen estudiante y dar lo mejor. Así, a finales de 2017 ya me sentía totalmente parte de la ENP. A menudo he dicho que me gusta el ambiente, porque la convivencia se da de una forma muy positiva y plural. Es, en parte, lo que distingue a nuestra universidad.

En este contexto, no pensé mucho antes de registrarme cuando, un día afortunado de agosto, descubrí la existencia de la Olimpiada Universitaria del Conocimiento. Lo que más me llamó la atención entonces fue que el área de Geografía estaba incluida dentro de las opciones. Así pues, en octubre participé y logré pasar a la segunda etapa, que se llevó a cabo en diciembre en el Instituto de Geografía de la UNAM. Unos días después, supe que había ganado la medalla de plata y en enero acudí a la ceremonia de premiación de la Olimpiada, con la presencia, nuevamente, del rector de la Universidad, Enrique Graue Wiechers, quien nos entregó personalmente un reconocimiento y la medalla que habíamos ganado.

Más adelante, en el mes de noviembre, fui testigo por primera vez del intercambio estudiantil, pues los compañeros que fueron seleccionados partieron a Francia. Este hecho así como lo dicho sobre el concurso de asignación me motivaron, incrementando mi deseo de ser parte de algún evento de esta índole. Entonces, eso se convirtió en mi nuevo objetivo y no quería que nada me detuviera para cumplirlo.

Además, en febrero de este año, una chica del grupo de estudiantes franceses que venía de intercambio tomó clases en nuestro grupo, lo que enriqueció nuestra experiencia en el aula, pues convivimos con ella durante un mes y aprendimos mucho, al mismo tiempo que conocimos mejor el programa de intercambio.

En febrero también tuvieron lugar los concursos interpreparatorianos, en su etapa local. Yo participé en el concurso de lógica “Análisis lógico de dos notas editoriales” y en el de francés “Expresión oral y escrita nivel B1”. En el de lógica obtuve el primer lugar y en el de francés, el segundo lugar, ambos a nivel local.

En marzo comenzó la recta final del ciclo escolar y concluyeron las clases en abril. Recibimos nuestras evaluaciones, y fue satisfactorio observar que mis esfuerzos habían tenido recompensa: nueve punto nueve de promedio. Tuve un poco más de tres meses de vacaciones, durante los cuales, mis compañeros de francés y yo comenzamos a prepararnos para la certificación DELF (Diplôme d’Études en Langue Française o Diploma de Estudios en Lengua Francesa), que presentamos en junio. Algunos fuimos seleccionados para ingresar en el programa de intercambio estudiantil que se realiza entre el plantel seis de la ENP y el liceo parisino Charlemagne, que se efectuará en el mes de noviembre.

Fue provechoso el periodo vacacional. Leí, fui a museos, salí de viaje, pasé tiempo con mi familia y amigos. Tuve tiempo de reflexionar e incluso entonces aprendí mucho de lo que me dejó la escuela y de lo que viví con antelación.

Hace algunas semanas, en agosto, se reanudaron las clases. Ingresé a quinto año según el plan de estudios de la ENP y sigo teniendo altas expectativas de lo que está por venir; el intercambio, la olimpiada de literatura, los interpreparatorianos de ortografía, etimologías o francés, el DELF nivel B2 y el programa Jóvenes Hacia la Investigación.

Educación y evaluación

Mi experiencia educativa en la Escuela Nacional Preparatoria ha sido en general buena. Es una institución que se encuentra en constante actualización. Los nuevos programas educativos se basan en los aprendizajes obtenidos por el estudiante, entendiendo que éstos se dan como resultado de un proceso colectivo, que involucra al estudiante y al profesor y no exclusivamente a alguna de las partes.

Considero que la evaluación es un aspecto fundamental en la educación, útil para conocer fortalezas y áreas de oportunidad. Los exámenes son la forma más efectiva de conocer el progreso en los conocimientos del alumno. No obstante, en ciertos sistemas, las evaluaciones llegan a carecer de fidelidad, estando aun fuertemente sujetas a criterios subjetivos, en donde la principal distorsión es enfocarse en el número y no en el aprendizaje. El concurso de asignación, a mi parecer, es una excepción a la última afirmación. Se considera un instrumento diagnóstico útil, estandarizado y diseñado para que los resultados sean estadísticamente compatibles con su propósito, que es distribuir a los alumnos de secundaria del área metropolitana en las diversas opciones de educación media superior. A pesar de esto, es difícil no reparar en un hecho alarmante: las cifras reveladas cada año, por ejemplo, la de solicitantes de una opción educativa determinada, sólo contribuyen a mostrar la grave situación de desigualdad que existe en nuestro país. Hay escuelas que cada año son la opción de más de veinte mil alumnos, mientras otras no alcanzan a llenar sus espacios y aceptan a prácticamente todos sus aspirantes; lo anterior porque se reconoce que la educación en México se da en contextos bastante variables, íntimamente relacionados con la desigualdad social, dependiendo de factores que van de la institución que la imparte, hasta de la ubicación de los planteles (COMIPEMS, 2018; Román, 2017).

Siempre pienso en el hecho de que todos tenemos un potencial que se desarrolla y se emplea a partir de las circunstancias que vive cada uno. Por esta razón, es importante darse cuenta que no existe un límite real más que el autoimpuesto. Concluyo con esta afirmación: nunca se debe creer que no se es capaz de alcanzar un objetivo, pero siempre debe tenerse en cuenta qué es lo que se requiere para alcanzarlo y de qué manera se actuará para llegar a él.

Referencias

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079