Resumen

Vivimos tiempos complicados donde distintas formas de expresión se manifiestan en las redes sociales, propiciados por el uso del internet. Uno de estos sitios es YouTube, plataforma en la que los usuarios se convierten en generadores de contenido. De igual forma, este espacio ha significado, para algunos, una fuente de importantes ingresos económicos, lo cual ha resultado en la creación del concepto de youtuber; y para otros, una oportunidad para continuar sus estudios.

Este texto relata los motivos por los que yo, Alain Massieu Paulin, médico general y actual profesor en la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), decidí ingresar a la Maestría en Educación en Ciencias de la Salud. Igualmente describe mi experiencia profesional como docente y menciona lo que he aprendido durante el trayecto, como las características de la generación millennial, el uso de YouTube en educación en ciencias de la salud y las distintas teorías educativas.

Palabras clave: medicina, maestría, YouTube, youtuber, millennial, educación.


From the digital experience to the need of academic training

Currently, these are complicated times where different forms of expression manifested in social networks, propitiated using the internet. One of these sites is YouTube, a platform in which users become content generators. Similarly, this space has meant for some, a major income source, which has resulted in the creation of the concept of youtuber, and for others, an opportunity to continue his studies.

The following text is intended to tell the reasons why Alain Massieu Paulin, general practitioner and current professor in the Faculty of Medicine of the UNAM, decided to enter the master’s in education in health sciences. Also describe his professional experience as a teacher and mention what he has learned along the way, as the characteristics of the millennial generation, the use of YouTube in education and the different theories of educational sciences.

Keywords: medicine, master, YouTube, youtuber, millennial, education.

Introducción

En la actualidad se viven tiempos complejos: por un lado, cada vez hay más personas que abogan por la diversidad, los derechos universales o la libertad; por el otro, viejos horrores vuelven a salir de las sombras proyectadas por ideologías de extrema derecha, por medio de aparentes alternativas como la alt-right (derecha alternativa) asociada a un presidente que justifica la discriminación. Muchas de las expresiones de tolerancia o de odio han encontrado en internet la tecnología idónea para manifestarse, reproducirse y amplificarse. Y es justamente esta tecnología, junto con las distintas redes sociales que en ella habitan, la que ha permitido a algunos construir empresas multimillonarias; y a otros, como mi caso, continuar con los estudios de posgrado.

Soy Alain Massieu Paulin, médico general, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y actual estudiante de la Maestría en Educación en Ciencias de la Salud. En este texto pretendo narrar lo que me llevó a continuar mis estudios, lo que he aprendido en el camino y, tal vez con ello podré responder si soy un youtuber.

Acercamiento a la docencia

Durante mi internado médico (ese quinto año de la carrera de medicina que todo estudiante debe enfrentar) el interés por la parte clínica de la profesión fue disminuyendo, pero nuevas ideas y preguntas surgieron. Me interesaba mucho comprender la forma en que, como estudiantes, aprendíamos en ambientes tan caóticos como los hospitales o cuánto de lo que veíamos en los ciclos básicos (los dos primeros años de la carrera) se quedaba en nuestras mentes. Estas inquietudes, y el deseo de intervenir en la formación de los estudiantes, así como las ventajas de permanecer en la ciudad de México (CDMX), me llevaron a elegir como plaza para realizar el servicio social el Centro de Enseñanza y Certificación de Aptitudes Médicas (CECAM) de la UNAM. En este espacio, dedicado a la formación de futuros médicos por medio de la simulación, tuve un gran acercamiento a los estudiantes y sentí orgullo de poder ser parte de su crecimiento. También fue en ese momento que tomé la difícil decisión de no hacer una especialidad médica, de no seguir el camino que muchos médicos escogen.



Por fortuna, justo cuando terminé la carrera me ofrecieron trabajo como profesor de las asignaturas de Integración Básico Clínica I y II (IBC I y II) en la Facultad de Medicina (UNAM). En estas asignaturas se utiliza el modelo de Aprendizaje basado en problemas, el cual busca ser una alternativa frente a la manera magistral de dar clases que todos conocemos. Mas, laborando como profesor de estos programas, me di cuenta que nunca nos habían preparado como futuros educadores.

El vídeo que lo comenzó todo

Durante una de las prácticas en el CECAM noté que los estudiantes salían con dudas o con ganas de repetirla, pero por cuestiones de logística esto era imposible. La solución inmediata a ello: hacer un vídeo. Así que en una sesión dirigida por el Dr. Emilio Montes saqué mi iPhone 5c y presioné el botón de grabar. Acto seguido: lo subí a mi canal de YouTube – ¿acaso no es lo que se hace hoy en día después de grabar un video?



Empecé a compartir ese video con mis estudiantes como un material adicional a la clase y la respuesta que obtuve fue sorprendente: las reproducciones del video subían, la página se llenaba de comentarios positivos e incluso en la Facultad se acercaron estudiantes para comentarme que les había servido el video. Eventualmente, la Dra. Sara Morales López se enteró de lo que había hecho y me sugirió que hiciera algunos videos adicionales para la asignatura. La respuesta que obtuve de los estudiantes fue semejante a la inicialmente descrita.



Todo esto de los videos llevó a hacerme algunas preguntas: ¿de qué forma afectaban en el aprendizaje?, ¿por qué les gustaban tanto a los estudiantes?, ¿cómo se hace realmente un video educativo? y, más importante, ¿realmente estaban funcionando?

En ese momento pensé que se estaba gestando un proyecto de investigación y decidí que intentaría ingresar a la Maestría en Educación en Ciencias de la Salud.

Qué “dice” la evidencia

Después de hacer todos los trámites, realizar entrevistas, contestar exámenes y presentar mi propuesta de proyecto… fui aceptado en el posgrado. También tuve el privilegio de que la Dra. Frida Díaz Barriga Arceo aceptará ser mi tutora y la fortuna de contar con compañeros con los cuales conversar, reír y salir después de clases.

Sin embargo, cuando uno se encuentra ya en la maestría, afirmaciones como “todo el mundo ve vídeos”, “los jóvenes se la pasan en internet”, etcétera, no son suficientes para contestar preguntas de investigación o pretender medir el efecto producido por un video educativo como herramienta didáctica para el desarrollo de una habilidad clínica en los estudiantes de IBC II. En estos niveles, nos vemos obligados a investigar, conocer e indagar qué “dice” la evidencia científica al respecto, como siempre nos recuerda nuestro profesor el Dr. Melchor Sánchez Mendiola.

Millennials, posmodernismo e internet

Lo primero que me interesó investigar, versó sobre la actual generación de estudiantes que estamos formando los profesores (y a la que por definición pertenezco) y cómo consumen información o producen conocimiento.

Los millennials, término acuñado por los sociólogos Neil Howe y William Strauss, somos los individuos nacidos entre los años 1982 y 2000. Algunos de nuestros principales valores son la autenticidad, el estatus social (que pueda reflejarse en las redes sociales) y mantener cierto estilo de vida que constantemente se ve amenazado por las crisis financieras. También solemos ser estereotipados, por las generaciones pasadas, de flojos; pero la realidad es que tememos por nuestro futuro, en el que se vislumbra no tener casa propia ni pensión alguna.

Como estudiantes estamos motivados y somos respetuosos, seguimos las reglas establecidas, hemos sido criados en ambientes sobreprotectores, buscamos adquirir nuevos talentos y alcanzar metas. Trabajamos en equipo y gustamos utilizar casos y mapas mentales, preferimos obtener información por medios tecnológicos y saber para qué sirven los conocimientos adquiridos; deseamos realimentación inmediata por parte del cuerpo docente. (Elam, Stratton y Gibson, 2007; Roberts, Newman y Schwartzstein, 2012; Turner, Prihoda, English, Chismark y Jacks, 2016; Wilson y Gerber, 2008). Sin embargo, para intentar entender a mi generación, debemos primero conocer el contexto postmoderno en el que nacimos.


Los millennials, término acuñado por los sociólogos Neil Howe y William Strauss, somos los individuos nacidos entre los años 1982 y 2000 […] solemos ser estereotipados, por las generaciones pasadas, de flojos; pero la realidad es que tememos por nuestro futuro, en el que se vislumbra no tener casa propia ni pensión alguna.
En las últimas dos décadas del siglo XX hubo un cambio radical en el régimen social, económico y cultural conocido en sociología como la postmodernidad. En ésta se rompen las ideas de utopías, del progreso, se cuestionan a los grandes líderes o héroes (surgiendo infinidad de pequeños e efímeros ídolos) y a las religiones; se reconocen las individualidades y se valora la idea de pluralidad o de igualdad. Por otro lado, como lo diría el filósofo Gianni Vattimo, los medios de comunicación masiva, así como las tecnologías digitales, son un factor decisivo para conformar y entender a la sociedad postmoderna (Donovan, 2011).

Actualmente, entre las tecnologías informativas más usadas, se encuentran las distintas redes sociales como: Facebook, Twitter, Snapchat, Instagram, Tumblr y YouTube. En el caso de nuestro país, de acuerdo a la Encuesta Nacional 2015 sobre Disponibilidad y Uso de las Tecnologías de la Información en los Hogares Mexicanos (ENDUTIH) elaborada por el INEGI, existen 62.4 millones de personas (57.4% de la población nacional) que cuentan con conexión a internet, de los que 70.7% se conectan a través de telefonía móvil; 98.2% utilizan al menos una red social; 76.6% consumen contenidos audiovisuales y únicamente 42.9% consume contenido textual. El uso de la internet es más frecuente en la población de 18 a 34 años (76.5%), intervalo de edad de quienes son llamados generación millenial; esto contrasta con el 46.7% de usuarios entre 35 a 59 y de 14% de cibernautas mayores a 60 años (Villamil, 2016). Estos datos concuerdan con la encuesta de la Asociación Mexicana de Internet (AMIPCI, 2015) que además aporta el promedio de conexión a Internet por día en México: 6 horas 11 minutos (y cada año se incrementa).


Exponiendo en el Coloquio de Investigación. Foto: Carolina García Rivera.

YouTube y medicina

YouTube es una red social en la que las personas pueden almacenar y compartir videos. Tiene más de mil millones de usuarios y cada día, a nivel mundial, sus contenidos en vídeo se ven cientos de millones de horas y se generan miles de millones de reproducciones. En ese mismo sentido, al día se ven cuatro mil millones de videos (100 millones desde celulares), cada minuto se suben más de 48 horas de video en 38 idiomas y en 25 países distintos (La redacción Proceso, 2012). Dicho espacio es ya una opción frente a los medios audiovisuales tradicionales como, por ejemplo, la televisora mexicana Televisa (que ha visto disminución significativa en sus ratings gracias a las tendencias de consumo millennial) y también es un espacio de reivindicación creativa, en la que el usuario se percibe como youtuber; es decir, como persona activa que busca, crea, adapta y difunde contenidos. La plataforma ha permitido hacer más eficientes sus generadores de contenido, al punto de que hoy podemos hablar de ejemplos de éxito como el de la joven mexicana Yuya, cuyo canal de belleza en marzo del 2015 produjo $41,475 USD por las visitas alcanzadas (Ybarra, 2015).

La plataforma no sólo sirve para ver videos de gatitos o denunciar a #ladies y #gentlemens. Entre las diversas propuestas creativas, y distintos tipos de contenido que se alojados en YouTube, se encuentran videos didácticos que pueden interesar al estudioso de las Ciencias de la Salud. Estas expresiones intelectuales suelen ser atractivas para el estudiante ya que son medios versátiles de presentación, que permiten combinar diversos elementos como: imágenes, textos, sonidos; además resulta ser un medio más cómodo para ilustrar ejemplos y capturar eventos reales a los que un estudiante no podría acceder fácilmente. Actualmente podemos encontrar literatura (Barry et al., 2016; Jaffar, 2013; Jaffar, 2012; Rapp et al., 2016) que menciona las ventajas de usar dicha plataforma específicamente para educación médica: es la fuente más usada por cirujanos para ver ejemplos de procedimientos, es comúnmente usada por los estudiantes para aprender anatomía, favorece el aprendizaje independiente, cuenta con una gran aprobación por parte de los estudiantes, puede ayudar a reducir la carga laboral docente y propiciar líneas de investigación.

Lo aprendido y lo que falta por hacer

Todo lo estudiado sobre el uso de videos y YouTube en la educación médica parecía prometedor, pero no era suficiente. Requerí investigar sobre la Teoría cognoscitiva del aprendizaje multimedia de Richard Mayer (ver figura 1), que explica la forma en que procesamos la información que proviene de un medio multimedia (como puede ser un video) y sobre la Teoría de la carga cognitiva de Sweller, que menciona lo fácil que es “sobresaturar” partes de la memoria humana si se usan recursos didácticos mal diseñados (Young, Van Merrienboer, Durning & Ten, 2014).


Figura 1. Teoría cognoscitiva del aprendizaje multimedia de Richard Mayer (Latapie, 2007).

En el momento de redactar este texto llevo la mitad de la maestría cursada; en la cual, he leído mucho para sustentar mi trabajo, además produje un video educativo sobre exploración neurológica básica como parte fundamental de mi proyecto. Han pasado muchas horas de clase, pero sé que todavía falta lo más difícil: aplicar el instrumento, recolectar y analizar datos, obtener y discutir resultados, llegar a conclusiones y, claro, escribir una tesis.


Edición del video educativo sobre exploración neurológica básica.

He encontrado obstáculos en el camino, pero la idea de titularme, poder publicar un artículo y desarrollar algo, que genuinamente busque ayudar a los estudiantes, es justo la motivación necesaria para seguir adelante.

Ser un experto en educación

Después de ser estudiante de pregrado y de posgrado, laborar como docente, haber cursado asignaturas como Docencia en Ciencias de la Salud, Evaluación, Enseñanza de la Clínica o Psicología de la Educación, he comprendido que la Educación (sí, con mayúscula) es mucho más que dar clases o tomar clases. La Educación es un universo de posibilidades que hay que explorar. También he reafirmado mis ideas de que ser experto en algo no te vuelve automáticamente un profesor y que en nuestro país hace mucha falta la profesionalización en las áreas educativas.

En un futuro espero poder seguir haciendo videos educativos que ayuden a los estudiantes de medicina y puede que mi canal nunca maneje los números de Yuya, pero la verdad, la etiqueta de youtuber no me llama la atención. Ahora bien, el título de experto en educación, ese sí me parece interesante.

Bibliografía

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Elam, C., Stratton, T. y Gibson, D. (2007). Welcoming a New Generation to College: The Millennial Students. Journal of College Admission, 1, p 23.

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Roberts, D., Newman, L. y Schwartzstein, R. (2012). Twelve Tips for Facilitating Millennials´ learning. Medical Teacher, 34, pp 274-278.

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Ana María del Pilar Martínez Hernández y Magda Campillo Labrandero Muchas de las características que hemos dado por sentadas en el pensamiento y la expresión dentro de la literatura, la filosofía y la ciencia, y aun en el discurso oral entre personas que saben leer, no son estrictamente inherentes a la existencia humana como tal, sino que se originaron debido a los recursos que la tecnología de la escritura pone a disposición de la conciencia humana. Walter J. Ong, Oralidad y escritura. Para Walter J. Ong, la oralidad fue resultado de la evolución humana que permitió la comunicación entre las sociedades primitivas. El humano “aprendió a leer en una etapa muy posterior de su historia y al principio sólo ciertos grupos podían hacerlo. El Homo sapiens existe desde hace 30 mil a 50 mil años. El escrito más antiguo data de apenas hace 6 mil años” (Ong, 2016: 36). La oralidad, según nuestro autor, puede ser vista como un evento “natural” en tanto está integrada al cuerpo –la voz–, mientras que la escritura es un invento del ser humano, por ello la define como tecnología. Sin embargo, una y otra –oralidad y escritura– constituyen procesos cognitivos asociados y el surgimiento de la escritura fue fundamental para la evolución y complejización del pensamiento y la conciencia. Gracias a la escritura se pudo hacer un registro de los hechos, los haberes y, sobre todo, acoplar las experiencias, los datos y los conocimientos; avanzar colectivamente, desde un punto fijo sin partir de cero. El crecimiento de este saber ha variado a lo largo de la historia y de la cultura que lo propicia, de la idiosincrasia de un colectivo, de nuevas tecnologías como la imprenta o internet, de las necesidades ingentes de resolver problemas vitales o de defensa, de genios innovadores y de grupos de científicos que se han enfrentado a los poderes fácticos aun a costa de sus vidas; en fin, ha estado determinado por múltiples factores. La relación entre saber y poder, así como el acceso restringido al primero, es una historia aparte. El día de hoy en la mayoría de las sociedades el conocimiento se ha democratizado. Cuando esto no ocurre puede deberse a diversos factores; uno de ellos, aunque parezca increíble, es la existencia de millones de seres humanos a lo largo y ancho del planeta que son analfabetas, aún en sociedades “desarrolladas”; otro, el analfabetismo digital, determinado por la falta de poder económico para la adquisición de tecnologías y conectividad, normalmente vinculadas con países en pobreza extrema; uno más, asociado a naciones gobernadas por regímenes totalitarios que no permiten por razones ideológicas el libre acceso de sus ciudadanos a la información. Un problema de otro carácter se refiere a la alta especialización con la cual se produce el conocimiento científico, filosófico, literario, etcétera; es en este sentido donde se refrenda la importancia de la difusión y la divulgación de la ciencia para acercarla al público, para promoverla, para generar vocaciones, para convertir al ser humano “común” –si puede usarse este término– en ciudadano bien informado, que participa y transforma a su comunidad a través del conocimiento apropiado, lejano a prejuicios, estereotipos e “ismos” de toda índole; que lleva la cultura –en su acepción más amplia– a todos los espacios de participación social. Sin lugar a dudas, estas posibilidades son parte inherente de los principios y valores de la UNAM y de la Revista Digital Universitaria. Con el afán de incluir de manera sistemática manuscritos sobre todas las áreas del conocimiento y dar cabida a grupos de universitarios de todo el país, en este segundo número de la nueva época de esta revista, se presenta una selección de siete textos que abarcan diversos temas de autores, tanto de la UNAM con externos a ella. A continuación, se da un breve panorama del contenido de los artículos y, dado que nuestros lectores se están familiarizando con la nueva estructura de la RDU, nos tomamos la libertad de contextualizar de nueva cuenta el propósito de las cuatro secciones que la conforman. Varietas El objetivo de esta sección es difundir de manera atractiva, y clara, descubrimientos, teorías, fenómenos, sucesos y resultados de investigación en todas las áreas del conocimiento. Manuel Lino, actual presidente de la Red Mexicana de Periodistas de Ciencia, en su artículo titulado: “Comunicación de la ciencia en México, el menosprecio de públicos y privados”, nos habla de los retos que enfrenta nuestro país para transmitir y difundir el conocimiento científico a público no especializado. A partir de la narración de una interesante experiencia autobiográfica del famoso físico estadunidense Richard Feynman, Lino introduce la importancia de considerar al público objetivo en la buena comunicación de la ciencia y muestra a través de diversos datos la situación de la divulgación de la ciencia en México. Ricardo Victoria, Alejandra Uría y Juan José López, investigadores y maestros de la Universidad Autónoma del Estado de México, hablan en el artículo denominado: “¿Los juguetes representan la diversidad de los usuarios?”, de la importancia de la variedad en el diseño de juguetes infantiles y presentan tres interesantes casos de estudio. Desde su perspectiva, las empresas dedicadas a fabricar juguetes deberían tomar en consideración, además de las demandas del mercado, el papel del juego y del juguete para los usuarios al diseñar productos que reflejen, de manera responsable, la diversidad social de la población actual. En el artículo “Micotoxinas: ¿Qué son y cómo afectan a la salud pública?”, un grupo de seis investigadores de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo –Ricardo Santillán, Gerardo Rodríguez, Sylvia Fernández, Gerardo Vázquez, Juan C. Montero y Julieta Benítez–, nos explican la contaminación de alimentos causada por cuatro variedades de micotoxinas, fenómeno que se ha convertido en un problema importante de salud pública en el mundo, con un costo millonario para la prevención y tratamiento de graves enfermedades. Continuum educativo En esta sección se busca dar voz a proyectos educativos exitosos, tanto desde la perspectiva de los docentes como de los alumnos. Para este número de la RDU se presentan tres experiencias; dos narradas por maestros de bachillerato y licenciatura, y una desde de un grupo de estudiantes de licenciatura. En el artículo: “Las lenguas extranjeras en la difusión de las ciencias biológicas y de la salud”, dos comprometidas maestras de la Escuela Nacional Preparatoria –Paola Garcés y Yadira Alma Hadassa Hernández–, nos narran su experiencia en el desarrollo de un programa que busca integrar el aprendizaje y la práctica de las lenguas extranjeras que se ofertan en la preparatoria (inglés, francés, alemán e italiano). Como parte del proyecto, los estudiantes de bachillerato realizan en las cuatro lenguas diversas actividades, entre las que se incluyen conferencias y talleres, la creación de sitios web y la edición de una revista de difusión científica, todas ellas con temas vinculados a las ciencias biológicas y de la salud. En la segunda experiencia incluida, la Dra. Nelly Rigaud, maestra de la Facultad de Estudios Superiores campus Aragón, comparte una extensa y detallada reflexión acerca de su práctica docente en la enseñanza de las matemáticas, la cual reconoce se ha transformado y mejorado a partir de su participación en el Seminario Universitario para la Mejora de la Educación Matemática (SUMEM) de la UNAM. Esta experiencia se complementa con el artículo de Diana Martínez, Guillermo Alvarado, Kristel Boyzo y Fernando Casales, cuatro estudiantes de ingeniería, quienes, desde su perspectiva, narran la riqueza y utilidad que tienen las matemáticas y plantean la forma en que les gustaría que se enseñara esta disciplina. Universidades En esta sección, cuyo propósito es mostrar actividades relevantes de y para la vida universitaria, la Dra. Eugenia Marmolejo, cuenta el origen del SUMEM en el año 2013, cuyo propósito es mejorar el nivel de los conocimientos matemáticos de alumnos y maestros de la UNAM. En el texto se describen algunos eventos recientes de este seminario que ilustran las conexiones entre conceptos matemáticos y otras áreas del conocimiento. Caleidoscopio Esta sección, pensada como un espacio para incluir materiales diversos, preferentemente de forma audiovisual, presenta en este número una infografía dinámica titulada: “Recordando a José Vasconcelos a 58 años de su muerte”, pensada para conmemorar este acontecimiento a través de la descripción de los eventos y acciones más importantes de la vida de este polémico personaje, quien fuera rector de la UNAM y secretario de educación pública. Esperamos, a través de este abanico de escritos, cumplir con la finalidad de la RDU en esta nueva época, al presentar narrativas y perspectivas de diversos campos de conocimiento, que difunden resultados de investigación y experiencias vitales de primera mano, con la intención de comunicar la ciencia para el uso y disfrute de los diversos lectores de la comunidad universitaria y del público en general, a quienes invitamos a que interactúen con el equipo editorial de la RDU compartiendo sus opiniones sobre los artículos incluidos en este número y sugiriéndonos temas de su interés para publicaciones posteriores.
Melchor Sánchez Mendiola Cada acto de percepción, es hasta cierto grado un acto de creación, y cada acto de memoria es hasta cierto grado un acto de imaginación. Oliver Sacks, Musicofilia. Pase de estafeta Estimados lectores, permítanme presentarme, soy Melchor Sánchez Mendiola, médico pediatra, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), fanático y profesional de la educación y de la evaluación educativa. Actualmente soy Coordinador de una dependencia universitaria de reciente creación, y a partir del mes de mayo del presente año, Editor en jefe de la Revista Digital Universitaria. Se preguntarán: ¿por qué el cambio y por qué usted es el editor en jefe?, ¿cómo se capacitó para editar una revista de divulgación científica? Como todo en la vida, no hay una respuesta sencilla: he tenido una rica y vasta experiencia clínica atendiendo pacientes pediátricos gravemente enfermos en varios contextos de salud públicos y privados, nacionales y del extranjero; he acumulado una gran cantidad de información y conocimiento sobre investigación “básica”, clínica y educativa, el uso de la evidencia científica publicada para la toma de decisiones, y me he enfrentado al enorme reto de tomar decisiones compartidas con pacientes, familiares, estudiantes y docentes. En las últimas dos décadas he “migrado” de la medicina clínica de tiempo completo a la educación superior de tiempo completo, con el sinfín de satisfacciones, sensaciones de nostalgia y de “caminos no andados” que ello implicó. La vida nos llena de sorpresas, va dando giros y dobles curvas, y en las diferentes fases de nuestra existencia nos enfrenta con retos, problemas y circunstancias que nos hacen exhibir diferentes aptitudes y facetas. Uno de los hilos comunes a las vivencias arriba mencionadas, ha sido la ingente necesidad de comunicar ideas y conceptos técnicos complejos a personas con una formación diferente o, como desafortunadamente ocurre con frecuencia, a personas que no han tenido la oportunidad de vivir la educación superior y sus efectos. Imagine el lector estos escenarios: una médica trata de explicar a un paciente la eficacia de la quimioterapia para un cáncer avanzado; un físico desea que un estudiante entienda la teoría de la relatividad; un poeta pretende enseñar a un político la belleza de la palabra hablada; una filósofa quiere convencer a un adolescente de la vigencia de Sócrates en la era de Trump. En estas situaciones la necesidad de expresar las ideas en un lenguaje lo menos técnico posible, con preocupación sincera porque el receptor de la información la aprehenda de manera adecuada, se constituye en uno de los retos comunicacionales más fascinantes de la interacción humana. Tengo muchas memorias de la niñez, adolescencia y adultez, pero una de las más satisfactorias fue la lectura de todos los escritos de Isaac Asimov que pude conseguir. Sus historias de ciencia ficción como la saga Fundación, los documentos de divulgación de la ciencia como la Nueva Guía de la Ciencia, el Tesoro del Humor y sus múltiples obras autobiográficas, su pasión por la ciencia y los argumentos racionales, así como su particular sentido del humor, fueron una fuente de inspiración personal con efectos duraderos. La actitud afable pero rigurosa de Asimov, así como su profunda preocupación porque la sociedad tuviera elementos de información para establecer juicios de valor y entender lo que ocurre a su alrededor, son extrañadas en la era moderna de noticias falsas y estridencias sin sustento. Es en este contexto cuando el Dr. Felipe Bracho Carpizo, Director General de Cómputo y de Tecnologías de Información y Comunicación (DGTIC) de la UNAM, en uno de esos ejercicios de reflexión realistas y auténticos que tanto lo caracteriza, me propuso que la Revista Digital Universitaria (RDU) pasara a ser responsabilidad de la Coordinación de Desarrollo Educativo e Innovación Curricular (CODEIC) de nuestra casa de estudios. La revista nació, creció y llegó a su actual etapa de desarrollo en la DGTIC, en un ambiente predominantemente informático, con las ventajas, desventajas, factores explícitos y tácitos que ello implica. Actualmente, la mayoría de las revistas impresas tiene versiones digitales, y ese atributo (ser revista digital) que era su principal característica, dejó de ser privativo de expertos en tecnología y programación computacional para convertirse una modalidad esperada de las publicaciones en la era moderna. ¿Por qué la CODEIC y no otra dependencia de la UNAM? Más allá de la amistad que nos une, el Dr. Bracho externó sus argumentos y me hizo “una oferta que no podía rechazar”: la posibilidad de trabajar con un vehículo de difusión consolidado, con prestigio nacional e internacional, para continuar lo realizado hasta ahora. Esto con una orientación más amplia, que incorpore elementos educativos y de innovación para mejorar la efectividad de la comunicación pública de la ciencia (entendiendo ciencia en su concepto más abierto). Lo anterior nos permitirá diseminar el quehacer de la UNAM y de otras instituciones nacionales y extranjeras para informar y, ¡ojalá!, transformar positivamente a la sociedad mexicana y latinoamericana. Épocas de la RDU Como todas las iniciativas humanas –y esta revista no es la excepción–, la creación y desarrollo de la RDU en el seno de la DGTIC fue producto de la conjunción de una serie de eventos, circunstancias y personas que en su momento fueron la incubadora de esta innovadora publicación. Refiero al lector al detallado relato “Revista Digital Universitaria: 15 años del quehacer universitario en línea”, de Adrián Estrada Corona, para una narración pormenorizada del fascinante continuo de ‘épocas’ de la revista, con la descripción de lo que ocurrió en los primeros tres lustros de la misma y sus actores (Estrada, 2015). Al revisar el índice del número 0 y de los ejemplares de aniversario de las diversas épocas de la revista, es interesante contrastar el tipo de manuscritos, los temas y el énfasis colocado en los diversos aspectos del conocimiento humano. Para muestra un botón, el índice del número del 15 aniversario tiene los siguientes artículos: “Revista Digital Universitaria: origen y evolución de un experimento digital”. “Acceso Abierto, información científica disponible en línea sin barreras”. “Aspectos técnicos relevantes en la transición de las revistas al entorno electrónico”. “Reconstruir la historia en medios digitales. El caso del portal Poblar el Septentrión. Construyendo la historia del norte de México”. “Aplicación del modelo de satisfacción del usuario final de cómputo (EUCS) y su medición en kioscos digitales: caso Aguascalientes”. “Publicación digital: valiosa herramienta para la divulgación de la ciencia”. “Reseña: Bibliotecas y publicaciones digitales de Juan Voutssás Márquez”. Es comprensible el sesgo implícito hacia la materia tecnológica y su impacto en la publicación científica y de divulgación, pero creemos que el énfasis en un medio puede hacer que éste se convierta en el mensaje. La aparición de Internet en el escenario social de las últimas décadas ha sido el evento transformador más importante de nuestra especie en el último siglo, y la explosión del uso de dispositivos digitales portátiles como medio primario de comunicación y obtención de información ha provocado un escenario extremadamente complejo, en el que actualmente existen más teléfonos celulares en el mundo que seres humanos (Davies, 2014). Cuando la RDU apareció, las personas la leían en una computadora personal de escritorio, conectada a Internet en la casa, universidad u oficina, con todo lo que ello implica (estar sentado en un lugar fijo, el cuerpo en una posición que permitiera ver la pantalla –con poco margen de movimiento–, las características de los monitores de esa época eran diferentes de los actuales, etcétera). Claro que no me consta, pero imagino que algunos de sus lectores imprimían el artículo en papel para leerlo después. Actualmente, muchos de nosotros todavía tenemos una computadora fija de escritorio (que generalmente no compartimos, enfatizando lo personal en ‘computadora personal’), pero el escenario ha cambiado en el sentido que la mayoría de las personas, sobre todo las más jóvenes, utilizan sus dispositivos portátiles (celulares ‘inteligentes’, tabletas y netbooks) para leer información, en una dinámica personal y social completamente diferente. El paradigma en el que las computadoras eran solo herramientas tecnológicas separadas de nosotros, se está desmoronando al convertirse nuestros dispositivos personales en una continuidad del ser y parte de nuestra identidad (Clayton et al., 2015). La manera de comunicarnos con el mundo también se ha transformado radicalmente, ahora vivimos en un flujo constante y multidireccional de datos e información, que en ocasiones nos abruma. Michael Harris, en su libro El Final de la Ausencia, comenta: “Pronto, nadie recordará la vida antes de Internet. ¿Qué significa este inevitable hecho? Para las futuras generaciones, nada muy obvio. Estarán tan inmersos en la vida en línea que las preguntas sobre el propósito básico de Internet o su significado desaparecerán” (Harris, 2014). Estos hechos nos deben motivar a reflexionar intensamente sobre el futuro de todo tipo de publicaciones, tanto impresas como digitales, y su rol en nuestra cotidianeidad. La RDU gradualmente debe incorporarse en este “valiente nuevo mundo”, para continuar proporcionando material provocador, vigente y transformador a la audiencia de estudiantes, académicos y comunidad universitaria, así como al público interesado, en un formato congruente con la modernidad, sin sacrificar la calidad de los manuscritos y la profundidad de los conceptos explorados. En suma, no quisiera hablar en esta ocasión de ‘la quinta época’ de la RDU (aunque podríamos argumentar que ¡no hay quinto malo!), sino de la continuidad de la misma, en el contexto dinámico y de enormes retos organizacionales, políticos, sociales y económicos que tenemos en la actualidad. Pretendemos que este continuo esté sustentado en el trabajo en equipo, proceso editorial de calidad, orgullo institucional y nacional, y que genere un producto excelente que se nutra del proceso y de las personas que en él participan. “Lo único constante es el cambio”, Heráclito Cada cambio es una ventana de oportunidad, un espacio potencial de generación de ideas para mejorar y continuar creciendo (aunque también abre la posibilidad de echar todo a perder, por lo que hay que ser prudentes en la cantidad y progresión de los cambios), y este relevo de estafeta no es la excepción. El equipo editorial de la DGTIC que estuvo a cargo de la RDU en los últimos años, nos entregó una gran cantidad de material y productos del trabajo realizado que son testimonio de su profesionalismo y entrega institucional. Nuestro profundo respeto y agradecimiento a Lizbeth Luna González, Miguel Ángel Mejía y Fabián Romo Zamudio, así como al personal de la DGTIC que ha tenido algo que ver con la producción de la RDU. Estamos ciertos de que no es sencillo desprenderse de una obra de amor, les aseguramos que pondremos nuestro mejor esfuerzo para continuar con su excelente trabajo. Si las cosas no se hacen con cariño y pasión, generalmente no se hacen bien y no valen la pena. Hemos decidido realizar algunos cambios, que ocurrirán de manera gradual y premeditada: Renovación del Comité editorial. Se realizaron nuevos nombramientos dentro del Comité editorial (se ratificaron algunos integrantes para promover la continuidad), este es un trabajo en proceso que incluirá a corto plazo más personas de otras instituciones y países. En mayo de 2017 el Comité editorial está integrado por: Dr. Guillermo Aguilar Sahagún Consultor Independiente Dra. Ana María Cetto Kramis Instituto de Física, UNAM Dra. Frida Díaz Barriga Arceo Facultad de Psicología, UNAM Dra. Teresa I. Fortoul van der Goes Facultad de Medicina, UNAM Dr. Alberto Lifshitz Guinzberg Facultad de Medicina, UNAM Dr. Agustín López-Munguía Canales Instituto de Biotecnología, UNAM Dr. Juan José Sánchez Sosa Facultad de Psicología, UNAM Dr. Antonio Sánchez Pereyra Dirección General de Bibliotecas, UNAM Dra. Annette Santos del Real Centro de Estudios Educativos, A.C. Mtra. Margarita Varela Ruiz Consultora independiente Dra. Luz del Carmen Vilchis Esquivel Facultad de Artes y Diseño, UNAM Dr. Leonardo Viniegra Velázquez Hospital Infantil de México “Federico Gómez” Equipo editorial. Al estar ‘alojada’ la RDU en la CODEIC, integramos un nuevo equipo editorial. Mi sincero agradecimiento al equipo que se ha encargado del nada sencillo proceso de recepción, organización e inicio de la transformación de la RDU en esta nueva etapa, no tengo palabras para expresarles mi reconocimiento por una excelente labor. Además de las personas listadas abajo, agradezco al maestro Daniel Morales Castillo su participación en el proceso: Editor en jefe: Dr. Melchor Sánchez-Mendiola, Facultad de Medicina, UNAM Editoras académicas: ▪ Mtra. Ana María del Pilar Martínez Hernández Facultad de Filosofía y Letras, UNAM ▪ Dra. Magda Campillo Labrandero Facultad de Psicología, UNAM Editora asociada: Lic. Carina Itzel Gálvez, CODEIC, UNAM Periodicidad. Después de discutirlo ampliamente, decidimos que la periodicidad de la publicación sea bimestral, para asegurar la calidad de los manuscritos y profesionalizar aún más el proceso editorial y de arbitraje. Secciones de la RDU. Los números dejarán de ser temáticos –aunque se programarán de manera ocasional para temas específicos que así lo requieran–, ya que consideramos que una revista digital de esta naturaleza debe proveer un abanico de ideas, narrativas y perspectivas que explore diversos tópicos. Actualmente el acceso a las publicaciones digitales a través de la red es una mezcla de planeación, espontaneidad y “serendipia”, por lo que creemos que una mayor variedad de artículos será de más utilidad para nuestros lectores. Por otra parte, siendo una de las principales misiones de la UNAM la educación, incluiremos temas relacionados con este campo de estudio, que tiene relevancia para todos los tipos del quehacer humano. La estructura de cada número de la revista será como sigue: Editorial Varietas Continuum educativo La voz de los docentes La voz de los estudiantes Universidades Caleidoscopio Otros cambios. Estamos trabajando en un nuevo logo e imagen de la revista, así como nuevas instrucciones para los autores, entre otras cosas, que irán ocurriendo paulatinamente en los siguientes meses. Lo que no cambia. La revista continuará siendo una publicación de divulgación de la UNAM, con altos estándares de calidad, indizada por CONACYT, con manuscritos sobre todas las áreas del conocimiento. Con gran satisfacción comunicamos a nuestros autores y lectores que este año se logró la renovación en el Índice de Revistas Mexicanas de Divulgación Científica y Tecnológica (IRMDCYT) del CONACYT, lo que da un estatus muy relevante a la RDU en la comunidad académica. Por otra parte, en la primera reunión del renovado Comité editorial, discutimos largamente sobre las diferencias semánticas y conceptuales de los términos “divulgación”, “difusión”, “diseminación”, que serán motivo de otra Editorial. Concluimos que se mantendrá el espíritu de comunicación social y pública del conocimiento y actividades humanas, dirigido al público latinoamericano de estudiantes, profesores, y sociedad en general interesada en estos temas. Panorama de este número El número de mayo-junio es el primer número de la RDU totalmente a cargo del nuevo equipo editorial. Estamos seguros que será el primero de una larga serie de ejemplares que continuarán la línea de contribuir a la divulgación del conocimiento humano, con un énfasis reflexivo y transformador. Los temas abordados son los siguientes: Varietas “La comunicación de la ciencia y la literatura: breve recorrido histórico”, María Emilia Beyer y Gabriela Frías Villegas “La memoria sonora de Radio UNAM: un referente de investigación y educación”, Santiago Ibarra y Margarita Varela “La fotografía científica. Historia y vínculo con la divulgación”, Víctor Gálvez “Museos de la UNAM. Sitios de aprendizaje y entretenimiento”, Adriana Bravo Williams Continuum educativo La voz de los profesores “Memorizar, pensar o activar la inteligencia. Desafíos de los maestros y de la educación en México”, Luis Equihua Zamora “El viaje de Emilio a Alemania. Implicaciones en mi práctica docente”, Yasser Gandhi Hernández Esquivel La voz de los estudiantes “Relato de un viajero primerizo”, Marco Sánchez Hernández Universidades “Las diversidades culturales de los becarios indígenas y afrodescendientes de la UNAM”, Evangelina Mendizábal Caleidoscopio “Mitos, memoria colectiva y narración ilustrada”, Juan Palomino y Ana Paula Ojeda “Conversando sobre ciencia y divulgación”, entrevista al Dr. Guillermo Aguilar Sahagún “Recordando a José Vasconcelos a 58 años de su muerte”, infografía de Pilar Martínez y Gabriela Guzmán. Como dice el refrán: “el que mucho se despide pocas ganas tiene de irse”. Esta Editorial es más extensa de lo habitual por la necesidad de explicar los cambios en la RDU, de ninguna manera pretende ocupar el lugar preponderante que tienen los artículos mencionados arriba, que son el corazón y alma de la revista. Pido a nuestros lectores disfruten los manuscritos que integran este número de la RDU, y que nos hagan saber sus inquietudes y sugerencias. fin Melchor Sánchez Mendiola Editor en jefe Referencias Clayton, R. B., Leshner, G. y Almond, A. (2015), The Extended iSelf: The Impact of iPhone Separation on Cognition, Emotion, and Physiology. En Wiley Online Library, 2015(20), 119–135. doi: 10.1111/jcc4.12109 . Recuperado de http://onlinelibrary.wiley.com/doi/10.1111/jcc4.12109/full. Davies Z. (2014), Active Mobile Phones Outnumber Humans for the First Time. En International Business Times, october 8, 2014. Recuperado de http://www.ibtimes.co.uk/there-are-more-gadgets-there-are-people-world-1468947. Estrada A. (2015), Revista Digital Universitaria: 15 años del quehacer universitario en línea. En Revista Digital Universitaria, 16(3). Recuperado de http://www.revista.unam.mx/vol.16/num3/art17/art17.pdf. Harris M. (2014), The End of Absence: Reclaiming What We’ve Lost in a World of Constant Connection. Nueva York: Current. Recuperado de http://www.endofabsence.com.
Manuel Lino Resumen Introducción De importancia social, personal y hasta… Amateur, pero también barata y de… Promover a las instituciones, el mandato ¿A quién le importa la ciencia hecha en… A manera de conclusión Bibliografía Resumen El 30.2% de los mexicanos asegura tener información “nula” con respecto a los avances de la ciencia… Desde hace mucho tiempo, en México y en el mundo en general, se ha asumido que la difusión del conocimiento científico es responsabilidad de aquellos que lo generan y que estar al tanto de los avances que se producen en este campo a nivel nacional es prácticamente una obligación del público. El resultado de esta visión ha sido que existan grandes sectores de la población mundial que, en términos generales, carecen por completo de cultura científica. Sin embargo, esta ineficaz forma de difundir el conocimiento está empezando a cambiar… Palabras clave: comunicación de la ciencia, conocimiento científico, público, lectores, México. Communication of science in Mexico, the contempt of public and private 30.2% of Mexicans claim to have “zero” information regarding the progress of science… For a long time, in Mexico and in the world in general, it has been assumed that the dissemination of scientific knowledge is the responsibility of those who generate it, and being aware of the advances that occur in this field is practically an obligation of the public. The result of this vision has been that there are large sectors of the world’s population that, in general terms, are completely lacking in scientific culture. However, this ineffective way of spreading knowledge is starting to change… Keywords: communication science, scientific knowledge, public, readers, Mexico. Introducción La comunicación de la ciencia en México es y ha sido escasa y poco exitosa porque no considera y en ocasiones hasta menosprecia a sus públicos. Manuel Lino Contaba el teórico Richard Feynman, considerado uno de los diez físicos más importantes de la historia, que su padre lo sentaba en su regazo y le leía artículos de la Enciclopedia Británica… Estábamos leyendo –recuerda Feynman– sobre, digamos, dinosaurios. Acerca del Tyrannosaurus rex y (la enciclopedia) decía algo como ‘Este dinosaurio medía 7 metros y medio de altura, y su cabeza, dos metros de un extremo a otro’. Mi papá dejaba de leer y decía, ‘Ahora, veamos qué significa esto. Esto significa que si (el tiranosaurio) se parara en nuestro jardín, sería lo suficientemente alto como para asomarse por esta ventana de aquí’. Estábamos en el segundo piso. Y lo estaríamos viendo directamente a los ojos… Foto: heimseiten_WebdesignKoeln. Esta última frase no la dijeron ni Feynman ni su papá, sino Brian Malow, un stand up comedian estadounidense, conocido como Science Comedian, cuando me contaba sobre los cursos que imparte a científicos para que aprendan a dar charlas sobre divulgación. En el final que cuenta Feynman (en What Do You Care what other People Think?, o Qué te importa lo que piensen los demás en español) su papá explicaba que, dado el tamaño de la cabeza del tiranosaurio, éste no podría meterla por la ventana, con lo cual el pequeño podría irse a dormir tranquilo. Pero prefiero el final de Malow porque le da un toque artístico y dramático a esta historia sencilla que, en unos cuantos párrafos, condensa los principales elementos que debiera tener la comunicación de la ciencia para ser exitosa. El padre, Arthur Melville, explica el caso en términos que su público, el pequeño Richard, no sólo entienda, sino que pueda dimensionar y relacionar con su propio ambiente y experiencia. En su remate, Malow realza la parte narrativa, tanto en su aspecto formal –al hacernos notar que entre estos personajes hay un conflicto pues el tiranosaurio está mirando, quizá con hambre, a la familia Feynman–, como artístico al añadirle emoción e involucrarnos con la narración. Pero el elemento que más quiero destacar de esta historia y sus dos finales es que la buena comunicación del conocimiento se hace en función del público; no de quien lo creó ni de quien lo comunica. Así, con este sencillo ejemplo –que además sirve como introducción para este artículo– pretendo mostrar que la comunicación de la ciencia (considerada de manera amplia, desde la divulgación al periodismo) en México es todavía amateur y, por tanto, pobre en producción, calidad y recursos; y que esto se debe a que se ha ignorado y, en ocasiones, hasta menospreciado al público; además que nuestro sistema de ciencia, tecnología e innovación tiene fallas estructurales y conceptuales que han impedido, y quizá seguirán impidiendo, el adecuado desarrollo de esta actividad de enorme importancia para la que hay, aunque no lo crean, un público expectante. De importancia social, personal y hasta íntima Conocí a Malow en el “67 Lindau Nobel Laureate Meeting”, que este año 2017 reunió durante la última semana de junio, a 28 premios Nobel con alrededor de 400 jóvenes investigadores provenientes de más de 70 países que fueron seleccionados para asistir mediante concursos hechos por sus respectivas academias de ciencias. Estábamos además cerca de 90 reporteros y comunicadores de ciencia de 20 países. […] gracias a un diálogo entre científicos, políticos y sociedad exista una ciudadanía informada que contribuya a la generación de políticas públicas y a decidir el rumbo por el que habrá de transitar en temas relevantes. Esta edición del encuentro fue dedicada a la Química, disciplina en la que la mayoría de los laureados asistentes ganaron sus respectivos Nobeles y en la que se especializaban los jóvenes investigadores. Sin embargo, el énfasis de la reunión se desplazó notablemente al revuelo que ha causado Donald Trump al negar, desde la oficina más poderosa del mundo, no sólo a la ciencia sino a la racionalidad misma. La Casa Blanca se ha convertido en el principal baluarte de la “post-verdad” –término que ha sustituido a los clásicos “mentira”, “manipulación” y “demagogia”– y de las “dudas” respecto la evidencia científica del cambio climático, incluso la Presidencia de Estados Unidos de América (EUA) propuso cancelar el presupuesto federal destinado al combate de este problema; lo cual resulta alarmante si tomamos en cuenta que es el segundo país que más emite gases de efecto invernadero. El tema se hizo presente desde la conferencia inaugural que estuvo a cargo de Steven Chu, Premio Nobel de Física de 1997 y Secretario de Energía de EUA de 2009 a principios de 2013 (Chu no pudo asistir a Lindau, su discurso fue leído por William Moerner, Nobel de Química de 2014). Al principio advirtió acerca de las amenazas que nos acechan: “Hay un peligro real de que la elevación del nivel del mar o el colapso de la agricultura debido al calor y las sequías ocasionen migraciones masivas debidas al clima”; y, en ese sentido, calificó a los 4.5 millones de refugiados sirios, además de los millones de africanos que han salido de sus países natales, como apenas una “advertencia de lo que podría ocurrir en las próximas décadas”. Imagen: yatheesh_. Luego se refirió a la multitud de avances científicos y tecnológicos que es necesario hacer para contribuir a que las energías limpias sean accesibles para cualquier uso a costos bajos, e invitó a los jóvenes químicos a desarrollar dichos avances. “Pero –dijo– también necesitamos políticas públicas estables a largo plazo que permitan financiar proyectos visionarios de investigación y desarrollo” y, agregaría, guiar las inversiones del sector privado hacia innovaciones a gran escala. Al día siguiente, en un desayuno auspiciado por la representación de México, nuestro Nobel, Mario Molina, en referencia al tema comentó que: “es muy desafortunado, pero como científicos necesitamos unirnos y asegurarnos de que podemos comunicarle al público la enorme importancia que tiene la ciencia”. Y se preguntó: “¿Cómo nosotros, como comunidad científica, comunicamos este muy importante aspecto de la ciencia? Lo hacemos a la sociedad en general con la esperanza de que tengamos algún impacto en los tomadores de decisiones de ciertos gobiernos…”. En otras palabras, tanto Chu como Molina, están aspirando al que se considera el resultado ideal de la comunicación de la ciencia, en especial del periodismo: que gracias a un diálogo entre científicos, políticos y sociedad exista una ciudadanía informada que contribuya a la generación de políticas públicas y a decidir el rumbo por el que habrá de transitar en temas relevantes. El discurso de Chu además contenía el deseo de despertar vocaciones científicas (en este caso ya muy especializadas), otro de los beneficios que se espera de una comunicación de la ciencia eficaz. Sin embargo, las respectivas audiencias de Chu y Molina eran reducidas (de alrededor de 500 personas en el primer caso y de unas 100 en el segundo). Resulta evidente que se requiere de alguna forma de comunicación para amplificar su mensaje y para comunicarse con la sociedad. Pero, la comunicación de la ciencia… o mejor deberíamos decir la comunicación del conocimiento (para incluir a disciplinas como la Historia o la Economía) es importante también a nivel individual y hasta íntimo. Como ejemplo quiero mencionar a Elizabeth Merab, reportera del Nation Media Group de Kenia, quien me explicó su razón personal para dedicarse al periodismo de ciencia. Merab padece anemia falciforme, un mal hereditario que no sería tan grave de no ser porque vive en uno de los países donde la malaria es endémica. Aquellos que son sólo portadores del gen de la anemia, pero no la padecen, tienen resistencia a la malaria; pero quienes sí la desarrollan corren grave riesgo de ser infectados por el Plasmodium falsiparum, lo cual es casi una sentencia de muerte. He pasado alrededor de 75% de mi vida entrando y saliendo de hospitales y medicada […] Esto me hizo darme cuenta de que hay mucha gente que no sabe mucho sobre lo que consume en términos de medicamentos, ni de lo que consume de servicios y cuidados médicos. [Además en Kenia] tenemos un cambio en la demografía […] pasamos de enfermedades infecciosas a no infecciosas, como el cáncer, la diabetes y la propia anemia […]. Estos males están al alza, y la población no tiene la información necesaria […] Información simple, como qué comer y qué no, dónde obtener tratamiento, el mal que tienes ¿lo cubre tu seguro? Así que sentí la necesidad de ser parte de esta conversación (Merab, 2017). Se pueden mencionar muchas otras razones por las que comunicar ciencia es importante, pero quiero compartirles ésta que me dio Malow: “Si entiendes que toda la vida está relacionada, que nosotros estamos relacionados con esta planta y que toda la vida está hecha de las mismas cosas que el resto del universo, si entiendes ese tipo de unidad, las estúpidas cosas por las que nos peleamos, los prejuicios, que si eres gay y yo no, que si eres negro y yo blanco, yo soy judío y tú eres musulmán, entiendes que esas divisiones son tan ficticias […]. Quiero pensar que, si a más gente le importara la ciencia y sólo entender mejor el mundo, entonces esas diferencias se derrumbarían” (Malow, 2017). Amateur, pero también barata y de baja calidad A pesar de su enorme importancia (potencial), la comunicación de la ciencia en México y en América Latina es amateur y pobre. Hace pocas semanas, se presentó el Diagnóstico de la divulgación de la ciencia en América Latina (Patiño et al., 2017), hecho por la Red de Popularización de la Ciencia y la Tecnología en América Latina y el Caribe (RedPOP), un análisis que, entre otras cosas, confirma de manera científica lo que ya sabíamos: la poca profesionalización que existe en el medio. En América Latina, apenas 10.1% de quienes hacen divulgación en las instituciones son profesionales (figura 1). Lo peor es que, cuando encomiendan (la palabra ‘contratan’ no parece aplicarse en estos casos) actividades a personas externas, menos de 1% son profesionales en la materia con un despacho u oficina (figura 2). Elaboración propia con datos del Diagnóstico de la divulgación de la ciencia en América Latina. Elaboración propia con datos del Diagnóstico de la divulgación de la ciencia en América Latina. El Diagnóstico revela que: “es notable que 60.2% de las instituciones de la muestra del presente estudio cuente sólo con personal que realiza sus actividades de divulgación de la ciencia de manera gratuita, y que 91.9% lo haga con al menos una parte de personal voluntario” (Patiño et al., 2017, p. 97). Además, encuentra que de quienes se dedican a estas actividades, “sólo 35.6% lo hace de tiempo completo”. Esas y otras cifras pueden “ser indicativas de un bajo nivel de profesionalización en el recurso humano para la divulgación en la región” (Patiño et al., 2017, p. 123). Lo que a los autores del Diagnóstico (Ma. de Lourdes Patiño Barba, Jorge Padilla González y Luisa Massarani) les parece simplemente “notable” a mí me parece francamente alarmante y hasta escandaloso. La misión de las universidades (es lo que son la mayoría de las instituciones a las que se refieren el estudio) se ha separado tradicionalmente en tres grandes ramas: investigación, docencia y extensión; y que las universidades dejen una parte medular de sus labores a los amateurs es una omisión gravísima. La palabra “profesional” se refiere sobre todo a que un trabajo se haga a cambio de una remuneración, en contraste con el “amateur” que lo hace de forma gratuita; sin embargo, no es en balde que el término profesional también haga referencia a lo bien hecho y a quien “ejerce su profesión con capacidad y aplicación relevantes”, según la Real Academia Española. En ese sentido, una baja profesionalización implica también una baja (o simplemente menor) calidad en el trabajo. Para colmo, como aseguran los investigadores Tomás Ejea y Bianca Garduño sobre la extensión cultural, “una exploración bibliográfica sistemática sobre el tema pone en evidencia la falta de consenso en la formulación de la conceptualización de sus tareas y sus objetivos”, por lo que las acciones en la materia no se desarrollan de acuerdo a programas estructurados ni se tienen objetivos definidos y “carecen de presencia específica en la normativa universitaria, por lo que se subordinan a las autoridades. Por esta razón, el énfasis varía dependiendo de la importancia que le dé el funcionario en turno” (Ejea y Garduño, 2014, p. 14). Promover a las instituciones, el mandato Entre las conclusiones del Diagnóstico también podemos leer que “los tópicos sólo mínimamente se definen a partir de la detección de las necesidades e intereses de los públicos a los cuales se dirigen las acciones” (Patiño et al., 2017, p. 125). En el caso de México, no atender con la comunicación de la ciencia los intereses del público sino los de las instituciones es, en cierto sentido, un mandato de ley. Como señala el investigador y periodista Carlos Enrique Orozco, desde la fundación del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT), a finales de 1970, se mencionó entre sus funciones la de “fomentar la difusión sistemática de los trabajos realizados tanto por los investigadores nacionales como por los extranjeros que residen en el país, mediante la utilización de los medios más adecuados a ello” (Diario Oficial de la Federación, 1970, 29 de diciembre). En esa redacción no quedaba claro si la difusión debía orientarse a la sociedad o a la comunidad científica. Pero diez años después, aunque no se le dio lugar en el Programa Nacional de Ciencia y Tecnología (1978-1982) quedó claro que el énfasis estaba en la sociedad. Como muestra, Orozco cita el aumento de tiraje de la revista Ciencia y desarrollo de 6 000 ejemplares bimestrales en 1978 a 65 000 en 1980, además de la gran cantidad de libros de divulgación y ciencia ficción que el CONACYT publicó. Ciencias Naturales IV. Imagen: Lewis Minor. Ya para el Programa Nacional de Desarrollo Tecnológico y Científico (1984-1988) se empezó a usar el término comunicación social. Aun así, hasta el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación, publicado en 2008, la postura de CONACYT, aunque con un lenguaje distinto, siguió siendo la misma: se trataba de “promover la cultura científica, tecnológica y de innovación a través de los medios de comunicación electrónicos e impresos, difundiendo los resultados de las investigaciones exitosas y el impacto social en la solución de problemas nacionales”. Lo anterior significa, como diría Arthur Feynman, que la finalidad de las publicaciones no era la de satisfacer los intereses del público ni contribuir a la generación de una cultura científica, sino dar a conocer las acciones que llevaban a cabo las instituciones. Sin embargo, en el Programa Especial de Ciencia, Tecnología e Innovación 2014-2018 (PECITI) la postura cambia. En primer lugar, se delinea la utilidad que, como nación, se puede encontrar en la comunicación de la ciencia. “Aquellos países que han logrado robustecer la apropiación social del conocimiento se caracterizan por ser más innovadores y en consecuencia aceleran su crecimiento económico” (PECITI, 2014, p. 16). En segundo lugar, puntualiza que “para este fin es necesario fortalecer dos mecanismos que incrementen la cultura científica de los mexicanos y conduzcan a una mayor apropiación social de la ciencia y del conocimiento: la divulgación y comunicación, y el acceso al conocimiento” (PECITI, 2014, p. 16). Es decir, el foco se desplaza de “dar a conocer los resultados de los investigadores” hacia el público. Éste es un cambio saludable. Pero en el mismo documento aparece otra vez lo que considero el otro gran error que se ha cometido desde el principio: “Dentro del SNCTI (Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación), el CONACYT es el principal encargado de las estrategias de divulgación. En ese sentido, ha realizado una amplia y continua labor para fortalecer la comunicación y divulgación de ciencia, tecnología e innovación (CTI), tales como: la creación de revistas (Ciencia y Desarrollo, Información Científica y Técnica ICyT, Comunidad CONACYT o TecnoIndustria), y la creación de la Semana Nacional de la Ciencia y la Tecnología”. También se creó la Agencia Informativa CONACYT para dar a conocer el trabajo de “individuos o empresas que estén creando ciencia, tecnología o innovación en México”. […] si queremos que haya una cultura científica, la comunicación de la ciencia no se debería distinguir del cine o la literatura, debe ser atractiva por sí misma porque no existe, ni podría aceptarse, la obligación de acercarse a ella. Esto sólo se hará por gusto, si el conocimiento científico se nos presenta de manera interesante, sorprendente, entretenida, conmovedora o hasta trascendente. Es decir, el CONACYT, como “el principal encargado de las estrategias de divulgación”, asume que la mejor estrategia es ser también el principal productor de divulgación, ser el protagonista de la historia en lugar de apoyar a quienes quieran invertir, producir y generar contenidos de comunicación de la ciencia. Es cierto que, desde hace unos años, se publica la “Convocatoria de Apoyo a Proyectos de Comunicación Pública de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación”, que apoya una multitud de iniciativas. Pero, una vez más, hay un pero: el financiamiento de estas iniciativas se hace a fondo perdido y dentro de las consideraciones de asignación de estos apoyos no se considera que los proyectos tengan (o vayan a tener en algún momento) un modelo de negocios que les permita subsistir y continuar con su labor una vez que termine el año durante el cual los apoya CONACYT. Quiero aclarar que no comulgo con el “capitalismo salvaje” ni creo que deba desaparecer todo aquello que no produce dinero. Estoy de acuerdo en que el estado debe financiar actividades importantes y valiosas que no tengan perspectivas claras de generar capital (como la ciencia básica). Pero en este país hay que admitir que llega un momento en que la aceptación del público de un determinado producto (sí, también de un producto cultural) se mide por si gasta su dinero en él o no. Resulta curioso que una convocatoria que lleva en el nombre la palabra “innovación”, que implica llevar un producto o mejora al mercado, no considere a los mercados. Y, con perdón de los encargados del programa de apoyos, resulta hasta ridículo que en el primer párrafo de la convocatoria se asegure que “la nación en su conjunto, debe invertir en actividades y servicios que generen valor agregado de una forma sostenible” (sic por la coma que malamente separa el sujeto del predicado), y acto seguido ofrezca apoyo a proyectos que, en principio, no son ni tienen forma de volverse sostenibles. Como remate, unas páginas más adelante encontramos el siguiente párrafo: “Las propuestas deberán estar estructuradas para comunicar a públicos segmentados o sectoriales los hallazgos o innovaciones más impactantes de las investigaciones científicas o los desarrollos tecnológicos, respectivamente, realizados por investigadores o empresas en instituciones establecidas en México”. Ahí está, otra vez, el afán de autopromoción y el menosprecio al público. Ante ello, cabe señalar que muchos de los científicos más reconocidos de México han hecho sus descubrimientos más importantes en el extranjero. Aquí pongo algunos ejemplos notables: Mario Molina, en la Universidad de California en Irvine, junto con el Profesor F. Sherwood Rowland; Francisco Bolívar Zapata (Premio Príncipe de Asturias 1991) estaba en San Francisco, California, cuando formó parte del equipo pionero que creó el primer organismo con ingeniería genética; Luis Herrera-Estrella participó en la elaboración de la primera planta genéticamente modificada mientras estaba en la Universidad Ghent, Bélgica, en el laboratorio de Marc Van Montagu; y Ricardo Miledi (ganador también del Asturias) descifró, con Bernard Katz en el University College London, los secretos de la transmisión sináptica que le dieron una tercera parte del Nobel a Katz. ¿A quién le importa la ciencia hecha en México? Como periodista de ciencia y cultura he escuchado con (demasiada) frecuencia que los mexicanos “debemos conocer la ciencia que se hace en México”. Encuentro esta proposición tan ridícula como cuando hace unos años escuchaba que apoyáramos al cine mexicano y lo fuéramos a ver. Si las películas mexicanas no nos resultaban entretenidas, interesantes, conmovedoras ni sublimes, como público no teníamos razón alguna para verlas. En ese sentido, si queremos que haya una cultura científica, la comunicación de la ciencia no se debería distinguir del cine o la literatura, debe ser atractiva por sí misma porque no existe, ni podría aceptarse, la obligación de acercarse a ella. Esto sólo se hará por gusto, si el conocimiento científico se nos presenta de manera interesante, sorprendente, entretenida, conmovedora o hasta trascendente. Y esto no va a suceder mientras no se haga de manera profesional, es decir, mientras quienes lo hagan no piensen en crear productos tan buenos que la gente esté dispuesta a pagar por ellos. Porque el público sí está interesado en la ciencia. La Encuesta sobre la Percepción Pública de la Ciencia y la Tecnología (ENPECYT) que hace el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), por encargo de CONACYT, revela que es uno de los temas que aparecen en medios de comunicación que más le importa a la gente. El rubro ‘Nuevos inventos, descubrimientos científicos y desarrollo tecnológico’ aparece en segundo lugar de interés. Además, algunos otros temas que importan a la gente también están relacionados con la ciencia, como el medio ambiente y, aunque la ENPECYT no pregunta al respecto, la salud, el comportamiento humano, etcétera. Temas que interesan al público Dos temas relacionados con la ciencia, la contaminación ambiental y las novedades en ciencia y tecnología, figuran en los tres primeros lugares del interés del público. Aquí se muestran los datos graficados en orden descendente de lo que les parece más interesante. Fuente: realización propia con datos de la ENPECYT (2015). Estadísticas aparte, quienes nos dedicamos a actividades “elevadas” relacionadas de alguna manera con las ciencias, la cultura o el arte, a veces se nos olvida que al público general también le interesan –y mucho– estos temas. Se nos olvida que todos somos público general (salvo en el área de nuestra especialidad) y que, en el fondo, todo ser humano, por el simple hecho de serlo, se interesa por los grandes temas a los que la ciencia está dando respuesta: “qué es la vida”, “qué es la conciencia”, “de dónde venimos”, “por qué nos comportamos de la forma en que lo hacemos”, etcétera. Los temas que menos interesan Si graficamos los mismos datos pero en orden descendente por quienes manifestaron tener un interés nulo por los temas, vemos que la contaminación ambiental se mantiene en la preferencia del público seguido por Ciencias sociales e Historia. Curiosamente, la Política y las Ciencias exactas son en ambas gráficas las menos favorecidas por el público. Fuente: realización propia con datos de la ENPECYT (2015). A manera de conclusión Volvamos con la familia Feynman, a quienes dejamos en una situación comprometida… No, no me refiero al tiranosaurio en la ventana, sino a Arthur tratando de suavizar la imagen para que el pequeño Richard pueda dormir. Era muy emocionante y muy, muy interesante pensar que hubo animales de tal magnitud –y que todos murieron y que nadie sabía por qué (ahora ya sabemos)–. Por eso no estaba asustado de que alguno de ellos fuera a llegar hasta mi ventana… Así, Richard pudo dormir, creció y, en parte gracias a las enseñanzas de su padre, no sólo se convirtió en un gran físico sino en un excelente divulgador. Su libro Surely you’re joking Mr. Feynman (¿Está usted de broma, Sr. Feynman?) está calificado en Amazon como un best seller que tiene 4.5 estrellitas, de 5 posibles; igual que el más serio QED. The Strange Theory of Life and Matter, y el video en el que Richard habla de su padre, entre otros temas, tiene casi 916 000 visualizaciones en YouTube. Teniendo en cuenta que murió en 1988, que el pico de su fama estuvo en los años 60 y que en The Big Bang Theory sólo se le ha mencionado una media docena de veces, no está nada mal como para dar ejemplo de que hay público para la comunicación de la ciencia. Y ya que nos preguntamos si Feynman estaba bromeando y que menciono a The Big Bang Theory, un último consejo de Malow: “Pero claro que ayuda sentir que lo que haces es importante. Quizá, si tan sólo cuento algunos chistes científicos y te hago reír, ya hice algo con un poco de sentido porque tal vez pensabas que la ciencia era aburrida y te hice reír con un humor muy geek. Aunque no te haya enseñado nada, tal vez sólo te enseñé una cosa, que la ciencia puede ser divertida”. Bibliografía La mayor parte de las ideas que vierto aquí no son mías sino de diversos investigadores (aunque quizá las he tergiversado un poco). Anoto aquí los cuatro textos que más consulté en la elaboración de este artículo: Sobre la historia de la comunicación de la ciencia en México y sus obstáculos: Orozco Martínez, Carlos Enrique (2014). “Sin embargo, se mueve. La divulgación de la ciencia en México”, en Hugo Edgardo Méndez Fierros y Felipe Cuamea Velázquez, coordinadores, Universidad, ciencia y Cultura: evaluaciones para un saber colectivo. Universidad Autónoma de Baja California, México. Pp. 77-110. Sobre los problemas de las universidades para comunicar: Tomás Ejea Mendoza y Bianca Garduño Bello (2014). “La extensión de la cultura universitaria en México: un ensayo sobre su historia conceptualización y relevancia”, en Hugo Méndez y Felipe Cuamea (eds.), Universidad, ciencia y cultura: evocaciones para un saber colectivo. Universidad Autónoma de Baja California. Mexicali, pp. 52-78. Sobre la lamentablemente escasa pero muy deseable influencia que tiene el periodismo científico en las políticas públicas: Rosen, Cecilia y Javier Crúz-Mena (2015). “El periodismo de ciencia en América Latina”, en Luisa Massarani (org.), RedPOP: 25 años de popularización de la ciencia en América Latina. RedPOP, Unesco, Primera edición Río de Janeiro, pp. 61-71. Sobre la importancia de la narrativa en la comunicación y de la comunicación misma: Aquiles Negrete Yankelevich (2012), La divulgación de la ciencia a través de formas narrativas. Colección Divulgación para divulgadores de la Dirección General de Divulgación de la Ciencia, UNAM. Primera Reimpresión.
Maria Emilia Beyer y Gabriela Frías Villegas Resumen Introducción Los primeros acercamientos Monstruos y detectives en la época… El Aleph, el Robot bicentenario y… En busca de Klingsor y… Un final abierto Bibliografía Resumen Compartir el conocimiento depende de estilos narrativos distintos. La literatura es uno de los caminos más conocidos para compartir conceptos e ideas novedosas con el público general, mientras que la ciencia tiene entre sus características el uso de terminologías poco comprensibles, que no promueven la apropiación social del conocimiento en el público no experto. A lo largo de distintas épocas, algunos científicos intentaron compartir el conocimiento científico con el público mediante el uso de estrategias literarias, y en muchas ocasiones se obtuvieron mediante esas aproximaciones narrativas interesantes y exitosas. Por otro lado, algunos escritores han encontrado en la ciencia, la tecnología y la innovación una fuente de inspiración. En este artículo, las autoras sugerimos que la sinergia entre el conocimiento científico y la literatura genera vías excelentes para introducir ideas novedosas hacia la sociedad. Palabras clave: apropiación social de la ciencia, literatura, ciencia ficciónm escritores. The communication of science and literature: a brief historical trip Sharing knowledge depends on several kinds of narratives. Literature has been a well known path to share new concepts with a broad public, but science has a characteristic use of terminologies that do not promote social appropriation of scientific knowledge. Through time, some scientists have tried to share science with the general public using literary strategies, and many of these approaches resulted in interesting narratives; on the other hand, writers find inspiration in science, innovation and technology. In this article we suggest that such synergy between scientific knowledge and literature produce excellent paths to introduce new ideas to society. Keywords: social appropriation of science, literature, science fiction, writers. Introducción La literatura y la ciencia han tenido una relación tortuosa en donde, por un lado, se seducen mutuamente y por otro, desconfían de las aportaciones que tal mancuerna pueda brindarles. No son pocos los escritores que se han acercado al conocimiento científico para buscar una fuente prolífica de inspiración, y aunque sus historias muchas veces anticipan las situaciones que traerán para la sociedad los avances de la ciencia o la tecnología, los científicos suelen ver estas aportaciones con suspicacia, al considerar que la manera en la que los literatos representan a la ciencia es imperfecta. Por otro lado, algunos científicos han decidido usar a la literatura como un vehículo para comunicar su trabajo. Sin embargo, aunque sus textos son precisos desde el punto de vista científico, reciben críticas por parte de los literatos, pues se considera que en estos intentos de comunicación el ejercicio literario es pobre. A pesar de que las uniones entre ciencia y literatura tienen muchos detractores, lo cierto es que cuando las dos áreas se unen, el resultado es novedoso y enriquecedor. En este artículo comentaremos algunos casos interesantes de comunicación de la ciencia que nacieron como resultado de dicha sinergia. Los primeros acercamientos Desde antes de que la ciencia se llamara ciencia, los escritores literarios se maravillaron con las nuevas visiones del mundo, que dejaban atrás la religión como única posibilidad para explicar el Universo. Por ejemplo, en el renacimiento inglés, cuando la alquimia se confundía con la química y la astronomía con la astrología, un famoso dramaturgo inglés echó mano de los nuevos conocimientos para crear entornos maravillosos en sus obras. Su nombre era William Shakespeare (1564-1616) y durante su vida, escribió más de treinta obras de teatro y varios sonetos que hoy en día resultan invaluables para acercarnos a la cosmogonía de la Inglaterra isabelina. Una de sus obras más conocidas, La Tempestad (1610), retrata a Próspero, un hombre poderoso capaz de controlar a los elementos con ayuda de Ariel, un espíritu del aire. Próspero contaba con la potencialidad de causar enormes tormentas usando el conocimiento de sus libros, de donde se desprende que el acercamiento al conocimiento otorga beneficios para el manejo de la Naturaleza. En la segunda escena del primer acto de la obra, Próspero le explica a su hija Miranda que continúan con vida gracias a la bondad de un noble llamado Gonzalo, que les dio todo lo necesario para vivir en una isla, y ayudó a que el sabio pudiera conservar sus libros, un tesoro más valioso que todo su reino: With God’s help. We had a little food and fresh water that a nobleman from Naples, Gonzalo, had given us out of the kindness of his heart. He had been chosen to carry out the plan of putting us to sea. He also gave us clothes, linen, and other necessities that have been of great help. Knowing how much I loved my books, he gave me some books from my library that I value more than my dukedom (Shakespeare, 2015: act I, scene II, p. 8).1 Shakespeare. La idea de que el conocimiento de los libros le permite a un sabio controlar la naturaleza, nos recuerda la representación que se hace en la literatura de los profesores de los secretos o magus renacentistas, hombres que se dedicaban a recorrer el mundo para obtener conocimientos acerca de la incipiente medicina de la época o de las artes mágicas o alquímicas. El más importante de estos personajes en la Inglaterra Isabelina fue John Dee (1527-1608), quien fue espía y asesor de la Reina Isabel I. A lo largo de su vida realizó numerosos viajes al extranjero en busca de los saberes exóticos y los secretos ocultos. En uno de sus viajes a París descubrió un conocimiento sorprendente: las matemáticas euclidianas. Entre otras cosas, Dee cayó en la cuenta de que su dominio se puede usar para estudiar el movimiento de los planetas y las estrellas, lo que resultaba de gran utilidad para los navegantes renacentistas, que tenían que observar el cielo para orientarse. Durante toda su vida, Dee fue un gran coleccionista de libros y poseía la biblioteca más grande de la Inglaterra isabelina, con más de cuatro mil volúmenes. Todo aquel que quería consultar los libros era bienvenido. La reina Isabel I visitó varias veces la biblioteca, siempre maravillándose de la rareza y variedad de los manuscritos que se encontraban en ella. Se cree que Shakespeare conoció a Dee y que el dramaturgo basó el personaje de Próspero en el magus más importante de su época. Pero en la obra de Shakespeare se reconoce más que el movimiento de los astros o la fuerza de los fenómenos climatológicos: encontramos también la representación de la imperfecta naturaleza humana. En su agudeza prodigiosa, Shakespeare generó personajes que representan patrones conductuales reconocibles en prácticamente todas las culturas y épocas. Lejos de ser un accidente, ello da cuenta de que el comportamiento humano comparte características que responden a impulsos determinados, y al repetirse como un patrón, pueden ser evaluados y analizados a la luz de la ciencia. Entre las líneas de las distintas obras shakespearianas, los personajes nos muestran complejidad, duda, locura, pasión. En la opinión de David Barash, autor de Madame Bovary´s Ovaries, el Othelo de Shakespeare reverbera porque Desde antes de que la ciencia se llamara ciencia, los escritores literarios se maravillaron con las nuevas visiones del mundo, que dejaban atrás la religión como única posibilidad para explicar el Universo. […] this play tells us something timeless and universal. Not so much about a fellow named Othello, but about ourselves. It speaks to the Othello within everyone: our shared human nature. Othello the play is about a jealous guy, and, as we shall see, jealousy is a particularly potent and widespread human emotion… That´s precisely why it´s okay to talk about Othello, or Madame Bovary or Huckleberry Finn in the present tense: they live on, at least in part, because they have distinctive human characteristics that transcend the artistry by which they were depicted…It may be startling to some –specially to those who have not kept up with recent advances in biological science- but the evidence is now undeniable that much of human life is not socially constructed. In short, even though learning and cultural traditions exert a powerful influence, there also exists an underlying human nature, universally valid and characteristic of all Homo sapiens (Barash, 2006, p. 1).2 La seducción entre la ciencia y la literatura no sucedió únicamente en Inglaterra, y de tal affaire dan cuenta obras como Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo ptolemaico y copernicano (1632), en donde Galileo Galilei crea personajes que discurren sobre distintas formas de comprender al Universo. Dicha estrategia, prestada de la literatura, pretendía transmitir de manera subrepticia las ideas revolucionarias del propio Galileo, quien a la sombra de la ficción y presentando sus argumentos en boca del personaje llamado Salviati, cuestionó los saberes aceptados por los poderes de la época en relación con el movimiento de los planetas en torno al Sol. Sin embargo, la estrategia no pasó desapercibida y la obra se incluyó en el listado de publicaciones prohibidas, de donde fue rescatada apenas en 1822. En la Francia del siglo XVII, el filósofo y literato Bernard Le Bovier de Fontenelle escribió Conversación sobre la pluralidad de los mundos (1686). En esta obra se presentan las ideas de la astronomía moderna, divididas en seis capítulos que corresponden con seis noches de agradable conversación entre una dama noble y un caballero culto. Esta obra, calificada por varios autores como la primera de divulgación científica, tuvo una espléndida recepción por el público francés. Tanto así, que se nombró a Fontenelle como Secretario Vitalicio de la Academia de Ciencias de Francia, cargo que ocupó de 1697 hasta su muerte en 1740. Fontenelle no estaba solo, pues otros hombres ilustres compartían con él su interés por las letras y las ciencias. Los hermanos Perrault, por ejemplo, ocupaban cargos importantes en el gobierno, pero dejaban tiempo para reflexionar y escribir sobre el conocimiento científico y sus aplicaciones. Charles Perrault, por Gérard Edelinck. Pierre Perrault publicó en 1674 El origen de las aguas brotantes, en donde probó a partir de mediciones rigurosas que la concepción renacentista y clásica de la formación de los cuerpos de agua en el planeta estaba equivocada, y señaló que no se pueden explicar los cuatro elementos del macrocosmos con una directa relación hacia los huesos, la sangre, el aliento y el calor interno del microcosmos humano. Por su parte, Claude Perrault desarrolló un proyecto zoológico titulado Historia Natural de los Animales, conteniendo la descripción anatómica de diversas creaturas diseccionadas por la Academia Real de Ciencias de Paris, donde la construcción, fabricación y genuino uso de las partes están fiel y exactamente delineadas en placas de cobre, y son enriquecidas con muchas aportaciones físicas y anatómicas curiosas y útiles, siendo ésta uno de las producciones más considerables de la Academia. Finalmente, el más conocido de los hermanos, Charles Perrault ingresó a la Academia Real de Ciencias en 1671. Charles argumentaba que, así como la ciencia provee de nuevas respuestas que sustituyen las visiones clásicas del mundo, también las letras deben inventarse nuevos caminos y formatos para entrar en la era moderna. Tal vez, inspirado por estas disertaciones y por su admiración hacia la búsqueda de respuestas en las áreas científicas, Charles Perrault publica los Cuentos del Pasado (hoy conocidos como Cuentos de Mamá Ganso) y sienta con ello las bases para la escritura de los cuentos de hadas infantiles con una visión que se mantiene vigente en la actualidad. Monstruos y detectives en la época victoriana inglesa Durante el siglo XIX Inglaterra vivió una época de auge en la ciencia y la tecnología. Los ciudadanos veían al mismo tiempo con emoción y miedo las posibilidades que ofrecían los avances en medicina, física, biología y astronomía. A ello se sumaron aplicaciones prácticas que antes tan sólo se soñaban, pues con la revolución industrial nacieron tecnologías que sustituyeron, incluso, al hombre en ciertos espacios. En las reuniones de los escritores y artistas de la época se trataban temas sobre botánica, geología, electricidad y evolución. Durante el verano de 1816, un grupo de amigos se reunió para pasar unos días de verano en una mansión llamada Villa Diodati, en Suiza. El anfitrión de la casa era el famoso poeta Lord Byron y los invitados eran Mary Shelly, Percy Byshee Shelly y John Polidory, el médico personal de Byron. Durante su estancia en la mansión, los amigos dedicaron parte de su tiempo a leer, por un lado, obras literarias contenidas en una antología de cuentos de fantasmas; por otro, ocuparon su tiempo con las disertaciones filosóficas planteadas en los textos científicos de Erasmus Darwin, abuelo del famoso Charles Darwin. Las ideas de Erasmus Darwin navegaban hacia la electricidad y su posible uso para revivir a las personas que hubieran sufrido algún daño cardiaco, y encontraron buen puerto en las mentes de los literatos ahí reunidos. La lectura del libro de cuentos promovió que Byron propusiera a sus amigos el reto de escribir una historia de terror. La lectura del texto científico inspiró a Mary Shelly para escribir la primera novela de ciencia ficción: Frankenstein. En el prefacio de la novela, Mary narra la génesis del libro del modo siguiente: Frankenstein. Imagen: OpenClipart-Vectors. The event on which this fiction is founded has been supposed, by Dr. Darwin, and some of the physiological writers of Germany […] The circumstance on which my story rests was suggested in casual conversation. It was commenced partly as a source of amusement, and partly as an expedient for exercising any untried resources of mind. […] I passed the summer of 1816 in the environs of Geneva. The season was cold and rainy, and in the evenings we crowded around a blazing wood fire, and occasionally amused ourselves with some German stories of ghosts, which happened to fall into our hands. These tales excited in us a playful desire of imitation. Two other friends (a tale from the pen of one of whom would be far more acceptable to the public than anything I can ever hope to produce) and myself agreed to write each a story founded on some supernatural occurrence. The weather, however, suddenly became serene; and my two friends left me on a journey among the Alps, and lost, in the magnificent scenes which they present, all memory of their ghostly visions. The following tale is the only one which has been completed (Shelly, 1818, p. 1).3 En Frankenstein, Shelly no solamente plasmó el interés que sentían los victorianos por los avances en la medicina y la electricidad, sino también el temor y la reverencia que les causaban estos nuevos descubrimientos. Otro escritor con una fuerte influencia por la ciencia de su época fue el escocés Arthur Conan Doyle, creador del detective más famoso de la historia: Sherlock Holmes. Conan Doyle estudió medicina en la Universidad de Edimburgo y durante sus años de estudiante se interesó en la química, las matemáticas, la arqueología y en las nacientes ciencias forenses. Estos intereses, en particular su fascinación por la química, se reflejan en los relatos situados en el Londres victoriano, en donde el detective resuelve toda clase de misterios con ayuda de su inseparable amigo el Dr. Watson. Este último describe a Holmes trabajando con compuestos químicos en La aventura del tratado naval: Holmes was seated at his side-table clad in his dressing-gown, and working hard over a chemical investigation. A large curved retort was boiling furiously in the bluish flame of a Bunsen burner, and the distilled drops were condensing into a two-litre measure. My friend hardly glanced up as I entered, and I, seeing that his investigation must be of importance, seated myself in an arm-chair and waited. He dipped into this bottle or that, drawing out a few drops of each with his glass pipette, and finally brought a test-tube containing a solution over to the table. In his right hand he held a slip of litmus-paper (Conan Doyle, 2002, p. 435).4 También a través del Dr. Watson, sabrá el lector que el departamento que comparten en el 222b de Baker Street “siempre está lleno de química”, que Holmes “es un gran químico”, que tanto los sillones de su hogar como sus manos “están siempre manchados con químicos”. Además, el médico menciona que su amigo es “un entusiasta de varias ramas de la ciencia […] le apasiona el conocimiento definitivo y exacto”. Esta pasión por el conocimiento científico con la que Conan Doyle dotó a su personaje, fue recompensada en 2002 cuando la Real Academia de Química Británica nombró a Sherlock Holmes miembro honorario: Sherlock Holmes. Foto: Isriya Paireepairit. The Royal Society of Chemistry is to bestow an Extraordinary Honorary Fellowship upon Sherlock Holmes, the first detective to exploit chemical science as a means of detection. The honour marks the centenary of Holmes’s most celebrated case The Hound of the Baskervilles as well as the 100th anniversary of Sir Arthur Conan Doyle’s knighthood. […] Chief Executive of the Royal Society of Chemistry, Dr David Giachardi said today: “Of course Sherlock Holmes did not exist, despite the wishful thinking of millions of people at home and abroad who have followed his deeds in the books, on television, radio and in films. Nevertheless the value of the Holmes legend today, and in previous decades, is profound, having brought tangible moral benefits to society as well providing extraordinary entertainment value that has continued through six or seven generations.” He added: “Our particular interest is his love of chemistry, and the way that he wielded such knowledge for the public good, employing it dispassionately and analytically. He also embodied other personal traits that society seeks in today’s law officers – personal rectitude and courage. Last month the Royal Society of Chemistry honoured the achievements of Sir Alec Jeffreys, whose work in the 1980s led to the employment of DNA fingerprinting in criminal detection. But Sir Arthur Conan Doyle, through Holmes, anticipated 120 years ago the utilisation of chemistry in the battle against crime (Comunicado de prensa de la Real Academia de Química).5 Así, Holmes se convirtió en el primer personaje ficticio en ser nombrado miembro de una academia de ciencias, tanto por sus intereses en química como por su calidad humana. La química encontró en la “Reina del Crimen” otro paladín. La escritora inglesa Agatha Christie fue enfermera voluntaria en un hospital de Torquay durante la Primera Guerra Mundial. Ahí, quedó encargada de la farmacia y descubrió una pasión por la química que la llevó a manejar perfectamente las dosis de las diferentes sustancias a su alcance. La famosa escritora comprendía que la combinación de reactivos y la cantidad utilizada, lo mismo podía curar que matar. A lo largo de sus 66 novelas desfilan el cianuro, la morfina, la ricina, el arsénico y otros tantos venenos cuyas potencialidades y efectos fueron descritos a la perfección. Tal es la opinión de la química Kathryn Harkup en su libro A, de arsénico: los venenos de Agatha Christie. En 1976 una de las novelas de Christie salvó la vida de una niña en el Hammersmith Hospital de Inglaterra. La enfermera que atendía a la paciente era amante de las novelas de esta autora, y consideró que los síntomas que ella describía en The Pale Horse eran idénticos a los que observaba en la pequeña. Pidió a los médicos que buscaran si la niña presentaba envenenamiento por talio y los resultados determinaron que éste era el motivo del malestar, por lo que se logró actuar a tiempo para salvarla. El Aleph, el Robot bicentenario y Contacto Con una historia truncada por dos guerras mundiales, la guerra fría e innumerables conflictos bélicos, el siglo XX sin duda alguna vivió un impulso científico y tecnológico sin precedentes que cambió nuestra vida cotidiana para siempre: el nacimiento del Internet, la telefonía celular, la robótica y los videojuegos, son tan solo algunas muestras de la presencia de la ciencia y la tecnología en nuestro entorno. Durante este periodo, algunos escritores se adueñaron de la ciencia, para explorar mundos que dejaban atrás los límites de la percepción humana. Algunos, de un modo sutil, se apropiaron de la ciencia para hacerla parte de sus ficciones; otros, crearon complicados mundos para mostrar utopías y distopías que años atrás eran impensables. Entre los que incorporaron a la ciencia —en particular las matemáticas— en su obra, para convertirla en parte de sus relatos, podemos mencionar al escritor argentino Jorge Luis Borges. Entre sus numerosos escritos hay dos cuentos que son particularmente importantes por su contenido matemático: La biblioteca de Babel y El Aleph. El primer relato, publicado por primera vez en el libro El jardín de los senderos que se bifurcan (1941), habla de una enorme biblioteca que el narrador describe del modo siguiente: El Universo (que otros llaman la Biblioteca) se compone de un número indefinido y tal vez infinito, de galerías hexagonales, con vastos pozos de ventilación en el medio, cercados por barandas bajísimas. Desde cualquier hexágono se ven los pisos inferiores y superiores: interminablemente. La distribución de las galerías es invariable. Veinte anaqueles, a cinco largos anaqueles por lado, cubren todos los lados menos dos; su altura, que es la de los pisos, excede apenas la de un bibliotecario normal. Una de las caras libres da a un angosto zaguán, que desemboca en otra galería, idéntica a la primera y a todas. A izquierda y a derecha del zaguán hay dos gabinetes minúsculos. Uno permite dormir de pie; otro satisfacer las necesidades finales. Por ahí pasa la escalera espiral, que se abisma y se eleva hacia lo remoto. En el zahúan hay un espejo, que fielmente duplica las apariencias. Los hombres suelen inferir de ese espejo que la Biblioteca no es infinita (si lo fuera realmente ¿a qué esa duplicación ilusoria?): yo prefiero soñar que las superficies bruñidas figuran y prometen el infinito… La luz procede de unas frutas esféricas que llevan el nombre de lámparas. Hay dos en cada hexágono: transversales. La luz que emiten es insuficiente, incesante (Borges, 2006, p. 30). Borges. Foto: Meet Aires. A través de este cuento, Borges plantea un interesante problema matemático a sus lectores: ¿la biblioteca tiene en verdad una colección infinita o sus libros forman un conjunto finito, a pesar de que entre ellos se encuentran todos los textos jamás escritos? Otro texto de gran belleza en el que el escritor argentino plasmó el concepto de infinito es El Aleph, publicado en un libro de relatos con el mismo nombre. El título de este cuento es significativo: por un lado, Aleph es la primera letra del alfabeto hebreo, por otro, es el símbolo matemático que se usa para denotar los distintos tamaños de infinito. Borges describe el Aleph del modo siguiente: En la parte inferior del escalón, hacia la derecha, vi una pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor. Al principio la creí giratoria; luego comprendí que ese movimiento era una ilusión producida por los vertiginosos espectáculos que encerraba. El diámetro del Aleph sería de dos o tres centímetros, pero el espacio cósmico estaba ahí, sin disminución de tamaño. Cada cosa (la luna del espejo, digamos) era infinitas cosas, porque yo claramente la veía desde todos los puntos del universo. Vi el populoso mar, vi el alba y la tarde, vi las muchedumbres de América, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo, vi todos los espejos del planeta y ninguno me reflejó, vi en un traspatio de la calle Soler las mismas baldosas que hace treinta años vi en el zaguán de una casa en Fray Bentos, vi racimos, nieve, tabaco, vetas de metal, vapor de agua, vi convexos desiertos ecuatoriales y cada uno de sus granos de arena, vi en Inverness a una mujer que no olvidaré, vi la violenta cabellera, el altivo cuerpo, vi un cáncer en el pecho, vi un círculo de tierra seca en una vereda, donde antes hubo un árbol, vi una quinta de Adrogué, un ejemplar de la primera versión inglesa de Plinio, la de Philemon Holland (Borges, 1998, p. 103). El Aleph es un objeto maravilloso que contiene todo lo que existe en el Universo. Borges tomó prestada de las matemáticas la idea de que todos los objetos posibles pueden coexistir en un mismo lugar. Es posible encontrar esta idea, por ejemplo, en la geometría proyectiva, donde todas las rectas paralelas de un plano convergen en un solo punto: el infinito. Dicho punto se puede pensar como el punto de fuga de las primeras pinturas del renacimiento que tenían el recurso de la perspectiva. Isaac Asimov painted portrait. Foto: thierry ehrmann. Otro escritor que usó la ciencia y la tecnología para crear mundos complejos que en otras épocas eran inimaginables fue Isaac Asimov, un profesor estadounidense que trabajaba en la Universidad de Boston dando clases de bioquímica, mejor conocido por su prolífica carrera como escritor de ciencia ficción y de divulgación de la ciencia. Aunque no se le considera un escritor relevante en términos narrativos, sus ideas en la ficción fueron tan revolucionarias, que muchas de ellas —por ejemplo, las video llamadas— se hicieron realidad años después. Uno de los temas recurrentes en las novelas y los cuentos de Asimov es el de los robots. En dichas narraciones, los robots ya son parte integral del mundo cotidiano de los personajes, y generalmente son sus sirvientes. Tal es el caso de El hombre bicentenario, un relato publicado en 1976, que ganó los premios Nébula y Hugo, los más importantes que existen para la ciencia ficción. En dicha narración, Asimov retrata a un robot que se le entrega a una familia para ayudar con las tareas del hogar y el cuidado de los niños. Dicho robot, bautizado por la hija de la familia como Andrew, tiene un cerebro positrónico que regula sus acciones por medio de las tres leyes de la robótica: 1. Un robot no debe causar daño a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra ningún daño. 2. Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes estén reñidas con la Primera Ley. 3. Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no esté reñida ni con la Primera ni con la Segunda Ley (Asimov, 1998, p. 1). Aunque Andrew actúa de acuerdo con las leyes programadas en su cerebro, es un robot especial. Durante el desarrollo de la trama, el lector se percata poco a poco de que Andrew tiene conciencia y emociones. De este modo, el robot siente amor por las personas y es capaz de crear arte. Hoy en día, más de cuarenta años después de la publicación de El hombre bicentenario, los expertos en inteligencia artificial y en neurociencias se preguntan si es posible que un robot tenga conciencia, sentimientos y empatía. Muchos de ellos creen que esto será posible en aproximadamente treinta años. Más aún, en años recientes se han generado nuevas leyes de la robótica, que deberán seguir los robots del futuro. Otro escritor norteamericano que, como Asimov, era científico, divulgador de la ciencia y novelista fue Carl Sagan. Sin embargo, a diferencia del primero, que estaba más interesado en las ideas que en la estructura narrativa de los textos, Sagan echó mano de las metáforas y otros recursos literarios para comunicar la ciencia de su época. Aunque la ciencia de Cosmos, su libro más famoso, ahora está desactualizada, no deja de emocionarnos el modo en que Sagan convierte a la divulgación de la ciencia en prosa poética: El Cosmos es todo lo que fue o lo que será alguna vez. Nuestras contemplaciones más tibias del Cosmos nos conmueven: un escalofrío recorre nuestro espinazo, la voz se nos quiebra, hay una sensación débil, como la de un recuerdo lejano, o la de caer desde lo alto. Sabemos que nos estamos acercando al mayor de los misterios. El tamaño y la edad del Cosmos superan la comprensión normal del hombre. Nuestro diminuto hogar planetario está perdido en algún punto entre la inmensidad y la eternidad. En una perspectiva cósmica la mayoría de las preocupaciones humanas parecen insignificantes, incluso frívolas. Sin embargo nuestra especie es joven, curiosa y valiente, y promete mucho. En los últimos milenios hemos hecho los descubrimientos más asombrosos e inesperados sobre el Cosmos y el lugar que ocupamos en él; seguir el hilo de estas exploraciones es realmente estimulante. Nos recuerdan que los hombres han evolucionado para admirarse de las cosas, que comprender es una alegría, que el conocimiento es requisito esencial para la supervivencia. Creo que nuestro futuro depende del grado de comprensión que tengamos del Cosmos en el cual flotamos como una mota de polvo en el cielo de la mañana. Carl Sagan (placa en Pioneer). Foto: Javier. Estas exploraciones exigieron a la vez escepticismo e imaginación. La imaginación nos llevará a menudo a mundos que no existieron nunca. Pero sin ella no podemos llegar a ninguna parte. El escepticismo nos permite distinguir la fantasía de la realidad, poner a prueba nuestras especulaciones. La riqueza del Cosmos lo supera todo; riqueza en hechos elegantes, en exquisitas interrelaciones, en la maquinaria sutil del asombro. La superficie de la Tierra es la orilla del océano cósmico. Desde ella hemos aprendido la mayor parte de lo que sabemos. Recientemente nos hemos adentrado un poco en el mar, vadeando lo suficiente para mojarnos los dedos de los pies, o como máximo para que el agua nos llegara al tobillo. El agua parece que nos invita a continuar. El océano nos llama. Hay una parte de nuestro ser conocedora de que nosotros venimos de allí. Deseamos retornar. No creo que estas aspiraciones sean irreverentes, aunque puedan disgustar a los dioses, sean cuales fueren los dioses posibles (Sagan, 1980, p. 4). En Cosmos, Sagan recurre a las imágenes de paisajes naturales, como la orilla del mar o una mota de polvo, para transmitir su emoción por la inmensidad del Universo. A diferencia de Cosmos, que ahora percibimos como un texto envejecido, en 1985 Sagan publicó una novela llamada Contacto, cuyo tema es cada vez más actual: la búsqueda de vida en otros planetas. El personaje principal de la obra, Eleanor Ellie Arroway, está basado en la científica estadounidense Jil Tartar, miembro del proyecto Search for ExtraTerrestrial Intelligence (SETI). La novela relata la historia de Ellie y el momento en el que encuentra una señal proveniente de otro planeta. Esta obra, que también tuvo una versión cinematográfica estrenada en 1997, no solamente incluye discusiones sobre matemáticas, teoría de códigos y radiotelescopios, sino que también discute las dificultades que encuentra una mujer en el competitivo mundo de la astrofísica, principalmente dominado por los hombres. Entre los muchos homenajes que Sagan recibió por su trayectoria como científico y divulgador de la ciencia, podemos mencionar uno muy especial: la Universidad de Harvard en Estados Unidos nombró a su instituto de astrobiología como “Instituto Carl Sagan: una mota azul de polvo y más allá”. El nombre está relacionado con el título de uno de los libros del astrobiólogo: Pale Blue Dot: A Vision of the Human Future in Space. La directora del instituto es Lisa Kaltenegger, astrónoma y divulgadora, que como Ellie Arroway y Jil Tarter ha dedicado su vida a la búsqueda de otros mundos. En busca de Klingsor y El inconcebible Universo Aunque en el siglo XXI han surgido una gran variedad de textos que incluyen a la ciencia como parte central de su temática, decidimos finalizar nuestro recuento histórico, que de ningún modo pretende ser exhaustivo, con los trabajos de dos escritores mexicanos. Jorge Volpi. Foto: Casa de América. El primero de ellos es En busca de Klingsor, de Jorge Volpi. Es un texto de ficción científica en torno a la física cuántica, situado en el periodo que va desde principios del siglo XX hasta el final de la segunda guerra mundial. Entre sus personajes encontramos a algunos de los físicos más importantes de la época, como Einstein, Gödel, Von Neumann, Bohr, Schrödinger, Heisenberg y Planck. También desfilan entre sus páginas guiños hacia los conceptos más importantes de la física en la primera mitad del siglo XX. Paralelamente a la trama científica encontramos una historia de detectives, en la que el físico norteamericano Francis P. Bacon trata de desenmascarar a Klingsor, quien se cree que es el asesor científico de Hitler. Estas historias se entrelazan con aquellas de los personajes principales, Bacon y Links, creando un complejo rompecabezas en el que el amor, la traición y las rivalidades se entrecruzan. Más aún, en el texto Volpi lleva a cabo una profunda reflexión sobre la física del siglo XX y el momento histórico entre las dos guerras mundiales en donde el conocimiento científico jugó un papel decisivo para determinar al vencedor. Sin duda alguna, éste es uno de los mejores ejemplos de un texto literario que incluye de manera precisa conceptos de la ciencia. José Gordon. Foto: Wotancito. El último texto que discutiremos es El inconcebible Universo: sueños de unidad del periodista y escritor José Gordon. Este libro es de publicación muy reciente, lo que denota que la conversación entre las disciplinas científicas con la literatura permanece vigente. El diálogo entre ambos universos transcurre a partir de pequeños ensayos sobre el trabajo de escritores y científicos que tienen en común un sueño: que todas las fuerzas de la naturaleza puedan estar unificadas. Entre las páginas del libro habitan por igual escritores y científicos como Albert Einstein, Jorge Luis Borges, Edward Witten, Octavio Paz, Stephen Hawking y Amoz Oz. Algunos de los temas principales que se tratan en el texto son El Aleph de Borges, uno de los hilos conductores de la obra, y la correspondencia holográfica de Juan Maldacena, quien para muchos es el físico más importante de nuestro tiempo. Dicha correspondencia es una especie de piedra rossetta que nos da la clave para transitar entre dos lenguajes de la física que describen a nuestro Universo. Cabe mencionar que este texto es producto de una serie entrevistas que el autor realizó con varios de los científicos más importantes de México y del extranjero, como Fabiola Gianotti, Miguel Alcubierre, Roger Penrose, Gerardo Herrera y Alberto Güijosa. Este libro resulta un parteaguas en las uniones entre ciencia y literatura. En él, ambos mundos se encuentran y se vuelven uno solo, aunque sea por un momento. Un final abierto Como dijimos anteriormente, esta discusión no es exhaustiva. Quedaron en el tintero las obras de muchos escritores de ficción y comunicadores de la ciencia que se han adentrado al complejo mundo de la unión entre ciencia y literatura. Cada vez más, en las librerías, encontramos textos literarios con títulos que corresponden a conceptos científicos, con personajes del mundo de la ciencia o que echan mano de metáforas con pinceladas provenientes de la tecnología. Así mismo, los científicos están cada vez más interesados en escribir sobre su trabajo usando las herramientas de la literatura. Dada la riqueza que fructifica a partir del acercamiento entre ciencia y literatura, aspiramos a que los esfuerzos por unir ambos universos del conocimiento se reconocerán como estrategias de gran utilidad tanto para escritores, como para científicos. 1 “Con la ayuda de Dios. Teníamos un poco de comida y agua fresca que un noble de Nápoles, Gonzalo, nos había dado por la bondad de su corazón. Había sido elegido para llevar a cabo el plan de ponernos al mar. Él también nos dio ropa, ropa de cama, y otras necesidades que han sido de gran ayuda. Sabiendo cuánto amaba mis libros, me dio algunos libros de mi biblioteca que valoro más que mi ducado” (Shakespeare, 2015: acto I, escena II, p. 8). 2 “[…] esta obra nos dice algo intemporal y universal. No tanto sobre un tipo llamado Otelo, sino sobre nosotros mismos. Habla al Otelo dentro de cada uno: nuestra naturaleza humana compartida. El Otelo de la obra trata de un tipo celoso y, como veremos, los celos son una emoción humana particularmente potente y generalizada … Es por eso que está bien hablar de Otelo, o de Madame Bovary o de Huckleberry Finn en el tiempo presente: viven, al menos en parte, porque tienen características humanas distintivas que trascienden al arte por el que fueron representadas … Puede ser sorprendente para algunos -especialmente para aquellos que no han seguido los recientes avances de la ciencia biológica-, la evidencia es ahora innegable que gran parte de la vida humana no está construida socialmente. En resumen, aunque el aprendizaje y las tradiciones culturales ejerzan una influencia poderosa, también existe una naturaleza humana subyacente, universalmente válida y característica de todo Homo sapiens” (Barash, 2006, p. 1). 3 “El caso en el que se funda esta ficción ha sido presumido por el Dr. Darwin y algunos de los escritores sobre fisiología de Alemania […] La circunstancia en la que mi historia descansa fue sugerida durante una conversación casual. Comenzó en parte como fuente de diversión, y en parte como un elemento conveniente para ejercitar cualquier recurso de la mente que no había sido probado. […] Pasé el verano de 1816 en los alrededores de Ginebra. La estación era fría y lluviosa, y por las tardes nos agolpábamos alrededor de un fuego de leña que ardía, y de vez en cuando nos divertíamos con algunas historias alemanas de fantasmas que habían caído en nuestras manos. Estas historias despertaban en nosotros un deseo lúdico de imitación. Otros dos amigos (de la pluma de uno de ellos, surgió un cuento que sería mucho más aceptable para el público que cualquier cosa que yo pudiera tener la esperanza de producir) y yo, acordamos escribir cada uno, una historia fundada en algún hecho sobrenatural. El clima, de repente, se volvió sereno y mis dos amigos me dejaron en un viaje entre los Alpes, y así, se perdieron, de las magníficas escenas que presentan y de todo el recuerdo de sus visiones fantasmales. La siguiente historia es la única que ha sido completada” (Shelly, 1818, p. 1). 4 “Holmes estaba sentado en su mesa de lado vestido con su bata, y trabajaba intensamente en una investigación química. Un gran destilador curvo hervía furiosamente en la llama azulada de un mechero de Bunsen, y las gotas destiladas se condensaban en una medida de dos litros. Mi amigo apenas miró hacia arriba cuando entré, y yo, viendo que su investigación debía ser importante, me senté en un sillón y esperé. Se metió en la botella – y en eso-, extrayendo unas cuantas gotas con su pipeta de vidrio, y finalmente llevó un tubo de ensayo que contenía una solución sobre la mesa. En su mano derecha sostenía un trozo de papel de tornasol” (Conan Doyle, 2002, p. 435). 5 “La Royal Society of Chemistry (Sociedad Real de Química del Reino Unido) otorga una beca honoraria extraordinaria “Sherlock Holmes”, el primer detective que utilizó a la ciencia química como un método de detección. El honor marca el centenario del más célebre caso de Holmes, The Hound of the Baskervilles (El sabueso de los Baskerville), así como el centenario del caballero de Sir Arthur Conan Doyle. “Por supuesto Sherlock Holmes no existía, a pesar de la ilusión de millones de personas en el hogar y en el extranjero que han seguido sus obras en los libros, en la televisión, la radio y el cine”, dijo el director ejecutivo de la Royal Society of Chemistry, David Giachardi. Sin embargo, el valor de la leyenda de Holmes hoy, y en décadas anteriores, es profundo, con tangibles beneficios morales a la sociedad, además de proporcionar un valor de entretenimiento extraordinario que ha continuado durante seis o siete generaciones”. Y añadió: “Nuestro interés particular es su amor por la química, y la manera en que él manejó tal conocimiento para el bien público, empleándolo desapasionadamente y analíticamente. También incorporó otros rasgos personales que la sociedad busca en los oficiales legales de hoy: rectitud personal y valor. El mes pasado, la Royal Society of Chemistry honró los logros de Sir Alec Jeffreys, cuyo trabajo en la década de 1980 llevó al empleo de huellas dactilares de ADN en la detección criminal. Pero sir Arthur Conan Doyle, a través de Holmes, anticipó hace 120 años la utilización de la química en la lucha contra la delincuencia” (Comunicado de prensa de la Real Academia de Química). Bibliografía Asimov, Isaac (1998). El hombre bicentenario. Chile: Ediciones B. Barash, David P. (2006). Madame Bovary´s Ovaries: a Darwinian Look at Literature. Washington: Delta. Borges, Jorge Luis (1997). El Aleph. México: Alianza Editorial. Borges, Jorge Luis (2006). Ficciones. México: Alianza Editorial. Conan Doyle, Arthur (2002). The Adventures and Memoirs of Sherlock Holmes. Nueva York: Random House. Falk, Dan (2014). The Science of Shakespeare. Nueva York: Thomas Dunne Books, St. Marin’s Press. Shakespeare, William (2015). The Complete Works. Oxford, Inglaterra: Ed. Oxford. Shelly, Mary (1818). Frankenstein: The 1818 Text. Londres: Oxford World’s Classics. Gordon, José (2017). El inconcebible universo: sueños de unidad. México:Sexto Piso Ilustrado. Sagan, Carl (1980). Cosmos. México: Planeta. Volpi, Jorge (2001). En busca de Klingsor. México: Seix Barral. Volpi, Jorge (1994). A Pale Blue Dot: A Vison of Human Future on Earth. Nueva York: Random House. Boletín de prensa de la Real Sociedad de Química del Reino Unido: . Página del Carl Sagan Institute: .
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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079