Introducción

Investigaciones recientes en el campo de las neurociencias (Caine y Caine, 1998, Damasio, 2003), han revelado que los aspectos afectivos (emociones y sentimientos), se encuentran íntimamente relacionados con el pensamiento, la comprensión y los procesos conscientes de meta-cognición y autorregulación que intervienen en el aprendizaje. Asimismo, estudios realizados en el ámbito psicopedagógico (i.e. Shechtman y Leichtenritt, 2004) han puesto de manifiesto que lo que se ha conceptualizado como “enseñanza afectiva”, tiene un impacto positivo sobre el crecimiento personal de los estudiantes, sobre el aprendizaje y los procesos de socialización. La enseñanza afectiva toma en cuenta las actitudes de los estudiantes, así como sus sentimientos y creencias, lo cual los motiva a incorporar durante el aprendizaje, sus intereses y experiencias personales. Por contraposición, la enseñanza que se orienta hacia los procesos cognitivos, se centra más bien en proporcionar información y explicar conceptos y no incorpora, al menos de forma intencional, la dimensión subjetiva del aprendizaje.

Lee Shulman, un psicólogo educativo estadounidense que goza de gran reconocimiento entre los psicólogos educativos, planteó alrededor de los años 1986 y 1987, un modelo de los conocimientos con los que debía contar un profesional de la enseñanza, en el que señalaba que los profesores necesitan manejar dos tipos de conocimiento: el conocimiento sobre el contenido de la asignatura y el conocimiento pedagógico. Asimismo, señaló que los profesores debían contar con un conocimiento del contenido pedagógico de la asignatura; es decir, formas específicas de enseñar una en asignatura particular. Esta clasificación de los tipos de conocimiento es bien conocida en el ámbito psicopedagógico y se vincula básicamente con los aspectos cognitivos de la enseñanza. Lo que ha sido menos difundido es el Modelo de Razonamiento Pedagógico (Shulman, 1992) desarrollado por este autor, que abarca un ciclo de actividades que caracterizan a la buena enseñanza, a saber: comprensión, transformación, instrucción, evaluación, reflexión y nueva comprensión. Dentro de este ciclo, Shulman incluyó aspectos que apuntan claramente a cuestiones afectivas vinculadas con la enseñanza, tales como:
a) Capacitar a los alumnos para que disfruten y utilicen sus experiencias de aprendizaje;
b) Aumentar sus responsabilidades para que lleguen a ser personas solidarias;
c) Enseñar a los alumnos a creer y a respetar a otros y a contribuir al bienestar de la comunidad y
d) Ayudar a los alumnos a desarrollar las habilidades y valores que necesitan para conducirse dentro de una sociedad libre y justa (Shulman, 1992).

En este modelo, Shulman reconoce la necesidad de que el profesor adquiera habilidades para vincularse con la totalidad de los alumnos como personas, más que centrarse únicamente en los aspectos cognitivos de la enseñanza. Esto equivale a decir, en el lenguaje actual de la aproximación conocida como enseñanza basada en competencias (EBC), que el profesor o profesora deberán demostrar competencias para la enseñanza, en las que se integren aspectos tanto cognitivos como afectivos.

 

 

 

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