Introducción

La creatividad no consiste en una nueva manera,
tanto como en una nueva pasión…

Esquivias, 2009


Dentro de lo que implica el estudio de la creatividad en el relativamente corto periodo de su surgimiento como concepto, su ‘evaluación’ ya sea como: expresión creativa, pensamiento creativo, proceso creativo, producto creativo, etcétera, ha sido controversial y complicado y por ello el rubro más frágil y menos abordado por los estudiosos del tema debido a diversas causas, pero principalmente a la naturaleza de las condiciones que trastocan el pensamiento creativo y que hasta donde se sabe, son determinantes para su valoración. Sin embargo, se conoce que en 1901, aparecen las primeros indicios de este hecho (De la Torre, 2006), mucho antes de que se hablara y se diera a conocer el término de “creatividad”, hecho que sucedió en 1950 con Guilford. En el continuo del siglo XX, la medición y diagnóstico de este concepto es catalogado como escaso y controvertido, como controvertido era el mismo concepto de creatividad en aquel entonces. Igualmente se cuestionaba si era factible o no la valoración de la creatividad sobre todo dada la preponderancia de estudios cuantitativos que en ese momento se realizaban, los cuales apuntaban a “medir” al pensamiento creativo, más que a “explicarlo”.

La creatividad, por tanto, en sus inicios fue estudiada a partir de un marco positivista, el cual utiliza como recurso la aplicación de instrumentos que observan y cuantifican el comportamiento y las reacciones. Como sabemos este paradigma no es el único recurso para la construcción del conocimiento; en la actualidad existen otras formas más semejantes y cercanas a lo humano y con ello a los fenómenos que de éste se desprenden ‘como lo es el pensamiento creativo’ y que permiten acercarnos más a la realidad en su estudio y observación, ponderando por encima de la asignación de un número a un fenómeno, la comprensión del mismo.

Autores como: Amabile (1983, 1999), Sternberg, (1988), Csikszentmihalyi, (1989), Gardner, (1993), Romo, (1997), Esquivias (1997), Esquivias y Muria (2001), De la Torre (2006) y González (2008), han abordado la evaluación de la creatividad y resaltan la diversidad de variables intervinientes en el proceso creativo, ponderan los factores emocionales y los ambientales. Las teorías interpersonales le dan un lugar preponderante en los factores sociales Adler, Moreno, Fromm, Lasswell y Tumin apoyan esta idea. Moreno (1963) propone una teoría de la espontaneidad y la creatividad, y considera estas capacidades individuales básicas en las interacciones entre las personas, las cosas y las sociedades. Fromm (1959) y Rogers (1959) remarcan los factores sociales de la creatividad. Anderson (1959) identifica los factores del medio, que facilitan o bloquean la creación. (Leboutet, en Sabag, 1989).

Antagónicamente a cuando se aplican pruebas de aptitudes académicas o bien de inteligencia, muchas de éstas pueden aportar en cierta manera una predicción, pero no están diseñadas para una visión de por vida del aspecto o rasgo que estudia (Aiken, 1996). De tal suerte que los varios intentos por medir el “pensamiento divergente”, bajo el entendimiento de pruebas estandarizadas, tampoco logran concretar este objetivo tampoco, dado que para las pruebas estandarizadas como las de inteligencia, por ejemplo, suele existir una respuesta correcta, en contraste con el caso específico de la creatividad o pensamiento divergente, en el cual se presenta una situación o problema que tiene varias soluciones posibles, tan diferentes y insólitas, como cada ser humano, debiéndose ‘calificar’ o ‘evaluar’ (según la aproximación metodológica abordada) de acuerdo a esa variabilidad y a la lejanía de la respuesta típica, entre otros varios y diversos referentes.

Acercarse al tema de la evaluación de la creatividad, conecta con la visión de lo humano desde lo múltiple y lo complejo y conducente a la comprensión de la interacción humana, en su relación cosmológica y ontológica (Morín 1991). Abordar el tema de la evaluación de la creatividad conlleva diversas dimensiones que no se pueden pasar por alto:
1) la persona con todo lo que implica y representa, su herencia (ADN), su historia, sus experiencias, su evolución, así como los aspectos volitivos y afectivos que son determinantes, etcétera.
2) El contexto con sus implicaciones: social, histórica, cultural, educativa, política, económica, etcétera. en donde se encuentra inmersa la persona a ser evaluada.
3) La perspectiva teórica o marco referencial y epistemológico que sea abordado para su interpretación.
4) Definir lo que será evaluado: la persona, el proceso, el acto el producto, la implicación, etcétera.

En este sentido los indicadores o referentes creativos no son lo mismo para cada situación mencionada, deben de adecuarse a la realidad que pretende ser evaluada.

En relación a la dimensión disciplinar, por ejemplo, Menchén, (en De la Torre y Violant, 2006 pp. 234-235) propone: “Hay que elaborar un catálogo de criterios amplios que serán descritos por personas con competencia en la materia. Estos criterios serán revisables cada cierto periodo, dado el ritmo vigoroso que tienen hoy los descubrimientos en cualquier espacio.” Con ello se pretende conformar un inventario de referentes acorde al plano del ámbito o dimensión que se trate. Atendiendo otra de las variables mencionadas, podría profundizarse entonces en los indicadores intrínsecos al ser humano en función de los contextos en que surgen.

Complementariamente Csikszentmihalyi (1998 p. 46), al hablar de creatividad y donde detectarla menciona: "la creatividad sólo se puede observar en las interacciones de un sistema compuesto por tres partes principales":

El campo. Hace alusión a la disciplina en la que se encuentra inmersa la persona, la cual constituye toda una serie de reglas y procedimientos simbólicos característicos de la temática de referencia, como pueden ser la literatura, las artes, las ciencias, etcétera.

El ámbito. Hace alusión a la cultura en que se encuentran ubicados los expertos, críticos y profesores, quienes serán los que emitirán un juicio de los productos considerados creativos o no. A su vez, no podemos olvidar que estos expertos comparten un conocimiento simbólico de una sociedad particular.

La persona. Hace alusión al talento individual, en donde la combinatoria de símbolos de determinada área de dominio, genera un producto innovador. Esta parte incluye también todos los recursos y los estilos cognitivos que utiliza la persona en un momento de creación, así como los rasgos de la personalidad y la motivación intrínseca, siendo este último uno de los aspectos más importantes en la actividad creadora.

Este modelo propuesto por Csikszentmihalyi (1998) permite acercarnos a un análisis más preciso en términos de la evaluación de la creatividad considerando los diferentes elementos que considera, es decir el aspecto disciplinar, el contextual y los propios de la persona a ser evaluada.

Desde esta perspectiva, la evolución del estudio de la creatividad tiene ante sí, un problema por resolver al no lograr establecer criterios constantes y generalizables que indiquen una clara evidencia de la creatividad por un lado y por otro, no contar con formas adecuadas y claras de evaluar los mismos. Surge entonces la necesidad de dar respuesta a ese capítulo sin escribir de la creatividad, el que corresponde precisamente a la forma de evaluarla, porque como bien señala De la Torre, (1991 p. 11): “Afirmar que se da importancia a la creatividad y no evaluarla equivale a reducirla al terreno de las mera intenciones”.

 

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