Introducción

No podemos seguir enseñando con métodos de ayer,
a alumnos que ya viven en el mañana.
S. de la Torre

Una mirada a la problemática educativa actual nos convence de que el modelo transmisivo, que nace con el afán de saber de la expansión industrial, se afianza con el instruccionismo y se consagra con el positivismo científico del siglo XX, no responde ya a las demandas y realidades del siglo XXI. Nuestros alumnos poco tienen que ver ya con aquellos de siglos pasados, ávidos de un conocimiento que sólo podrían conseguir en las aulas. O iban a la Universidad impulsados por el deseo paterno de que “sus hijos no van a sufrir la ignorancia de ellos”. La educación era indicador de mayores ingresos y calidad de vida. Hoy cambiaron totalmente esas perspectivas. El saber sigue siendo necesario, pero puede adquirirse fácilmente fuera de las vías institucionales. Los buenos profesionales se forman en la práctica.

Nuestras instituciones universitarias e institutos siguen llenos de profesores cuya función principal se limita a trasmitir, enseñar o explicar; en suma, a repetir las mismas informaciones recibidas en los libros, sin tomar conciencia de que pueden conseguirse con estrategias y escenarios mucho más atractivos, interesantes y útiles. Pero lo que hay que remover no es tanto la práctica cuanto la visión positivista y fragmentada del conocimiento que subyace. Se hace necesario desarrollar otra conciencia de la formación acorde con los avances en la sociedad de la información y el conocimiento.

Los escenarios educativos, escribe Esquivias (2009, 43), "reclaman una enseñanza renovada con tinturas de 'creatividad' y con matices transdisciplinares" y sigue más adelante "… las instituciones educativas de educación superior requieren apremiantemente de la renovación con un sentido acorde al entorno en el que vivimos".

No es posible referirnos a la enseñanza superior al margen del movimiento mundial sobre la necesidad de cambiar sus contenidos y modelos. La educación en general y la universitaria en particular están viviendo una crisis de adaptación a las nuevas demandas sociales, a la imparable influencia de las nuevas tecnologías en el trabajo y en las relaciones personales, a los avances de los nuevos conocimientos científicos provenientes de la biología, neurociencia y física cuántica principalmente. Durante la última década, el panorama de la enseñanza ha cambiado radicalmente, querámoslo o no. La convergencia europea y los nuevos Planes de estudio a la luz del Plan Bolonia son una muestra de esa realidad. Dentro de unos años se convertirá en referente para otras muchas universidades y países iberoamericanos, salvo que el Plan fracase por falta de recursos.

En las orientaciones didácticas se hace hincapié en la metodología como herramienta o palanca esencial para llevar a cabo el cambio de los tradicionales contenidos académicos a contenidos profesionales centrados en el desarrollo de competencias y habilidades. Esto es, de una enseñanza basada en la información del profesorado a una basada en la actividad formativa del estudiante. Esa es la principal aportación de los créditos europeos. Los créditos no se definen en términos de horas de dedicación del profesorado sino principalmente las actividades y el logro de competencias del alumnado.

Con este marco y prospectiva, varios profesores de la Universidad de Barcelona, pertenecientes al grupo GIAD han venido elaborando y aplicando en sus clases diferentes estrategias de carácter innovador y creativo. Dichas estrategias buscan, entre otros aspectos, desarrollar capacidades y habilidades de ideación, interacción, elaboración, competencia comunicativa, argumentación para expresar y defender los propios puntos de vista, trabajo colaborativo, desempeño de roles. Se caracterizan por ser estrategias orientadas al desarrollo de actitudes, valores, sensibilidad emocional y de persistencia en la tarea iniciada. Comporta una alta implicación en el proceso de aprendizaje así como la colaboración y el hecho de compartir con los demás las propias ideas.

 

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