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Los dinosaurios, un mito cultural
José Luis Sanz
 
 

Mitogénesis

La mitología dinosauriana procede de mediados del siglo XIX, cuando, por vez primera, se reunieron un naturalista y un artista para producir las primeras representaciones de dinosaurios en vida. El científico era Richard Owen, primer director del Museo de Historia Natural de Londres e “inventor” del término “Dinosaurio”. El artista fue Benjamin Waterhouse Hawkins, escultor y pintor implicado ya, en época tan temprana, con la divulgación popular de la geología y la paleontología. El genio de ambos produjo los famosos dinosaurios de aspecto mamiferoide que todavía se pueden admirar en el parque de Sydenham, en el suburbio londinense. Desde el punto de vista mitogénico esta etapa puede entenderse como una primera sorpresa por parte de la opinión pública. Nadie podía haber supuesto que, mucho antes de la aparición del hombre, la Tierra estuvo dominada por enormes bestias de “extraña” apariencia.

Durante las últimas décadas del siglo XIX la vanguardia de la investigación en dinosaurios pasó de la Inglaterra victoriana a los EEUU. Dos paleontólogos, Edward Drinker Cope y Othniel Charles Marsh, protagonizan una de las epopeyas más conocidas de la historia de la paleontología. Ambos científicos, inmersos en una rivalidad mutua rayando lo patológico, se afanaron en coleccionar y estudiar el mayor número posible de fósiles de dinosaurios en las tierras del Oeste americano, incluso con el peligro de indios hostiles. De la labor de estos paleontólogos proceden dinosaurios tan conocidos como Triceratops, Stegosaurus o Camarasaurus. El carácter vanguardista de la investigación de Cope y Marsh fue captado por la opinión pública norteamericana. La actividad paleontológica fue asociada a la epopeya nacional norteamericana: la conquista del oeste. Como consecuencia, los dinosaurios se instalan, ya para siempre, en el “american way of life”. Pasan a formar parte sustancial de la cultura popular norteamericana, lo mismo que la Coca-Cola o “Buffalo” Bill Cody.

En las primeras décadas del siglo XX diversas instituciones norteamericanas y europeas utilizan las ventajas de los sistemas coloniales para realizar excavaciones en lugares diversos de Sudamérica, África y Asia. Las expediciones más famosas son las del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York al desierto de Gobi, en Asia central, durante los años 1920. El objetivo inicial de estas expediciones era encontrar evidencias fósiles del linaje humano. No fue así, pero hallaron una gran cantidad de nidos de dinosaurios y restos esqueléticos completos, como el caso de Protoceratops, pertenecientes a individuos en todas las etapas de crecimiento. Por primera vez se tenía información sobre los hábitos reproductores y sobre los procesos de crecimiento de los dinosaurios. Los hallazgos del Museo Americano en el Gobi fueron publicados en todos los periódicos y asombraron al mundo. Desde un punto de vista mitogénico significa que los dinosaurios se instalan en la conciencia colectiva como organismos vivos “reales”, es decir, con hábitos de vida semejantes a los de los animales actuales.


Fig. 1
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Hasta las primeras décadas de la segunda mitad del siglo XX los dinosaurios fueron incorrectamente interpretados por el paradigma evolutivo de la época. Sus, a veces, descomunales tamaños y procesos y proyecciones cefálicas y corporales no tenían explicación excepto que representaban “ensayos fallidos de la madre naturaleza” que condenaba a los dinosaurios a la extinción (ver fig.1). Estas ideas, de lo que podría llamarse el paradigma de los “dinosaurios tontos”, tuvieron amplio eco en la ciencia ficción de la época, tanto literaria como el cómic. A partir de comienzos de los años 1970 se establece un nuevo modelo paleobiológico de los dinosaurios denominado “El renacimiento de los dinosaurios” (“Dinosaur Renaissance”) que implica nuevas ideas, interpretaciones y hábitos sobre la forma de vida de los dinosaurios y su significación en la historia de los organismos vivos. La “Dinosaur Renaissance” acerca los dinosaurios a la normalidad.


Fig. 2
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En términos ecológicos, un depredador como Velociraptor podría ser comparable a un análogo carnívoro mamífero como un guepardo. O un gran herbívoro, como un saurópodo, a un elefante. Este nuevo paradigma es el que explica la aparición de relatos como “Parque Jurásico”, impensable en la década de 1960 (ver fig.2). La “Dinosaur Renaissance” ha cumplido ya 30 años. Durante este tiempo la presencia sociocultural de los dinosaurios se ha incrementado, especialmente alimentada por las nuevas hipótesis que interpretan a las aves como dinosaurios con plumas.


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