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El inevitable cambio en la lengua. Entrevista con la Dra. Marcela Flores Cervantes, investigadora del IIFL-UNAM
Libia Brenda Castro R.
 
 

Las diferencias en el habla

RDU: ¿por qué hablamos diferente?, ¿qué factores influyen para que en una región se hable español de un tipo, en otra de otro tipo. Incluso en México el español se habla de manera diferente, ¿por qué?

MF: Las motivaciones del cambio lingüístico son muchísimas y complejas, necesitaríamos centrar toda una charla en este fenómeno, es algo que seguimos investigando que estamos tratando de entender. Las lenguas cambian porque tienen corrientes internas de cambio, inherentes, se modifican, somos los usuarios (finalmente), pero en realidad el cambio lingüístico es tan lento que lo que podemos hacer como usuarios de la lengua para alterarla es mínimo. En realidad nuestra responsabilidad es simplemente acumulativa: la mayor parte de los cambios lingüísticos que podemos observar, con la longitud de vida que tenemos como hablantes, son los cambios que se dan en la capa más superficial del sistema, que son las palabras, lo que llamamos en lingüística el léxico.

El léxico es la parte más superficial del sistema y está en constante movimiento, es lo que más rápidamente cambia: en una misma generación entran nuevas palabras y dejan de usarse otras. Hay palabras que caen en desuso porque la actividad que nombran desaparece. Algo deja de hacerse, deja de realizarse, en una cultura, y entonces ¡desaparecie la palabra!, nadie más la vuelve a usar, sólo queda consignada en un diccionario. Cuántas palabras del diccionario desconocemos; cuando vemos un diccionario decimos ¡uy! yo no sabía que existía esta palabra. Generalmente es porque están asociadas con entidades, con actividades o con realidades que han dejado de ser importantes culturalmente; entonces, gran cantidad de palabras salen de uso y también se introducen palabra nuevas, generalmente por préstamo, porque hay cambios culturales, sociales, tecnológicos, por ejemplo, la reciente oleada de innovación tecnológica. Nuestra vida da para eso, para presenciar cambios léxicos y algunos cambios semánticos también, por ejemplo la palabra ‘onda’, que tenía un significado muy preciso y muy limitado en cierta época, de repente tuvo una explosión en el uso que cargó la palabra de significados novedosos; terminamos diciendo: “qué buena onda, qué mala onda, se sacó de onda”, extensiones semánticas de la misma palabra, usos diferentes. Eso sucede y lo vamos a estar viendo todo el tiempo, pero muchos de esos cambios no quedan en la lengua. Probablemente en doscientos años, a lo mejor cuando lean los documentos del español nuestro van a decir: “ah mira, qué curioso uso de la onda”, pero posiblemente esté perdido, el que se quede o no se quede una innovación en el sistema depende de su éxito comunicativo y de su necesidad para cubrir un hueco. Esto de la “onda” tuvo mucho éxito comunicativo, pero como identifica generaciones, porque en el cambio lingüístico, en estos cambios léxicos, también importa muchísimo con qué grupo se identifica la innovación, entonces, la innovación de la onda, ¿con qué grupo se identifica?, si no nos queremos identificar con ese grupo no vamos a usar ya la palabra.

O como sucede con los padres, que al principio se presentan muy reacios a aceptar los cambios que están viendo que introducen los jóvenes, los critican, pero llega un momento en que los adultos quieren identificarse con la gente joven, acercarse a ella y empiezan a usar también esas innovaciones. Pero esos cambios son generacionales, tienen la duración que puede tener una moda, son modas lingüísticas. Para que se modifiquen capas más internas de la lengua, la sintaxis, por ejemplo, tienen que pasar cientos de años y son cambios que obedecen a corrientes internas, a reacomodaciones del sistema, en las que los hablantes, como individuos tienen muy poco que ver. A veces un cambio que aparentemente es inofensivo, por ejemplo, la pronunciación de ciertos sonidos de la lengua, detona una cadena de cambios que llegan niveles profundos del sistema, la morfología, o la sintaxis, pero de eso tenemos muy poca conciencia como hablantes, simplemente somos portadores de esas tendencias, somos los que incorporan esas tendencias lingüísticas y las echamos a andar, las vamos llevando, pero no tenemos ni podríamos hablar de responsabilidad, o de conciencia, ni de capacidad tampoco, como hablantes comunes y corrientes, de producir, detener o de frenar a voluntad el cambio lingüístico.

RDU: Este cambio no se hace una manera consciente, nadie propone “vamos a realizar un cambio lingüístico”, ocurre de otra manera.

MF: Obedece generalmente a tendencias internas que tienen que ver muy poco con los hablantes. Las modas lingüísticas, la publicidad puede imponer una moda, algo que a todo mundo le parece gracioso y la gente comienza a decirlo. Hay programas de televisión que imponen modas, Chespirito, cuántas cosas no dejó, incluso en otros países creen que así hablamos en México; usan ciertas palabras y uno dice “ah, lo reconozco, es Chespirito, como “se me chispoteó” o “chanfle”. Hace poco me dijeron en Argentina ‘chanfle’, porque supieron que era mexicana y reconocí a Chespirito. Son modas lingüísticas, pero generalmente mueren con el programa de televisión, con la generación que las puso de moda y, aunque las reconozcamos, ya nadie en México dice |‘chanfle’ ni ‘se me chispoteó’, porque fue una moda de otra época.

También en otros ámbitos de la cultura se generan modas lingüísticas. Me acuerdo que me llamaba mucho la atención el uso de la palabra ‘nicho’. Esa palabra es muy antigua, la biología la usa para hablar de ‘hábitat’ o ‘ámbito’, y la palabra comienza a ser usada con ese sentido en otras áreas y se pone de moda. Aquí mismo, en la Universidad, todo mundo comenzó a hablar de los ‘nichos’, por ejemplo de un ‘nicho’ de investigación. Otra moda sería el uso de ‘los vasos comunicantes’; son metáforas que logran dar una imagen completa de algo que de otra manera sería muy difícil de explicar, por eso tienen éxito comunicativo y tienen tanto éxito que todo mundo las emplea, todos hablan de los ‘nichos’ y los ‘vasos comunicantes’. Son modas lingüísticas que también tienden a desaparecer, se usan un tiempo, se desgastan, la gente se cansa de oírlas, al rato ya no nos parece novedoso ni bonito, sino a veces fastidioso, chocante o desgastado y dejamos de usarlo; o se identifica el uso de esas expresiones con cierto grupos con los que no nos queremos identificar.

Generalmente son usos efímeros en los sistemas lingüísticos, algunos quedan registrados dentro de la literatura de cierta época, pasan a formar parte de la lengua o del léxico o de los usos en determinadas etapas del sistema.


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