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Cortázar y Escher ante el recurso literario y gráfico de la metamorfosis de identidades

María Antonieta Gómez Goyeneche
 
 

Conclusiones

Dentro de un conocimiento panorámico, ya no circunscrito aquí solamente a las ejemplificaciones en Cortázar y en Escher, tanto las metamorfosis e identidades disyuntivas y conjuntivas se presentan a lo largo de la historia de la literatura, así como en las artes visuales. Bajo cierta gama de variables, como las enunciadas en la introducción, las metamorfosis e identidades disyuntivas son las más frecuentes y se presentan, por ejemplo, en Publio Ovidio Nason, en Dante Alighieri, en cuentos de hadas de los hermanos Grimm y Perrault, en Robert Louis Stevenson, Frank Kafka, García Márquez, también en la pintura en Bernard Picart, Francisco Mazola, Antonio de Pollaiuolo (dentro de recreaciones metamórficas de la mitología), o en otras posibilidades en Francisco de Goya o en Débora Arango, entre otros exponentes.

Las metamorfosis e identidades conjuntivas, por el contrario, ya más escasas, igualmente se aprecian, por ejemplo, en Carlos Fuentes,26 o en algunas producciones pictóricas peculiares de Salvador Dalí, ofreciendo una diferente concepción y construcción a las inquietudes, las problemáticas propias de las metamorfosis, así como de las identidades disyuntivas en el mundo de las creaciones artísticas y sus relaciones implícitas entre identidad y cambio.

En Julio Cortázar, la concepción incompatible, entre ciertos opuestos en los dos personajes literarios abordados, genera dobles identidades correspondientes a contrarios que se estiman como incompatibles, y se tiende a que éstos se radicalicen en su misma oposición: positivos y, en el otro extremo, negativos. Cada opuesto busca su representación unilateral, dentro de una visión de mundo a base de escisiones, disociaciones e incompatibilidades jerárquicas dicotómicas, donde los puentes entre un contrario y otro se han roto; no se consigue salvar las distancias ni destruir la rigidez y dinamizar el estatismo entre las oposiciones, constituyéndose una tensión que se expresa mediante identidades divididas, que llevan hacia el sentimiento, la idea del absurdo y lo imposible que incursiona en la realidad psíquica. En esas escisiones, el yo insinúa algo monstruoso: una mano que se convierte en garra en “No se culpe a nadie”, o esa especie de monstruo acuático que es en el dialecto náhuatl, el axolotl, y que el personaje asimila finalmente como su verdadero yo en oposición a lo que percibe como un falso yo identitario, que es nada menos que su propio cuerpo humano. Y en lo monstruoso y lo aparentemente absurdo que se sortea en las metamorfosis disyuntivas de Cortázar, se manifiestan los temores humanos que se agazapan en otras formas. Allí, lo humano deviene fragmentaria o totalmente en animal; lo monstruoso participa de lo humano en esas transmutaciones identitarias, donde lo ficticio parece verdadero, o donde lo verdadero tiene su propia coherencia psíquica y física en lo ficticio.

El drama en las tendencias esquizoides de los personajes, es allí el drama mismo en la acepción y exacerbación incompatible de contrarios, como son: pulsión de vida y de muerte; cuerpo y psiquis; verdadero y falso yo identitario, y la tensión explícita o implícita sorteada en formas como son una mano convertida en garra, o un yo interior humano que se siente habitando en un insólito pez como es el axolotl. En esa rígida incompatibilidad jerárquica, las oposiciones radicales generan belicosidad, agresividad incontrolada entre éstas, como en “No se culpe a nadie”. O, en “Axolotl”, un yo igualmente escindido en su identidad, pero sin ni siquiera advertir el propio drama en la consumación de su alejamiento de la realidad, en la reclusión en sus propias contradicciones y sus propios temores escondidos en extrañas formas, ajenas pero que se experimentan como propias en un medio ya no terrestre sino acuático. De tal manera que en Cortázar, las fuerzas ocultas, irracionales o perturbadas de la psiquis se apoderan, se desatan e incursionan en las metamorfosis identitarias de los seres representados en los dos relatos seleccionados.

En Escher, por el contrario, lo fantástico surge de las posibilidades conciliatorias entre los contrarios, donde se destruye las jerarquías entre éstos y se presentan mundos donde los opuestos se interrelacionan de manera equitativa y fluida entre si. De allí que se pueda ir, como por ejemplo en Metamorfosis I, II y III, de los más diversos y sorpresivos opuestos donde la imaginación casi se desboca, pero se controla y posibilita en una técnica y concepción impecable también dentro de sus propias estrategias creativas. Esa nueva reconciliación entre opuestos, desata de manera casi delirante metamorfosis ya no bajo un drama explícito o implícito entre las oposiciones como en Cortázar, sino bajo una autodependencia y una armonía donde cada forma comulga con el todo, es una parte consustancial de su contrario sin el cual no se podría explicar ni devenir en el mundo creado. Sin embargo, una nueva tensión se da, pero ya no dentro de las complejas agitaciones psíquicas, como en los relatos señalados de Cortázar, sino bajo una búsqueda de totalidad entre los contrastes en los contrarios que encuentran su plenitud en su conciliación metamórfica entre sí. Se trata de un nuevo reto, no en la constitución de identidades escindidas dicotómicamente entre sí, rígidas y finalmente inamovibles, sino dinámicas, flexibles y conciliatorias en las metamorfosis de Escher. Metamorfosis comprendidas como una especie de aspiración de inmortalidad en lo creado, donde para que una forma no muera, no se desgaste en sí misma, tiene que cambiar. Es así como las metamorfosis en sus obras, son la posibilidad de asistir continuamente a un nuevo nacimiento de una cosa o de un ser en otro, bajo mutuas recreaciones conjuntivas e inesperadas entre opuestos. Metamorfosis es allí la posibilidad de un perfeccionamiento de las cosas y los seres; la alternativa de adquirir la madurez y la plenitud de un desarrollo, para luego diluirse en otra forma identitaria de manera positivamente proteica. Es la posibilidad de que una cosa o ser, se haga aparentemente a sí mismo como otro, diversificándose y hasta multiplicándose, pero no para ser idéntico a sí mismo, sino para ser otro en una cadena sucesiva de transmutaciones identitarias; y con ello, diversificar y multiplicar en una variedad de formas, susceptibles de llegar a una unidad de mundo bajo la idea misma de metamorfosis.

Nos ubicamos así en dos posibilidades muy distintas en la concepción de las metamorfosis identitarias, ya sea disyuntiva o conjuntiva, entre los opuestos que se sortean. En la primera acepción ilustrada en los dos relatos seleccionados de Cortazar, la concepción incompatible y jerárquica entre opuestos genera identidades escindidas que en su concepción incompatible entre sí, tensa y dificulta la conciencia, los valores individuales, psicológicos y sociales de una manera sintomática; significativa a su propia concepción y consecuencias. Así mismo, bajo las metamorfosis y las identidades conjuntivas se accede en Escher, por el contrario, a una concepción, una construcción armónica y equitativa de opuestos en las identidades gráficas, como posibilidad en el planteamiento de metamorfosis que poseen sus propias determinaciones históricas y culturales.27

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