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Naturaleza humana y teoría darwinista

Julio Muñoz Rubio
 
 

Genocentrismo, Sociobiología y Psicología Evolutiva

A este hecho, de carácter político y moral, se le sumó otro, aparentemente de carácter científico. En 1953 los investigadores estadounidenses James Watson y Francis Crick descubren la estructura tridimensional del ácido nucleico: ADN. Al fin, después de casi un siglo de investigaciones en genética, se descubrían las unidades últimas responsables de la transmisión de las características de un individuo a las generaciones siguientes: los genes. Con este descubrimiento, lo que entre otras cosas sucede es que numerosos estudiosos de la conducta animal y la conducta humana, postulan que al fin se tiene una idea precisa de los lugares concretos en los que se encuentra contenida la conducta humana. La naturaleza humana, se postula, no es otra cosa que la naturaleza biológica, ratificada con el auge de la biología molecular propiciados por el hallazgo de Watson y Crick.

Y es de este modo como a mediados de la década de los 70 del siglo pasado, se abre la era de lo que podemos llamar el “determinismo biológico en la era de la genética molecular” y que tiene su expresión más acabada en la práctica de la sociobiología.

Sus principales proponentes son dos: el entomólogo de la Universidad de Harvard Edward O. Wilson y el zoólogo de la Universidad de Oxford, en Inglaterra, Richard Dawkins. El primero de ellos publica en 1975 un largo y pesado texto intitulado Sociobiología: La Nueva Síntesis, en el cual se lleva a cabo un extenso análisis de las especies animales sociales: insectos y vertebrados, principalmente y se concluye con el caso del ser humano. En esta obra y en otras como Consiliencia, escrita en 1998, se repiten una serie de tesis claramente ideologizadas y naturalizadas, sobre el funcionamiento del capitalismo y transferidas automáticamente al mundo animal. Se afirma que el ser humano es egoísta, territorial, agresivo, sexista y jerárquico en la construcción de su sociedad y las mujeres ocupan un lugar inferior en la escala social. Considérense las siguientes tesis:

...la cultura , independientemente de sus puntos de contacto con el lenguaje, que es único, difiere de la tradición animal sólo en grado. (Wilson, 1975, p. 168)

La humanidad es, decididamente, una especie territorial. (Wilson, 1998, p 185)

Todos los mamíferos incluyendo a los humanos, forman sociedades basadas en una conjunción de intereses egoístas. (Wison, 1996, p.126)

En 1978 Wilson dedicó un libro especialmente a analizar al ser humano de acuerdo con los principios de la sociobiología, en esa obra, intitulada precisamente Sobre la Naturaleza Humana, en donde ponía énfasis, en esos términos biologicistas, en las particularidades de la conducta humana. Y más tarde, en 1996 se expresaba de este modo acerca de la determinación biológica de la cultura:

La cultura está profundamente enraizada en la biología: Su evolución está canalizada por las reglas epigenéticas del desarrollo mental, las cuales, a su vez, están prescritas genéticamente. (p. 126)

Como se puede constatar a partir de citas como esta y otras análogas que abundan a lo largo de esta obra, las consideraciones sobre el carácter agresivo y guerrero del ser humano siguen apareciendo, se le confiere un carácter adaptativo biológico y además se postula al gen como la unidad de selección, también de las conductas humanas, lo cual no es sino una consecuencia de la “genetización” de la biología, dada por el auge de la biología molecular desde 1953.

Exactamente en esa misma dirección, en 1976, Richard Dawkins publicaría la que hasta la fecha sigue siendo considerada su obra cumbre: El Gen Egoísta, obra que se convirtió en un verdadero best seller y alcanzó cuotas de popularidad poco comunes para una obra científica. En ella Dawkins postula al gen como la unidad de selección natural, la supervivencia o desaparición, por tanto, es la de los genes; la lucha por la existencia se da en realidad entre ellos y son por lo tanto ellos los que muestran un carácter inherente e inalterablemente egoísta dado su auto-interés en sobrevivir. Los individuos son meramente el vehículo portador de los genes, y su comportamiento egoísta, territorial, agresivo, belicista y jerárquico está determinado por los intereses de los genes mismos.

En ese sentido expresa:

Somos máquinas de supervivencia – robots ciegamente programados para preservar las moléculas egoístas conocidas como genes. (Dawkins, 1976, p. V)

Como si fueran exitosos gangsters de Chicago, nuestros genes han sobrevivido... en un mundo altamente competitivo.(1976, P.V)

Ahora bien, hasta el momento no he hablado casi nada acerca de la idea de la sexualidad humana defendida por el darwinismo social y las prácticas del determinismo biológico, pero es un tema ineludible. En pocas palabras, tenemos aquí una nueva expresión de ideología que incorpora el pensamiento de la visión patriarcal a la sexualidad humana. Esta debe ser, necesariamente un comportamiento heterosexual, monogámico, reproductivista y falocrático, porque el fin que se persigue es el de la reproducción biológica. Dentro de esta visión del mundo, ya milenaria pero tan hegemónica especialmente en la Inglaterra victoriana, la mujer ocupa un lugar secundario y pasivo en la vida sexual, ya Darwin (1981) en El Origen del Hombre lo admitía:

Las mujeres parecen diferir del hombre en cuanto a disposición mental, principalmente en su gran ternura y su menor egoísmo... el hombre ...se deleita en la competencia, y esto lo conduce a la ambición, la cual se convierte fácilmente en egoísmo. (p. 326)

Edward Wilson repetirá ¡en 1998!, en su obra Consiliencia, estas tesis misóginas propias más bien del siglo XIX:

El instinto sexual óptimo del hombre... se basa en la autoridad y los celos, mientras el de la mujer en la timidez y la selectividad. Los hombres son más proclives que las mujeres a la pornografía y a la prostitución. En el cortejo se espera que los hombres hagan énfasis en el acceso sexual exclusivo y garantías de paternidad, mientras que consistentemente el énfasis de las mujeres es en las garantías de recursos y de seguridad material. ( p. 184)

Y dentro de esta concepción, la sexualidad humana no es ni búsqueda de placer, ni encuentro amoroso, ni admiración de la belleza ni experiencia liberadora, porque ni el placer ni el amor ni la belleza ni la libertad existen para el determinismo biológico como esferas autónomas ni mucho menos independientes con respecto a la reproducción. Es, por el contrario el interés reproductivo el que, según la sociobiología, “inventa” todas estas categorías como señuelos para propiciar la reproducción. La libertad humana queda negada con estos puntos de vista.

Una de las pruebas más claras de lo anterior se tiene en relación al problema del incesto. Al respecto Wilson (1975) manifiesta en su Sociobiología:

La categoría del comportamiento humano que nos otorga la prueba más completa de la hipótesis de la adecuación genética es la evasión del incesto. A partir de… un gran cúmulo de evidencias anecdóticas extraídas de otras sociedades, es evidente que el cerebro humano está programado para seguir una regla simple: No tener interés sexual en aquellas personas a las que se conoce íntimamente durante los primeros años de vida. (p.191)

En las anteriores palabras se evidencia un punto de vista reproductivista. Si el incesto está universalmente vedado ello se debe a la alta probabilidad de engendrar progenie con malformaciones genéticas, maladaptaciones que harían al individuo inviable por la selección natural. Sin embargo, una cosa es la sexualidad con fines reproductivos y otra la sexualidad con fines placenteros. Wilson confunde: una cosa es la relación sexual entre hermanos o entre padres e hijos y otra la relación entre personas que crecieron juntas; una cosa es la relación sexual que busca la reproducción y otra la que busca el placer. En el segundo caso no habría por que evitar que parientes muy cercanos pudieran tener contacto sexual: no es el interés el producir progenie. Además, si tomamos en cuenta lo que en el casi 100% de los casos es el móvil de la sexualidad: el placer, no tendría por qué haber restricción biológica alguna a la relación entre personas del grado que sea de parentesco, menos aun con los métodos anticonceptivos tan eficaces que existen en la actualidad. Y si la evasión del incesto está genéticamente programada ¿cuál es el sentido de leyes que lo prohíben? ¿Para qué?

A partir de inicios de la década de los 90 del siglo XX, comienza a tener auge la última de las expresiones de la ideología burguesa en la explicación biologicista de la naturaleza humana: la psicología evolutiva. Sus defensores sostienen las tesis básicas del determinismo biológico y del darwinismo social para explicar el origen de la mente humana: fundamentalismo darwinista basado en el programa adaptacionista estricto, naturalidad de las leyes del mercado, del egoísmo humano, defensa de las reglas patriarcales en la organización social y la sexualidad, y sumisión de las mujeres frente a los hombres. Todo esto bajo la visión genocéntrica ya criticada arriba.

Como ejemplo de la defensa del patriarcado y de la elevada carga ideológica de la psicología evolutiva, muestro un par de citas de la obra Cómo funciona la Mente, de Steve Pinker (1976), psicólogo estadounidense, en las que se muestra la biologización e inevitabilidad de la organización familiar monogámica y patrilineal y la reducción del amor a los intereses de replicación dictados por los genes: Las metáforas de familia tienen un mensaje simple:

traten a ciertas personas tan amablemente como tratan a sus hermanos de sangre. Todos nosotros entendemos la presuposición. El amor de familia viene naturalmente; no así el amor de la no-familia. Este es el hecho fundamental del mundo social que lo conduce todo: desde el cómo crecemos hasta el surgimiento y la caída de imperios y religiones. (p. 429)

Los padres aman a sus hijos por encima de todas las demás personas, los primos también se aman entre ellos, pero no tanto como los hermanos… Los programas mentales para el amor familiar fueron calibrados en el curso de la evolución, de modo que el amor se correlacionara con la probabilidad, en el ambiente ancestral, de que un acto amoroso obtuviera como recompensa, copias de genes para los actos amorosos. (p.431)

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