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Urbanismo sostenible, urbanismo estacionario: Ideas para la transición

Fernando Gaja i Díaz
 
 

La transición a un urbanismo estacionario: la transformación

 

La transición desde el actual modelo desarrollista, expansivo, a otro estacionario, sin crecimiento no es tarea fácil, más bien semeja casi imposible, incluso utópico. Aportemos algunas ideas concretas: el Urbanismo sostenible, el de un futuro viable, será el de la transformación. Transformación y transición, dos conceptos que orientarán la redacción de planeamiento en el futuro inmediato. Transformación implica en primer lugar abandono de la expansión, pero no sólo eso: comporta que la intervención sobre la ciudad existente persiga la reducción de los consumos, haciéndola mismo tiempo más amable, más habitable, un lugar donde vivir, no un espacio para intentar sobrevivir. Deberá centrarse en la mejora de lo existente, del stock acumulado de suelo y vivienda, en gran medida vacante; en la recualificación de las áreas urbanas consolidadas, en el incremento de las dotaciones, de los espacios verdes; en la reducción de la demanda de movilidad motorizada, uno de los factores de mayor deterioro del medio urbano. Por decirlo resumidamente: en la reducción de insumos de los consumos, especialmente de los no renovables, pero también de los renovables, para acercarlos a su tasa de reposición. Este es el objetivo estratégico para la consecución de un Urbanismo Estacionario: la reducción tanto del consumo de materias primas como de la generación de residuos, partiendo de la premisa del no crecimiento.

Participación y sostenibilidad social

En el Urbanismo de la era desarrollista, los siglos XIX y XX, el de las grandes expansiones, las cuestiones sociales se presentaban principalmente como problemas económicos: ¿quién y en qué medida se apropiaba de las plusvalías generadas en el proceso de transformación de los suelos rústicos en urbanos? Hay, había, obviamente, también problemas ambientales, paisajísticos, infraestructurales, pero el inevitable conflicto social derivado de la presencia de vecinos en toda actuación de transformación de tejidos urbanos preexistentes, no se daba en la misma medida que en las operaciones de expansión urbana. En el planeamiento de la transformación esto no es posible. Será inadmisible desconocer la estructura social, los deseos, los problemas, las dificultades de la población afectada por un plan. Un hecho que incrementará la dificultad y la complejidad de la redacción de planes. Y que nos enfrenta a una conclusión: en el planeamiento de la transformación la participación de los afectados deberá pasar a un primer plano.

Tal y como hasta ahora se ha entendido la participación en el planeamiento ha sido normalmente “a posteriori”, pasiva, de mero refrendo y pensada más bien para la satisfacción de los intereses fundiarios e inmobiliarios. Esto no podrá mantenerse. Añadamos pues al Urbanismo Estacionario, su condición de Participativo, Democrático en sentido estricto del término, de abajo a arriba, no de arriba a abajo, a priori, vinculante y activo.

Transición y supervivencia

Las perspectivas de un escenario de encarecimiento y posterior depleción de los recursos básicos, las dificultades por las que va a atravesar el Estado del Bienestar Social (o incluso su desmantelamiento), el inevitable agravamiento de la crisis económica, ¿conducirá a la instauración de Estados “fuertes”, autoritarios, capaces de imponer medidas “impopulares” para salir de la crisis?, ¿podremos gestionar las duras medidas imprescindibles para superar un modelo desarrollista, que no puede mantenerse?, ¿y lo haremos democráticamente?, ¿es posible una transición más o menos organizada y pacífica a la sociedad post-desarrollista?, ¿a un modelo ecológico, sostenible, viable, perdurable?, ¿o estamos inevitablemente abocados al caos, a la barbarie?

Partimos como hipótesis plausible a medio plazo, y si no se adoptan medidas de emergencia, del colapso ecológico planetario. Esta presunción nos sitúa en un escenario de suma inestabilidad social, con hambrunas generalizadas,7 y eventualmente el desplome de la “civilización” moderna. Pero, ¿cómo nos preparamos para estas eventualidades? Con la estrategia del avestruz, escondiendo la cabeza debajo del ala, y negando o ridiculizando este tipo de escenarios. En realidad es peor: el avestruz se queda quieta, la sociedad desarrollista no, se ha lanzado con todo su ímpetu a rematar los recursos, hasta el último aliento.

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