Corpus

El tema elegido para este trabajo es el de la dualidad. El doble, entendido como el otro, que no está fuera de nosotros sino que es parte de nosotros y que casi siempre es nuestra contraparte, la otra cara de la moneda. Es decir, sin ese otro no estaríamos completos, seríamos nosotros (seríamos “yo”) sólo a medias. El tema del doble ha estado presente en el arte desde hace tiempo, en Literatura se puede rastrear desde ciertos textos antiguos. Se ha estudiado especialmente desde el romanticismo alemán, donde varias obras convirtieron este concepto en un tópico. Hay una conexión con la idea de doppelgänger: “Doppelgänger es el vocablo alemán para el doble fantasmagórico de una persona viva. La palabra proviene de doppel que significa ‘doble’ y gänger traducida como ‘andante’” (Wikipedia: 1).

Ahora, hay una relación directa entre este vocablo alemán con el concepto de dualidad: la doble naturaleza de las cosas; si nos apegamos a la idea esencial, la dualidad humana implica otra más básica: bien/mal o Bien Vs. Mal; y partiendo de esto podemos contraponer como ejemplo varios conceptos, de manera superficial: dulce/amargo, bueno/malo, luminoso/oscuro, grande/pequeño, masculino/femenino, etcétera. La literatura maniqueísta, por ejemplo, tendía a encasillar a los personajes (literarios) de un lado o del otro, así tenemos a los héroes: gente buena e intachable, que sufre muchos tropiezos por esa bondad, pero al final es recompensada; contra los villanos: gente mala y retorcida que intenta salirse con la suya, pero al final recibe lo que merece. Aunque hay también una visión más integral: los seres humanos estamos conformados por blanco y negro, y tenemos varios matices de gris; esto supone que la dualidad es parte de nuestra naturaleza, del mismo modo que es natural que a la noche siga el día y que la vida y la muerte estén ligadas indisolublemente y luego el ciclo vuelve a empezar. Para resumir este concepto lo más útil es remitirnos a una figura: el yin yang; este símbolo oriental representa un círculo dividido (de manera curva, si tal cosa existe) en una parte blanca y otra negra y, lo más importante, en cada una de esas mitades hay un pequeño punto que pertenece al otro lado.

Los personajes literarios tendían a ser, en su mayoría y en especial hasta antes del siglo XX, maniqueos, había personajes que encarnaban la bondad y personajes que eran una representación de la maldad, por supuesto el bien siempre triunfaba. Pero hay una apertura y un giro: los protagonistas dejaron de ser simplones y bondadosísimos, para convertirse en seres más complejos, con virtudes y con defectos, con manifestaciones de bondad y de maldad, y los antagonistas dejaron de ser villanazos llenos de verrugas morales, para empezar a tener rasgos de sensibilidad o también para representar enfermos con traumas de la infancia; es decir, los personajes literarios se volvieron mucho más humanos.2

Hay una obra que es un ejemplo evidente de dualidad, muestra claramente a un hombre con una doble vida y es también un referente literario de la presencia del bien y el mal en el alma humana: El extraño caso del doctor Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson. Esta obra se usará un poco como punto de partida para, de manera metafórica, aludir a la dualidad Johnny/Bruno. Escrita a finales del siglo XIX, esta novela corta presenta la lucha de el Doctor Harry Jekyll: un hombre bueno, respetado y con un excelente nivel social, contra su parte oscura, su maldad interna: Edward Hyde; maldad que, por otro lado, había descubierto en su juventud y que buscaba poder sacar de sí, para realizar el desdoblamiento de manera completa. Y al decir “sacar” me refiero a sacarla literalmente: volverla material y contemplarla como el otro, el tú desde un yo que ha descubierto esa otra existencia dentro de la propia, a partir de métodos científicos:3

Cada día, y desde ambas facetas de mi inteligencia, la moral y la intelectual, me acercaba firmemente a esa verdad a causa de cuyo descubrimiento parcial he sido condenado a tan espantosa suerte: la de que el hombre en realidad no es uno, sino que verdaderamente es dos. Y digo dos porque el estado actual de mis conocimientos no va más allá (Stevenson: 243).

Como resultado de esta búsqueda el Doctor Jekyll logra preparar un bebedizo que deja “salir” a su contraparte y lo transforma a él mismo (físicamente) en su parte oscura:

Con todo, cuando miré aquel horrible ídolo en el espejo, su imagen no provocó en mí repugnancia, sino más bien deseos de bienvenida. Aquél era asimismo yo: parecía natural y humano. [ ... ] Supongo que esto se debe a que todos los seres humanos, tal como los conocemos, son una mezcla del bien y del mal, en tanto que Edward Hyde, sin antecedentes en la historia de la humanidad, era ejemplo exclusivo del mal (Op cit: 248).

Otra obra literaria, cronológicamente anterior a la arriba citada, que es útil mencionar es un cuento de Edgar Allan Poe: William Wilson. En esta historia corta se plantea la idea del doble sin mayor análisis, el lector es quien saca las conclusiones; pero, en este caso, el desdoblamiento del personaje principal —que no se llama William Wilson, pero que usa ese nombre al relatar su historia— no se da a partir de una búsqueda, sino casi en contra del protagonista, lo que plantea un principio aún más aterrorizante que el de la obra de Stevenson: ese otro que es complemento del protagonista está fuera de él, sin que éste tenga mayor control sobre ese hecho y él intenta negar esta dualidad, ponerse a salvo: “Sólo puedo describir la sensación que me oprimía diciendo que me costó rechazar la certidumbre de que había estado vinculado con aquel ser en una época muy lejana, en un momento de un pasado infinitamente remoto” (Poe: 61); en este caso el otro ya está fuera de él y lo persigue, en un intento por lograr que Wilson (en este caso el narrador-protagonista es quien manifiesta su maldad en el transcurso del relato) tome conciencia de esa contraparte más noble y menos viciosa y la acepte como parte de su unicidad;4 hasta que, al final del cuento, llevado al colmo de lo que él mismo llama “libertinaje” William Wilson se bate en duelo con su sosias y, al matarlo, se aniquila a sí mismo:

Era Wilson. Pero ya no hablaba en un susurro y hubiera podido creer que era yo mismo el que hablaba cuando dijo: —Has vencido, y me entrego. Pero también tú estás muerto desde ahora... muerto para el mundo, para el cielo y para la esperanza. ¡En mí existías... y al matarme, ve en esta imagen, que es la tuya, cómo te has asesinado a ti mismo! (Op cit: 73)

Me parece importante señalar esto porque Cortázar tradujo de este autor del inglés al español, cuando tenía poco de haberse instalado en París, como apunta Miguel Herráez en El otro lado de las cosas, su libro sobre Cortázar: “En cuanto a la labor traductora, es entonces [ 1953 ] cuando precisamente un escritor español del exilio, Francisco Ayala, le encargará, en nombre de la universidad de Puerto Rico, la traducción de la obra narrativa y ensayística de Edgar Allan Poe” (160). Esto tiene cierto peso por varias razones: primero, porque cualquier escritor que traduzca a otro queda, sin quererlo tal vez, influenciado por éste; Julio embebido hasta tal punto en la obra de Poe como para “reescribirlo” en español, debió sin duda de quedarse con parte de la esencia de la obra. Incluso en sus escritos sobre literatura menciona a Poe como el maestro del cuento y el creador del cuento moderno.5 Ahora, el concepto de doppelgänger específicamente es más que conocido y utilizado por Julio Cortázar, como bien lo menciona Saúl Yurkiévich en el texto que sirve como introducción a Teoría del túnel:

También en Teoría del túnel surge el doppelgänger que reaparece en el capítulo 56 de Rayuela. En ambos textos este germanismo alude a la noción de contrafigura, doble o réplica [ ... ] sirve para condenar la novela egótica o narcísica, esa limitación monológica del autor que crea un personaje espejo que lo devuelve a sí mismo sin poder pasar al otro, sin alcanzar un estado compartido de conciencia (Yurkiévich en Cortázar, Teoría del túnel: 21).

 

2. De ahí la idea del antihéroe: un personaje protagónico, con el que el lector es capaz de identificarse y que no necesariamente es bueno-bueno, sino que puede ser medio-bueno o bueno-malo y otras combinaciones posibles. Una muestra de este manejo de los personajes se puede ver en la novela negra, en que los protagonistas eran más bien antihéroes. Como ejemplo está el detective Phillip Marlowe, célebre personaje del novelista estadounidense Raymond Chandler.

3. Es posible que, si la vemos desde este punto de vista, esta obra pueda considerarse, como el Frankestein de Mary Shelley, como narración terrorífica y también como un antecedente de la ciencia ficción.

4. Es curioso como estas dos obras decimonónicas tratan el mismo tema desde caras distintas: un personaje (el de Stevenson) desea conocer y aceptar la parte obscura o malvada y el otro (el de Poe) es impelido a conocer y aceptar su parte noble o luminosa.

5. En “Del cuento breve y sus alrededores” Cortázar dice: “Estoy hablando del cuento contemporáneo, digamos el que nace con Edgar Allan Poe, y que se propone como una máquina infalible destinada a cumplir su misión narrativa con la máxima economía de medios” (Cortázar, Último Round 60).

 

 

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