La familia Cactaceae agrupa a una gran diversidad de plantas, entre
las que destacan los cactus columnares (viejitos y tetechos); los cactus
candelabriformes (cardones, órganos y pitayas); las biznagas
y biznaguitas (chilitos); algunas trepadoras como los nopalillos (Heliocereus spp.);
las pitahayas (Hylocereus spp.), y una gran variedad de nopales,
entre otras. La familia es originaria del continente
americano y apareció hace cerca de 80 millones de años
(Gibson y Nobel, 1986). El grupo está constituido por cerca de
2,000 especies, las cuales se encuentran distribuidas en el continente
americano, desde el norte de Canadá hasta la Patagonia, y desde
el nivel del mar, en dunas costeras, hasta los 5,100 msnm, en Perú (Bravo-Hollis
y Scheinvar, 1999).
Aun cuando las cactáceas viven en diversos ecosistemas, incluyendo las
selvas tropicales, donde se encuentran como epifitas (Rhipsalis baccifera),
la mayoría de ellas se desarrollan en ambientes áridos y semiáridos,
los cuales coinciden con latitudes cercanas a los paralelos de 25º, donde
dominan zonas de alta presión atmosférica con corrientes descendientes
de aire seco (Bravo-Hollis y Scheinvar, 1999). En México las zonas secas
abarcan cerca del 60% de la superficie del país. La abundancia de estos
ambientes obedece tanto a la ubicación geográfica del país,
como a los efectos de continentalidad y relieve, debido a la presencia de cordilleras
paralelas a los litorales, donde se pierde la humedad del aire al penetrar sobre
la masa continental.
Al igual que la diversidad de las cactáceas, sus formas de crecimiento
varían de un sitio a otro, al igual que la densidad de sus poblaciones.
En el desierto de Sonorense (península de Baja California y planicie
costera de Sonora), se presentan cactáceas arbóreas, algunas
de las cuales destacan por su gran tamaño, como sucede con el
cardón pelón o gigante (Pachycereus pringlei),
el cardón espinoso o hecho (P. pecten-aboriginum) y el
magnífico sahuaro (Carnegiea gigantea), el cual puede
alcanzar hasta 10 m de altura. En estas zonas también encontramos
senitas (Lophocereus spp.), así como algunas especies
de nopales (Opuntia spp.), chollas (Cylindropuntia spp),
biznagas (Echinocactus polycephalus y Ferocactus
chrysacanthus, F. cylindracesus y F. diguetii, entre otras), y
una gran diversidad de pequeños organitos semi-postrados con tallos
de consistencia semisuave del género Echinocereus (E. barthelowanus,
E. brandegeei, E. engelmannii, E. laui, entre otros), los cuales
son muy llamativos por sus grandes flores de color escarlata, rosa purpúreo,
amarillo o amarillo verdoso (Bravo-Hollis y Sánchez-Mejorada,
1978).
En los ambientes más áridos, con precipitaciones anuales
menores a 600 mm, como ocurre en el desierto Chihuahuense (Coahuila,
Nuevo León, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Guanajuato,
Querétaro, Aguascalientes, Estado de México e Hidalgo),
abundan biznagas (Ferocactus spp., y Echinocactus platyacanthus),
cactáceas pequeñas como el “peyote cimarrón” (Ariocarpus
spp.) y otras pertenecientes al género Astrophytum y Coryphantha,
además de las biznaguitas o chilitos pertenecientes al género Mammillaria.
En algunas regiones de este desierto se presentan poblaciones de peyotes
(Lophophora williamsii y L. diffusa). También
se encuentran grandes nopaleras formadas por poblaciones de diversas
especies (O. Streptacantha, O. leucotrich) y Xoconoxtles o cardones
(Cylindropuntia spp). En algunas regiones de San Luis Potosí,
Guanajuato e Hidalgo, existen zonas donde dominan los garambullos (Myrtillocactus
geometrizans), los pitayos (Isolatocereus dumortieri spp),
así como los chilayos (Marginatocereus marginatus) (Bravo-Hollis
y Sánchez-Mejorada, 1978).

Imagen 1. Peyote de Querétaro, Lophophora diffusa.
Esta especie crece en los estados de Hidalgo, Querétaro y San
Luis Potosí. Sus poblaciones han sido fuertemente saqueadas debido
a la belleza de sus tallos y a las cualidades de sus alcaloides. La especie
está catalogada como Amenazada (A) por la NOM-059-ECOL-200l y
como vulnerable (VU) por la UICN (2004).

Imagen 2. Cerca viva, construida con los tallos del “órgano
o chilayo” Marginatocereus
marginatus, en Hidalgo.
Esta especie es muy abundante y de amplia distribución en los
estados del centro de México y era utilizada para la construcción
de casas en las regiones donde crece.
En ambientes un poco más húmedos, con precipitaciones
anuales de entre 300 y 1800 mm, donde se desarrollan bosques caducifolios,
como los que se observan en la vertiente del Pacífico y en algunas
regiones del Golfo (San Luis Potosí, Tamaulipas y Veracruz), suelen
crecer cactáceas arbóreas como los pitayos, y
otros órganos de los géneros Neubuxbaumia, Pachycereus
y Cephalocereus, los cuales crecen intercalados con otros árboles
mezquite, (Prosopis spp.), palo mulato (Bursera spp.)
y Acacia spp., entre otros (Bravo-Hollis y Sánchez-Mejorada, 1978).
Más al sur del eje Neovolcánico reaparecen otras porciones áridas,
de entre las cuales llama la atención el valle de Tehuacán-Cuicatlán,
donde se han registrado 81 especies (25% de las cuales son endémicas),
así como las Cuencas de los ríos Balsas y Tehuantepec.
En las zonas centrales de México encontramos sitios que sobresalen
por su gran diversidad. El más llamativo en cuanto al número
de especies por área, es el valle de Tehuacán-Cuicatlán
(Puebla y Oaxaca), en donde existen al menos 81 especies de cactáceas,
25% de las cuales son endémicas de esta zona (Arias et al,
1997). Entre las especies presentes destacan los viejitos (Cephalocereus
columna-trajani), así como las poblaciones de las columnares
tetetzos o teteches (Neubeobuxbaumia macrocephala, N. mezcalaensis,
N.tetetzo), de garambullos (Myrtillocactus geometrizans),
pitayas comestibles, xoconoxtles (Stenocereus spp.),
chendes (Polaskia spp.) y órganos (Pachycereus spp.).
El cardón o candelabro P. weberi sobresale por su gran
tamaño, pues puede llegar a alcanzar 15 m de altura y es una cactácea
que caracteriza el paisaje semiárido de México. Encontramos
aquí también una gran diversidad de biznaguitas
(Mammilaria spp.), muchas de las cuales son endémicas
de esta región (Arias et al., 1997).

Imagen 3. Población de viejitos Cephalocerus columna-trajani, de
Tehuacán.
Estas bellísimas plantas columnares llegan a crecer más
de 10 m de altura. Las poblaciones de esta especie cubren grandes extensiones
del valle de Tehuacán-Cuicatlán (Puebla y Oaxaca). Sus
flores nocturnas viven sólo una noche y son visitadas por una
decena de diferentes especies de murciélagos, quienes actúan
como sus polinizadores.
Otro sitio que llama la atención por la gran diversidad de cactáceas
se localiza a unos 70 Km al Norte de Pachuca, dentro de la Barranca
de Metztitlán en el estado de Hidalgo. Aquí en los acantilados
que bordean el río Grande o Venados, se han registrado 70 especies,
entre las cuales se encuentran poblaciones importantes de otra especie
de viejito endémico (Cephalocereus senilis); el órgano
dorado (N. polylopha); poblaciones importantes de otros órganos
(I. dumortieri y de M. marginatus); una gran
variedad de biznagas como la biznaga grande (Echinocactus platyacanthus);
otras del género Ferocactus, y algunas especies de globosas
pequeñas de los géneros Mammillaria y Coryphantha,
muchas de la cuales son endémicas de esta zona. Especies características
y endémicas de esta zona, son la liendrilla (Astrophytum ornatum)
y la globosa (Turbinicarpus horripilus), que llama la atención
por sus grandes flores de color púrpura (Semarnap, 1999).

(a)

(b)

(c)
Imagen 4. Echinocactus platyacanthus “biznaga grande”:
a) Con el tallo de esta especie se elabora el acitrón. La especie
está señalada como sujeta a protección especial
(Pr), por la NOM-059-ECOL-200l.
b y c) Ejemplares de la biznaga grande sujetas a forrajeo. Los burros
liberados en las zonas semidesérticas de México en los últimos
años, constituyen una verdadera amenaza, pues ellos son capaces
de romper las espinas y las duras costillas de las plantas y las dejan
accesibles para otros herbívoros introducidos (ovejas y cabras),
llevando a la muerte a los individuos. Estos problemas son de llamar
la atención en los estados de Querétaro, Hidalgo y Nuevo
León.

Imagen 5. Echinocactus grusonii “biznaga dorada”.
Es una especie de belleza excepcional. Aunque existen ejemplares en los
jardines botánicos de diversos partes del mundo, sus poblaciones
naturales casi han desaparecido por completo. Su rango de distribución
está limitado a algunas zonas de Querétaro e Hidalgo.
La zona donde era más abundante ha quedado cubierta por las
aguas de la presa de Zimapán, construida hace apenas una decena
de años. La especie está señalada como
en peligro de extinción (P) por la NOM-059-ECOL-200l
y la UICN (2004) la señala como especie en peligro crítico
(CR).
En la depresión del Balsas encontramos también una gran
diversidad de cactáceas, entre ellas algunas especies de los géneros Coryphnatha,
Cephalocereus, Opuntia, Peniocerus, Pereskiopsis y Stenocereus.
Aquí habita el bellísimo órgano Backebergia
militaris, especie endémica de Colima, Guerrero, Jalisco
y Michoacán, en México (Bravo-Hollis y Sánchez-Mejorada,
1978).
¿Por qué las cactáceas tienen gran éxito
en los ambientes áridos?
Las cactáceas han evolucionado características anatómicas
y fisiológicas particulares, que les han permitido colonizar los ambientes áridos.
Entre ellas podemos mencionar la estructura suculenta o crasa de sus troncos,
la cual les permite acumular gran cantidad de agua en sus tejidos. Sus hojas
se han reducido o prácticamente están ausentes, con lo cual reducen
la evapotranspiración, y la fotosíntesis se lleva a cabo entonces
en la superficie de sus tallos. El pecíolo, que es la estructura que normalmente
sostiene a la hoja en las plantas comunes, está transformado en una estructura
llamada podario o tubérculo, y las yemas de crecimiento están transformadas en
unas estructuras denominadas areolas, en las cuales se desarrollan espinas, lana,
cerdas y pelos, cuya abundancia, número y tamaño varían
dependiendo de la especie. La función de estas estructuras es de protección,
tanto para evitar la depredación como los daños derivados de una
exposición prolongada a la radiación solar directa. En las areolas
también se desarrollan las estructuras reproductoras: las flores y los
frutos (Jiménez-Sierra y Reyes, 2003).
Desde una perspectiva fisiológica, los cactos se distinguen de
la mayoría de las plantas verdes porque, al igual que otras plantas
suculentas (agaves y siempre vivas), su fotosíntesis sigue una
ruta metabólica peculiar, conocida como “metabolismo ácido
crasuláceo” o CAM, con la cual se logra economizar agua,
ya que el intercambio gaseoso se realiza durante la noche cuando la temperatura
del ambiente es más baja.
Las flores de las cactáceas son hermafroditas, o sea que en una
misma flor están presentes los órganos masculinos (estambres)
y los femeninos (gineceo). Su forma, tamaño y color varían
en función de los hábitos de los animales que actúan
como polinizadores. Algunas cactáceas poseen flores diurnas, solitarias,
con colores llamativos (amarillo, naranja, rojo o rosa) y son polinizadas
por insectos (abejas o avispas) o aves (colibríes). Otras producen
flores nocturnas, tubulares y de color blanco, las cuales suelen ser
polinizadas por murciélagos, aunque también son visitadas
por otros insectos (esfíngidos o palomillas). Los frutos son muy
diversos y sirven de alimento a diversos animales como murciélagos,
aves de percha y pequeños mamíferos, los cuales al ingerirlos
actúan como agentes de dispersión de las semillas, promoviendo
la colonización de nuevos ambientes alejados de la planta madre
(Jiménez-Sierra y Reyes, 2003).
¿Qué tan diversas son las cactáceas en
México?
México es el centro más importante del mundo en concentración
de cactáceas. Los cactólogos reconocen la existencia de 913 taxones,
conformando 669 especies, las cuales se encuentran agrupadas en 63 géneros,
y se reconocen 244 subespecies. El estado de San Luis Potosí es el que
posee una mayor diversidad, con un registro de 151 especies. Le siguen los estados
de Coahuila con 126 especies y Nuevo León y Oaxaca con 118 especies
cada uno. San Luis Potosí también es el estado con mayor riqueza
de géneros (33), seguido por Oaxaca con (32) y Tamaulipas (31) (Guzmán et
al., 2003).
Por regiones geográficas, encontramos la más alta diversidad en
el valle de Tehuacán–Cuicatlán (Puebla y Oaxaca), seguida
por la Barranca de Metztitlán y la depresión del Balsas.