Hace poco más de medio siglo, Charles Percy Snow, físico, novelista
y funcionario del gobierno británico, escribió un ensayo, ya
célebre, en el que reclamaba el derecho de adherirle la etiqueta "cultura" a
las ciencias. En las disquisiciones de Snow, relatadas a ratos en tono francamente
anecdótico, los intelectuales "literarios" habían
usurpado el derecho exclusivo de llamar cultura a la suya, sazonada con artes
plásticas y musicales, en detrimento de la actividad intelectual científica.
En el ejercicio del periodismo de ciencia en México, hoy, es posible advertir
huellas del secuestro cultural acusado por Snow. ¿Son los editores de
viejo cuño, dueños de las decisiones editoriales en los medios
masivos, la reencarnación moderna de los literatos británicos de
1959? ¿Es su desprecio dogmático por la cultura científica
suficiente para explicar la oferta famélica de productos periodísticos
provenientes de las fuentes de ciencia?
José Sarukhán, conquistador de todos los peldaños de la
estructura académica y beneficiario de fama y consideraciones, se ha convertido
en un "predicador" confeso de las ciencias ambientales. Buscado por
los medios, adulado por conductores y columnistas, está en una muy buena
posición para juzgar la pertinencia de invocar, desde el siglo XXI, el
diagnóstico de Snow desde la realidad del periodismo de ciencia mexicano.
En esta entrevista, conversamos largamente
con José Sarukhán para RDU.
Cecilia Rosen: Usted ha hecho un esfuerzo bastante visible
por comunicar la ciencia y por insistir en que se necesitan más espacios
para discutir temas con contenido científico. ¿A qué responde
este esfuerzo? ¿Qué diagnóstico hace de la cobertura
periodística de la ciencia en México?
José Sarukán: Por la forma y velocidad con
que la ciencia se ha desarrollado ha habido un abismo creciente entre ese
desarrollo y la comprensión de los productos de la ciencia por la población
en general, yo diría que a partir de la revolución industrial.

Imagen de Scientific American
Antes de esto, una gran proporción de las sociedades, quitando a unas
élites, era gente que vivía con un contacto muy cercano al conocimiento
tecnológico, por lo menos, y en algunos casos, a un entendimiento de
lo que estaba detrás de la tecnología.
CR: Con la llegada de la revolución industrial empieza
a haber un desarrollo en las fábricas para ir aprovechando nuevas formas
de trabajo, nuevas necesidades y ahí se genera un quiasma muy fuerte
que se ha profundizado.
En los años sesenta, C.P. Snow publicó su famoso ensayo “Las
dos culturas”, refiriéndose a la cultura de los científicos
y la de los literatos. Escribe Snow:
(...) he estado en reuniones de personas que, para los estándares
de la cultura tradicional, se tienen por altamente educadas, y que han expresado,
con gusto considerable, su incredulidad ante lo iletrados que son los científicos.
Una o dos veces (les) he preguntado cuántos de ellos pueden describir
la Segunda Ley de la Termodinámica. La respuesta fue fría: también
fue negativa. Empero, estaba preguntando algo que es el equivalente científico
de: ¿Han leído una obra de Shakespeare? (...) No parece haber
un lugar en que las dos culturas se encuentren.
¿Es así aún hoy en día?
JS: Estamos ahora en una época en que el desarrollo
de la ciencia se ha separado de la cultura, entendiendo a ésta como
el bagaje de conocimientos de arte, música, en un sentido más
amplio.
Por ejemplo, en los sesenta o setenta, yo podía salir de un aprieto
de descompostura de auto porque sabía cambiar platinos,
dónde estaban el distribuidor y el generador, y cómo
limpiar una cosa o arreglar la otra para que el coche volviera a marchar.
Ahora no tengo ni la menor idea, cuando abro el cofre del coche, de dónde
están las cosas. Actualmente la gente tiene aparatos tecnológicamente
muy sofisticados de los que no entiende nada. ¡Nada! Ya no digamos cómo
funciona esto; no: por qué funciona, cómo funciona. Ahí ya
hay una distancia muy grande. Y, consecuentemente, sin pretender que todo
mundo sea experto en entender los chips y los circuitos microelectrónicos
de todos los aparatos que usa, sí hacer esfuerzos para que por lo menos,
en cosas fundamentales, haya un mayor entendimiento del universo que nos rodea,
de las capacidades de nuestro país, tanto en la parte físico-biológica
como la social. Incluyo elementos de las ciencias sociales porque están
igualmente lejanos de la mayor parte de la gente.
CR: La historia de México acaso muestra “batallas” que
en diversos momentos se han librado entre humanistas y científicos. ¿Podrían
también ser un origen para que hoy en día en México encontremos
que la ciencia no es parte de esa cultura?
JS: Yo no sé qué tanto de las batallas entre
científicos y humanistas es invento o ficción y qué tanto
es realidad. Yo no tengo esa sensación. Alguien a lo mejor tiene
sesudos análisis históricos de que esto ocurrió de esa
manera; yo no lo creo. Pienso, más bien, que es la forma en cómo
el conocimiento general se ha desarrollado; que de alguna manera la gente
piensa que le resulta más fácil entender algunas cuestiones
del área de las humanidades porque no tiene tantos elementos complicados
como explicación de fenómenos matemáticos, físicos,
químicos. Pero tengo serias dudas de que comprendan esa parte que parecen
entender.
En algunos casos ojalá y fuera así, porque eso significaría
que tendríamos una sociedad más sensibilizada, más absorbente
de cosas como filosofía, historia, ética y cosas de ese tipo.
No creo que sea el caso. En realidad, el rollo de asimilar algunas áreas
de las humanidades parece más fácil, pero fuera de eso yo no
vería que hay una pugna entre un grupo de gente que se dedica al conocimiento
de una parte de la creatividad de la mente humana, en las ciencias, o de otra
parte de la creatividad humana, en las humanidades.
CR: Pero estará de acuerdo en que los movimientos
intelectuales o expresiones culturales en México, no suelen estar dominados
por temas de ciencia...
JS: No suelen, pero la razón es que resulta ser más
digerible, más fácil de comprender esta otra parte de lo que
muy equivocadamente se llama cultura. Es una parte, seguro, pero no es toda.
CR: Y si esa fuera la única razón, ¿cómo
se explican las diferencias de México con otros países donde
la ciencia sí tiene más presencia, como sucede en Inglaterra?
JS: Mmmmhh, bueno... eso se explica porque el nivel educativo,
no solamente es más alto, sino porque tiene una tradición mucho
más profunda que la que tenemos en México, cuando aquí dos
tercios de los estudiantes de universidad son la primera generación
de su familia en ir a la universidad.
CR: ¿Cree que es un tema de educación básica?
JS: Yo no creo que haya una sola razón. Ciertamente
es un problema de la educación básica, pero es también
de la asimilación cultural en una sociedad, de los valores del conocimiento,
no importa de cuáles. Desde el dominio de la música y la capacidad
de entrar en ella, hasta cuestiones muy complicadas de filosofía.
CR: ¿No cree que eso responde a que existe un balance
entre la enseñanza de las artes y la manera de cultivar la ciencia
en los alumnos?

JS: Hay un mayor nivel general de enseñanza de todo.
Pero hay gente igualmente ignorante en Gran Bretaña sobre una serie
de cuestiones de tipo científico. Yo leía, con bastante azoro,
que el número de personas con una actitud de recelo y de no credibilidad
en cuestiones de Cambio Climático ha aumentado en los últimos
años, en un país donde las cosas no eran así. También
se ha incrementado el número de personas que no creen en evolución. Esto
habla de un problema de otra índole, a pesar de que estamos hablando
de un país que es eminentemente educado, o cuyo sistema educativo permite
que la gente se acerque al bagaje de conocimiento humano en muchos campos
y pueda florecer en su creatividad, innovación, cosa que en México
nos falla gigantescamente.
CR: Usted dice que no siente que exista una confrontación
como tal en México. Hay quienes opinan que sí la ha habido...
JS: Creo que la única vez en la que pudo haber sucedido
algo de este tipo fue al inicio de la Revolución en México,
con “Los Sabios”, un grupo de gente con una preparación
en ciencia que estaba ligado al régimen Porfirista (por razones que
no conozco del todo bien), y eso pudo haber generado una reacción.
Pero creo que la misma turbulencia y la irracionalidad del comportamiento
de mucha gente, durante y después de la Revolución, fue la culpable
de que una serie de instituciones de tipo científico, que se estaban
armando a finales del siglo XIX, o algunas desparecieran o entraran en una
fosa de chapopote: se atascaron ahí. Tomó un tiempo, por lo
menos hasta los treinta, y luego la llegada de los españoles refugiados
ayudó a desempantanar algunas de estas cosas. Fueron tiempos turbulentos,
pero no me he topado (aunque no soy un experto en la historia posrevolucionaria)
con la descripción de caracteres influyentes, importantes, anti-científicos.
Había una serie de caracteres populistas, pragmáticos, deseosos
de llevar agua a su molino...
CR: En una entrevista para el Instituto Mexicano de la Radio,
en 2010, Ruy Pérez Tamayo discutió precisamente este tema. Preguntado
respecto de si la ciencia le ha ido a la zaga a las humanidades en México,
Pérez Tamayo asintió:
Sí, sí, sí, sí.
Y creo que se puede explicar si convertimos las ciencias y las humanidades
en las direcciones políticas de liberales y conservadores.
¿Qué ha pasado? Que los liberales se han caracterizado por su
tendencia al pensamiento científico, y los conservadores han sido los
campeones de las humanidades. A lo largo de la Revolución en nuestro
país empezaron a ganar los liberales: era una revolución liberal.
¿Y qué pasó? Perdimos la Revolución, y poco a poco,
a partir de Cárdenas (que fue el último liberal) hemos ido cayendo
cada vez más hacia la derecha. Otra vez hacia el predominio de las humanidades;
no interesarse, o desinteresarse, por el desarrollo científico.
Liberales contra conservadores... científicos contra las humanidades.
JS: Es un análisis muy peculiar de Ruy. No estoy
de acuerdo.
CR: ¿No cree que hay parte de esto en el diseño
de las instituciones gubernamentales o en la importancia que tienen ciertas
instituciones en el gobierno, y la falta de ciencia en la toma de decisiones?
JS: No. Yo creo que es algo bastante más pedestre.
Es la ignorancia supina de la mayor parte de la gente que tiene puestos en
los que hay que tomar decisiones. De veras.
CR: Pero eso tiene que estar apoyado por una cultura, también,
y por una sociedad que...
JS: Por una sociedad totalmente mal educada. Tenemos una
sociedad que, ahorita, más de 60% de la gente dice que el sistema educativo
mexicano es satisfactorio. ¿Por qué? Porque nunca fueron a la
primaria, o apenas terminaron la primaria. El que sus hijos estén en
una escuela en que las ventanas tienen vidrios y está en algún
lugar más o menos accesible, les parece una maravilla. Tenemos que
ubicarnos en una sociedad grandemente fallida de tradición educativa.
¿Eso es un complot de los conservadores, de la derecha? No, yo creo
que es incapacidad, evidentemente. Y después, de los cincuenta y sesenta
para acá, de crecientes presiones externas que directa o indirectamente
han ido empujando al país a una situación de no atención
prioritaria a la educación (y “prioritaria” quiere decir
número uno); de no asumir que la única forma de entender a nuestro
país es con nuestra gente (y esa gente no sale nada más de la
primaria: tiene que ir a la universidad), y que es ese nivel el que da la palanca
de cambio. Claro, para eso tiene que haber empezado por la primaria.
Es el descuido brutal a la educación superior por décadas.
Sí,
tenemos la universidad más antigua de América, la UNAM, con
la de Lima; Harvard es posterior a la UNAM, pero una vez que empezó Harvard
y otras universidades de ese tipo (privadas; y yo no soy fan de las universidades
privadas en México), nunca pararon y se fueron robusteciendo y multiplicando
y dispersándose por todo el país. ¿Qué pasó en
México? Hasta los cuarenta o cincuenta del siglo pasado muchísima
gente de los estados tenía que venir a la UNAM o al Politécnico
a estudiar porque en su estado no había la carrera que querían
hacer.
No puedo hacer un análisis de este tipo sin sopesar estas cuestiones
ni entender por qué diablos no tenemos una conciencia de estas cosas.
No hay una conciencia en la sociedad de que el nivel terciario de educación (el
nivel superior) es el único que tiene el potencial de formar
gente que puede cambiar a este país. Y seguramente lo va a ser más
en la medida en que esté en instituciones basadas en investigación,
no en generadores de servidores, contadores, administradores, etcétera. Eso
no lo entiende la gente en la calle, pero tampoco lo entienden los diputados
y tampoco lo entienden los gobernantes ni los presidentes.
CR: ¿Y los intelectuales en este país?

JS: Me encantaría que lo entendieran. Si entendemos
por intelectuales nada más los que escriben en
Vuelta, son
pura gente de las humanidades y de las letras. Los científicos “no
son” intelectuales.
CR: Ése era el punto de C. P. Snow...
JS: ¡Pero eso es por una tradición estúpida!
Yo creo que esto es simplemente pichicatería mental. Tiene que ver
con ese quiasma del que hablo, a partir de la Revolución Industrial. ¿Por
qué gente como Darwin o Lyell o Emerson eran muy populares? Darwin
era particularmente un caso notable, porque todo lo que escribía se
vendía en cantidades industriales.
Hoy en día Richard Dawkins, Carl Sagan...
CR: ¿Qué figuras de ciencia tenemos en México
que podamos equiparar a un Carlos Fuentes, o a cualquier escritor conocido
contemporáneo?
JS: Lo voy a poner desde el otro lado: la serie más
larga de libros originales en castellano, sobre algún tema, es sobre
ciencia, y es La Ciencia desde México (o La Ciencia Para
Todos, como se le conoce ahora). ¿Cómo explicamos eso?
Creo que también ha sido una forma innata de la manera en que se ejerce
la profesión. Los literatos, los humanistas, etcétera, requieren
de una comunicación con sus congéneres y grupos y demás...
CR: Pero los científicos también...
JS: Pero con unas élites muy especiales, con las que publican,
que son muy especializadas y que la leen 453 personas, aparte de él
o ella. Los escritores no se pueden contentar con 453 personas los lean.
CR: En Inglaterra, hoy en día, las instituciones
científicas, desde la Royal Society hasta la Sociedad Británica
de Osteoporosis, hacen comunicación pública de la ciencia.
JS: Está creciendo, pero hay un terreno grande por
recorrer y por compensar. Yo creo que personas como Asimov, Sagan, el mismo
Hawkins, son leídos por mucha gente, los conocen, opinan sobre ellos.
A mí no me gusta la idea de insistir en que tiene que haber dos culturas,
y yo no creo en eso. Yo creo que la cultura, entendida como el bagaje de conocimientos
que una persona debe tener en toda la gama de la creatividad humana, que produce
ideas y conocimientos, debe cubrir todo: de la A a la Z.
Seguir usando a C. P. Snow para hablar de dos culturas es insistir en que
tiene que haber una diferencia. Yo no creo. Es más, me opongo a que
exista una cosa de esa naturaleza. Tenemos que hacer todo lo posible para
que eso no ocurra.
CR: ¿Qué cosas están por hacer?
JS: Chorros. Estoy convencido de que el quehacer de la ciencia
no consiste exclusivamente en generar nuevo conocimiento que avance las fronteras
de diferentes disciplinas; eso es elemental, como respirar: se tiene que hacer.
Pero crecientemente, y no todos y cada uno de los que están en esta área,
sino por lo menos una parte de la comunidad que trabaja en esa profesión,
debería dedicar esfuerzos bien claros, definidos y eficaces en transmitir
a la sociedad, en forma accesible y entendible, cómo van avanzando
esos terrenos distintos de las diferentes ciencias.
Es una obligación que se hace muy poco. Conociendo otros países
y comunidades académicas, creo que México está muy bien
situado en cuanto al esfuerzo, por individuo que trabaja en el área
de las ciencias, para comunicar los avances científicos. Falta mucho,
ojalá y tuviéramos más gente haciéndolo. Aunque,
también, ojalá algunos nunca lo hicieran, porque lo hacen pésimamente.
No creo que todo el mundo esté capacitado para hacer ese trabajo bien;
y, si no se hace bien, es hasta contraproducente.
CR: Hablemos del papel de los medios de comunicación.
Más allá de la discusión sobre qué tanto debería
ser una obligación para los científicos el comunicar o no, los
que sí tienen una obligación son los periodistas. Con respecto
a la ciencia, la primera obligación debería ser incluir la ciencia
en la agenda periodística, y considerando los llamados que usted hace
a ciertos medios para que se abran más espacios, ¿qué cosas
hay por hacer y de qué diagnóstico estamos partiendo?
JS: Tiene mucho que ver con la preconcepción de que
la gente no está interesada en ciencia, entonces para qué usar
espacio que podrían usar para otra cosa, o reducir papel o personal.
Es una preconcepción burda.
Mi experiencia de dar conferencias en El Colegio Nacional, en todo el país,
sobre temas ambientales, es la expresión de gusto y de interés
de la mayor parte de la gente. Y doy alrededor de 40 conferencias al año,
la mayor parte a público no experto. La reacción de interés,
de sorpresa ante lo que oyen, incluso preocupación, es enorme. Recientemente
di una charla en la Facultad de Derecho; el auditorio era para 450 personas,
estaba tapizado de gente en el suelo y hubo 135 preguntas (y no estoy usando
una figura poética: tengo las preguntas en papel). ¿No hay interés
para cosas científicas?
Hay una preconcepción, de quienes sea que toman las decisiones en los
diarios, que no está fundamentada en la realidad. Hay públicos
para todo, y el público para la ciencia está ahí, y puede
responder y crecer si se le da el alimento adecuado.
Y no es de ahora, es desde hace décadas. Cuando yo era Presidente de
la Sociedad Botánica organizábamos conferencias para el público
en general, en la Casa del Lago, en Chapultepec (hablo de los años
setenta), y se atascaba en conferencias de divulgación de botánica.

CR: ¿Podemos hacer un paralelo con la toma de decisiones
en este país? Esa misma preconcepción en cuanto a la ciencia
y una falta de cultura científica clara, ¿podríamos decir
que es un factor por el cual la ciencia no forma parte de las decisiones en
muchos ámbitos de la política donde necesariamente debería
existir?
JS: Pero tampoco existe el concepto básico de que
deberíamos generar ciencia, lo que es peor. La sociedad concibe a las
universidades casi exclusivamente como un túnel: por un extremo meten
a sus hijos, pasan por una serie de cosas en el intermedio y al final salen
con un diploma que les permitirá tener una chamba y un lugar en el
mundo. Esta es la concepción, y eso se va a los políticos, que
no entienden que ese es el nivel en el que voy a preparar a la gente que me
va a cambiar el país en términos de que genere el conocimiento
acerca del país; bueno, y del universo. Y eso significa tener universidades
basadas en investigación. No hay el concepto de que la investigación
en México se tiene que dar en las universidades; y luego la industria,
ciertamente, pero para eso necesito gente que salió de las universidades,
y que luego sean contratados por la industria y ahí generen el tipo
de conocimiento y desarrollo que permite que una empresa sea más exitosa.
Ese concepto no está y por eso hay una distorsión sobre lo que
las universidades, que no son apoyadas en la medida debida porque el concepto
es sacar administradores, abogados, contadores y psicólogos. El concepto
de tener un nutrimento económico importante para hacer investigación,
en todos los campos desde filosofía hasta física de estado sólido,
no está metido en el radar de los gobernantes mexicanos. Nunca lo ha
estado.
CR: Del otro lado, ¿está en el radar de los
científicos la responsabilidad de la investigación y de los
temas prioritarios para el país?
JS: No, no en todos. Hay factores estructurales que, cuando
se llevan a los extremos a los que lo hemos llevado, empiezan a ser limitantes.
El hecho de que uno está en ciencia para generar conocimiento, independientemente
de si se aplica o no se aplica; lo que importa es que sea original, de calidad
y aceptado por los pares. Es correcto y yo estoy de acuerdo con eso, pero
es el resultado de una falta de cultura de que viven en una sociedad y para
una sociedad y que cuando estudian en una universidad pública, con
recursos de la sociedad, hay una responsabilidad de esa institución
hacia la sociedad que la está manteniendo. Es como un elemento de pertenencia
a la sociedad.
Y esto también se ha prestado a distorsiones de muchos tipos. Desafortunadamente
algunos cuates que no la hacían bien, desde el punto de vista académico,
pero estaban en la academia y debían mantenerse ahí, e inventaban
cosas de aplicación de la ciencia a los problemas sociales y en realidad
estaban haciendo basura. Y esa basura se nota, y en los que estaban en el
extremo de la ciencia pura se empezó a generar un sentimiento
de desprecio a ese tipo de cosas, y eso produce un sistema de valoración
de la actividad académica con un sólo propósito: publicar
en Nature y en Science.
La conversión de la investigación fundamental a cuestiones que
resuelvan broncas reales de la sociedad en el país, tiene que darse.
Y se ha dado, que es lo peor de todo, pero la comunidad científica
no ha sabido transmitirle a la sociedad que muchas de las cosas que la han
beneficiado y que le han dado mayor bienestar vienen de investigación,
y que, consecuentemente, deberían clamar por una mayor inversión.
CR: ¿Ejemplos?
JS: En toda el área de salud, la elevación
de la esperanza de vida, disminución de mortalidad infantil, mortalidad
postparto, atención médica. Es investigación clínica,
pero está basada en trabajo, aquí y fuera, que se ha absorbido.
Otro ejemplo: ¿por qué no se cayó más del DF en
el temblor del 85, dada la potencia de ese temblor, y las peculiaridades del
territorio en el que una buena parte de la ciudad estaba plantada? Estamos
hablando de ingeniera sísmica y de la generación, de ahí,
de esa investigación básica, a reglamentos de construcción.
Y toda la urdimbre jurídica del país se hizo por investigación
de juristas mexicanos, la mayor parte de ellos en universidades.
El manejo de nuestros recursos, la protección de la biodiversidad,
está basada en investigación hecha aquí, esa sí aquí,
porque los ecosistemas son de aquí, no vienen de Canadá. En
el área del capital natural vivo del país, hay una conexión
entre la gente que está generando conocimiento y los usuarios. Yo lo
veo: CONABIO juega justamente ese papel de puente, entre uno y otro, generando
confianza entre todos.
Se necesita desarrollar confianza en nosotros mismos, para usar la información
que tenemos y no llamar a una compañía de fuera, aunque en algunos
aspectos sea necesario porque no contamos con toda la gente. Confianza en
el capital humano.