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Diseño y Comunicación Visual en la educación

Antropología física forense: cultura, biología y leyes

Lilia Escorcia Hernández
Joligud Broders
  • Uno
  • Dos
  • Tres

Introducción

La antropología física forense, tradicionalmente definida con el propósito de identificar restos de individuos esqueletizados, calcinados o en descomposición avanzada, ha sido vinculada al concepto de muerte criminal. Sin embargo, aunque su connotación emerge del positivismo, contenido en las teorías criminológicas del siglo XIX, la noción tradicional se institucionalizó en los Estados Unidos de Norteamérica con la identificación de los combatientes caídos en las guerras de la primera mitad del siglo XX. Más aún, los acelerados cambios tecnológicos en las políticas económicas y demográficas mundiales del sistema capitalista, han desencadenado un incremento de problemas relacionados también con la identificación de personas vivas que encara el especialista en el presente siglo, con la necesidad de retomar las categorías esenciales de la cultura y de la biología humana en el marco del ordenamiento jurídico y el menester de reconfigurar la caracterización que aquí se presenta y que enarbola el Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM1.



1 Para conocer sobre el desarrollo de la antropología física forense en México ver a Lagunas (2006), Lagunas y Reyes (2009), Márquez (2013).

El concepto

La antropología forense es la aplicación de los métodos y las técnicas de las ciencias antropológicas en el contexto legal, es decir, el vínculo entre la antropología y el sistema de normas y leyes de cada sociedad. De tal forma, la antropología física forense, a partir del estudio de la diversidad biológica de las poblaciones y sus conocimientos en ontogenia, somatología y osteología, contribuye al sistema de justicia legal con la individualización de los rasgos biológicos, algunos de ellos modificados culturalmente, con el fin de identificar individuos. Su participación puede ser en casos de carácter penal o civil.

Desde esta disciplina, por medio de diferentes técnicas, se ha desarrollado una gran cantidad de estudios que parten de la observación de rasgos poblacionales y posteriormente fungen como modelos de referencia con fines de estimación de la edad, la determinación del sexo, la estatura, el origen biológico, así como las particularidades individuales como cicatrices o cualquier otra marca o lesión en el cuerpo o en el esqueleto. El Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la Universidad Nacional Autónoma de México tiene como propósito desarrollar investigaciones de este corte en población mexicana, que desde luego sean aplicables a la identificación de personas en el contexto legal, además de la formación profesional, así como la difusión y divulgación de esta actividad en México.

El Laboratorio de Antropología Forense

Figura 1. Aproximación facial escultórica elaborada por Edgar Gaytán Ramírez. Fotografía: Valente Romero, cortesía de Fundación UNAM. Los antecedentes del Laboratorio de Antropología Forense (en adelante, LAF) datan de mediados de la década de los noventa, cuando el Instituto (IIA-UNAM), en colaboración con la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), desarrolló y puso en marcha el programa de retrato asistido por computadora La cara del mexicano (SERRANO et al., 2000). Éste cual consistió en la recopilación de una amplia base de datos de fotografías de los rostros de 2890 hombres y mujeres adultos y subadultos de la República Mexicana, para conformar un set con las formas de los rasgos faciales más representativos, como herramienta básica para la elaboración de la técnica de retrato compuesto, mejor conocida como retrato hablado, de individuos presuntamente implicados en delitos, así como de víctimas del crimen, a partir de la descripción visual de los testigos de hechos. Actualmente, el programa se utiliza en casi todas las Procuradurías de Justica del país y, recientemente, también se emplea en la elaboración de retratos compuestos a partir del cráneo (ESCORCIA et al., 2010; ESCORCIA et al., en prensa).

Una década más tarde, se realizó un estudio para evaluar el grosor del tejido blando facial, a partir de una muestra de cadáveres del Servicio Médico Forense de la Ciudad de México (VILLANUEVA et al., 2006). Como resultado se obtuvo una tabla del promedio de los espesores faciales en población mexicana, la cual se utiliza para elaborar esculturas faciales y retratos compuestos, a partir del cráneo.

Entre el 2002 y 2005 se inició el rescate de los restos óseos contemporáneos de dos cementerios del estado de Hidalgo (ESCORCIA, 2002; VILLANUEVA, 2005) como apoyo a las actividades de restauración arquitectónica de las iglesias de los cementerios. Los restos óseos no reclamados de uno de ellos, se depositaron en custodia del recién creado LAF, en el año 2004. A partir de este proyecto, se han presentado más de catorce tesis de grado y posgrado, se impartieron cursos, talleres y conferencias, y se establecieron algunas colaboraciones con otras instituciones.

Desde entonces, en el LAF se realizan estudios, cursos y talleres relacionados con los temas de identificación médico legal, dimorfismo sexual2, edad biológica y aproximación facial, entre otros (Figura 1).



2 El término dimorfismo sexual se utiliza aquí para referirse a la condición de dos formas biológicas o aspectos anatómicos diferentes en la especie humana: masculino y femenino.

De la cabeza a los pies

La antropología física forense sienta sus bases teórico-metodológicas en el modelo de interpretación bioantropológico, también conocido como biocultural (GOODMAN y LEATHERMAN, 1998). Es por medio de los conocimientos en ontogenia, somatología y osteología que se realizan los estudios científicos, así como los trabajos de aplicación o dictámenes, en esta materia.

La ontogenia estudia el crecimiento, desarrollo y declive morfofuncional de los individuos durante su vida, desde la concepción hasta la muerte. Los conocimientos sobre los procesos de las diferentes etapas de la vida humana (infancia, adolescencia, adultez y senectud) auxilian en el reconocimiento de personas que legalmente carecen de documentos de identidad (acta de nacimiento, carnet, tarjeta o credencial) y cuya edad se desconoce. El tema plantea un sinnúmero de situaciones en sociedades contemporáneas con altos índices de violencia y criminalidad, tales como el tráfico de menores, pornografía infantil, turismo sexual, lenocinio, pederastia, abuso, acoso, explotación, violación, maltrato, asesinatos, abandono y desprotección social, sobre todo en sectores de mayor vulnerabilidad, como los menores de edad, personas en condición de calle y orfandad, adultos mayores, indígenas, migrantes ilegales, así como afectados por emergencias por desastres naturales o guerra.

Figura 2. Pubograma de Tanner con las etapas del desarrollo de los caracteres sexuales secundarios de niñas y niños. Ilustración: Tzayhri Santos, FAD-UNAM.

La acreditación de la identidad por medio de un documento, es requerida no sólo en acciones legales, sino también para acceder a derechos y programas sociales relacionados con la salud, la alimentación y el trabajo, entre otros. Cada sociedad norma su sistema de justicia para establecer patrones conductuales semantizados culturalmente de acuerdo con las etapas de la vida: la mayoría de edad, las relaciones sexuales consentidas, el matrimonio, la vida productiva, la etapa laboral, la edad de la jubilación, entre otras, a través de códigos y leyes en pro de la protección de los derechos humanos y garantías individuales. Sin embargo, ciertos elementos culturales, como los usos y costumbres de algunas sociedades, ponen en riesgo tales garantías. Un ejemplo de esta situación son los matrimonios forzosos o concertados de adultos con infantes, con secuelas biológicas, psicológicas y legales.

Figura 3. Radiografía panorámica dental (ortopantomografía) de un individuo de 15 años de edad. Imagen: Carmen Granados, cortesía de la Facultad de Odontología, UNAM.

Las técnicas para el reconocimiento de la edad en personas vivas o cadáveres se realiza por medio de la valoración morfoscópica de caracteres sexuales secundarios (Figura 2) (TANNER, 1986; HUANG et al., 2009), la pérdida de masa ósea (SORG et al., 1989; FEIK et al., 2000; AGARWAL y GRYNPAS, 2009; MAYS, 2006) y la aparición de centros de osificación primaria y secundaria a través de procedimientos radiográficos (SCHMELING et al., 2008; GARAMENDI y LANDA 2010; GARAMENDI et al., 2011; SCHMELING et al., 2011; DAVIES et al., 2013; O’CONNOR et al., 2013), así como la valoración morfoscópica y radiográfica de los dientes (Figura 3) (SOLARI y ABRAMOVITCH, 2002; OLZE et al., 2004; CAMARIERE et al., 2012; THEVISSEN et al., 2012; TUTEJA et al., 2012). Entre otras, la representación gráfica facial de la progresión de la edad auxilia en casos de menores sustraídos de los que se desconoce su apariencia actual (ALBERT et al., 2007) (Figura 4).

Figura 4. Progresión de la edad de un infante: a) fotografía original al año y medio, b) ilustración digital a los cinco años, c) ilustración a lápiz a los cinco años. Fotografía e ilustración: Bruno Ramírez, FAD-UNAM.

La somatología estudia la variabilidad de la expresión fenotípica3 poblacional de los rasgos faciales y corporales. Las diferentes formas de la cara y del cuerpo son las características de identificación individual y un referente de la pertenencia al origen de un grupo biológico. Sin embargo, estas formas pueden verse modificadas no sólo por lesiones involuntarias como cicatrices, traumas o alguna patología, sino también por prácticas culturales intencionales, como cirugías estéticas, tratamientos odontológicos, tatuajes, perforaciones o injertos óseos, entre otros, con propósitos ideológicos, estéticos o clínicos. Tales rasgos culturales son un referente identitario o de pertenencia a un grupo, así como elementos de identificación en los procedimientos médico-legales (Figura 5).

Figura 5. Modificaciones corporales intencionales: implantes de teflón en la cabeza, extensiones de los caninos, tatuajes y perforaciones. Foto: Jesus Pedraza. De tal forma, se utiliza la descripción y comparación morfoscópica, y a veces métrica, de las formas faciales (VILLANUEVA, 2010) y corporales con el material gráfico como fotografías y videograbaciones de la víctima de algún delito o persona presuntamente involucrada en algún hecho. Las técnicas más utilizadas son la sobreposición de imagen de la cara (FENTON et al., 2008; GORDON y STEYN, 2012), la elaboración de retratos compuestos (SERRANO et al., 2000), la identificación de la estatura a través de la geometría (ANGELIS et al., 2007), hasta la identificación biomecánica de patrones de la marcha o el caminar de alguna persona (LARSEN et al., 2008).

La osteología estudia las características anatómicas y particularidades de los restos de la estructura esquelética de un individuo (Figura 6). Los rasgos observados pueden ser la huella o marca, no sólo del reflejo de su vida cotidiana, sino también de alteraciones o modificaciones intencionales que han quedo en los huesos y dientes, tal como se ha mencionado arriba, producto de lesiones o intervenciones quirúrgicas voluntarias e involuntarias, u otro tipo de alteraciones de carácter ideológico o estético, como las extensiones de los dientes caninos.

El análisis osteológico tradicionalmente inicia con la respuesta a cuatro preguntas básicas de individualización: origen o filiación biológica, sexo, edad y estatura. Sin embargo, en el contexto forense, son diez las que se han de responder, incluyendo las cuatro ya mencionadas: si es hueso u otro material, si los huesos son humanos o de animal, si son restos óseos contemporáneos o antiguos, qué huesos están presentes, cuántos individuos son, cuál es el origen o filiación biológica, el sexo, la edad, la estatura, y finalmente, cuáles son las características particulares que lo individualizan y que lo llevarían a la posible identificación (REICHS, 1998). En esta última, se toma en cuenta la presencia de todas las marcas o lesiones en los huesos como fracturas, huellas de trabajo, prótesis o patología, entre otros.

Este método osteológico también se emplea en la identificación de cadáveres en avanzada putrefacción, momificación, calcinados, víctimas de desastres masivos y, asimismo, en casos de desmembramiento y descuartizamiento.

Figura 6. Esqueleto completo del Laboratorio de Antropología Forense del IIA-UNAM. Foto: Lilia Escorcia.

La técnica principal se basa en la observación morfoscópica y métrica de cada hueso, pero también se auxilia de otras, como la histomorfología (TIESLER et al., 2006), la imagenología: radiográfica, sonográfica, imagen de resonancia magnética y tomografía computarizada (CHIBA et al., 2013; KETTNER et al., 2013); y de las técnicas físico-químicas: isótopos estables, radio carbono, combustión ósea, entre otras (PIGA y MALGOSA, 2012).

Estos métodos antropofísicos suelen complementarse con otros de la arqueología (JÁCOME y ESCORCIA, 2015; MENEZ 2005), la historia (SALADO y FONDEBRIDER, 2008) y la etnografía (QUEVEDO-HIDALGO, 2008), tanto para el análisis e interpretación de casos de incumbencia médico legal, como para investigaciones académicas con propósitos de identificación.



3 Se denomina fenotipo a la manifestación morfoscópica de los rasgos biológicos de un organismo, como resultado de la expresión genética y medio ambiental.

Los caminos

De entre algunos estudios de referencia de aplicación a casos de identificación de restos óseos desarrollados en el LAF se encuentra el de antropología dental (FLORES, 2008) y el de dimorfismo sexual (ESCORCIA, 2008). El primero toma como punto de partida la morfología de los dientes para valorar el grado de mestizaje de una población del Centro de México, lo cual contribuye con el estudio sobre los movimientos poblacionales (migración), origen y parentesco, con la finalidad de ubicar las frecuencias dentales en un contexto espacio-temporal provisto por la antropología dental, para, a partir de esta morfología, tener indicios sobre la afinidad biológica o grupo de origen. El segundo, sobre el dimorfismo sexual, utiliza el método estadístico de las funciones discriminantes en una población de referencia con datos conocidos para generar fórmulas que logren identificar el sexo de un individuo a partir de sólo algunas medidas óseas (Figura 7).

Figura 7. Fragmento óseo de tibia izquierda, a partir de la cual se puede obtener el diámetro transverso y anteroposterior a la mitad de la diáfisis, para determinar el sexo por medio de funciones discriminantes en población mexicana, según Escorcia (2008). Fotografía: Víctor H. Sánchez, cortesía archivo UNAM.

Los métodos y técnicas utilizados en el LAF se han aplicado en numerosos casos, algunos en la identificación de personas presuntamente acusadas de algún delito y otras veces en restos óseos. Para ilustrar ambas aplicaciones, se ejemplificará con dos casos. En el primero, se realizó un peritaje somatoscópico con el fin de comparar los rasgos físicos de un procesado, acusado presuntamente de delito por secuestro, con tres testimonios de hecho de los agraviados y un retrato compuesto elaborado por la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal. En conclusión, el estudio reveló que la persona señalada con sólo cuatro rasgos de identificación por dos declarantes (sexo, estatura, complexión y color de piel), no coincidía con el retrato compuesto elaborado a partir del testimonio del tercer declarante, ni tampoco con la descripción física que hace del acusado. El ejemplo sienta el vacío de profesionales expertos en el sistema de justicia de nuestro país y por consiguiente la carencia de los métodos y técnicas adecuados.

El segundo ejemplo ilustra el caso de dos dictámenes antropofísicos en controversia, por medio de la técnica de sobreposición de imagen cráneo fotográfica, que consiste en encontrar las coincidencias o discordancias de puntos antropométricos faciales entre uno y otra, con el fin de saber si el cráneo corresponde positivamente con la fotografía. El estudio del tercer dictamen reveló que a pesar de utilizar la misma técnica en ambos, el complemento de software de cómputo y el uso adicional de las técnicas de aproximación facial escultórica utilizadas en este último, permitieron con claridad observar y señalar los puntos anatómicos discordantes entre la fotografía y el cráneo, es decir, que no se trataba de la misma persona.

Conclusiones

La antropología física forense tradicionalmente se ha empleado para identificar restos óseos esqueletizados, en avanzado estado de putrefacción, calcinados o provenientes de desastres masivos, desde la base teórico metodológica de la osteología antropológica. Sin embargo, los acelerados cambios sociales y tecnológicos en el último par de décadas, traen consigo nuevos retos y exigencias científicas para encarar los problemas actuales, entre ellos, los provenientes de la migración. En este sentido, la antropología física expande sus conocimientos de ontogenia y somatología a la esfera médico legal. Producto de ello es el contenido de las recientes publicaciones en la literatura antropofísica (SCHMITT et al., 2006; DAVY-JOW et al., 2013), tendencia en la que se inserta el LAF del IIA-UNAM. fin

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2015 Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Lilia Escorcia Hernández
Académica del Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.

Lilia Escorcia Hernández Antropóloga física egresada de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), con maestría y doctorado en Antropología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); diplomados en Antropología Forense y en Peritaje en Ciencias Antropológicas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
Tiene experiencia en investigación como coordinadora y colaboradora de proyectos interinstitucionales, así como en desarrollo y elaboración de dictámenes periciales y publicaciones en materia de antropología y arqueología forense. Sus principales temas de investigación son el dimorfismo sexual, la estimación de la edad y la aproximación facial.
Ha sido ponente en congresos nacionales e internacionales y docente universitaria. Y conformó una colección osteológica contemporánea que se alberga en el Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, donde actualmente es académica.

Actualizado hasta octubre, 2015.


ESCORCIA HERNÁNDEZ, Lilia "Antropología física forense: cultura, biología y leyes", Revista Digital Universitaria, 1 de octubre de 2015, Vol. 16, Núm. 10. Disponible en Internet: <http://www.revista.unam.mx/vol.16/num10/art84/index.html> ISSN: 1607-6079.

Antropología física forense: cultura, biología y leyes

Lilia Escorcia Hernández

El presente trabajo aborda la categoría tradicional de la antropología física forense asociada al concepto de muerte, con el propósito de plantear la reconfiguración de un concepto incluyente, retomando los principios teórico-metodológicos originales, en los que la cultura y la biología se insertan en el marco legal. Ésta es la línea que sigue el Laboratorio de Antropología Forense del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM.

Palabras clave: antropología forense, identificación, ontogenia, somatología, osteología.