30 de Junio de 2001 Vol.2 No.2

Semblanza de Leopoldo García-Colín Scherer

El Dr. Leopoldo García-Colín Scherer recibió el grado de Químico en la Universidad Nacional Autónoma de México en 1953. Posteriormente obtuvo el doctorado en Física en la Universidad de Maryland en 1960. Ha sido profesor de la Universidad de Puebla, la Escuela Superior de Física y Matemáticas del Instituto Politécnico Nacional y la Facultad de Ciencias de la UNAM. Actualmente es profesor de la unidad Iztapalapa de la Universidad Autónoma Metropolitana, de la que es fundador.

Fue subdirector de Investigación Básica de Procesos en el Instituto Mexicano del Petróleo e investigador del Instituto de Investigaciones en Materiales de la UNAM. Es investigador nivel III del Sistema Nacional de Investigadores; ingresó al Colegio Nacional en 1977, y recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes en 1988. En ese mismo año fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias del Tercer Mundo. Su interés profesional gira alrededor de la Física Estadística de Sistemas Fuera de Equilibrio; la Termodinámica Irreversible no Líneal; los Fundamentos de la Cinética Química; la Hidrodinámica; la Superfluidez, y la Transición Vítrea.

El doctor García-Colín Scherer nació en la ciudad de México el 27 de noviembre de 1930. Su padre era Leopoldo García-Colín, quien "venía de una familia de cierto rango cultural, aquí en la Ciudad de México, en la época del Porfiriato". Lo recuerda como un hombre sumamente brillante, aunque introvertido, pero muy brillante. En primer lugar, lo tiene presente como un artista nato. Recortes de periódico dan constancia de que "en la Universidad de Illinois lo consideraban el mejor saxofonista que habían tenido en el campus en muchos años. Es más, le decían el 'Duke' Colín, en alusión a Duke Ellington". No sabe dónde aprendió, pero recuerda que su padre también tocaba el piano, perfectamente y de memoria, aclara. Por razones familiares estudió química, explica, pero su pasión más grande fue el deporte conocido como Jai Alai, que en vasco quiere decir "fiesta alegre" y que se conoce técnicamente como frontón cesta-punta. El doctor García-Colín muestra orgullo de que su padre se hizo merecedor a varios trofeos, y de que a los 18 años fue campeón nacional y a los 20, campeón mundial de Jai Alai.

Al referirse a su madre, cuenta que ella se educó en Estados Unidos y que quería ser médico, pero "mi abuelo decía que las mujeres no podían ser médicos", por lo que se dedicó a otras cosas de la época. Entonces "estudió lo más cercano a la medicina: la educación física, disciplina en la que obtuvo una maestría y se desenvolvió como una excelente nadadora, a grado tal que llegó a implantar dos récords nacionales". El doctor García-Colín opina que la suya era una familia que tenía un alto respeto por la cultura. Rememora que su abuela también tocaba el piano y que los domingos se sentaba a ejecutar algunas piezas a cuatro manos con su padre, mientras se sentaba en un escalón a escucharlos. Gracias a que tocaban música clásica, sobre todo la de Verdi, considera que siempre ha sido un apasionado de la música de este autor.

Con respecto a la educación que recibió en su casa, menciona que no fue netamente conservadora, acorde con la de la época postporfiriana, pues sus padres eran muy liberales para su época, lo que contribuyó mucho en su carácter. Aunque la educación que le dieron sus padres tenía una componente anglosajona, el doctor García-Colín pronto logró comprender algunas ventajas derivadas de ello, pues afirma que aprendió a hablar inglés casi al mismo tiempo que el español: "cuando pienso en un problema científico, pienso en inglés, no en español. Leí mucho en inglés y mucho en español, porque siempre nos inculcaron la lectura". Opina que el ingrediente más importante en su familia, fue la libertad de pensamiento.

Por otra parte, el doctor García-Colín recuerda que no era un niño a quien le hicieran muchos regalos de juguetes: "al contrario, se nos invitaba a idear juegos y a entretenernos a base de nuestros propios recursos", porque obtener algo de sus padres era finalmente el premio a un esfuerzo mostrado, como recibir un reloj después de probar su excelencia en la preparatoria. Así, se manifiesta convencido de que su entorno familiar fue una "mezcolanza" de disciplina y observancia de ciertas reglas, las cuales en opinión de sus padres eran imprescindibles para ser un ciudadano útil en la vida, con libertad de pensamiento. Fue en ese entonces cuando, con la influencia de la profesión de químico de su padre, se interesó mucho por esta ciencia: "al grado que él mismo me ayudó y me compró juegos para hacer experimentos, con los que armé un pequeño laboratorio en mi casa".

Así se inició en la química: jugando. Le gustaba ir al laboratorio de su padre para que le hiciera "experimentitos. Hacía agüitas de colores y poco a poco fui tomando el gusto por llevarme sustancias a mi casa, además de que me compraba mis matraces y me regalaban juegos de química en Navidad. Allí en mi casa, en el garage, tenía mi pequeño laboratorio. El doctor García-Colín explica que jugaba a la química inteligentemente, supone, porque además de tener algunos "libritos", su papá lo orientaba.

No obstante, cuando ingresó a la preparatoria, admite que tuvo una confrontación interna, pues en unas vacaciones, en un paseo por el Centro, concretamente en una librería de la calle Madero, encontró un libro con el título Las Partículas. Cuenta que le llamó la atención el título, motivo que fue suficiente para comprarlo. En esas vacaciones lo leyó y realizó todos los ejercicios que contenía. A partir de entonces también se interesó por la física.

Comenta que no era difícil la elección de una carrera en esa época, porque no había tantas opciones como ahora. Por ejemplo, expone, la preparatoria estaba dividida en cuatro bachilleratos: ciencias sociales, ciencias biológicas, ciencias fisicomatemáticas y ciencias fisicoquímicas, por lo que, al escoger una de las opciones, se tenía acceso a diversas facultades: "en ciencias sociales uno podía entrar a derecho, filosofía y, supongo, comercio. Los que salían de ciencias biológicas, generalmente iban a medicina. Quienes cursaban las ciencias fisicoquímicas, sus opciones eran la química y la ingeniería química, mientras que para las fisicomatemáticas, lo eran la ingeniería y la ingeniería civil, sobre todo esta última". Considera que si ahora están poco desarrolladas el resto de las ingenierías en México, en aquél entonces su progreso era menor.

En relación con las pocas opciones que en su tiempo había para estudiar, el doctor García-Colín aún tiene en su memoria a un amigo que estudiaba matemáticas en la facultad de Ciencias de la UNAM, a quien le confió que quería estudiar física. "¿Pero eso no existe, verdad?", le preguntó. La respuesta que obtuvo fue más que precisa: "¡cómo que no existe! Te voy a llevar a donde está la facultad de ciencias". Con documentos en la mano, que acreditaban sus estudios de tres años en la carrera de química, acudió a la ventanilla de la Facultad de Química con la intención de que le revalidaran materias para estudiar física. Menciona que la señorita encargada de la ventanilla de química era Luchita Castelazo, "como todas las señoritas de las ventanillas". Recuerda que delante de él estaba formada "una chica que quería estudiar ingeniería química, a quien Luchita la puso como lazo de cochino. Le echó una perorata de quince minutos sobre cómo una mujer va a trabajar en una fábrica al lado de obreros. Después de agregarle que eso no era femenino, le negó la inscripción en la carrera". Con el temor de estar frente a Luchita, al llegar su turno le presentó sus documentos. Después de ser interrogado sobre su intención de estudiar física, la encargada de la ventanilla le hizo la revalidación.

No obstante, al cursar el tercer año en la Facultad de Ciencias, su padre le recomendó terminar sus estudios de química, a lo cual accedió. Una vez concluidos, no obstante, se dedicó a la física, sin quitar "el pie de la química".

Aunque se doctoró en física, el doctor García-Colín opina que por razones del destino la persona que dirigió sus estudios aquí en México, Don Alejandro Medina, para él quizá el hombre más inteligente que haya conocido, era ingeniero químico y también profesor en ciencias químicas: "de hecho él dirigió mi tesis de licenciatura en química, que por cierto nadie entendió de qué se trataba". A esto agrega que cuando viajó a Estados Unidos a estudiar su doctorado en física, se enteró que su profesor Elliott Montroll tenía una licenciatura en matemáticas, una maestría en química y un doctorado en física. Desde entonces inició su "enorme" afición por entender los fenómenos "que ocurren en esa frontera muy borrosa, entre la física y la química. Hay un dominio de fenómenos en la naturaleza, donde se tratar de decir: esto es física y esto es química. Es muy difícil".

Para el doctor García-Colín, ir a Estados Unidos fue una aventura personal, pues su viaje lo realizó en "franca rebeldía" con algunos de sus profesores, quienes no querían que se fuera. En su intento por viajar a ese país, escribió cartas a varias universidades. Fue satisfactorio para él saber que lo aceptaron en dos universidades: Princeton y Maryland. Eligió Maryland, que tenía mucho menos prestigio académico que Princeton, porque allí se encontraba el mejor bloque de mecánica estadística de Estados Unidos, además de que en ese estado se hallaba Elliott Montroll, con quien fue a trabajar gracias a Marcos Moshinski, de quien recibió clases de mecánica cuántica en 1954: "me recomendó con una muy buena carta con el jefe del departamento de física de la Universidad de Maryland, John Paul, compañero de Moshinski en Princeton.

Cuenta el doctor García-Colín que no viajó con beca a Maryland, sino con un contrato de ayudantía que lo obligaba a dar veinte horas de clases a la semana. Esta ayudantía de profesor en los cursos de física elemental, dirigidos a quienes ingresarían a ciencias o ingeniería, le permitía obtener veinte créditos para su doctorado. Después de su doctorado en física, permaneció un año más como asociado de investigador, en cuya plaza percibía un sueldo de 400 dólares mensuales, una fortuna para él. Posteriormente recibió algunas ofertas de trabajo para establecerse en Estados Unidos, entre ellas la de Elliott Montroll, cuando lo nombraron director de investigación de IBM: "me dijo: 'si quiere venir a trabajar, aquí tiene las puertas abiertas'. En aquél entonces el sueldo era de más de 12 000 dólares al año, que en aquél entonces era una fortuna. En 1960, 12 000 dólares en Estados Unidos era un dineral. En mi caso el 'alto mando' dijo que no quería vivir en Estados Unidos. Entonces nos regresamos".

El doctor García-Colín clasifica su trabajo en tres partes: "el trabajo de carácter educativo, o sea, el papel que he jugado en la enseñanza de las ciencias en México; mi trayectoria como administrador o jefe de un grupo de investigación, cuya experiencia adquirí en el Instituto Mexicano del Petróleo, y mi productividad científica". En los tres ámbitos de su desarrollo profesional, opina que ha hecho "contribuciones más o menos buenas" en México. Científicamente, agrega, algunas son reconocidas internacionalmente.

Por otra parte, alude que cuando regresó de Estados Unidos no tenía trabajo. Menciona que gracias al Ing. Eugenio Méndez Docurro, entonces director del Instituto Politécnico Nacional, logró quedarse en México, pues a través de un colega suyo, el Dr. Víctor Flores Maldonado, fue invitado a colaborar en la creación del ahora Centro de Investigación y Estudios Avanzados (CINVESTAV) del propio IPN. Fue así como en 1964, cuatro años después de su regreso, volvió a hacer investigación: "allí desarrollé una teoría para explicar fenómenos fuera de equilibrio en gases densos. Esa fue una contribución que tuvo mucho éxito y es muy reconocida, pues está consignada en libros. No hay libro de teoría cinética que no se refiera a ese trabajo".

En 1967 llegó al Instituto Mexicano del Petróleo (IMP), donde sólo había tres investigadores y tres expertos en computación. El grueso del presupuesto, acota, estaba orientado a hacer, fundamentalmente, catálisis, trabajo periférico a ésta y, sobre todo, formar gente. El doctor García-Colín califica como curioso el hecho de que el químico y el ingeniero químico, egresados en ese entonces, no estaban preparados para este tipo de retos, porque carecían de las bases. Entonces, para formarlos, "mucha gente" fue enviada a doctorar al extranjero. A su regreso al Instituto Mexicano del Petróleo, se ocupaban sólo de problemas de PEMEX. Unicamente el 10% del trabajo estaba enfocado a la ciencia básica, como soporte a toda investigación aplicada de la División. Fue así como el grupo de investigadores creció de 3 a 120 personas.

En relación con la divulgación de la investigación, el doctor García-Colín se refiere a Ciencia desde México como un "esfuerzo bestial", destinado al público inteligente y culto, pero no especialista en la materia, es decir, a gente con una preparación similar a secundaria y preparatoria, indica. "No es cierto que todos los libros de la colección, incluyendo uno mío, estén a ese nivel, pero la idea es llegar a eso. Ya vamos en el ejemplar número 155, de la colección de ciencia popular más grande que hay en el mundo". A manera de reflexión, indica que escribir un libro para comunicar conceptos científicos a un público general, siempre es lo más difícil de realizar. Su último libro, Líquidos Exóticos, lo considera como el mejor que ha hecho, "porque no tiene una sola fórmula. Es puro cuento, pero un cuento con relatos amenos, sobre una serie de fenómenos que normalmente la gente no conoce. Estos deben ser libros basados en analogías, en ejemplos de la vida cotidiana, para que los muchachos entiendan".

El doctor García-Colín ha participado en cuatro instituciones de educación superior: el Instituto Politécnico Nacional, la Universidad Autónoma de Puebla, la Facultad de Ciencias de la UNAM y la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa. "De tres de ellas soy fundador: el IPN, la UAM-Iztapalapa y la Universidad Autónoma de Puebla. En esta última fui miembro del primer equipo de tiempo completo preocupado por formar un grupo de física, teórica y experimental. A la Facultad de Ciencias llegué para crear un grupo de investigación en 1967". Llegó a la Unidad Iztapalapa de la UAM en 1975, para ser el primer jefe de un departamento que pretendía ser bidisciplinario en física y química. Su intención finalmente no prosperó, por lo que el área se separó en los actuales departamentos de química y física, de los que fue jefe hasta 1978.

El ser científico, afirma el doctor García-Colín, no significa sólo ser un experto, un conocedor a fondo de una especialidad científica, sino también realizar trabajos de calidad, susceptibles de ser reconocidos internacionalmente. En este sentido la ciencia no tiene fronteras, puesto que el investigador quiere contribuir al progreso del conocimiento, con sus mejores ideas hasta su consecución.

Finalmente, el doctor García-Colín está convencido de que la investigación sin docencia no tiene sentido, pues "la tarea fundamental de una persona que se dedica a cualquier actividad creativa, sobre todo en el campo de las ciencias y la ingeniería, es enseñar. Lo que este país necesita es enseñanza".


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