31 de marzo del 2002 Vol.3 No.1


Mario Lavista

Reconocido en México y el extranjero, Mario Lavista es en la actualidad uno de los compositores más importantes. Sus obras han sido interpretadas por los principales directores y orquestas de nuestro país, así como por las orquestas de Dallas, Pittsburg, San Antonio y la American Composers Orchestra. Es fundador y director de la Revista Especializada Pauta. El gobierno francés le otorgó una beca para estudiar en la Schola Cantorum, y además recibió algunos cursos en Colonia y Darmstadt. En el Conservatorio Nacional de Música, así como en varias universidades de Estados Unidos, imparte cátedras de composición y análisis del lenguaje musical en el siglo XX. En 1991 recibió el Premio Nacional de Ciencias y Artes y es miembro de la Academia de las Artes. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes también lo ha distinguido como creador emérito. Fue becario de la Fundación Guggenheim, para escribir la obra Aura en un acto. Compuso la música para las películas Cabeza de Vaca, María Sabina y Mujer Espíritu, entre otras. Recientemente fue nombrado miembro del Colegio Nacional y es Artista Emérito del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA.

El maestro Mario Lavista está convencido de que los sonidos dicen y expresan algo, y de que la música, de una u otra manera, es una gran depositaria de la memoria y la historia del hombre. Dice sentirse un músico simplemente y que siempre lo ha sido, por lo que tiene aversión a considerarse como alguien que tiene una profesión, una carrera, en la música, porque una carrera "siempre se piensa en términos de éxito o de logros económicos". Considera que cada quien es lo que es por fatalidad. No en el sentido peyorativo, pero él mismo opina que es músico por esta razón: "pienso que fatalmente tuve que ser músico. Quizá no es algo que yo elegí. Quizá es algo que me fue dado".

Mario Lavista expresa que siempre ha estado acompañado de la música, pues desde niño la ha escuchado. Desde que recuerda haber oído música, "para mí fue el arte a través del cual entendía el mundo, oía al mundo, entendía a las personas. Oía el rumor, digamos, de la tierra a través de la música". Cuando decidió ser un músico profesional, es decir, dedicado a la música, nunca lo hizo en términos de horario, carrera o éxito, afirma. Es así que cuando compone una obra, se enfrenta exactamente a los mismos problemas de hace 20 años, aunque ahora tiene mucho más oficio, reconoce. Enfrentarse a los problemas formales y estructurales para la creación de una obra, para el maestro Lavista siempre es como la primera vez. Por lo tanto "no puedo decir que cada vez soy un compositor de más éxito, porque no entiendo esos términos. Eso más bien pertenece al mundo externo, al comercial, al de la sociedad. Esos términos no tienen ninguna cabida en el mundo del arte, porque éste se rige por otro tipo de valores y vivencias". Por eso insiste en que la música no es una profesión, sino una forma de vida.

Mario Lavista comenzó a estudiar música a los 10 años. Se inició en el aprendizaje del piano con la maestra Adelina Benítez, en la escuela primaria. Recuerda sus primeras clases como "algo absolutamente fantástico". Recuerda que la maestra Benítez le enseñó a leer música, desde las claves de Sol y Fa. Confiesa que todo lo que aprendió se lo debe, en esencia, a ella. Al concluir la primaria y la secundaria, continuó con más dedicación sus clases de piano, al cual le dedicó más tiempo cada vez. Recuerda que en su casa no había piano, por lo que tuvo que continuar asistiendo a la casa de la maestra Benítez.

Al concluir sus estudios de secundaria, se enfrentó a un dilema: entrar a la Universidad o al Politécnico. Como en su familia se formó una tradición por la ingeniería, se enfrentó a un rechazo cuando externó su deseo por estudiar música. Se inscribió en una vocacional del politécnico, pero sólo llegó hasta el segundo año, "porque yo sólo quería estudiar música y decidí entonces reprobar todas la materias para que me corrieran del Politécnico y que no hubiera la menor oportunidad de que me volvieran a aceptar. Y bueno, después de no pocos problemas familiares, impuse el hecho de que a mí lo único que me gustaba en la vida era la música y que estaba dispuesto a dedicarle la vida completa a este mundo".

Mario Lavista continuó sus estudios particulares de piano. Cuando tenía 17 ó 18 años intentó ingresar al Conservatorio de Música, cuando su director era Joaquín Amparán, pero para su "sorpresa y desencanto" no fue aceptado, porque ya había rebasado la edad mínima: "ya no podía ser músico, porque ya había pasado demasiado tiempo. Fue uno de los días más tristes de mi vida, porque salí del Conservatorio de Música como un adolescente fracasado, pues se me negaba la entrada a esa escuela de música, para lo que yo había luchado".

El maestro Lavista considera que a la larga fue mejor que no lo hayan aceptado en el Conservatorio, porque gracias a eso Rosa Covarrubias, viuda de Miguel Covarrubias, lo presentó con Carlos Chávez, a quien hizo saber su incipiente vida de músico y su aspiración. Del maestro Chávez recibió un apoyo total, inclusive él mismo le dio algunas clases de piano y lo envió con otros maestros para aprender otras materias musicales, como armonía y contrapunto. Esto lo vivió de los 17 a los 20 años de edad.

Posteriormente continuó con sus estudios de música en clases particulares. Gracias a su aprendizaje en la armonía, descubrió su gusto por inventar temas musicales, "lo que podía hacer con más o menos cierta facilidad. Podía imaginar temas musicales y además escribirlos". Cuando cumplió 20 años le pidió al maestro Carlos Chávez le hiciera un examen de admisión para formar parte de su taller de composición en el Conservatorio de Música. Consideró afortunado haber acreditado el examen de admisión, porque le permitió entrar directamente al taller de Carlos Chávez. Opina que las condiciones de trabajo fueron las ideales, porque el maestro Chávez ofrecía una muy buena beca para la época: cada alumno tenía derecho a un salón con un piano, además de un tocadiscos y una discoteca con partituras, para trabajar durante 8 horas diarias durante 4 años. Recuerda que su enseñanza estaba basada en el análisis y la imitación de los grandes maestros, desde Bach hasta Debussy. No sólo Carlos Chávez fue su maestro, sino también Héctor Quintanar, asistente del maestro Chávez. Reconoce que fueron 4 años extraordinarios, con un ritmo de trabajo muy intenso. Mario Lavista describe al maestro Carlos Chávez como la persona con más capacidad de trabajo que haya conocido.

Mario Lavista confiesa que este ritmo de trabajo influyó en su manera de conocer. Además, el haber platicado con Carlos Chávez y Rodolfo Halffter, es decir, el haber conocido sus ideas sobre la música, y saber que es necesario un gran trabajo cotidiano para escribir unos cuantos compaces que valgan la pena, fueron factores que influyeron en sus estudios para adquirir su oficio de compositor: "durante cuatro años no hice otra cosa que componer música, al estilo Mozart, Beethoven o Chopin". Escribía música, dominando poco a poco los diferentes géneros instrumentales: los de cámara, los orquestales, los corales, etcétera.

Cuenta que posteriormente tuvo la fortuna de ser muy amigo del maestro Halffter, hasta su muerte: "recuerdo con mucho cariño haber ido a su casa y platicado con él sobre Giacomo Puccini, un músico que a los dos nos interesaba y nos gustaba muchísimo, además de saber sus puntos de vista sobre la bohemia. Era un diálogo muy fructífero.

El maestro Lavista explica que los músicos piensan directamente en términos de sonidos: "si yo fuera poeta, pensaría inmediatamente en términos verbales; si fuera pintor, en términos de imágenes o de colores. El músico piensa y yo pienso en términos de sonido. Entonces todo lo que uno imagina, lo que uno crea al interior de la mente, está, digamos, estructurado por relaciones entre los sonidos". El problema para el compositor, prosigue, es de qué manera esa imagen auditiva, sonora, va a ser escrita en un papel pautado, con símbolos convencionales de la escritura musical. Una vez que esa partitura es escritura, agrega, se convierte en un reflejo de una imagen sonora. En este sentido, Mario Lavista, a manera de interrogación, plantea de qué manera esa partitura, que va a ser descifrada y tocada por los intérpretes, y que va a tener una existencia en el mundo físico, va a representar la imagen que se tuvo previamente a la escritura. Así, el maestro Lavista afirma que el oficio de un compositor es dominar no sólo la escritura, sino también el paso de la idea sonora que se haya en la mente, a la escritura concreta que va a descifrar el intérprete.

Para Mario Lavista, en la historia de la música existen periodos en los que se ponen en tela de juicio muchos valores por largo tiempo establecidos, incluida la noción misma de música. Opina que el siglo XX, concretamente el paso del XIX al XX, es también una de las épocas a las que más se cuestionan sus valores estéticos. Esto se haya aparejado con los tres siglos en que occidente habló un solo lenguaje, el de la tonalidad. Precisamente ese lenguaje se pone en tela de juicio y se derrumba en el siglo XX. Agrega que entonces surgió una enorme cantidad de lenguaje. Para él "la música moderna es la suma de todas estas voces, la suma de todos esos rostros. Sería lo que conocemos como música contemporánea, música moderna". A este respecto, señala que durante el siglo XX se dieron varios movimientos de vanguardia en la música, entre los que destaca el de los años cincuenta y sesenta: "yo creo que este movimiento de vanguardia fue muy importante, porque nos enseña a escuchar la música de otra manera. Nos dio otras posibilidades formales. Nos permitió, por ejemplo, incluir el ruido en la música, el cual le era ajeno. Ahora sabemos que el ruido es un elemento importantísimo en la música".

Con relación al grupo Quanta, que el maestro Lavista formó con otros tres músicos para realizar improvisaciones, afirma que "entendíamos las improvisaciones musicales como la unión de dos procesos: el creativo y el interpretativo, que llevábamos a cabo simultáneamente". El grupo Quanta estuvo integrado durante dos años. El maestro Mario Lavista lo abandonó, al igual que dos músicos más, porque se dieron cuenta de que después de improvisar tanto tiempo, en algunos momentos empezaban a hacer uso de la memoria: "me pareció que eso ya no tenía sentido, porque lo que me interesaba era la improvisación y no el uso de la memoria para solucionar las improvisaciones". Después de esta etapa de improvisación musical, el maestro Lavista realizó muchas obras de música electrónica, que reconoce haber hecho por un interés más que nada intelectual, "porque me gustaba experimentar los diferentes procesos que involucran a la improvisación o la música electrónica. Después regresé a los instrumentos tradicionales y comencé a trabajar toda una serie de obras de música de cámara, intentando investigar todas las nuevas posibilidades técnicas y expresivas que los instrumentos tradicionales nos ofrecían y continúan ofreciéndonos". A partir de entonces Mario Lavista comenzó una etapa muy fructífera, enfocada a la composición de obras de cámara con instrumentos tradicionales, siempre en estrecha colaboración con el intérprete o intérpretes, comenta.

En su labor docente en el Conservatorio de Música, el maestro Lavista tiene una trayectoria de alrededor de 27 años. Comenzó a dar clases "como una forma de vida, un modus vivendi, porque como compositor no se puede vivir". Explica que el compositor siempre ha encontrado una alternativa para ganar dinero, esto después de dar clases, aclara. Descubrió en la docencia una actividad que le apasiona realmente: "me apasiona estar en contacto con los jóvenes músicos, para transmitirles mi amor y entusiasmo por este arte maravilloso". Así, como maestro de composición, señala que no puede enseñar al alumno a componer, porque no puede enseñarle a imaginar. Es el alumno el que tiene que hacer uso de su imaginación para crear un tema musical, agrega. "Yo no puedo enseñarle cómo hacerlo. Lo que yo sí puedo enseñarle es cómo desarrollarlo y cómo corregirlo desde el punto de vista formal. Entonces, para abordar un problema en particular, como el que tendría un alumno sobre problemas formales, recurro por ejemplo a un nocturno de Chopin, en el que exista un problema similar; o bien, a una fuga de Bach o una obra de orquesta de Debussy, simplemente para que se dé cuenta cómo los autores de diferentes épocas han resuelto un problema como el suyo."

Así, Mario Lavista añade que su clase en el Conservatorio está basada en el análisis de los grandes compositores, con el propósito de que sus alumnos, simultáneamente, intenten imitar un estilo al componer. En otras ocasiones les da plena libertad para que comiencen a inventar su propio lenguaje. Por otra parte, el maestro Lavista opina que la educación musical en México tiene una enorme falla, al no contemplar de una manera seria y regular la música del siglo XX, y "eso me parece catastrófico, porque a quienes estamos preparando son músicos que no son contemporáneos de esa música". Haciendo un símil, explica, "sería como pensar que en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad, en la carrera de literatura, el alumno se recibiera sin haber leído y analizado la obra de Franz Kafka, Thomas Man, Marcel Proust y James Joyce. Sucedería lo mismo si un pintor, después de muchos años de estudiar, saliera recibido como pintor sin haber visto un cuadro de Paul Klee o Pablo Picasso".

Mario Lavista comparte su satisfacción porque su hija bailó por primera vez una obra suya. Montó una coreografía dedicada a la memoria de su abuela, a quien "amó profundamente, por lo que decidió hacerle un lamento. Oyendo mucha música, decidió que lo más adecuado en cuanto a movimientos y estructuración de espacio, era una obra mía que se llama Lamento, para flauta baja, que compuse a la muerte de Raúl Lavista". En este sentido, el maestro Lavista se muestra complacido: "el día que fui al estreno tuve una enorme satisfacción porque mi hija estaba utilizando una obra mía". Lo único que espera en el futuro Mario Lavista es seguir tratando de hacer la mejor música, "que yo sea capaz de componer y que naturalmente se encuentre intérpretes interesados en ella. Lo que me parece fundamental es que haya oyentes que puedan escucharla y que los pueda acompañar en su vida. Eso es lo que el compositor quiere, que la música forme parte de la vida íntima, de la vida espiritual de un oyente".



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