31 de septiembre del 2002 Vol.3 No.3


Roger Bartra

El interés del Dr. Roger Bartra es hacer aportaciones en diferentes campos, desde diferentes perspectivas, así como internarse en territorios nuevos. Esta es una de sus fascinaciones que considera como permanente. Como antropólogo dice que siempre se ha internado en "terrenos desconocidos, distintos, otros, alternativos, extraños, raros..."Es hijo de los escritores Agustí Bartra y Anna Murià, catalanes que llegaron exiliados a México durante la guerra civil española. Nació en la Ciudad de México en 1942. Se graduó en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1967.

En la Universidad Nacional Autónoma de México se tituló como maestro en Ciencias Antropológicas y obtuvo el doctorado en sociología en La Sorbona, de la Universidad de París. En su trabajo como investigador se ha internado en temas diversos, como la situación agraria de México, la identidad nacional, la modernidad y la mitología europea. Es miembro del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM.Estudió antropología, aunque su primera prioridad fue estudiar una rama de esta disciplina: la arqueología.

En sus inicios escribió ensayos sobre arqueología y se centró en el problema de la estructura social de la antigua sociedad azteca y los mecanismos de tributación. Confiesa que después tuvo una especie de crisis, la cual define como política, pues al adquirir conciencia de los grandes problemas nacionales, se dedicó al estudio de éstos. Debido a esta inquietud estudió la carrera de antropología social, porque la arqueología le pareció "demasiado alejada, demasiado gris, demasiado poco comprometida y poco útil para enfrentar los grandes problemas nacionales".Con la idea de que podían surgir alternativas, dentro de la antropología social se enfocó en los problemas agrarios, porque le parecieron los más agudos en el campo, para el campesinado del México rural. Señala que se desengañó bastante pronto, porque al investigar al campesinado pudo darse cuenta de que "la problemática era bastante menos romántica de lo que yo imaginaba". No obstante, se dedicó durante algunos años al estudio de la problemática agraria, aun fuera de México. En Venezuela hizo investigaciones durante dos años, en la zona andina, en la frontera con Colombia, sobre el campesinado y el poder político en el campo durante los años sesenta.

Durante una parte de los setenta el doctor Bartra se dedicó a las cuestiones agrarias, tema que escogió para su tesis de doctorado, pero a mediados de esa década abandonó estos estudios para resucitar "un tema que había sido dado por muerto: la identidad, la identidad del mexicano y lo mexicano". Recuerda que desde que Octavio Paz escribió El Laberinto de la Soledad, los intelectuales mexicanos consideraban que este tema ya estaba extinto y que no era interesante volver a él. Cuando comentó que le "interesaba hacer un estudio etnológico dentro de esa temática, realmente pensaron que me había vuelto loco".Para apoyar sus investigaciones hizo estudios de identidad nacional y nacionalismo. Se alojó por un tiempo en Estados Unidos para terminar su investigación y el libro La Jaula de la Melancolía. Regresó a México para darse cuenta de que ese tema ya lo había tratado lo suficiente. Entonces regresó a la arqueología para ocuparse del estudio de la mitología y la historia antigua de Europa, así como la historia grecorromana y medieval. Para él era una temática muy interesante, ligada a los problemas de la identidad occidental; lo europeo a través de su mitología, y, sobre todo, la mitología del hombre salvaje. La identidad no se puede definir, afirma, no porque no exista, sino porque no se puede definir. Ésta "se va construyendo y reconstruyendo constantemente".

El doctor Bartra supone que su inquietud por la identidad obedece a la situación peculiar y personal suya, pues es hijo de extranjeros: "en el siglo XIX me habrían dicho que soy un criollo, porque soy hijo de españoles, aunque estrictamente hablando no de españoles, sino de catalanes". Reconoce que su lengua materna es el catalán, lo que le creó una situación muy especial en la medida que pensaba que era en parte mexicano y en parte catalán, "que estaba dividido como por porcentajes. Idealmente mitad catalán y mitad mexicano. Al analizar, pensar y vivir esa problemática, simplemente me di cuenta que mi condición no es, a fin de cuentas, tan diferente a la de un celtal. Que no es ser mitad celtal y mitad mexicano, sino cien por ciento mexicano y cien por ciento celtal. Se pueden tener, íntegramente, dos, tres o cuatro identidades al mismo tiempo". Por lo tanto, para el doctor Roger Bartra puede existir una identidad múltiple, sin que esto implique cesiones. Por ejemplo, indica que el hecho de que un mexicano hable náhuatl, o una lengua mayense, no le resta mexicanidad, aunque se trate de alguna lengua de sus padres, si son migrantes o exiliados políticos que llegaron a establecerse en México, como es su caso, señala.Cuenta el doctor Roger Bartra que esa circunstancia personal contribuyó para que a la mayoría de sus colegas les pareciera una audacia: "cómo tú, que eres sospechosamente poco mexicano, medio extranjero, te atreves a venir a escribir un libro sobre la identidad del mexicano, a criticar de esa manera tan atroz y feroz los sagrados valores de la mexicanidad. Te van a crucificar". Parecía, dijo, que "para mayor afrenta me fui al extranjero a terminar de escribir el libro".Opina que aunque su obra La Jaula de la Melancolía ha generado situaciones tensas y creado algunas polémicas, no ha sido mal recibida, porque percibe que a fin de cuentas la mayor parte de los mexicanos se ocupa de ese tipo de problemas. Cuenta que uno de sus alumnos, quien leyó el libro para la clase, le comentó haber sentido un gran alivio, debido a que toda la vida había tenido la impresión de ser un mal mexicano. Algo pasaba, le dijo, porque no se parecía al modelo y que por ese motivo no renunciaría a su identidad.En México, prosigue, hemos vivido durante decenios, algo así como dos siglos, con la ilusión de que existe algo "unitario" que se llama identidad del mexicano, es decir, una, única y eterna, que además se ha manifestado desde antes de la aparición de México. Desde los olmecas, explica, ya existía la esencia de lo mexicano. Sólo había que encontrarla y rescatarla. De hecho, agrega, se hicieron excavaciones arqueológicas para descubrirla, con la intención de demostrar que "siempre ha estado allí, que siempre estará y que no vamos a hundirnos nunca".En este sentido, esa ideología y esa cultura política sirvieron para manejar la cultura nacional, así como para manipular parte del gobierno durante muchos años, analiza el doctor Bartra. Esta visión cayó hecha pedazos por la propia naturaleza del tema: se descubrió que no había una identidad cercana, sino que había muchas. Ese modelo de identidad nacional, una manera cuasi oficial de ser mexicano, "se había divulgado en las películas, las novelas, la prensa, la televisión". Era una entelequia, "y es que la realidad estaba fragmentada. No es que esta identidad cayera hecha pedazos, sino que las identidades están hechas de pedazos, de fragmentos. Son rompecabezas. Justamente cuando se arman es cuando ya no sirven".

El doctor Bartra expresa que hace unos años tomó la decisión de no hacer investigación sobre México, pues precisamente como mexicano quería probar que era capaz de hacer investigación de buen nivel sobre otros temas. Fue cuando se ocupó de Europa, en la que aplicó sus conocimientos antropológicos, etnográficos e historiográficos, como un desafío, un reto, que le permitió fortalecer su propio espacio cultural, es decir, volverlo más firme y sólido.Esa es, asegura, una experiencia interesante, independientemente de la temática misma de la mitología europea, en la que ha trabajado cosas bastante atractivas. Para él allí hay una propuesta intelectual que en México no es tan banal. En Estados Unidos, por ejemplo, no va a cambiar nada si un historiador decide especializarse en la historia de China o en la del estado de Kentucky. En México sí, remarca, como un signo de atraso en la cultura mexicana. No hay la libertad para decidir nadar en "nuevas aguas, distintas a las aguas mexicanas".Percibe que las fronteras entre las ciencias sociales, y en relación a las humanidades, las ciencias naturales y las ciencias físicas, se hayan un tanto borradas. Cree que el exceso de especialización es lo que ha contribuido a la crisis de las ciencias sociales. No considera excesiva la posibilidad de transitar libremente por las fronteras de las ciencias y despojarse de las identidades de cada una de ellas, o las existentes en sus fragmentos o en la especialidad adoptada. "Es una actitud sana cuando hay una situación de crisis. Cuando hay crisis es bueno atravesar fronteras", agrega el doctor Bartra.Asegura que los años sesenta fueron una mezcla de marxismo, freudismo, existencialismo y la revolución sexual que giró en torno al rock, todo lo cual influyó mucho en su pensamiento, porque fue la cultura en la que creció. En esa época, al terminar su carrera, tomó la determinación de irse a sudamérica en busca de nuevas oportunidades.

El doctor Bartra está convencido de que los grandes cambios políticos del mundo, ocurridos a partir de 1989, son la cristalización "de lo que queríamos en 1968". Observa que los ideales de 1968, aunque parezca contradictorio, en realidad "se han cristalizado y han triunfado con las llamadas revoluciones y la caída del muro de Berlín y las ideologías, entre otros hechos. Identificado con los sesenta, dice haberse sentido realizado en ese sentido hasta los noventa, porque en "el fondo eso es lo que buscábamos. No creíamos que iba a ser así, pero me parece que esa es la trágica verdad. Es lo que en el fondo queríamos".

El doctor Bartra se califica como una persona de izquierda, ubicada en el marco de la tradición socialista. Es algo que no ha dejado. En ese marco general dice moverse desde que concluyó el bachillerato, pues esa ideología la ve como un espacio muy amplio. El mundo socialista, agrega, es un espacio tan amplio, muy en crisis desde 1989, en el que se ha dedicado a buscar nuevas alternativas y abrir nuevos espacios críticos, como el del status quo, la derecha, y las tradiciones conservadoras y reaccionarias, es decir, el encuentro de espacios críticos renovadores y creativos que hablen de nuevas altenativas, que no reproduzcan los tradicionales vicios de la izquierda.Afirma que su lengua para escribir es el español, aunque no para pensar.

En ciertos temas, "sobre todo más sentimentales, más íntimos", piensa en catalán, aunque diferentes temas también los piensa en la lengua de sus padres, o bien, en francés, idioma en que estudió su doctorado en La Sorbona. Ocasionalmente usa el inglés. Dice que el uso de un idioma u otro, depende de la lectura a partir de la cual se reflexiona.Por otra parte, expresa que al hacer ciencia social el investigador se proyecta. Hay que admitir, dice, que la subjetividad está allí proyectada. Entre más transparente y evidente se dé, es mejor para el lector y para la ciencia. No pretender, continúa, al cien por ciento la objetividad, cosa que es imposible, sería un engaño. En estudios de identidad el investigador se proyecta con mayor razón. "Se proyecta la crisis interior con la que uno viaja por la vida, las contradicciones propias y la experiencia de una época", admite.Finalmente, el doctor Bartra menciona que uno de los desafíos más importantes de cualquier corriente es saber desaparecer, morir, aceptar que se ha estado en una época y que se ha participado.

Ese desvanecimiento, el hundirse en las cosas que vienen, es posiblemente uno de los momentos más difíciles, añade. Lo que ocurre normalmente con las tradiciones políticas, ideológicas y filosóficas, es que patalean para no desaparecer, en su deseo por mantenerse como tales. "En ese sentido el desafío se frustra".En el plano individual, al nivel de la persona, indica que es muy posible que una de las cosas más difíciles sea el morir. Sobre sus ideales, el doctor Bartra confiesa que los ha cumplido todos, entre otras cosas porque algunos los ha cambiado. "Tenía y ahora no los tengo. No interesan. Posiblemente los ideales más profundos los mantengo, y esos no los he cumplido, ni creo que los cumpla nunca. Creo que tienen mucho de utópico y me doy cuenta de eso. Uno vive esa tragedia todos los días: mantener un fuego interior, unos ideales que no se van a realizar, y así es".Con la colaboración de la Unidad de Televisión Educativa (UTV) de la SEP.



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