31 de marzo del 2003 Vol.4 No.1


José Antonio Ruiz de la Herrán Villagómez

José Ruiz de la Herrán es egresado de la escuela de ingeniería de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fundamentalmente es experimentador, constructor y adaptador de tecnologías, así como impulsor de la educación científica. Ha participado en algunas de las principales revistas y periódicos de circulación nacional, como la revista Información Científica y Tecnológica del CONACYT. Es miembro activo de diversas sociedades nacionales e internacionales relacionadas con la técnica, la divulgación científica y los avances astronómicos.

En 1983 le fue otorgado el Premio Nacional de Ciencias en Tecnología y Diseño.Cuenta José de la Herrán que el 18 de septiembre de 1939, cuando tenía cinco años, se inauguró la XEW. El Sr. Emilio Azcárraga Vidaurreta convenció a su padre para que se fuera a vivir a una casa que le construyó junto a la planta transmisora de esta estación. El propósito fue evitar la gran cantidad de fallas que estaban ocurriendo, pues los operadores carecían de los conocimientos. No se contaba con el personal capacitado "para manejar este tipo de equipo, que era totalmente nuevo en el país y prácticamente en el mundo". Se fue con su padre a vivir a Villa Coapa, "cuando todo aquello era un llano con milpas y alfalfa. La XEW estaba entre dos haciendas: la de San Antonio y la de Coapa".

Recuerda que la calzada de Tlalpan era de "dos carriles nada más: una calzada relativamente angostita, con árboles a los dos lados, que por cierto era preciosísima. Tenía también zanjas, que se usaban para desalojar el exceso de agua que había en la superficie del Valle. Cabían sólo dos automóviles, uno de ida y otro de regreso". Agrega que también estaba la línea de tranvías, por donde ahora corre el tren ligero. Antes, explica, eran tranvías "de a de veras, o sea, los tranvías grandes de la línea Tlalpan-Xochimilco, que traían primera y segunda. La primera era el motor: un tren grande como un vagón de ferrocarril. La segunda es la que era remolcada. No tenía puertas cerradas. Se subía y se bajaba uno con el tranvía andando, lo que era una delicia".Ruiz de la Herrán rememora que durante su vida de niño no contó con su mamá.

No obstante, su educación estuvo muy ligada a las enseñanzas recibidas en su hogar: "como vivíamos en un llano, prácticamente despoblado, las noches transcurrían en la oscuridad total alrededor del edificio de la planta. Vivíamos entre los 'fierros', como digo, porque son unos 'fierros' muy queridos. Así los bauticé desde niño, pues me acostumbré a trabajar con ellos. Señala que su padre trabajaba mucho, durante la noche, en el ajuste del transmisor de la XEW, cuando estaba fuera del aire. José Piña, una persona a quien manifiesta haber querido mucho, le encargaba tener siempre toda la herramienta limpia y ordenada, para lo que contaba con unas cajas de madera. Mientras llegaba el equipo, en las cajas de madera guardaba toda la herramienta: pinzas, llaves "stylson", pericos, todo tipo de llaves y desarmadores. "Ese fue mi primer trabajo formal, cuando yo tenía seis años. Yo ya sentía que trabajaba. Así, primero se compró un transmisor de 5 Kilowatts y posteriormente otro de 50 Kilowatts.Explica que en la planta fue aprendiendo la técnica básica, como entender un poco sobre los circuitos, para convertirse a los ocho años en el operador del transmisor de cinco Kilowatts, el cinco "D". Cuenta que su padre se iba al "centro" de la ciudad, alrededor de las 19:00 horas, a tomar café con sus amigos, mientras él se quedaba como hasta las 22:00 horas atendiendo el trasmisor. Sabía echarlo a andar y cambiarle los bulbos, "de manera que era una experiencia, para mí, extraordinaria".

Recordando la habilidad adquirida en ese entonces, considera que los niños deberían, aparte de jugar, tener un quehacer importante en la vida, para sentir que hacen algo importante, lo que les daría seguridad, "además de sentirse que no son una carga, porque estarían resolviendo problemas".

Enfatizando que para él fue sensacional manejar el transmisor a los ocho años de edad, agrega que cuando su papá regresaba, la estación era apagada, para en acto seguido muchas veces dirigirse a la antena, que estaba a cien metros dentro del terreno, totalmente sin construcciones, reitera.Mientras su padre ajustaba la antena, él se ocupaba en observar las estrellas, "pues eran unos cielos increíbles que motivaron mi curiosidad para hacerle preguntas, como 'esa estrella cómo se llama'. Cuando su padre no tenía la respuesta, inmediatamente acudía a "la fuente que fuese, principalmente libros. A los dos o tres días ya sabía todo lo que había que saber para responder las preguntas que le hacía. Entonces fuimos aprendiendo las constelaciones".

Posteriormente, gracias a un viaje que hizo con su padre a Nueva York, el cual reconoce que cambió su vida, visitó un museo "muy bello, que es el Franklin Institute Science Museum, y el planetario, en Filadelfia", todo lo cual los motivó para ocuparse de la astronomía.Así, su papá le compró cuatro libros de Engels, "lo único escrito que había entonces, o sea, una obra completa para aficionados". A partir de entonces su padre comenzó a hacer un telescopio de 20 centímetros de diámetro. Por su parte, José de la Herrán, "inmediatamente" consiguió "un vidrio chiquito de un tragaluz redondo" para hacer su telescopio, el cual enseguida empezó a esmerilar. De esta forma surgió su afición por la astronomía, cuyo interés fue creciendo paulatinamente, gracias a que su padre, ante un tema nuevo, le gustaba llegar "lo más lejos posible.

Construimos los telescopios más grandes que un aficionado haya construido en América Latina. El telescopio grande tenía 50 centímetros de diámetro, con una distancia focal de 7 metros. "Era un instrumento de tamaño natural".Su gusto por la música, según los relatos de su "abuelita, nació cuando tenía muy pocos años de edad porque mi padre estaba ensayando los primeros pasos para el cine sonoro. Yo creo que era por los años 28 ó 29, cuando el cine iba a ser sonoro". Relata José de la Herrán que su padre le enseñó de "vista", en un piano viejo que llevaron a la planta de la XEW, la melodía "Peregrina", de Ricardo Palmerín.

A partir de entonces, se apropió de esta forma de aprender música. Aprovechando que su padre era el ingeniero de la planta, muy querido por todos y muy amigo también de Agustín Lara, se colaba en el estudio para presenciar el programa de Agustín Lara. Refiere que al ir a verlo tocar, desde que entraba, andaba con su "cigarrito" en la boca. "Me acuerdo muy bien que sí volteaba y me veía, yo lo saludaba con una gran sonrisa, pero él se sentaba a tocar el piano y no me hacía ningún caso. Opino que él fue mi profesor de piano, aunque él no lo supo".José de la Herrán dice que la física es música y que la música es física, "de manera que yo no veo la separación". No está de acuerdo en que se hable de la cultura "como separada de la ciencia", porque la ciencia es una parte de la cultura. El hecho de que no la tengamos, no quiere decir que no exista: "la física es música y la música es física, aunque la música son matemáticas, en una relación muy curiosa, porque todos sabemos que una escala musical está formada de intervalos matemáticos, que son la raíz doceava del número dos. Esa raíz doceava es lo que nos da el intervalo entre un tono y el medio tono que sigue. Esto que es terriblemente matemático, y además muy preciso, es una cosa muy interesante".

En la música a un nivel profundo, prosigue, como en Bach o Betthoven, "las fugas, por ejemplo, a varias voces, son conceptos sumamente desarrollados por el ser humano. La música en la naturaleza se da porque, evidentemente, los pájaros cantan. Tienen unas melodías muy particulares, pero la música es mucho más que el canto de un pájaro: es la concepción de un conjunto de sonidos, que están ligados por una serie de reglas y leyes físicas que nos producen un efecto muy bello. Están tan relacionados con la física, como lo puede estar cualquier otra disciplina.José de la Herrán no se considera inventor, porque su trabajo, dice, consistió en hacer adaptaciones o mejoras cuando había que echar a andar la televisión.

Recuerda que había que entrenar a un grupo de personas que supiera algo de televisión. Como en México no había ninguna carrera de televisión, ni en la Facultad de Ingeniería ni en el Instituto Politécnico Nacional, pues no había clases de televisión, agrega. Entonces, se pregunta, cómo se arranca algo que no existe en su país. Había que leer libros, comprar la información, consultar todas las revistas para ver que aparece y, si se presentaba la oportunidad de viajar, pues había que salir a investigar lo que se está haciendo en otros lugares, para tratar de entenderlo.

Aunque no tuvo la oportunidad de viajar mucho, sino hasta después, él y su padre siempre pensaron que el camino más directo era hacer las cosas. En este sentido, considera que una tecnología se entiende mucho mejor si se realiza, es decir, se lleva a cabo, a diferencia de si nada más se lee o se estudia. Entonces "lo que hicimos fue para la televisión: yo fundé un laboratorio de televisión en la planta de la XEW. Los operadores de radio, quienes manejaban los transmisores de la estación, en sus ratos libres iban a aprender al laboratorio de televisión. Allí hicimos dos cámaras, entre 1947 y 1948, para difundir la técnica experimental de cómo funcionan las cámaras de televisión. Eramos un grupo de no más de doce personas. Posteriormente me fui muchos años a trabajar en otras cosas, como en los aceros.

Participé, con la colaboración de la empresa Campos Hermanos, en la fabricación de algo de las cúpulas del nuevo observatorio que se haría en San Pedro Mártir". De este proyecto José de la Herrán se enteró gracias al Ing. Adrián Breña Garduño, su amigo, quien en 1968 había acompañado a Guillermo Haro, a caballo, a subir la serranía de San Pedro Mártir. Por medio de fotografías, el Ing. Breña le mostró la sierra, insistiéndole que se trataba de un lugar extraordinario. De esta forma, confiesa José de la Herrán, surgió su lado profesional. Así, debido a su afición que todos sabían tenía por los telescopios y por las conferencias que había dictado en Campos Hermanos sobre astronomía, cuando esta empresa decidió hacer contacto con el Instituto de Astronomía, pues inmediatamente lo llamaron para entrevistarse con el entonces director del Instituto, el Dr. Arcadio Poveda Ricalde. De esta entrevista, que se llevó a cabo en 1970, surgió el proyecto del observatorio astronómico de San Pedro Mártir, en Baja California. José de la Herrán se encargó de diseñar el telescopio grande, el de dos metros.

Para José de la Herrán la enseñanza formal jamás puede ir a la par con los desarrollos y los nuevos descubrimientos, "eso todos lo sabemos. Cualquier plan de estudios se traza en el momento en que se termina de redondear, porque, sobre todo en el campo de la técnica, ésta avanza. En la historia no hay tanto problema, porque si voy a estudiar historia, pues ahí está y hasta el día de hoy no hay nada nuevo, pero si hago un programa para estudiar ingeniería electrónica en computación, por ejemplo, cuando termine el programa ya habrá tres microcircuitos integrados más rápidos o cuatro desarrollos que ni siquiera se me habían ocurrido". Sobre la divulgación, como complemento a la enseñanza formal, considera que es lo que realmente "redondea" a una persona que tiene interés en el campo de las ciencias y las técnicas modernas. Es lo que lo mantiene razonablemente al día. Sale de la escuela con un título, pero con una preparación dada por la divulgación, como único camino para conseguirla, agrega.Ser muy hábil para explotar la curiosidad humana; saber manejar muy bien al público en ese sentido, y aprovecharse de los "ganchos" a la mano para desatar el entusiasmo de las multitudes, opina que son cosas que debe dominar un divulgador.

José de la Herrán fue uno de los fundadores del Museo de la Ciencias "Universum", de un grupo más o menos de doce personas que empezaron a pensar en serio sobre un museo de este tipo, "desde luego con el entusiasmo del Dr. José Sarukán, quien promovió que de verdad se hiciera". Explica que desde su juventud añoraba y sentía profundamente que sus amigos y los jóvenes mexicanos no tuvieran un museo para inspirarse. "Entonces, un buen día, hablando de las colecciones, surgió la oportunidad de decir: bueno, qué grande podría ser un museo del tamaño que requiere nuestro país y lo moderno que sería, porque el concepto de museo antiguo es un lugar de contemplación, donde se pueden ver aparatos o locomotoras estáticas, o bien, el desarrollo de la radiocomunicación a través de vitrinas".

Manifiesta que un museo como Universum tenía que ser participativo, en cuanto a que todo lo que es ciencia y técnica tiene que ser así para que se entienda y se aproveche. A él le tocó la parte de la ingeniería: "Lo primero que hice fue organizar un gabinete de ingeniería y diseño, porque un museo tiene que tener equipamientos y aparatos que ilustren. De estas características logramos un museo propio, hecho en México, no importado, pensado para los mexicanos, para nuestra juventud y nuestra niñez. El éxito que se obtuvo es realmente extraordinario". José de la Herrán, quien dice estar muy contento por haber colaborado y continuar colaborando como asesor técnico en Universum, ha aportado algunas de sus colecciones que reunió a lo largo "de 50 ó 60 años de andar juntando 'fierritos'. Ahora son de utilidad mucho mayor que si los tuviera encerrados en la sala de mi casa".

Cree que hay que tener la suerte de dedicarse a lo que a uno le gusta "y hacerlo con mucho cariño y mucho amor". Recuerda que "un amigo y yo inventamos las unidades horas amor. Así como hay kilómetros por hora y kilowatt hora, pues también hay horas amor, que son las dedicadas a lo que a uno le gusta hacer y lo que uno quiere que los demás se interesen por hacer. De modo que el mejor aliciente que uno puede tener en la vida es el que den resultado las cosas que uno intenta, aunque sea con la eficiencia posible, pero con un gran entusiasmo y tratar de comunicarlo a todos".Con el apoyo de la Unidad de Televisión Educativa de la SEP



[ Ejemplar Actual ]



Dirección General de Servicios de Cómputo Académico-UNAM
Ciudad Universitaria, M
éxico D.F.