Introducción
En el nuevo orden del mercado mundial, caracterizado por
economías globalizadas y marcados ciclos de recesión,
se encuentra que la tendencia del sector servicio es a
convertirse en la principal actividad económica
a nivel mundial; en tal sentido, las empresas de servicio
dedicadas al adiestramiento también se encuentran
inmersas en una lucha por mantener e incrementar su participación
en el mercado nacional e internacional, lo cual las ha
llevado a revisar sus estrategias organiza-cionales para
mantener la lealtad de sus clientes y diferenciarse de
la competencia, ante las alternativas que ofrece el mercado
a las personas, según Costa (1989), todas las percepciones
y experiencias que son significativas para un individuo
se registran en su cerebro, las cuales son posteriormente
utilizadas junto a sus valores como referencia para formar
la imagen mental que determinará su reacción
o comportamiento final, tanto para la decisión
de compra como para su nivel de satisfacción luego
de recibido el servicio. Por lo que, la imagen empresarial
es la representación mental, en la memoria colectiva
de un conjunto significativo de atributos configurando
un estereotipo que es capaz de influir o determinar comportamiento.
Los clientes tendrán una imagen positiva de una
empresa cuando su producto y/o servicio cumple la promesa
realizada, por el contrario, cuando una organización
incumple su promesa básica el cliente no se siente
satisfecho, en consecuencia su imagen es negativa y débil.
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Al
respecto, Kotler (1998), manifiesta que “satisfacer
al cliente con una compra, dependerá del rendimiento
del producto (servicio) con relación a las expectativas
del comprador”, donde las expectativas se funda-mentan
en las experiencias que ha tenido un cliente para comprar,
en la opinión de amigos y compañeros y en
la información y promesas de las comercializadoras,
en consecuencia el consumidor se forma una imagen de la
empresa, la cual será reforzada o distorsionada según
la identidad de la misma.
Por su parte, Berry (1996), explica que los clientes emplean
sus expectativas como patrones de comparación para
juzgar el desempeño de las empresas en los diversos
atributos del servicio. Sin embargo, “los atributos
no tienen la misma importancia para todos los clientes por
lo cual conviene medir específicamente su importancia
relativa”.
Las empresas se han percatado que prestar un servicio de
calidad o vender un buen producto no garantiza en su totalidad
el éxito, y mucho menos si la influencia de ese servicio
no es alta sobre el bienestar del consumidor, quien le otorga
un valor intrínseco en función de sus necesidades
y expectativas, por lo que establece una valor a lo que
desea recibir a cambio de su dinero.
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