Doctrina trascendental > Lógica trascendental > Dialéctica trascendental

Ahora bien, los límites a los que necesariamente se enfrenta toda pretensión de conocimiento humano son presentados sistemáticamente en la “Dialéctica trascendental” o lógica de la ilusión. Esta ilusión a la que se refiere el filósofo y que marca los límites de toda ambición de conocimiento, surge cuando se pretende afirmar un conocimiento de principios trascendentes cuyo uso no se basa siquiera en la experiencia (situación en la cual, por lo menos, se tendría una base desde dónde juzgar si son correctos o no), pero que la razón (como la facultad de los principios) desea encontrar para alcanzar la unidad absoluta de las reglas del entendimiento por medio de las cuales conocemos los fenómenos. O dicho de otra forma, la ilusión surge cuando la razón quiere alcanzar la “unidad sintética incondicionada de todas las condiciones”17 (A 334). Aquí la crítica se ocupa de localizar la ilusión de los “juicios trascendentes” para evitar que éstos nos engañen. Sin embargo, Kant reconoce que la ilusión en cuanto tal jamás podrá desaparecer. “En efecto –explica el filósofo–, nos las habemos con una ilusión natural e inevitable, que se apoya, a su vez, en principios subjetivos haciéndolos pasar por objetivos”18 (A 298). Esto es importante, ya que la insistencia que se reconoce en la razón por ampliar nuestro conocimiento puro, llevará posteriormente a la necesidad de darle cauce a estas exigencias, de manera que junto con el conocimiento especulativo se considere indispensable elaborar un sistema de conocimiento práctico.

La “Dialéctica trascendental” se ocupa, entonces, de las ideas trascendentales, que son los conceptos con los que la razón busca alcanzar los principios que sintetizan la totalidad de reglas que conforman el entendimiento. En tanto que, según Kant, toda relación que atañe a las representaciones de las que podemos hacernos un concepto o idea son de tres tipos (relación con el sujeto, relación con el objeto y con todas las cosas en general), la totalidad de las ideas trascendentales será igualmente de tres clases: “la primera de ellas incluirá la unidad absoluta (incondicionada) del sujeto pensante; la segunda, la unidad absoluta de la serie de las condiciones del fenómeno; la tercera, la unidad absoluta de la condición de todos los objetos del pensamiento en general19 (A 334). La primera es el objeto de la psychologia rationalis; la segunda, de la cosmologia rationalis; y la última, de la Theologia trascendentalis. Igualmente, la división que le corresponde a esta sección de la Crítica de la razón pura sigue esta misma lógica.

De acuerdo con Kant, los silogismos con los que se quiere conocer los objetos de las ideas trascendentales, a partir de los conceptos de cosas que sí conocemos, terminan siendo sofismas o inferencias dialécticas. La primera de estas inferencias parte del concepto trascendental del sujeto para arribar, desde ahí, a la unidad absoluta de ese sujeto; a esta inferencia dialéctica la llama Kant paralogismo trascendental. La segunda, por su lado, parte de la serie de condiciones relativas a los fenómenos objetivos y busca elevarse a la unidad incondicionada de los mismos, es decir, a la unidad absoluta de la serie de los fenómenos; a esta inferencia la nombra Kant antinomia de la razón pura. Finalmente, en “la tercera clase de inferencias sofísticas (…) infiero la totalidad de las condiciones requeridas para pensar objetos en general que se me puedan dar la absoluta unidad sintética de todas las condiciones de posibilidad de las cosas en general”20 (A 340 – B 398), de lo cual se deduce un “ser de todos los seres” incondicionadamente necesario. A esta inferencia dialéctica la llama nuestro filósofo el ideal de la razón pura.