Las antinomias de la razón pura, o conflictos de las ideas trascendentales, ocupan un lugar singular en la obra principal de Immanuel Kant, la Crítica de la razón pura. Ellas forman parte, junto con los paralogismos y el ideal de la razón pura, de la sección que Kant nombra la “Dialéctica trascendental” o lógica de la ilusión, encargada de desalentar las pretensiones de la razón que siempre busca elevar sus ansias de conocimiento más allá de los límites que nos impone la experiencia, aun cuando dicho intento fracase con igual constancia. En este sentido, las antinomias de la razón pura exponen el conflicto inevitable al que se enfrenta la razón cuando incursiona en la senda del conocimiento de la unidad incondicionada de todas las condiciones objetivas de los fenómenos, generándose así una disputa que Kant llama cosmológica y que, entendida en sus propios términos, bloquea cualquier posibilidad de solución.

Asimismo, a la par que nos demuestran la necesidad de restringir nuestras ambiciones de conocimiento, esto es, de evitar hacer un uso trascendental (más allá de la experiencia) de los conceptos del entendimiento, con la finalidad de eludir el conflicto irresoluble de la razón consigo misma, las “antinomias”, justo a partir del tercer conflicto que exponen, a saber, el que tiene que ver con el problema de la causalidad y la libertad, abren la puerta para extender los dominios de la misma razón a cuestiones que se localizan más allá de la experiencia, aunque nunca en términos de conocimiento, sino sólo en un sentido práctico. Las antinomias de la razón pura, de ese modo, juegan las veces de bisagra que articula los intereses propios de la “primera crítica” con los que corresponden específicamente al campo de la segunda, la Crítica de la razón práctica.

Siendo así, entonces, no es de extrañar el hecho de que Kant tuviera el tratamiento de este problema en una alta consideración y que, incluso, llegara a decir, en una carta a Christian Garve, que la “Antinomia de la razón pura” fue lo que “principalmente me despertó de mi sueño dogmático y me llevó a la crítica de la razón misma a fin de resolver la contradicción ostensible de la razón consigo misma”1 . Esta forma de expresar las cosas remite, por supuesto, a la famosa “confesión” que el mismo Kant hizo al inicio de los Prolegómenos, en la que reconocía que fueron las advertencias de David Hume las que lo interrumpieron de su sueño dogmático2 . ¿En qué consistió esta interrupción del sueño dogmático de Kant? ¿Qué papel juega la “Antinomia de la razón pura” en este evento? Quizás una forma de acercarnos a las posibles respuestas de estas preguntas sea atendiendo a las preocupaciones filosóficas que acosaban a los pensadores de la época de Kant y que a él mismo lo invitaron a desarrollar todo un sistema para enfrentarlas, con la firme convicción de que al final lo había logrado, alejándose, además, de todo dogmatismo.