10 de mayo de 2004 Vol. 5, No. 4 ISSN: 1607 - 6079
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El conocimiento está en los cielos

[haz click para ampliar]Conocer con precisión la época y tal vez los días en que se iniciaba la llegada de los monzones o el desbordamiento de los ríos debe haber coadyuvado al desarrollo de la Arqueoastronomía, la cual nos ha enseñado que los antiguos pueblos que habitaron el planeta hace cientos o miles de años, habían alcanzado un alto grado de conocimientos astronómicos, lo que les permitía conocer el inicio del invierno como lo atestigua la Rueda Mágica de las montañas Big Horne, o la llegada de los solsticios ampliamente documentada en la Astronomía tropical como llama Aveni a las observaciones de las civilizaciones mesoamericanas, las cuales se encuentran registradas desde Malinalco y Teotihuacan hasta el Observatorio de Chichén Itzá.

[haz click para ampliar]Se comenta que Tales de Mileto evitó una guerra prediciendo con precisión un eclipse, y seguramente éste era un trabajo importante para los primeros astrónomos, aunque la predicción requería años o décadas para conocer con exactitud los movimientos planetarios y solares.

Hubo civilizaciones que se desarrollaron en torno al culto del Sol, porque pronto aprendió el hombre que nuestra estrella regulaba las estaciones, traía las lluvias y “castigaba a los pueblos” con sequías o inundaciones. Ya fuera Ra en Egipto, Viracocha en la cordillera andina, Apolo entre los griegos o Tonatiuh en Mesoamérica, el astro rey -como lo llamaría Copérnico- era el objeto principal de veneración, y el estudio de sus ciclos se remonta a miles de años en el pasado. De hecho durante 2003, se descubrió en Goseck, Alemania, lo que podría considerarse como el Primer Observatorio Solar; tiene una antigüedad de 4900 años ane, es decir, 1800 años antes de la construcción de la tumba neolítica de Newgrange en Irlanda y más de 2100 años antes de la construcción de Stonehenge en Inglaterra, desde Goseck, pasarían por lo menos 2000 años antes de que los egipcios iniciaran el culto a Amón-Ra.

[haz click para ampliar]Las culturas preincaicas que construyeron Macchu Picchu, coronaron la ciudad en la zona más elevada con un reloj solar, colocando una piedra sagrada “Intihuatana” (recordemos que Inti es el nombre sagrado del Sol) y con ella podían conocer no sólo las estaciones sino también el ritmo diario de la vida ciudadana.

Pueblos que no alcanzaron un gran desarrollo urbanístico es decir, que no construyeron grandes ciudades o sitios ceremoniales, observaron igualmente los cielos y aprendieron de ellos, dos ejemplos:

  • el pueblo que construyó la rueda mágica de la Montaña Big Horne, en Wyoming, Estados Unidos, simplemente con la colocación correcta de piedras en forma circular, desarrollaron un observatorio que les permitía conocer, observando los movimientos de las estrellas Aldebarán, Rigel y Sirio, las fechas de la llegada del invierno al terminar el otoño y el aviso de migración hacia zonas menos frías.
  • el pueblo Dogón en Malí, África occidental, cuyos conocimientos astronómicos han dejado sorprendidos a los astrónomos y a otros estudiosos, ya que por ejemplo conocían a “la compañera” de Sirio, la estrella más brillante del firmamento, y los Dogón aseguraban desde hace siglos que tiene una compañera, que es invisible para el ojo humano, que se mueve en una órbita elíptica alrededor de Sirio cada 50 años, que es pequeña e increíblemente pesada y que rota sobre su eje. En 1862, Alvan Clark (famoso pulidor americano de lentes para grandes telescopios) descubrió una segunda estrella cerca de Sirio, ambas integran un sistema binario. En los años veinte del siglo pasado, se determinó que Sirio B, la compañera de Sirio, llamada ahora Sirio A, es una estrella enana blanca, este tipo de estrellas son remanentes del ocaso de una estrella tipo Sol, son muy densas y muy pesadas.

Podemos decir por lo que sabemos hasta ahora, que todas las culturas de nuestro pasado histórico, grandes o pequeñas, imponentes como la egipcia o modestas como la dogón, realizaron observaciones del cielo nocturno, y dieron a éstas usos específicos y útiles para la sociedad que integraban.

[haz click para ampliar]Ya fueran los ciclos agrícolas, las piedras celestes (aerolitos) que enviaban los dioses para que el herrero de la comunidad pudiera fabricar azadones o espadas, las estrellas que como faros de luz guiaban a los navegantes a través del Océano, la integración de los cuerpos celestes a sus religiones y mitos, a su medicina o a la predicción del porvenir; cualquiera que fuera el uso que se diera al conocimiento desprendido del estudio de los cielos, no se puede dudar de la enorme importancia que éste ha tenido en toda la Historia humana.