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El
conocimiento está en los cielos
Conocer
con precisión la época y tal vez los días en que
se iniciaba la llegada de los monzones o el desbordamiento de los ríos
debe haber coadyuvado al desarrollo de la Arqueoastronomía, la
cual nos ha enseñado que los antiguos pueblos que habitaron el
planeta hace cientos o miles de años, habían alcanzado
un alto grado de conocimientos astronómicos, lo que les permitía
conocer el inicio del invierno como lo atestigua la Rueda Mágica
de las montañas Big Horne, o la llegada de los solsticios ampliamente
documentada en la Astronomía tropical como llama Aveni a las
observaciones de las civilizaciones mesoamericanas, las cuales se encuentran
registradas desde Malinalco y Teotihuacan hasta el Observatorio de Chichén
Itzá.
Se
comenta que Tales de Mileto evitó una guerra prediciendo con precisión
un eclipse, y seguramente éste era un trabajo importante para los
primeros astrónomos, aunque la predicción requería
años o décadas para conocer con exactitud los movimientos
planetarios y solares.
Hubo
civilizaciones que se desarrollaron en torno al culto del Sol, porque
pronto aprendió el hombre que nuestra estrella regulaba las estaciones,
traía las lluvias y “castigaba a los pueblos” con sequías
o inundaciones. Ya fuera Ra en Egipto, Viracocha en la cordillera andina,
Apolo entre los griegos o Tonatiuh en Mesoamérica, el astro rey
-como lo llamaría Copérnico- era el objeto principal de
veneración, y el estudio de sus ciclos se remonta a miles de años
en el pasado. De hecho durante 2003, se descubrió en Goseck, Alemania,
lo que podría considerarse como el Primer Observatorio Solar; tiene
una antigüedad de 4900 años ane, es decir, 1800 años
antes de la construcción de la tumba neolítica de Newgrange
en Irlanda y más de 2100 años antes de la construcción
de Stonehenge en Inglaterra, desde Goseck, pasarían por lo menos
2000 años antes de que los egipcios iniciaran el culto a Amón-Ra.
Las
culturas preincaicas que construyeron Macchu Picchu, coronaron la ciudad
en la zona más elevada con un reloj solar, colocando una piedra
sagrada “Intihuatana” (recordemos que Inti es el nombre sagrado
del Sol) y con ella podían conocer no sólo las estaciones
sino también el ritmo diario de la vida ciudadana.
Pueblos
que no alcanzaron un gran desarrollo urbanístico es decir, que
no construyeron grandes ciudades o sitios ceremoniales, observaron igualmente
los cielos y aprendieron de ellos, dos ejemplos:
-
el pueblo que construyó la rueda mágica de la Montaña
Big Horne, en Wyoming, Estados Unidos, simplemente con la colocación
correcta de piedras en forma circular, desarrollaron un observatorio
que les permitía conocer, observando los movimientos de las estrellas
Aldebarán, Rigel y Sirio, las fechas de la llegada del invierno
al terminar el otoño y el aviso de migración hacia zonas
menos frías.
- el pueblo
Dogón en Malí, África occidental, cuyos conocimientos
astronómicos han dejado sorprendidos a los astrónomos
y a otros estudiosos, ya que por ejemplo conocían a “la
compañera” de Sirio, la estrella más brillante del
firmamento, y los Dogón aseguraban desde hace siglos que tiene
una compañera, que es invisible para el ojo humano, que se mueve
en una órbita elíptica alrededor de Sirio cada 50 años,
que es pequeña e increíblemente pesada y que rota sobre
su eje. En 1862, Alvan Clark (famoso pulidor americano de lentes para
grandes telescopios) descubrió una segunda estrella cerca de
Sirio, ambas integran un sistema binario. En los años veinte
del siglo pasado, se determinó que Sirio B, la compañera
de Sirio, llamada ahora Sirio A, es una estrella enana blanca, este
tipo de estrellas son remanentes del ocaso de una estrella tipo Sol,
son muy densas y muy pesadas.
Podemos
decir por lo que sabemos hasta ahora, que todas las culturas de nuestro
pasado histórico, grandes o pequeñas, imponentes como la
egipcia o modestas como la dogón, realizaron observaciones del
cielo nocturno, y dieron a éstas usos específicos y útiles
para la sociedad que integraban.
Ya
fueran los ciclos agrícolas, las piedras celestes (aerolitos) que
enviaban los dioses para que el herrero de la comunidad pudiera fabricar
azadones o espadas, las estrellas que como faros de luz guiaban a los
navegantes a través del Océano, la integración de
los cuerpos celestes a sus religiones y mitos, a su medicina o a la predicción
del porvenir; cualquiera que fuera el uso que se diera al conocimiento
desprendido del estudio de los cielos, no se puede dudar de la enorme
importancia que éste ha tenido en toda la Historia humana. |