10 de mayo de 2004 Vol. 5, No. 4 ISSN: 1607 - 6079
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Los albores de la percepción estelar

Aristarco de Samos inició en el siglo III ane la medición del Universo, calculando la distancia Sol-Tierra y Tierra-Luna, y aunque sus resultados no fueron correctos, era el primer intento occidental que se hacía en ese sentido, el siguiente lo realizaría con mejores resultados Hiparco de Nicea, en el siglo II ane. Eratóstenes de Cirene, quien fuera Director de la Biblioteca de Alejandría, calculó correctamente el perímetro de la Tierra en el mismo siglo. El hombre no se conformaba con admirar el Universo, quería medirlo, quería cuantificarlo, quería humanizarlo describiéndolo en términos matemáticos y físicos.

[haz click para ampliar]El Renacimiento europeo cobra forma con la publicación de “La Revolución de las esferas celestes”, donde Nicolás Copérnico replantea las ideas de Heráclides de Ponto, quien en el siglo IV ane dijo que la Tierra se encuentra en el centro del Sistema Solar, además de señalar la rotación diaria de nuestro planeta y la infinitud del Universo. Con la publicación de esta obra, Copérnico rompe para siempre con el sistema Ptolomeico que centraba a la Tierra en el corazón del Cosmos, y abre un mundo enorme y fascinante de ideas al sacar al hombre del centro de la creación.

Los primeros afectados fueron los astrólogos, ya que para ellos el hombre recibía todas las influencias planetarias y estelares por encontrarse en el centro, una vez desplazado, la Astrología nunca volvería a ser la misma. Pero más importante que la influencia de los cuerpos celestes sobre la fortuna de los hombres, fue el impacto que en la religión, la ciencia e incluso el arte, generó durante siglos este hecho reconocido con justicia como La Revolución Copernicana.

El conocimiento de los cielos ha sido la clave fundamental para la navegación oceánica, se ha determinado que las islas del Océano Pacífico fueron pobladas por navegantes que se aventuraban desde Asia en pequeñas embarcaciones, siguiendo siempre las estrellas que les eran familiares, y durante siglos el uso de instrumentos como el astrolabio y el sextante, que medía con precisión la posición de las estrellas, llevó a los navegantes a conocer y conquistar los continentes, sin el conocimiento de las estrellas no le hubiera sido fácil a Colón llegar al Nuevo Mundo, ni a Vasco da Gama arribar a la India, o a Magallanes circunnavegar el planeta.

[haz click para ampliar]Fue precisamente Giordano Bruno de Nola, Italia, quien llevó el deseo de exploración del Universo a sus últimas consecuencias en las postrimerías del siglo XVI, atreviéndose a señalar “la innumerabilidad de los mundos, la identidad sustancial de la materia y la habitabilidad de otros mundos” entre sus diversas propuestas, ello fue demasiado para la Iglesia y lo llevaron a juicio, decidiendo la Inquisición quemarlo vivo en la hoguera en Roma, en febrero de 1600; con su sacrificio se pretendió ahogar tan atrevidas opiniones, acallar para siempre la demoníaca pretensión de contradecir a las Sagradas Escrituras.

[haz click para ampliar]Con su muerte se cerraba el Renacimiento, pero apenas unos años después, Galileo Galilei demostraba, telescopio en mano, que Aristóteles estaba equivocado, que la Luna no era perfecta, que tenía montañas y valles, y que Júpiter tenía lunas como la nuestra, ello fue apenas el inicio de una sostenida sucesión de observaciones y desarrollos técnicos y tecnológicos.

Con el tiempo surgieron figuras como Kepler, Newton y Einstein, quienes desarrollaron formas novedosas de estudiar y comprender al Universo, y su obra se vió fortalecida con la de astrónomas y astrónomos como los Herschel, Josef van Fraunhofer, Angelo Secchi, Henrietta Leavitt, Ejnar Hertzprung, Annie Jump Cannon, Edwin Hubble, Meghnad Saha, William Morgan, Philip Keenan, Karl Jansky, Francis Drake y Stephen Hawking entre otros tantos; quienes fusionaron el conocimiento teórico y la observación práctica obtenida a través de enormes telescopios refractores y reflectores como Yerkes, Lick, Monte Wilson, Monte Palomar, Selenchukskaya, Keck y Paraná, para darnos una rica y detallada descripción de los cielos y además las hipótesis, teorías y leyes necesarias para comprenderlos.

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