10 de junio de 2004 Vol. 5, No. 5 ISSN: 1607 - 6079

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Martes, el día del planeta rojo

Todos sabemos que la palabra “marciano” tiene que ver con el planeta Marte: al oírla, un aficionado a la ciencia-ficción pensará en un monstruo que desea conquistar la Tierra, hace experimentos con seres humanos y es destruido por cierto tipo de música, como en la película Marcianos al ataque; si ha leído las Crónicas Marcianas, de Ray Bradbury, se imaginará un poético ser destinado a la aniquilación; un científico, si es optimista, dirá que un marciano puede ser uno de los hombres que en un futuro habitarán en Marte, o quizá piense en una bacteria que se encuentre en ese planeta; si es realista, quizás hable de piedras o gases o metales marcianos.

Sin embargo, pocos saben que una de nuestras palabras de uso común también se relaciona directamente con el planeta rojo: se trata del nombre de nuestro tercer día de la semana, el “martes”. En latín, ese día se llama Martis dies, esto es, el “día de Marte”: como todos los días de la semana, el tercero está consagrado a uno de los planetas. Para explicar las razones de esto, hay que hablar un poco de la medición del tiempo; a fin de cuentas, uno de los principales propósitos que tenía el conocimiento astronómico en la antigüedad era precisamente el de medir el tiempo.

La semana, pues, es una de las formas en que medimos el tiempo. El “día”, el “año” y el “mes” pueden ser considerados como unidades naturales de medición del tiempo: el día y la noche están señalados por la salida y la puesta del Sol; el mes, por las fases de la Luna (aunque a veces hay meses que tienen dos plenilunios); el año, por la ruta del Sol en el cielo. A diferencia de éstos, la semana, como el siglo o el milenio, dependen del arbitrio de los hombres y se basan en consideraciones culturales. Por otro lado, las horas, como unidades fijas de tiempo en que se divide el día y la noche, dependen de la observación de las estrellas: parece ser que fueron los egipcios quienes dividieron el día en veinticuatro horas y quienes inventaron el reloj de sol para saber la hora durante el día; en la mayoría de las sociedades antiguas, las horas tenían distinta duración según las estaciones del año.