Las revistas han sido desde su
aparición en la historia hasta el día de hoy una
fuente de información primaria valiosa por su contenido
actualizado. Sin embargo, con la introducción de la publicación
electrónica, el sistema de diseminación de información
basado en entregas o cuadernillos impresos establecido en el siglo
XVII comienza a transformarse. Podemos decir que las primeras
revistas electrónicas se desarrollaron en la década
de los 80’s, y se caracterizaron por que su contenido estaba
en texto plano o ASCII, y éstas se distribuyeron por medio
del CD-ROM o los servicios de Internet, como el correo electrónico
o el FTP.
Con el surgimiento de la web (conocida
también como la www o 3w) en la década de los 90’s
el panorama de las revistas electrónicas comenzó
a cambiar.
“Los
sitios gopher fueron rápidamente desplazados
por la www. La red Internet empezó a expandirse y llegó
a revolucionar los canales tradicionales de circulación
de la información, primero en los medios académicos
y después en los demás”. (Garrote, 2002).
Hacia finales del siglo XX, las
revistas electrónicas no sólo habían logrado
un mayor auge en la Web, sino que también se ampliaron
los formatos para difundir sus contenidos, así encontramos
entonces archivos en HTML, PDF, PostScript, LaTex, ASCII, entre
otros. En cuanto a su acceso, las opciones que se establecieron
fueron: revistas gratuitas, revistas por suscripción, revistas
por licencia o mediante pago por uso.
Tanto
las universidades,2
como los editores comerciales,3
emprendieron proyectos de producción de revistas electrónicas
y para 1997 tenían desarrollada ya una infraestructura
para sostener ediciones electrónicas de sus revistas (Garrote,
2002). Nacen también los consorcios de bibliotecas, dispuestos
a negociar con los editores condiciones ventajosas en relación
a las licencias de uso y los costos de las revistas.
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