10 de julio de 2004 Vol. 5, No. 6 ISSN: 1607 - 6079
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El restaurador de las mil y un palabras...

Retomemos la interesante definición que la autora hace de lo que es “fijar” un texto:

El editor-crítico reintegrará las voces a los párrafos que copistas timoratos –oficiosos o insidiosos– suprimieron; retirará las addendas ominosas; precisará las letras a las frases mal copiadas; recuperará por obra de la ortografía de la época las acepciones originales y, en fin, restaurará las páginas heridas y nos contará las historias que ha conocido en su viaje.

A este encuentro con la voluntad original del escritor, y su registro en una versión definitiva, lo llamaremos fijación del texto.

La Crítica textual tiene una larga tradición en la historia de Occidente, comenzada con seguridad en Alejandría y en Pérgamo, en el siglo II a. C. Continuada heroicamente en la edad media, y redescubierta en el Renacimiento. La autora muestra ese secular odio y menosprecio a los “copistas” que generalmente son anónimos. Aunque el caso que traigo a cuento es ajeno a la literatura mexicana, creo que enfatiza la importancia de una visión histórica de la crítica textual, ya que en México difícilmente podemos ser pioneros en ese campo. Una de las “copias” manuscritas de la Apología de Apuleyo, fue hecha por Giovanni Boccacio; poco aporta a la restitución del texto, sin embargo tiene un valor histórico por la trascendencia del autor en la literatura italiana y universal. Además, una edición crítica aporta una lectura “alterna” o varias al lector, tratándose de manuscritos; ni el editor más experimentado se atrevería a quitar las interpolaciones que son inseparables a las obras de autores clásicos como Lucano.

El libro aporta los fundamentos esenciales para los interesados en la filología mexicana, explica coherentemente la distintas habilidades que debe desarrollar el filólogo. Solamente lamentamos la falta de una bibliografía especializada, que también sería útil al lector.

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