El
árbol de la lengua maya
Las
primeras evidencias de ocupación humana en el territorio
maya (figura 3) se remontan más de diez mil
años antes de nuestra era. Bandas nómadas de cazadores
recolectores deambularon, a lo largo y ancho de este espacio, por
más de ocho mil años antes de que se hicieran agricultores
y sedentarios.
Es
difícil saber qué lenguas hablaban esos primeros pobladores,
pues los contextos y los materiales arqueológicos (figura
4) recuperados en sitios de esas fechas, como son hachas, cuchillos,
raspadores, perforadores, puntas de proyectil y muchos otros artefactos
punzo cortantes, no permiten inferir alguna identificación lingüística
de quienes los fabricaron. Podemos suponer, por la continuidad de
algunos patrones tecnológicos en su realización, que
estos artefactos de piedra fueron manufacturados por comunidades
hablantes de una lengua maya en formación, que través
de los siglos se fue diferenciando dentro del
tronco lingüístico mesoamericano.
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Figura
4. Entre las evidencias temprana del área
maya contamos con hachas, cuchillos, raspadores, perforadores,
puntas de proyectil y muchos otros artefactos punzo cortantes. |
Los
lingüistas, basados en métodos glotocronológicos2,
proponen que todas las lenguas mayas actuales derivaron, a través
de un largo proceso histórico y cultural, de una lengua común
hoy extinta, denominada protomaya.
(figura 5) Ésta, con una personalidad propia ya consolidada
hacia 2 500 a.C., inició un proceso de diferenciación
interno que dio como resultado las 31 lenguas que actualmente reconocemos
como mayas. De éstas, solamente dos, el chicomucelteco y
el choltí, son lenguas muertas. Las otras veintinueve continúan
siendo la principal vía de comunicación entre los
pueblos mayas contemporáneos. Algunos con sólo trescientos
hablantes, como el lacandón,
pero otros como el yucateco
y el quiché
cuentan con casi un millón de hablantes cada uno.
Durante
el segundo milenio antes de la era cristiana surgieron los primeros
asentamientos humanos permanentes, producto de una economía
basada en la agricultura, especialmente en el cultivo del maíz.
Fue entonces cuando las comunidades aldeanas iniciaron la fabricación
de vasijas, figurillas y muchos otros objetos de cerámica.
(figura 6) El análisis de estos materiales arqueológicos,
sobre todo el de los numerosos fragmentos de vasijas denominados
tiestos o tepalcates, nos permiten diferenciar tradiciones alfareras
particulares, propias de culturas prehispánicas específicas
y, en algunos casos, identificar la lengua o la familia lingüística
de la población que produjo dichos artefactos.
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Figura
6. Diversos trabajo de cerámica producto
de comunidades aldeanas. |
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Continua
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