10 de agosto de 2004 Vol. 5, No. 7 ISSN: 1607 - 6079
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  Atando cabos

El capítulo dedicado a la interpretación iconográfica tiene como tema principal el momento de la entronización y la entrega de las insignias de poder (que suelen estar dentro de un bulto, transparente o no). Lo que me llama la atención es que la autora, al anunciar una lectura de “la relación entre texto e imagen” centra su análisis o en el Popol Vuh o en la referencia de Landa, pero no (y en primera instancia) con el texto glífico que acompaña a la imagen. La excepción es la identificación de un elemento que aísla, el glifo llamado “dolor de muelas” que señala el bulto sagrado y es un indicador de entronización, tema del presente estudio. Inclusive, al decir que “el texto y la imagen no coinciden” (pp. 94, 103,108), creo que se abre una nueva posibilidad de análisis pues habría que preguntarse qué tipo de relación establecen, una vez que sabemos que no se trata de una relación de coincidencia o de reiteración. Este problema queda abierto por el momento.

Pero, hay un muy detallado y erudito análisis de las inscripciones en los dos capítulos siguientes, dedicados a la lingüística y a la epigrafía (y muy especialmente el glifo T684). Desde luego, me rebasa el intenso debate que lleva la autora con sus pares en ambas disciplinas, pero he de decir que con la semántica y fonología alternada con ejemplos de la figuratividad, se establece una peculiar y original dinámica metodológica, en pos de unas hipótesis que resultan convincentes y enriquecedoras.

El soporte de esta etapa de estudio son de nuevo los relieves de Yaxchilán con las representaciones de los bultos rituales y elementos específicos como garras de jaguar y cuernos de venado, elementos utilizados por los señores en el ritual de autosacrificio. A su vez, los bultos encontrados en el contexto arqueológico también contenían el instrumental para este rito.

“…el Pixom era mucho más que un simple envoltorio. Se puede conjeturar que es ‘el alma’ envuelta por el cuerpo físico del hombre, y como tal, aplicada a una sociedad es la ’Ley’. Lo ‘legítimo’, lo que da orden al grupo y que era aplicado por el gobernante; él era el receptáculo y ejecutor. El que entrega el ‘envoltorio’ los hace ‘sus ahijados’, pero el poseedor se convierte en pixa k’ahaual, el gobernante legítimo” (p. 118). Y, “En los casos de entronización lo que está envuelto es el c’ac’al; ‘lo que se cuida, la corona, el gobierno’; ‘la magestad’, o, como se le llamó entre los mexicanos, ‘el bulto que carga el gobernante, es el pueblo’.” (p. 119).

Atando cabos, las ofrendas se relacionaban con diversos rituales; un tipo especial de ofrenda es el bulto de poder. A su vez, no todos los bultos tienen el mismo significado.

El bulto sagrado del Mundo Perdido de Tikal perteneció al periodo del Clásico Tardío y lo identifica como “Bulto de Poder”. Estaba en un edificio asociado con el culto solar, varias tumbas del linaje de Gran Garra de Jaguar I, y muy especialmente, la tumba roja de Hasaw Kan K’awil, conquistador de Uaxactún y fundador de una nueva etapa en la historia de Tikal. En el bulto de este entierro estaba todo lo necesario para el autosacrificio, para la purificación, para el ritual al dios solar, culto a los antepasados y la ostentación del poder. Era “…un Bulto de Gobierno que contenía las insignias de poder que no eran otra cosa que los nombres de los dioses” (p. 146).

Es una lástima que los mapas no sean de todo legibles, que algunos dibujos (por ejemplo, la Estela 39 del Mundo Perdido o las láminas del Códice Dresden, entre otros), son más manchas de tinta negra que espléndidas figuras que suponemos, las fotografías son de muy mala calidad y peor reproducción. Repito, es una lástima porque todo el esfuerzo realizado a lo largo de este estudio desmerece enormemente pues no se trata de un coffee table book y las ilustraciones tienen por función apoyar el discurso y las hipótesis que desarrolla la autora. Los estudios acerca de cualquiera de las culturas prehispánicas sabemos que se basan en primer lugar en un análisis de las imágenes y esta es una razón suficientemente importante como para prestar más atención en el cuidado de su edición.

Si se presenta la ocasión para una segunda edición de este trabajo, también sería deseable que con un poco más de esfuerzo, se presentaran los textos que fueron escritos originalmente en las lenguas mayences (por ejemplo, p. 60, Chilam Balam de Tizimin), en su traducción al español y no al inglés, como es el caso aquí.

Pero, la minuciosa investigación, el largo y detallado análisis desde la perspectiva de la historia, arqueología, iconografía, lingüística y epigrafía que realiza en este libro Maricela Ayala es una sistematización de lo que conocemos hasta ahora acerca del tema de los bultos sagrados pero también es una importante contribución en cuanto su interpretación y en cuanto a una interesante propuesta metodológica de cruzamiento de datos procedentes de fuentes y disciplinas diversas. En un texto bien estructurado desarrolla varias hipótesis novedosas y, de manera inteligente, invita a la polémica y estudios futuros.

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El bulto de poder en Tikal