El libro está estructurado de tal manera, que va llevando de la mano al lector a través del complejo universo simbólico maya. Para poder penetrar en él, Valverde inicia anotando la importancia de los animales, como seres sagrados, individuales, que forman parte del mundo religioso indígena. Parte de una revisión general sobre las características biológicas del jaguar. Entre la información más significativa, está, por ejemplo, su habilidad de cazar sin ser visto por la presa, lo que lo convierten en un excelente cazador, sus hábitos crepusculares y nocturnos, características que lo vincularon con los espacios oscuros, semejantes a la noche y al inframundo, su impresionante frecuencia copulatoria (de más de 38 veces por día), se asocia con la fertilidad inagotable del interior de la tierra, aunado al poder de sus mandíbulas y a la fuerza de sus garras, que lo convierten en “rey” de la selva.

Sus principales valencias simbólicas las integra en dos grandes apartados: el que titula “El poder de un felino”, en el que desarrolla las asociaciones que este animal tiene en relación con el mundo subterráneo y la noche, la vida y el tiempo primordial, y el segundo “Un felino en el poder”, en el que se destacan las principales asociaciones del jaguar con las actividades bélicas, el poder de los gobernantes, y el de los hombres consagrados.

Así, la autora encuentra tres significados sustanciales con los que se asocia el jaguar entre los mayas: el poder, la oscuridad y la fertilidad, valencias que también se asocian con el tiempo y el espacio en el pensamiento maya. A lo largo del libro Balam nos acecha, sigiloso, y con frecuencia nos sorprende con su poder.

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