10 de octubre de 2004 Vol. 5, No. 9 ISSN: 1607 - 6079    
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Verdad y mentira en la imagen documental

Por la complejidad y accesibilidad en la producción de imágenes, hemos ido perdiendo paulatinamente la ingenuidad respecto a la autenticidad no sólo de las imágenes, sino de la fotografía documental. Se duda si, en la carrera por conquistar el espacio, el hombre realmente llegó a la luna o si se trató de una puesta en escena por Kubrick en un desierto de Nevada. De ahí que el Comandante David Scott, el astronauta del Apolo 15, dejara caer al suelo un martillo y una pluma para probar no sólo que Galileo tenía razón --ya que ambos se precipitaron al suelo al mismo tiempo sin la resistencia del aire-- sino que el hombre estaba efectivamente en la luna.8 La imagen del hombre en la luna puede interpretarse como un signo de dos tipos: icónico al semejar cómo se pudo haber visto un hombre en la luna, e indicial por contigüidad existencial con su objeto.

El genial Orson Wells realizó la película F for Fake sobre la falsificación del arte y del periodismo falsificando momentos aparentemente documentales dentro de la película. Ya antes, en Halloween de 1938, Wells se divirtió mucho cuando anunció en su programa de radio la noticia del aterrizaje de extraterrestres en Nueva York leyendo la Guerra de los Mundos de H.G. Wells. Sus aterrados radio-escuchas, que confundieron el texto de Wells por una noticia real, entraron en pánico y atiborarron de llamadas a la estación.

Woody Allen parodia este género de los documentales de archivo en su película Zelig, un mockumentary o documental de ficción sobre un sujeto que nunca existió, pero que aparece con Babe Ruth, Duke Ellington y Eugene O’Neill, con la presencia de intelectuales comentaristas como Susan Sontag y Saul Bellow quienes le confieren un aire de realismo y credibilidad a la narración de la película.

Sin duda, no todo falso documental resulta cómico. El caso más trágico es el de Muhamad Al-Dura, el niño palestino que cae muerto sobre el regazo de su padre al ser acribillado frente a la cámara por un francotirador situado exactamente frente a él, como lo prueba el análisis balístico (según una investigación transmitida por la televisión alemana ARD9). En el caso del asesinato de Al-Dura hay cuatro índices físicos y fotográficos en el reportaje que operan en este caso contra la versión de la barbarie israelí que se pretendió transmitir en el video:

  1. el barril de concreto detrás del que se esconde el padre para protegerse del tiroteo del lado derecho de la foto donde se hallaban las fuerzas israelíes y hacia donde se ve al hombre mirar repetidamente en busca de protección.

  2. el gesto del padre quien descubre sorpresivamente a alguien frente él y grita “¡no disparen!” ante la cámara (Fotograma 4-5).

  3. el salto abrupto de la cámara y su imagen borrosa en el instante del disparo (fotograma 6) lo que prueba cuán cerca estaba el francotirador al camarógrafo palestino Talal Abu Rahma quien tomó el video y brincó hacia atrás y,

  4. el hueco circular perfectamente simétrico detrás del cuerpo del niño que prueba que la bala se disparó desde el frente.10

Es muy difícil de creer que un camarógrafo palestino estuviese situado justo entre los soldados israelíes. Cabe inferir que la fotografía resultara ser en este caso cómplice de asesinato, pues posiblemente, de no estar ahí el Abu Rahma filmando la escena, el francotirador asesino no hubiese disparado contra el niño para lograr mayor impacto en la noticia.

Talal Abu Rahma recibió más de diez premios por el documental y TV 2 de Francia vendió por muchos miles de dólares la imagen que circuló en la televisión global reiteradamente durante todo el día. El pequeño Al Dura fue declarado mártir de la causa palestina y su imagen inspiró videos invitando a los niños palestinos a imitarlo. La otra versión que incluyó el análisis balístico para exculpar a la parte israelí ya no fue noticia, y apenas interesó a la televisión alemana en una ocasión.

Si el de Al-Dura fue el caso más trágico, el más patético fue el de Stalin quien manda falsificar imágenes con fotomontajes para crear una realidad ficticia que le granjeara la simpatía entre las masas. En su interesante libro, El comisario se esfuma David King (1997) muestra cómo se van desvaneciendo uno a uno por pincel aéreo los personajes que aparecían con Stalin en fotografías oficiales en la medida en que iban cayendo de la gracia del dictador.11

Más tenebrosos son los casos en que la fotografía se utiliza como un mecanismo de producción deliberada de placer en la fotografía del snaff.12 Para quienes suponen que el documental snaff no es más que una leyenda urbana de terror, valga insistir en el hecho de las redes internacionales que producen fotografía de violaciones y muertes de niños para venderlos por Internet (algunas mafias rusas e italianas ya han sido capturadas) y porque no hay otro modo de explicar la impunidad ante las más de 400 asesinadas de Ciudad Juárez. El efecto perverso de estas imágenes ya no parece operar tanto por mecanismos de iconicidad, (como es el caso de la pornografía,) sino en la indicialidad, el que permanezcan huellas de sufrimiento real y muerte ante la cámara.