10 de octubre de 2004 Vol. 5, No. 9 ISSN: 1607 - 6079    
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Para leer una fotografía

Para leer una fotografía intervienen otros códigos culturales y sociales, aparte de los códigos visuales (los que definitivamente también están inscritos en el micro-universo semántico de quien “organiza” la realidad en una fotografía, y de quien la “interpreta”. Es pues a partir de estos micro-universos que la instantánea à no-instantánea de Villa y de Zapata se pueden leer como documentos historiografiados (por su parte, es así como se leería cualquier fotografía, cuyo sentido sólo variaría por el carácter o el uso social que se le diera a tal o cual imagen). En el caso de estos dos personajes (Villa y Zapata), la lectura de las imágenes donde ellos aparecen puede tener una doble interpretación, o bien como mito, o bien como historia.

Dentro de la representación del contexto socio-histórico y cultural del mexicano, dentro de su “memoria colectiva”, ni Zapata ni Villa (como tampoco cualquier otro héroe nacional) se representan generalmente como personajes muertos. Un ejemplo de ese sentir oficializado son, por ejemplo, las estatuas de la Alameda del sur (Zapata) y del Parque de los Venados (Villa), ambos a caballo. Su memoria (o al menos la memoria oficializada) los representa cabalgando hacia el norte y hacia el sur geográfico de la Ciudad. Su asesinato es parte de la vergüenza histórica y oficial que se lava a través de los discursos y los homenajes anuales. Por tanto, Zapata y Villa no pasan definidamente al mito o a la historia. Si nos atenemos a nuestro análisis, oscilan entre el mito à no-mito (que no llega a ser realidad), o entre la realidad à no-realidad (sin llegar a ser mito); todo depende del carácter plástico de su representación. Nunca quedan ubicados ni definidos en uno u otro de los dos términos de una estructura semántica definida (mito o historia).

Es por ello que Zapata, representado muerto, pasa, en el sentir colectivo, al mito del olvido (nunca se ha reproducido ni se ha comercializado una imagen del cadáver de Zapata, como por ejemplo, tampoco una imagen del cadáver del Che). Por su parte, Zapata vivo (en su retrato/no-retrato) se define típicamente dentro del mito/no-mito, sin perder su carácter de personaje “real”; de ahí su oscilación hacia lo no-mítico o lo no-irreal.

El micro-universo semántico y cultural en el que se interpretan las fotografías, es al mismo tiempo un micro-universo histórico-semántico, en el que se sabe de la muerte de los personajes, pero sólo se les recuerda en vida. Zapata muerto es una historia no-mítica;19 vivo, tal y como se le representa hoy día a través de los carteles tomados del original de Casasola, es un mito no-histórico (a-histórico). Por su parte, Villa, vivo, de acuerdo con la instantánea/no-instantánea analizada, y prácticamente también dentro del film de Fernando de Fuentes “Vámonos con Pancho Villa”, es una realidad/no-realidad. Aun después de muerto, es una historia/no-historia en la que Villa sigue con su cabeza ausente del resto de su cuerpo.20 Villa tardó años en ser reconocido como héroe nacional, y que su nombre fuera inscrito en letras doradas en la Cámara de Diputados.

Por su parte, hay quienes aún dicen que Villa fue un bandolero y un asesino, de ahí el retardo para reconocerlo como héroe y la confusión semántico-cultural para interpretarlo como realidad/no-realidad. Nadie dice de Zapata lo mismo. Aún hay recuerdos muy frescos de su acción, y todavía se solicita su presencia en las montañas del sur. El vive en la memoria colectiva, aunque en la realidad todos sepan que está muerto.21

A Villa, por su parte, el pueblo lo reconoce tanto como bandolero que como héroe, como el guerrillero eterno. Su vida, a diferencia de la de Zapata, pasa al mito/no-mito, y su muerte, a la historia/no-historia.

Estos elementos que conforman el micro-universo semántico y cultural para leer estas imágenes, y sobre todo, estas fotografías que forman ya parte del acervo cultural del mexicano, refuerzan más el hecho de su representación plástica y de su significación: las unas como instantáneas (como historia/no-historia); las otras como retrato/no-retrato (como mito/no-mito). Considerarlas únicamente como retratos o instantáneas (mito/historia), sería restarle valor al significante plástico en la creación de sentido a nivel del plano de la expresión, y desvirtuar su significado en la semiosis que se produce con el plano del contenido. Saber y saber ver se complementan en esta lectura de los niveles superficial y profundo del enunciado fotográfico, que no deja de lado el “poder” y el “saber-hacer” fotográfico de Casasola.

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