Ética argumentativa en Aristóteles

El mundo actual vive realidades que obstaculizan y frenan la labor de la educación. Los medios de comunicación, subordinados a intereses económicos y políticos, transmiten discursos que coexisten con los discursos escolares dirigidos a la formación de ciudadanos sanos, autónomos, críticos, solidarios, respetuosos consigo mismos y con los demás. Frente a una actividad en contra de la drogadicción en una escuela que presenta su faz negativa, cohabita una campaña publicitaria que asocia licor y cigarro con belleza, juventud, alegría, música: se arremete contra una norma tradicionalmente establecida. Frente a un discurso en contra de la violencia verbal, un noticiero presenta a los líderes de la escena comunicacional agrediéndose de palabra, con razón o sin razón: se perturban las normas del diálogo. Frente a la prédica que hace un maestro de escuela a sus alumnos en contra de la mentira, los medios de comunicación pregonan que una mentira justificó una guerra que se inició con el lanzamiento de muchos misiles que ocasionaron muerte, destrucción de adultos y niños inocentes: la verdad como valor se ve amenazada. Frente a la palabra que promueve la tolerancia y el respeto por la diversidad, cohabita el discurso de un Presidente que acusa a los ciudadanos de otra nación de “barbarians”. Una ética discursiva serviría de puente para equilibrar escenarios tan opuestos y dar chance a procesos dialógicos y críticos en torno a diferentes temas, en el marco de valores más trascendentes. Es una ética que debe integrarse a los curricula para que con propiedad se instale en el aula no como un principio que se deja al azar, sino como materia que obligue a la reflexión en torno a la praxis recíproca de valores como el bien, la justicia, la tolerancia, la prudencia, la benevolencia. Valores que convoquen una conciencia global en los medios de comunicación social.