Una pregunta pertinente
A propósito de la novela El reino de este mundo de Alejo Carpentier.
Romeo López Camacho

Para ser, el hombre debe sublevarse, pero su rebelión debe respetar el límite que ella descubre en sí misma, allí donde todos los hombres, al unirse, comienzan a ser. El pensamiento rebelde no puede, por lo tanto, prescindir de la memoria: es una tensión perpetua.
Albert Camus: El hombre rebelde

No es este el espacio para discernir sobre las características que hacen que un texto se vuelva un clásico, personalidades como Jorge Luis Borges, Ítalo Calvino o Umberto Eco ya han abordado el tema en sendas conferencias. Bástenos agregar o reiterar aquí una humilde opinión: clásico es aquél texto que, antes que respuestas, plantea preguntas pertinentes. Preguntas que tienen una validez imperecedera. Es el caso del libro que en esta ocasión me he dado la tarea de reseñar. Mucho se ha hablado sobre la propuesta estética contenida en la novela pionera de Alejo Carpentier El reino de este mundo. La tesis de “lo real maravilloso” es prácticamente un tema obligado en los cursos de literatura hispanoamericana, lo que nos da una idea de la relevancia que llegó o tomar esta noción sobre el carácter y naturaleza del arte latinoamericano. Dicha propuesta, magistralmente situada en sus alcances y contexto históricos en el prólogo de Ambrosio Fornet para esta edición, sirvió de preámbulo para todo un movimiento narrativo en nuestros territorios, del que surgieron historias alucinantes, épicas, míticas, fundacionales; tales como Terra Nostra de Carlos Fuentes, Un mundo alucinante de Reinaldo Arenas, o la muy célebre Cien años de soledad de Gabriel García Márquez.

Pero por otro lado, creo que muy poco se ha hablado de otra dimensión contenida en esta obra, que en un principio dude entre llamarla política o social, ya que ambos aspectos son tocados por ella de una manera nada tangencial. Ética es la palabra que la engloba.

El reino de este mundo es la historia de una rebelión y sus fracasos, esa que vio nacer a la primera nación independiente del subcontinente, ese Haití gobernado una y otra vez por gobiernos de distintos colores (y aquí el sentido no es metafórico), aunque similares en sus despotismos y autoritarismos. Pero también es la historia de una persistencia, la de la búsqueda incesante de la libertad por todos los medios, terrenales o divinos.

Dicha búsqueda encarna en el personaje principal del texto, Ti Noel, un esclavo al principio y hombre libre ya hacia el final del relato, mismo que encaja con aquella afirmación de Albert Camus donde dice que toda rebelión debe respetar el límite en el que todos los hombres comienzan a unirse para no engendrar nuevas tiranías.

Y es que Ti Noel es un personaje que no puede prescindir de la memoria, que busca la tranquilidad y el bien para sí y sus semejantes, en esa tensión perpetua que surge del estar inmerso en situaciones convulsas. Y aún cuando su tenacidad y su paciencia le hacen adquirir “poderes superiores”, este hombre rebelde, no pretende sacar ventaja de ese hecho, sino más bien en un momento de flaqueza, evadirse de su realidad material, solo para caer en cuenta de que es en El reino de este mundo en donde debe aplicarse todo lo que se aprende en las batallas. Esta es la respuesta que él encuentra a la pregunta que subyace durante toda la narración, la de ¿qué hacer frente a una sucesión de coerciones? Ser, diría Ti Noel, a pesar de ello libres.

Pero bueno, suficiente, espero con este breve repaso haber intrigado a quien no haya leído el libro, o sembrado las ganas de releerlo en quien ya, que bien vale la pena plantearse de vez en cuando una que otra pregunta pertinente. Además no sobra decir que esta nueva edición, aparte del esclarecedor prólogo de Ambrosio Fornet al que ya me referí, cuenta como todos los libros de la colección Relato Licenciado Vidriera, con una belleza editorial que deja complacido al más fetichista de los lectores.

Carpentier, Alejo. (2004) El reino de este mundo. Universidad Nacional Autónoma de México, (Colección: Relato Licenciado Vidriera) Pp. 123