Come to scorn at my fall, perchance?
Draw, you knaves, you dogs!
J. K. Rowling, Harry Potter and the Prisoner of Azkaban.

Non fuyáis, gente cobarde;
gente cautiva, atended que no por culpa mía,
sino de mi caballo, estoy aquí tendido.
Miguel de Cervantes, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha.

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Las andanzas quijotescas en la literatura inglesa tienen una dilatada historia desde que Thomas Shelton publicó la traducción de la obra de Cervantes en 1612. Variados son los ejemplos de textos del S. XVIII inglés en los que se observan las huellas del caballero andante. Este recorrido, que conduce hasta nuestros días, tiene una concreción sumamente peculiar en la saga Harry Potter.1

Antes que nada, debe tomarse en cuenta que en la mencionada saga hay una vastísima manifestación de intertextualidad de obras de la época medieval y renacentista: de los bestiarios a Orlando Furioso, pasando por The Winter’s Tale de Shakespeare.2 La tradición hispánica también es recobrada por la autora tomando como modelo la más conocida de sus obras: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Las preguntas obligadas ante este hecho son ¿Cómo ha sido adaptado cuatro siglos después el famoso caballero?, ¿cuáles son los fines que persigue J. K. Rowling al introducir a un personaje, sir Cadogan, modelado a partir de don Quijote?

Para comenzar a responder estas interrogantes, resulta imperioso analizar Harry Potter desde su contexto como obra inserta en la posmodernidad literaria y explicar, a partir de ello, el alto número de intertextos que maneja. Al respecto de esta situación en la literatura hodierna, Ulrich Broich argumenta lo siguiente:

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