Introducción

La relación entre la narrativa y el teatro cervantinos es una realidad que se puede comprender mejor desde la perspectiva estética del Barroco pues en ella se desarrolla la posibilidad creativa que permite el contraste y los extremos, se acepta la complejidad tanto estructural como de superficie y el concepto adquiere formas de expresión que implican el arte de ingenio. Martín Morán ha planteado claramente que “Cervantes en el Quijote de 1605 se vale del mecanismo de la representación para dar cauce a las exigencias artísticas manieristas; en el de 1614 introduce la escenificación en la representación porque la nueva concepción barroca del arte y del mundo le sugiere un método, el teatro en el teatro, de construcción del relato muy acorde, por lo demás, con su connatural inclinación hacia el drama”.1

Cervantes es un autor polifacético que, como muchos otros escritores de su tiempo, se desarrolló literariamente en distintos géneros con una aceptación de público e incluso con una valoración personal muy contrastada. En el teatro es recordado como magnífico entremesista, se reconocen sus tragedias, pero sus comedias no despiertan entusiasmo; en su tiempo fue reconocido como uno de los mejores romancistas aunque hoy su poesía recibe poca atención; Cervantes creía mucho en su Galatea y en el Persiles que hoy son textos de especialistas opacados por el Quijote como obra maestra e incluso por las Novelas ejemplares.