En
el aspecto de la construcción de identidades
conformadas por grupos de aficionados pertenecientes
a diferentes clubes, los autores entran a la discusión
dando antecedentes de la conformación de estados-nación
como aglutinadores de representaciones sociales, con
un pasado común, con referencias simbólicas
y tradiciones que bosquejan las diferencias de los grupos
creando identidades tanto locales como nacionales, éstas
diferencias con sus propias características vertidas
en los hinchas se verán reflejadas desde los
campos hasta los estadios de fútbol en las que
las batallas de referencias y representaciones simbólicas
se expresan a veces de forma sutil a veces de manera
explícita.
En
este sentido, los autores proponen como la cuestión
de identidades nacionales, por no decir, patrióticas,
se vinculan con el fútbol: “En lo que
se refiere a los estados-nación, se puede vislumbrar
una triple relación entre ellos y el fútbol:
la primera, metafórica, estaría mucho
más próxima a las representaciones; la
segunda, analógica, puede ser observada empíricamente
cuando los hinchas se perciben en tanto pertenecientes
a una comunidad de sentimiento y la denominan nación
(nación tricolor, nación palmeirense,
corintiana, etc); finalmente, la tercera, relación
complementaria, donde estado-nación y fútbol
establecen relaciones manteniendo cada cual su autonomía”.
En
el capítulo dos, Dialéctica de la
incomprensión, se puede leer el recorrido
teórico que hacen los autores del fútbol
como objeto de estudio señalando la práctica
común del deporte en la clase pudiente, luego
su adopción por parte de la clase trabajadora,
la práctica del deporte sin ninguna vinculación
con otras actividades dejó a los estudiosos de
los fenómenos sociales por mucho tiempo en un
estado de irreflexión intelectual, no fue sino
con el análisis marxista y después con
las teorías de la Escuela de Frankfurt (en menor
medida) que el deporte se confinó al análisis
pobre de una forma más de alienación y
de la expresión más concreta del espectáculo
de masas.
En
Europa, a fines del siglo XX, pensadores como Pierre
Bourdieu, Norbert Elias y otros comienzan ha hacer estudios
que vinculan al deporte con los demás campos
–Bourdieu- de la vida social generando en un intelectual
sudamericano, Roberto DaMatta, un texto aún poco
explorado pero que ofrece en Latinoamérica una
nueva forma de concebir el fútbol desde el aspecto
científico social, los autores refieren sobre
este trabajo: “Al final de los años setenta
sin embargo, una publicación prácticamente
aislada de DaMatta (1982) vino a discutir la ya trillada
tesis del “fútbol como opio del pueblo”.
Se proponía, en contrapartida, que el juego fuese
visto como un “drama social”, como un ritual
a partir del cual se expresan códigos, valores,
y actitudes que tienen que ver con la esfera más
amplia de la sociedad”.
Influidos
por éste y otros trabajos relacionados con el
análisis del fútbol como hecho o fenómeno
social los autores declaran, en una parte del libro,
que a ellos les interesa pensar el fútbol como
un campo productor de significados.
Para
Oliven y Damo, el que el fútbol sea un deporte
en su mayoría practicado por hombres, en el que
se involucran grandes colectividades, que sea jugado
con los pies y el deporte más popular en el mundo,
consideran que es “una inversión simbólica
de la ética y estética occidentales”.
Lo anterior, considero, es una verdadera veta de discusión
para los científicos sociales, sobre todo porque
al ser un deporte que no sólo es popular sino
que brinda un sinfín de elementos simbólicos
en el aspecto social, también es un negocio y
se ha convertido en una forma de estructuración
social, pues se derivan de él gente del mundo
periodístico, magnates, deportistas, empresas
multinacionales, etc.
Como
antropólogos, además de poner interés
en los aspectos más deportivos del fútbol,
los escritores de este libro, se adentran en el estudio
de la conformación de los hinchas, de la hinchada,
seguidores de un equipo de fútbol que por un
lado son leales a su equipo, construyen lazos sociales
pero también confrontan al “otro”,
al del equipo rival. Son ellos los que en los noventa
minutos de juego, manifiestan sus sentimientos en cada
partido de su equipo favorito, los que son artífices
y receptores de las representaciones simbólicas
que de un juego de fútbol se desprenden.
Los
hinchas como sugieren los autores permanentemente se
encuentran en el barco del evento y la tradición.
“(…) en cada evento (partido) son “jugados”,
desde el punto de vista de los hinchas, códigos,
valores y actitudes de acuerdo con la particularidad
de los clubes involucrados (…) (…) En una
de esas temporalidades, propia del evento (o sea, en
el ritual disyuntivo y, por lo tanto, en los noventa
minutos de juego), se destacan los aspectos propiamente
emotivos, de gran excitación. Sin embargo, no
se trata de una temporalidad lineal. El gol, por ejemplo,
es un evento insertado en el otro, que es el juego,
y como tal establece una ruptura provocada por la densidad
de su significado. El tiempo del gol es un tiempo espeso,
vertical. Marcado más por su riqueza que por
su duración. Por otro lado, existe la tradición.
Es el resultado de superposiciones y arreglos múltiples
producidos por los numerosos segmentos que constituyen
el universo futbolístico, en un tiempo y espacio
que no es el del juego propiamente dicho. Es el tiempo
de lo cotidiano, ligado al espacio de la casa y de la
calle, del trabajo y del descanso, donde se “discute
fútbol”. En ese tiempo circulan las anécdotas,
las informaciones, los recuerdos, los mitos, etc., es
donde se inventan las tradiciones que aproximan fútbol
y sociedad, garantizando al primero un encadenamiento
histórico (…)
Ruben
G. Oliven y Arlet S. Damo, Fútbol y Cultura,
Colección: Enciclopedia Latinoamericana de Sociocultura
y Comunicación, Colombia: Grupo Editorial Norma,
2001, 119 págs.