Revista Digital Universitaria
10 de febrero de 2006 Vol.7, No.2 ISSN: 1607 - 6079
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Una de las tareas fundamentales de todo músico es escuchar. Ésta, es una habilidad que conviene desarrollar desde las etapas más tempranas en la formación profesional, ya sea que se trate de un maestro, un compositor, un intérprete, un etnomusicólogo o un crítico musical, en el amplio sentido en que todo público informado debería serlo. No es posible considerarse competente en cualquiera de estas áreas a menos que se tenga lograda, a la medida de las capacidades de cada uno, la audición discriminada y crítica del producto de la actividad musical, cualquiera que ésta sea.

Esta capacidad auditiva es una de las más difíciles de desarrollar y desgraciadamente una de las que menos atención recibe, en la práctica, durante la formación musical del alumno. Si las diversas asignaturas que se contemplan dentro de la formación profesional básica, tales como lenguaje musical, deniminado solfeo en nuestro actual curriculum, armonía, contrapunto, análisis, historia o estética de la música, se abordaran principalmente desde el punto de vista auditivo, el desarrollo de los futuros músicos resultaría mucho más integrado y eficiente de lo que es en la actualidad (Rogers, 1984). Aun cuando parece elemental decirlo, cualquier concepto que se enseñe desde el punto de vista musical debe abordarse en primer lugar a través del oído y a partir de ahí, se puede derivar su explicación teórica, su dominio técnico y su contenido emocional.

 

 
   

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