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Cuando se habla de erotismo parece que todo mundo entiende
solo aspectos que tienen que ver con la parte física
de la sexualidad y con el acto sexual corporal lleno
de pasión y de impulso, pero se nos olvida que
la palabra erotismo viene de Eros que es el
Dios griego del amor y que se vincula desde la filosofía
de Platón, con el encuentro armonioso de dos
almas.
Hablar
del alma es colocarnos en un nivel metafísico,
es decir, estamos en un nivel psíquico, y en
éste se llega a la satisfacción, cuando
los encuentros amorosos se vinculan con lo sagrado.
Puede sostenerse que la sexualidad no está desvinculada
del alma, o más precisamente, puedo decir que
en el acto sexual se involucra una serie compleja de
nuestra naturaleza, puesto que es un acto en donde se
unen alma y cuerpo. Por supuesto, admitamos
que el placer se halla en la piel, en el abrazo, en
las caricias, pero se obtiene un alto placer, porque
quien vuela en ese momento es el alma.
Dice
Tomas Moore que en “general tratamos al cuerpo
como si fuese un esqueleto envuelto en músculos
y relleno de órganos”,1
pues asociamos la sexualidad a un acto carnal, lleno
de placer, pero no nos damos cuenta que el
cuerpo está animado, y entonces, el
análisis complejo de el acto erótico nos
llevaría a comprender sus múltiples implicaciones,
que involucran aspectos o zonas de nuestro ser que son
metafísicas, no por eso carentes de realidad,
pero que son de una sutileza que requiere determinado
comportamiento que se ha perdido en esta era hedonista,
que solo persigue el placer sin más, que busca
satisfacción inmediata, descarnada, es decir
desvinculada del alma, y tratamos a la sexualidad a
veces como un acto mecánico, copulativo sin más,
como si fuese un divertimento del que podemos disfrutar
sin habernos percatado todo lo que le afecta al alma.
De
hecho como señala Tomas Moore, cuando una pareja
se une sexualmente existe una emoción tan fuerte,
que puede llegar a establecer una armonía con
el cuerpo, al punto que se quiebran los límites
de la condición humana y nos hace penetrar otra
realidad.2
Así entonces, entendemos que si traspasamos a
otra realidad, es porque quien mueve a la persona en
el acto sexual es el alma, y nos coloca en esa dimensión
espiritual en la que ya no existe espacio, ni tiempo,
y si hay armonía en las caricias y en el afecto,
nos conduce lejos de la realidad.
La
sexualidad se vuelve erotismo si el ser humano se da
cuenta de que ha entrado en una zona misteriosa, profunda,
en la cual, el acto erótico alcanza la eternidad,
por ejemplo, nos damos cuenta de este instante en que
hemos percibido la eternidad, cuando el placer de los
cuerpos se torna ensoñación y además
alcanzamos el nivel más alto de libertad, al
moverse el cuerpo con absoluta confianza y sensualidad,
alcanzando los límites más altos de lo
voluptuoso, pero unido a lo sagrado. Es sagrado porque
el amado es alguien especial, único, y además
es transparente el sentimiento que expresamos con él,
no hay engaño en las emociones. Desaparecen las
necesidades y solo fluye la carnalidad sensual que vibra
al unísono con otra alma, si existe armonía,
es porque están unidos cuerpo y alma.
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