Revista Digital Universitaria
10 de mayo de 2006 Vol.7, No.5 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual
RDU
 
 
 


La seducción como abstracción




Existe una idea que puede servir como base de nuestra hipótesis: la seducción es una representación de sentido. El o la seductora intenta delinear y formar un perímetro de sentido al interior de la conciencia de la persona seducida: el ejercicio seductor consistiría en apropiarse y tejer lentamente una imagen al interior del otro, hasta confundir las voces y construir un universo ficticio donde realidad e imagen formen ya un uno indistinguible.

La propuesta señalada tiene como origen dos ángulos de visión: la construcción seductora de la imagen y el rol que ella juega al interior de la seducida.

Desde el ángulo de Juan el seductor, su erótica es como la cata del vino, pues requiere tiento, intensidad y abundancia: “Conocer profundamente la psicología de Cordelia antes de iniciar mis ataques… Mantenerse al acecho, muy quieto y oculto, lo mismo que el soldado que en la avanzadilla, pecho tierra, escucha los más tenues movimientos de la aproximación enemiga… Percatarse que en el alma de Cordelia se va desarrollando con fuerza una especie de concupiscencia espiritual cuyo único objeto soy yo mismo.” 4 Todo este movimiento lo sintetiza el filósofo Karl Jaspers de la siguiente manera:

La técnica de causar sensación mediante el retiro, la intensidad en el círculo próximo, la escasa comunicación, la acentuación de lo singular –despertar la atención general no apareciendo precisamente de forma intencionada—, látigo y caramelo como medio para cautivar. 5

Este párrafo de Jaspers nos puede dar una clave del porqué, contrariamente a lo que ha sostenido la exégesis mediante la creación de la díada entre “estética” e “inmediatez” 6, la erótica de la seducción se revela como un ejercicio mediato. El seductor siempre actúa conforme a un plan interior. No se trata de un esquema efímero donde se persiga la hermosura o el placer carnal, sino de una elaboración minuciosa del concepto. “Nada de impaciencia, nada de voracidad, todo ha de gozare tirando y atrayendo lentamente.” 7 La seducción sólo puede concebirse como un ejercicio que se incuba lentamente en el pensamiento subjetivo y aspira a construir una representación: “como un pintor que se aleja del lienzo para establecer una perspectiva, o un escultor que evalúa las proporciones de su estatua desde lejos, Juan el seductor realiza cada movimiento gustosa y cuidadosamente; todo es hecho con premeditación.” 8

Los dos temas, el volver al gozo una arquitectónica, y su carácter de empatar la realidad con la imagen podrían apoyar nuestra idea: la erótica de la seducción tiene en apariencia un télos sensual, pero se revela como un ejercicio radicalmente contemplativo en su interior:

Los verdaderos placeres del amor sólo se gozan cuando se ha logrado llevar a una muchacha hasta esa situación en que no conozca otra tarea para su libertad que la de entregarse, poniendo toda su felicidad en ello y casi suplicándonos, como un mendigo una limosna, que aceptemos su don íntegro y, sin embargo, libre.9

 
 
   
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