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En
los últimos años la comunicación
deportiva iberoamericana ha generado el consumo
de un singular espectáculo en los medios.
Reacciones del público y competición
en los recintos han sufrido diversos cambios
en su presentación formal a las audiencias
con el fin de evolucionar de una mera emoción
popular a una representación vital de
gran trascendencia social que atrae la atención
y mueve el ánimo del público.
El
seguidor de la comunicación deportiva
ha sido situado ante dos escenografías,
según expuso Alicia Zorrilla en el III
Congreso Internacional de la Lengua Española:
la que genera en su mente la visualización
de los hechos que escucha, lee o ve y la que
nace del uso del idioma como espectáculo.
Forma parte de un juego que combina la realidad
deportiva y el uso especial de las palabras
y otros recursos que hace el periodista para
llevar a cabo su descripción y narración.1
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