Revista Digital Universitaria
10 de agosto de 2006 Vol.7, No.8 ISSN: 1607 - 6079
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 El tema de la muerte interesó a Sigmund Freud y a otros psicoanalistas, entre ellos, a Jacques Lacan. El psicoanálisis se encarga de las interrogantes desplegadas por la muerte, pues suele ocurrir que ella afecta a quienes están en el diván; es decir, la muerte en psicoanálisis no es de un orden general, afecta a quien sostiene la experiencia de un psicoanálisis. Acaso, ¿sería posible encararlo de otra manera?

El psicoanálisis se ocupa de la muerte de los seres queridos, es ésta la que nos afecta y en ocasiones conduce a alguien a analizarse y lograr de esa manera llevar a cabo su duelo. Nótese un hecho que subrayo: el duelo que toca el cuerpo, la imagen y las palabras de tal o cual analizante. Convendrá subrayar que esa circunstancia no se muestra bajo el aspecto de llevar a cabo "un trabajo del duelo". El duelo que nos aqueja se impone, sin que el doliente lo haya buscado, y quizás, por eso, no es un horizonte que requiera efectuarse bajo el dominio obligatorio de un trabajo llamado "psíquico".

Los estudios psicoanalíticos se han ocupado de otras formas de la muerte, por ejemplo, aquella que es convocada por la guerra, una actividad sólo desempeñada por los humanos. Como bien ya lo indicó Sigmund Freud en "Consideraciones de actualidad sobre la guerra y la muerte" (1915), artículo donde Freud es tocado por los efectos de la Primera Guerra Mundial (1915-1920), pues tenía un hijo en el frente de batalla, allí vuelve a citar una frase: "Cada uno de nosotros debía a la naturaleza una muerte" (Henry IV, Shakespeare). Para nuestro estudio conviene destacar que Shakespeare escribió algo un poco diferente: "Debes a Dios una muerte".

En la actualidad, vivimos la época del despliegue de la muerte de Dios y de sus consecuencias, no sólo como una toma de posición de Nietzche, sino como el espacio y el tiempo de su realización en la vida cotidiana. Convengamos que hacer frente a la muerte de un ser querido en estos tiempos carece del apoyo que otrora brindaba Dios para el creyente y los no creyentes1.

Le propongo al lector ubicar en el horizonte de cada duelo efectivo las consecuencias de la muerte de Dios sobre el contenido, la expresión y el componente real de vivir la pérdida de algo en esa muerte, perder un algo del que "no se sabe " a ciencia cierta, qué se perdió con él o si con esa pérdida gana algo el doliente.

 
   

 

 

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