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Yo maté a Drake

I

—Por favor, diga su nombre completo.
—Miranda Drake.
—Muy bien, señora Drake. ¿Cuándo vio a su marido por última vez?
—Esta mañana.
—Quiero decir con vida.
—No lo sé. Puede que antes de ayer, o ayer por la mañana.
—¿Estuvo fuera?
—Si se refiere a mí, estuve en la casa todo el día. Si se refiere a él, no tengo la menor idea.
—¿Estaban peleados?
—En absoluto.
—Entonces... ¿no hacen vida conyugal?
—La mansión nos permite vivir en la mutua ignorancia. Si no contamos algún encuentro ocasional y el escándalo de sus pequeñas fiestas nocturnas en la piscina, la ilusión es casi perfecta. No se haga el cándido, inspector. Lo sabe todo el mundo.
—Entonces afirma no haberle visto ayer por la noche.
—Así es.
—Perdone mi impertinencia, pero no es usted la imagen del desconsuelo.
—La procesión va por dentro.
—Su marido le ha dejado una fortuna difícil de ignorar.
—Me la dejó por omisión: como sabrá, murió sin testar.
—Sin duda conocía la ley. ¿Qué va a hacer con tanto dinero?
—Nada que no haya estado haciendo hasta ahora.
—¿Quiere decir que esta herencia la deja indiferente? Me cuesta creerlo.
—Vaya, inspector, me ha pillado usted. Yo maté a Drake. Ahora soy rica y libre.
—Este es mi número, por si recuerda algo. Volveremos a hablar.
—Estaré impaciente.

II
—Si quiere podemos hacer esto en otro momento.
—No, no es preciso. Cuanto antes mejor.
—Muy bien, grabaremos esta conversación. Por favor, diga su nombre completo.
—Mi nombre es Víctor Drake.
—¿Cuándo vio a su padre por última vez?
—Ayer, después de la cena. Estuvimos en la cocina.
—¿A qué hora fue eso?
—Sobre las once. Hasta las doce.
—¿Sobre qué charlaron?
—Una próxima adquisición empresarial.
—¿Discutieron?
—Con mi padre no se discute.
—¿Fue una reunión cordial, entonces?
—Todo lo que cabe esperar.
—Tengo entendido que su relación no era muy buena. Hace una semana le humilló delante de sus subordinados.
—Supongo que no puedo ocultar mi rabia. Papá era profuso en la crítica y escaso en el elogio.
—Por no hablar de la herencia. ¿Cuánto le queda?
—Por favor. No fue por dinero.
—¿Qué es lo que no fue por dinero?
—No aguanto más. Yo maté a Drake.
—¿Por qué lo hizo?
—Llame a Alfredo. No diré nada más hasta que venga.
—Me temo que tendrá que elegir otro abogado.
—Entonces tráigame uno cualquiera.

III

—Diga su nombre completo, por favor.
—Verónica Castello.
—¿Cuál es su relación con el señor Drake?
—Durante muchos años fui el desagüe de sus frustraciones. La primera concubina.
—¿Cuándo lo vio por última vez?
—Ayer, de madrugada.
—Tengo entendido que no salió de la mansión.
—Fui yo quien entró.
—Irene nos dijo que no hubo visitas.
—Teníamos formas discretas de vernos.
—¿A qué hora se vieron?
—A la una.
—¿De qué hablaron?
—Discutimos lo habitual últimamente.
—Que es...
—Ya no me quiere ni como objeto de desprecio. Supongo que me he hecho vieja. Sólo tiene ojos para esas niñas. Ojos y manos. Es repugnante.
—¿Discutieron mucho?
—No hubo ocasión. Cuando empezó a insultarme lo vi claro.
—¿Qué vio?
—Que alguien tenía que acabar con él y con la espiral de vidas destrozadas que deja a su paso. Sí, inspector, yo maté a Drake.


IV

—Diga su nombre, por favor.
—Alfredo de Mota.
—¿Cuál era su relación con el señor Drake?
—Amigo y abogado de la familia.
—¿Cuándo lo vio por última vez?
—Ayer por la noche.
—Tengo entendido que no hubo visitas.
—Y yo tengo llaves de la casa.
—¿Por qué fue a visitarle?
—Trabajo.
—¿Discutieron?
—No. Pero tuve que matarle.
—¿Usted?
—Yo maté a Drake. Era él o mi familia.
—¿Amenazó a su familia?
—¿Él? No, por Dios, jamás haría algo así. Otros me obligaron.
—¿Quién le obligó?
—No se lo diré.
—¿Puede ser que se refiera a la mafia para la que también trabaja?
—Le repito que no se lo diré.
—¿Cómo le obligaron?
—Lo dejaron muy claro: o él, o mi familia.
—Si no nos da más detalles no podemos investigar la extorsión.
—Me da igual. Lo maté por capricho, entonces.
—¿Quiere un abogado?
—Nada de abogados. Deténgame y póngame a disposición judicial.

V
—Diga su nombre completo, por favor.
—Irene Expósito.
—¿Hace cuánto que trabaja en la casa?
—Más de treinta años. Vine aquí con mi madre, de niña.
—Tengo entendido que las sacó de la miseria.
—Así es, un incendio nos dejó en la ruina, y el señor Drake nos acogió. Siempre fueron muy buenos con nosotros, él y el señor Víctor.
—¿Cuándo vio al señor Drake por última vez?
—De madrugada, en la cocina.
—Allí es donde lo encontró esta mañana.
—No sabía qué hacer. Al principio pensé en ocultarlo, pero es absurdo. Yo maté a Drake.
—¿Por qué? Creí que le estaba agradecida.
—Y lo estoy. Pero el señor Drake me acosaba.
—¿Por qué no lo denunció?
—No quería denunciarlo, fue siempre tan bueno... podía ignorar las insinuaciones, pero ayer... ayer no parecía él mismo. Intentó forzarme. Tuve que defenderme.
—¿Le contó a alguien que Drake la acosaba?
—A nadie. Era un hombre tan bueno... No le diré nada más, no será necesario. Encontrarán mis huellas en el cuchillo.

VI

—Diga su nombre completo, por favor.
—Harold P. Applewhite, natural de Nueva York, veintiséis años.
—Con el nombre era suficiente. ¿Desde cuándo es usted invitado en la casa?
—Desde ayer.
—¿Desde cuándo conoce al señor Drake?
—Desde ayer también. Quiero decir personalmente. Por los periódicos desde hace años, y telefónicamente desde hace meses.
—¿Cuál fue el motivo de su visita?
—Negocios. Llevábamos un tiempo hablando de un proyecto y quería hacer números conmigo.
—¿Llegaron a hacerlos?
—Más o menos. Fingió motivos financieros, pero sé que se echó atrás en el momento en que me vio. Apenas hablamos una hora.
—¿Cuándo lo vio por última vez?
—Esa misma noche coincidimos en la cocina. Le dije lo que pensaba. Ese proyecto era todo lo que tenía.
—¿Qué le dijo él?
—Se rió. Después de meses de planes me dejó tirado y tuvo el poco decoro de reírse en mi cara. Me dejó sin nada, ¿sabe? Soy inteligente y ambicioso, podría haber hecho muchas cosas pero lo aposté todo en ese maldito proyecto. Yo maté a Drake.
—Si es así, irá a la cárcel por ello.
—Créame, eso es mejor que lo que me espera en casa.

f

Autor: Pablo Tellería Cebraín

Mi nombre es Pablo Tellería y nací en Zaragoza, España, hace 30 años, aunque ahora resido en Madrid. Soy ingeniero en Informática, también he trabajado en diseño gráfico e imagen digital. Con el tiempo me he ido especializando en desarrollo de aplicaciones web; otros campos de mi interés son la informática gráfica o la informática teórica. Desde niño he sido un consumidor compulsivo de ficción (literaria y audiovisual), y, en los días claros, sueño con aportar mi granito de arena.

 

Voces: Guillermo Henry, Libia B. Castro, Patricia Muñetón, Jorge Lara, Juan José Juárez, José Antonio Ramírez y Laura Monroy.

Agradecemos a la Lic. María Teresa Moya Malfavón, subdirectora de producción y programación de Radio UNAM, así como a la Lic. Mary Paz Gener, jefa de producción, las facilidades prestadas para la grabación de las voces de este relato.

 

Ilustración de los personajes: Ricardo García Paredes

Diseño grafíco y animación: Ismael López Hernández

 

Comentarios del jurado:

En un estilo que remite al género policial, el autor propone, para cada una de las caras del cubo, el interrogatorio de un sospechoso de asesinato. La obra concibe al policial como un puzzle, un modelo para armar que se va descifrando -o no- a partir de distintas versiones.

 

 

 

 

 


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