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El Liquidador

 

I
Era una noche como cualquier otra, fría como todas las de la antigua Unión Soviética, pero no helada, pues era primavera al fin y al cabo. Las estrellas brillaban en el cielo despejado por los fuertes vientos que soplaban en la ciudad de Chérnobil, la madrugada de ese sábado veintiséis de abril de mil novecientos ochenta y seis, en la que hicimos hasta lo imposible para detener a los asesinos que eran millones de veces más pequeños que nosotros, y que nos mataron sin apenas darnos cuenta.

 

II
Fue después de la medianoche. Entonces sucedió la explosión, las barras de control, derretidas por el calor, fueron liberadas y la gravedad las hizo caer fuertemente, iniciando la reacción en cadena. Una nube altamente inestable de hidrógeno hizo que la tapa de cien toneladas de hormigón y grafito que aseguraba el núcleo volara por los aires, pese a su enorme peso. Adentro, el material que no ardía al rojo vivo se derretía en un líquido incandescente: era la visión perfecta del Apocalipsis.

 

III
El caos que a nivel subatómico se estaba desarrollando en esos momentos pasó desapercibido ante nosotros, que sólo nos concentrábamos en las llamas que salían del edificio alcanzando una altura considerable. El material radioactivo se elevó a la atmósfera impulsado por el infernal calor de dos mil quinientos grados Celsius. Abajo, el incendio se propagaba rápidamente y amenazaba los otros reactores. La alarma de emergencia sonó y en la central, todos mis compañeros y yo nos dispusimos a combatir el fuego.

 

IV
Una gota de sangre sobre un fondo azul cielo; alfa, beta y gamma acompañándola. Todo enmarcado en una cruz del mismo color de la sangre. Una medalla para los que caímos ese día, en ese lugar, sin saber que era lo que pasaba ni lo que hacíamos. Sólo sabíamos que era nuestro deber y nuestra responsabilidad. Europa dormía y nosotros luchábamos sin saberlo, por protegerla de una tragedia mayor. Yo estaba entre ellos, fui uno de los primeros en llegar.

 

V
El xenón era, en un inicio, el principal temor, pues podía envenenar el proceso y provocar que todo tuviera que detenerse, situación que tardaría unos días en arreglarse pero que sería sin duda una vergüenza para toda la nación. Hidrógeno, boro, plomo, yodo, acero y dolomita le sucederían como actores principales en el transcurso de las horas, unos héroes, otros villanos. Pero serían el dióxido de uranio y la radiación gamma los verdaderos protagonistas de la historia. Esa noche, todos suponían que sería la más larga de su vida, y tristemente, tenían razón.

 

VI
Llevaban más de cuatro horas encerrados en aquel edificio, cuando aparecieron las primeras sospechas de que algo andaba mal con la prueba. Intentaron controlarlo pero fue en vano: el miedo les hizo tomar decisiones apresuradas. Alguien dio la orden de liberar los ciento setenta y dos tubos de acero y boro que servían como barras de control y proporcionaban protección al conjunto, pero estos no respondieron a los controles de emergencia. A continuación, se decidió liberarlos manualmente, para que cayeran por su propio peso, a pesar del riesgo que implicaba. Se escuchó el ruido de los tubos al estrellarse contra el suelo del reactor y después, todo fue silencio para ellos.


f

Autor: Carlos Alejandro Figueroa Martínez

 

Carlos Alejandro estudió la licenciatura en derecho en la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, Universidad Nacional Autónoma de México. Actualmente trabaja para el Tribunal Superior de Justicia del Distrito Federal y se encuentra en proceso de Titulación.


Voz narradora: Guillermo Henry

Agradecemos a la Lic. María Teresa Moya Malfavón, subdirectora de producción y programación de Radio UNAM, así como a la Lic. Mary Paz Gener, jefa de producción, las facilidades prestadas para la grabación de las voces de este relato.

 

Diseño e ilustraciones: Ismael López Hernández

 

Comentarios del jurado:

En esta obra predomina el clima de suspenso y de peligro. En el marco de la tragedia atómica de Chérnobil, el relato se presenta a partir de fragmentos de testimonios, cuyo caos recuerda al apocalípsis. Los diferentes puntos de vista parecen ser sostenidos por voces fantasmas de algunas de las víctimas de la explosión.

 

 

 

 

 



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