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Revista Digital Universitaria
10 de marzo de 2007 Vol.8, No.3 ISSN: 1607 - 6079
Publicación mensual

 
     

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La economía del conocimiento: factores determinantes e impacto en las empresas

Desde comienzos de la década de 1990 se ha venido produciendo un profundo proceso de transformación en todos y cada uno de los diferentes aspectos que definen el entorno social y económico. De hecho, la dimensión del cambio a nivel social ha sido tal, que actualmente nadie pone en duda que nos encontramos ante un nuevo entorno que puede ser calificado como Sociedad del conocimiento. Y dado que, la actividad económica no puede, ni debe ser entendida como algo ajeno a la sociedad donde discurre, si actualmente nos encontramos en una sociedad dominada por el conocimiento, es evidente que la actividad económica que en ella se desarrolla ha de ser entendida como una economía basada en el conocimiento (Castells, 2003).

De forma general se considera que la base del desarrollo de la nueva economía se fundamenta en el uso intensivo del conocimiento, como la piedra angular sobre la que descansa el desarrollo de todas las actividades y comportamientos mostrados por los diferentes agentes económicos (Vilaseca y Torrent, 2005). Así, basada en la “intangibilización” de la actividad económica, se supone que el conocimiento ha sido “interiorizado” por los diferentes agentes, y utilizado de forma intensiva, actuando a la vez como un factor productivo y como un elemento estratégico capaz de constituir una importante fuente de ventajas competitivas (Sammutt-Bonnici y McGee, 2002; Vilaseca and Torrent, 2005).

Estudios como los de Harley (1989), Vilaseca y Torrent (2004) o Urry (1990) señalan la existencia de tres hechos clave, como responsables de la masiva incorporación del conocimiento a la actividad económica. Los factores señalados son: el proceso de globalización económica; los cambios en la demanda y el desarrollo y el uso intensivo de las Tecnologías de la Información y Comunicación (en adelante TIC). No obstante, antes de entrar a abordarlos cabe señalar dos cosas en relación a los mismos. En primer lugar, destacar que el grado de desarrollo o implantación de estos factores cambia de unos lugares a otros, siendo más acusados en las economías desarrolladas. En segundo lugar, y tal y como señala Conill (2000), si bien estos factores han generado para las economías modernas determinados aspectos positivos, también cabe señalar que –como contrapartida– el progreso que traen consigo, en ocasiones, no puede ser catalogado como humano, al fomentar el incremento del grado de desigualdad existente entre los países y las personas.

•  El proceso de mundialización o globalización de la economía. Ha provocado un cambio en las relaciones económicas existentes, tanto a nivel macroeconómico como microeconómico. Lo que ha generado importantes cambios en la producción, distribución, el intercambio y el consumo que progresivamente han tendido hacia una “intangibilización” de la actividad, con la presencia creciente del conocimiento y de la información (Vilaseca y Torrent, 2005).

•  Cambio en los patrones de comportamiento de los individuos. El desarrollo de un capitalismo generalizado ha provocado en determinadas zonas geográficas un aumento importante de la renta disponible, con el consiguiente cambio en los patrones de uso y consumo y el crecimiento del gasto en bienes y servicios intensivos en conocimiento (Yagüe, 1996). A este hecho también hemos de añadir la mejora del nivel educativo, que unida a otros cambios propios de la evolución de la sociedad –como la aparición de nuevas tendencias culturales, y nuevos valores sociales–, ha dado lugar a una sociedad conformada por individuos cada vez más exigentes e informados y que, en mayor medida, demandan productos cada vez de mayor calidad, grado de diferenciación y que ofrezcan un mayor valor añadido (Sammut-Bonnici y McGee, 2002).

•  Finalmente, el uso intensivo de las TIC en la actividad económica desarrollada por los diferentes agentes, no sólo facilita el desarrollo de gran número de actividades, con el consiguiente ahorro de costes y tiempo, sino que además ha generado un aumento del uso del conocimiento en la actividad económica, con su consiguiente transformación (Rangaswamy y Lilien, 1997).

Concretamente: el uso intensivo de las TIC en la actividad económica es una constante que se viene observando desde mediados de la década pasada. Progresivamente se aprecia cómo de manera general las TIC se han ido implantando de forma general en el conjunto de las actividades desarrolladas por los diferentes agentes económicos. No obstante, su impacto ha sido superior en las economías modernas, donde el uso de las TIC se ha generalizado e intensificado en el desarrollo de actividades de producción, distribución y consumo (Vilaseca y Torrent 2005).

Este fenómeno ha provocado dos hechos importantes para el entorno económico mundial. Por un lado ha facilitado el desarrollo y uso de un amplio abanico de innovaciones y mejoras en los procesos y los productos, con la consiguiente transformación de la actividad desarrollada por gran parte de los sectores económicos (Sinkula, 1994, Saw et al., 1999, Thomke y Von Hippel, 2002). Por otro, este hecho se ha traducido en la aparición de nuevas actividades productivas que derivan en la aparición de un nuevo sector: la industria de la información (Li y Calentone, 1998; Nonaka, 1991; Robers, 2000).


Figura 0 El impacto del uso de las TIC en la actividad económica a nivel mundial
Fuente: Elaboración propia

Como es natural, la empresa no ha permanecido ajena a los cambios producidos. Así, como principal agente económico, se ha visto abocada a un profundo proceso de transformación, con el fin de adaptarse al nuevo entorno social y competitivo (Tatikonda y Stock, 2003). No obstante, el impacto provocado por los factores de cambio, y la forma de enfrentarlos y considerarlos ha sido diferente según las empresas y los territorios donde se ubican. Así, mientras que la globalización de los mercados y el cambio en la demanda han sido percibidos por gran número de organizaciones como auténticos retos para la empresa, de forma general el desarrollo de las TIC ha sido entendido –por la mayor parte de las empresas– como una oportunidad, y su uso intensivo como una fortaleza (Michael y Palandjian, 2004, Tuominen et al., 1997).

Hoy en día las TIC se presentan en el ámbito empresarial como un factor interno de carácter estratégico. Su fuerza como elemento de cambio reside en el conjunto de utilidades que ofrecen a las organizaciones (Brady, et al., 2002). Así, las TIC no sólo constituyen una herramienta que de forma directa agiliza y hace más eficiente la realización de ciertos procesos. En ellas también encontramos un elemento que favorece la creación, acumulación y difusión de conocimiento en la organización (Roberts, 2000). El conocimiento se convierte en un recurso productivo y estratégico de primer orden, de tal forma que la actividad empresarial comienza a fundamentarse en el uso de este intangible (Castells, 2003). Esta situación provoca, como primer resultado, una alteración y redefinición de lo que hasta el momento eran considerados los inputs básicos de la actividad empresarial. El trabajo y capital, que eran considerados tradicionalmente los factores generadores del crecimiento económico, son visualizados bajo una nueva óptica (Abernathy y Utterback, 1978). La masiva incorporación del conocimiento a la actividad empresarial como recurso productivo hace necesario, no sólo redefinir lo que entendemos por trabajo y capital, sino que además es preciso añadir el conocimiento como el tercer input básico en la actividad empresarial (Vilaseca y Torrent, 2005).

Por otro lado, la segunda gran transformación en la empresa se genera por la incorporación masiva del conocimiento como un recurso estratégico (Rotwell, 1994; Sammuth-Bonnice y McGee, 2002; Trim, 2002). La diseminación del conocimiento por toda la organización y su posterior uso como base para la toma de decisiones promueve cambios en la orientación y en la estructura organizacional; da lugar al desarrollo de nuevos procesos o a la modificación de los ya existentes y a la aparición de nuevos modelos estratégicos y de gestión a seguir (Adams et al. 1998).

 

 

 
   
 

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