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Octavio Paz: raíces de su pensamiento

Las influencias que Paz recibe se pueden resumir y centrar en cuatro líneas muy claras que nutren toda su obra1. En primer lugar, las culturas precolombina y española como tradiciones heredadas. De la poesía en lengua castellana hay que remontarse a los autores medievales y llegar hasta Lope, Quevedo y Góngora. En segundo lugar, la influencia americana que supone sus raíces y la causa de la radicalización de su postura ideológica en algún momento clave de su vida. En tercer lugar, el mundo occidental y la tradición cultural europea, desde los orígenes culturales y artísticos de la modernidad hasta los experimentos poéticos de Eliot y Pound, y la influencia francesa en la línea evolutiva de la modernidad a la vanguardia, gracias a la cual pudo realizar ensayos como el de Marcel Duchamp2. Es importante para él la tradición de la lírica occidental a partir del simbolismo y, de modo particular, a partir de Mallarmé y Rimbaud, en un área mucho más amplia que el ámbito hispánico. En cuarto y último lugar, la influencia oriental como tradición adquirida.3


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Hay que tener en cuenta que las ausencias en México de Octavio Paz significaron un cambio radical en sus creencias y gustos estéticos, así como en sus convicciones y actitudes morales y políticas. Octavio Paz pretende desenterrar el México que sigue vivo, el que parece sepultado. El Laberinto de la soledad fue una tentativa por describir y comprender algunos mitos. Confiesa Paz que en este intento aprendió mucho de los filósofos alemanes a través de Ortega y Gasset: la fenomenología de Husserl, la filosofía de la cultura y la obra de historiadores y ensayistas como Dilthey y Simmel. En Ortega se apoya para explicar la trascendencia de las ideas en los procesos sociales y la importancia del pasado y la tradición en la conformación del presente de los pueblos. También fue fundamental la influencia de Nietzsche para escribir El Laberinto, como un guía en la exploración del lenguaje mexicano. Nietzsche le enseñó a ver lo que está detrás de palabras como virtud, bondad y mal. En Nueva York abrió los ojos ante la gran aventura del arte moderno durante la primera mitad del siglo. Después París. Nuestro escritor se interesa por la filosofía porque quisiera encontrar una sabiduría como la que encontraron en la antigüedad los estoicos. Ese interés le ayudó sin duda a profundizar en las filosofías de la India, Japón y China.4

Se le puede incluir dentro del liberalismo, con marcadas influencias de Marx, Engels, Comte, Weber, Trosky, Freud y Camus. Marx y Engels le iniciaron en el manejo de la palabra crítica y la actitud disidente. En sus ideas radica la esperanza utópica de su juventud de poder pasar del mundo de la necesidad al mundo de la libertad. Weber le reveló los conceptos de Estado patrimonialista y burocracia, válidos para analizar la sociedad colonial en la Nueva España, los extremos del totalitarismo del siglo XX (fascista y comunista), el caudillismo en América Latina y el gobierno del PRI en México. Las críticas de Trotsky al régimen de Stalin fueron fundamentales en su reflexión sobre las burocracias. Por otra parte, Freud le mostró la realidad del inconsciente, útil en su reflexión sobre las máscaras del mexicano y sobre el sentimiento de orfandad del hombre. El mundo del subconsciente le llevaría a nuevas interpretaciones de la historia y la política de México y el mundo. De Camus, aprendió la moderación en el terreno político. Su valoración del silencio procede de Wittgenstein; su obra filosófica representa el fin de la analítica clásica y el nacimiento de la filosofía del lenguaje. Después de él la ciencia habrá de tener siempre presentes las estructuras gramaticales de su propio discurso. El agotamiento del viejo concepto de la ciencia del siglo XX abrirá el campo a la teoría de los modelos y al estructuralismo.


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