México es un país que se preocupa por su patrimonio cultural, pero una parte de sus esfuerzos se han dedicado a la distinción internacional de ese legado. Dicho reconocimiento implica asumir un conjunto de responsabilidades institucionales y sociales para garantizar la permanencia de la herencia colectiva.

En los últimos tiempos, los espacios virtuales de las instituciones culturales y sus contenidos digitales se han enfocado a posibilitar el acceso a colecciones relacionadas directamente con bienes patrimoniales. Sin embargo, en nuestro país esos mismos espacios presentan ciertas peculiaridades que no se enfocan a la socialización del legado heredado como una tarea de concienciación tendiente a favorecer los procesos de valoración y, por tanto, de responsabilidad en la transmisión generacional de los bienes conservados.

Esta reflexión analiza estas cuestiones enfocadas a los objetos mexicanos reconocidos en el programa internacional Memoria del Mundo.