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Ramón Sibiuda: Amor y conocimiento en la Cataluña del siglo XV
Edgar Morales Flores
 

La seducción de la alegría y la escatología del odio


La seducción de la alegría y la escatología del odio El árbol de la obediencia tiene como raíz el amor a Dios y como fruto la alegría.26 El árbol que da este fruto está en conformidad con la voluntad divina, posee la vida, y a través de ella posee todo. Y al contrario del amor a sí mismo, la alegría que nace del amor a Dios no estorba la alegría de los otros.27

En fin, lo menos que se puede decir es que el optimismo de Sibiuda es enorme. Todo el sistema está dominado por un espíritu de dicha y de armonía. Quizá por esto el tema del sufrimiento pareciera estar ausente, se echan de menos los cuestionamientos de los creyentes que no por amar a Dios dejan de sufrir.

El sufrimiento, en todo caso, está relacionado con la tristeza, y ésta con el amor a sí mismo. Es el fruto del árbol de la desobediencia.28 La tristeza es la negación de la Creación, es la muerte.29 Es decir, donde no hay amor a Dios no hay alegría, y no hay alegría donde se posee lo odiado (o bien cuando está ausente lo que se desea).30

¿Pero qué quiere decir todo esto? Quiere decir que Sibiuda simplemente está observando la condición humana, conoce que todo hombre “huye de la tristeza y busca la alegría”,31 que todos se aman a sí mismos, que todos están predeterminados a la melancolía. De ahí su lucha vigorosa contra la tristeza y el amor a sí mismo; de ahí que no escatime medios, ni tema a la ortodoxia, cuando se trata de poner fundamento a la dicha.

Sibiuda está atrapado por la preocupación, por la lucha contra el destino humano. Sabe que la ausencia del amor es el infierno.32 Y en esto se basa su teoría escatológica, en el razonamiento de que no hay castigo cuando no hay tristeza,33 cuando no hay conciencia de la desgracia,34 y esta conciencia trae consigo el odio y el nihilismo:

“tal tristeza será continua y eterna, porque el alma siempre se tendrá presente, y así de sí misma nacerá su tristeza, y se odiará a sí misma en grado sumo, hasta el punto de que quisiera no existir, porque no puede soportarse ni tolerarse a sí misma por su torpeza y su deformidad horripilantes... Y en el lugar del amor propio se engendra el odio... Y del odio propio se derivará el odio a Dios... quisiera que Dios no existiese, para así no existir ella tampoco. Y como Dios no puede dejar de ser, ello causará en el alma gran tristeza. Además tendrá odio a todas las criaturas, porque quisiera que no existiese nada, ni ella ni ninguna otra cosa”35

Lo que pretende Ramon Sibiuda es escapar a tan triste expectativa, y cuánto más en tanto sabía que “ahora está cercano el fin del mundo”.36 En suma, la ética sibiudana es una ética de la alegría, de la concordia, del hedonismo espiritual y de la mística divinización a través del amor.

 


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