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El panorama musical en España, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, estuvo marcado por el auge de la zarzuela, género frecuentemente representado en todos los teatros. Algunos compositores que le dedicaron gran parte de su producción fueron Bretón, Chapí, Chueca y Giménez.
La creación de diversas entidades culturales, artísticas
y recreativas como los liceos, casinos, ateneos, círculos
y otras, propiciaron que los compositores de la época escribieran
obras para ser interpretadas en estas sociedades, en las cuales se
solía contar con algunos profesores que enseñaban canto
e instrumento a muchos aficionados, que en su mayorías formaban
parte de la clase alta, eran ellos quienes participaban en los actos
musicales organizados, en que se escuchaban fragmentos de ópera,
zarzuela y música de salón como rigodones, mazurcas,
caprichos, valses y otro. Por esa misma época surgen en España
tres de los más grandes compositores de todos los tiempos:
Felipe Pedrell, Isaac Albéniz y Enrique Granados, músicos
reconocidos universalmente.
La música religiosa estaba bastante influenciada por el estilo
operístico. Muchas de las obras que escribían los compositores
y maestros de capilla incluían textos, ritmos y giros que
se apartaban del sentir religioso y tradicional de siglos pasados.
El maestro Eslava fue el primero en realizar una labor de recuperación
para la música destinada al templo.
La música en Alicante, durante la segunda mitad del siglo
XIX iba en decadencia. La capilla de música de la colegial
de San Nicolás, que durante siglos había sido el máximo
exponente en la ciudad, dejó de ser subsidiada por el cabildo
municipal en el año 1869, ocasionando que fuera un conjunto
de aficionados los que se limitaban a actuar sólo en las grandes
solemnidades. El tiempo que Ernesto Villar ejerció el magisterio
con esta agrupación fue una etapa brillante para la entidad,
ya que bajo su dirección fueron interpretadas, tanto sus propias
obras como las de otros maestros y músicos, las cuales arregló y
adaptó.
Además de compositor y musicólogo Villar fue también
escritor, dejó un extenso legado de poemas (algunos de ellos
aún permanecen inéditos) y obras que en su tiempo fueron
interpretados en los círculos artístico-literarios
españoles. Sus colecciones de libros acerca de la música
y otros aspectos pedagógicos sirvieron de apoyo y modelo en
varias escuelas musicales.
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En 1871, después de un concierto en el
Teatro Principal, en el que actuó con el violoncelista
César Casella, se despidió del público
para anunciar su viaje a Madrid, donde consiguió, por
oposición, una plaza como perito de Aduanas, lo que
le llevó a pasar por diversas ciudades de la geografía
española. Esta profesión también le impulsó,
algunos años más tarde, a escribir su Memoria
sobre valoraciones de la Aduana de Barcelona, correspondiente
al año 1874 (inédita), que fue galardonado
con una mención honorífica. Escribió otros
libros que han sido publicados.
Desde 1876 a 1880 permaneció en Zumaya, donde organizó y
dirigió una banda y una capilla de música. Allí compuso
diversas obras, como los pasodobles Guetaria y La
Victoria (1876), los valses A orillas del Urola (1879), el
Miserere breve (1877) y la Misa solemne (1878).
También estrenó en el Teatro de Zumaya, en el
año 1879, el juguete cómico-lírico La
noche buena de un artista.
Durante el año 1881 se trasladó a la ciudad de
Mazarrón, donde, también, organizó y dirigió una
banda de música. Al año siguiente se instaló en
Vinaroz en donde permaneció hasta 1887. En el tiempo
que estuvo en esta población formó parte de su
movimiento literario, musical y político. Impulsó la
banda de música que, hasta su llegada se encontraba
en un lamentable estado. Varios periódicos locales confirmaron
los magníficos logros conseguidos bajo su dirección: “Afinacion,
precisión, gusto, claro-oscuro; todo lo reúne
la nueva banda llamada “Euterpe”, que arrastra
con su batuta el director.”2
En uno de sus viajes a Alicante, en 1882, tuvo la ocasión
de asistir a la función que se representó para
beneficio de la cantante Luisa Fons, quien interpretó en
el Teatro Principal, el 28 de marzo, La Gitanilla,
canción española para tiple y orquesta, compuesta
por Villar; esta obra fue ejecutada en uno de los entreactos
de La Favorita, donde actuó Manuel Carbonell
Villar.3 En
1883 puso en escena su drama histórico en dos actos,
titulado Shara, el cual reformó más tarde cambiando
el título por Las arras del agravio, obra que
continúa inédita.
En la ciudad de Vinaroz estrenó su himno A la Primavera,
en el gran festival celebrado con motivo de las ferias del
mes de junio de 1884, tomando parte un coro de 60 voces con
acompañamiento de banda. Este himno fue repetido, dos
años después, en las veladas musicales del Casino
de Artesanos de esta misma población.
Aprovechando otra corta estancia en Alicante en el año
1885, fue requerido para dirigir la orquesta del Teatro Principal
durante las funciones dirigidas por Manuel Carbonell quien
refiriéndose a Villar, dijo La Reseña: “¡Lástima
grande esclamamos [sic] al aplaudir á Villar, que los
marchamos y espedientes [sic] de aduanas, roben al arte lírico
uno de sus mas inspirados sacerdotes"4.
Villar dirigió también El Barbero de Sevilla y Hernani.
Durante la interpretación de El Barbero, Luisa
Fons cantó el vals titulado La Notte, obra
escrita por Ernesto Villar y dedicada a la artista, siendo
acompañada al piano por su autor.
En 1892 solicitó la excedencia en el cuerpo de Aduanas, instalándose en Alicante, donde se dedicó a la música y a las letras, además de la dirección de la red telefónica, de la que era uno de los propietarios. También colaboró frecuentemente en los periódicos: La Correspondencia Alicantina, El Eco de la Provincia (en la sección de teatro) y más tarde en El Ateneo, Caridad y otros. Fundó y dirigió la Sociedad de Cuartetos de Música Clásica, que celebraba sus sesiones en la casa del Ilustre Decano del Colegio de Abogados, D. José García Soler. Formó también la sociedad propietaria del Teatro Circo Nuevo.
Sus dotes de prosista e historiador se vieron reflejadas en
la publicación, en 1893, de su libro Alicante
Artístico-Musical, estudio sobre la capilla de
música de San Nicolás y sus maestros, obra
muy elogiada dentro y fuera de Alicante, contando entre sus
admiradores a Felipe Pedrell y Menéndez Pelayo. Este último
remitió a Villar la siguiente carta:
Sr. Dn
Ernesto Villar y Miralles Santander, 26 de Agosto de 1894 Muy Sr mío: Recibí con mucho aprecio el interesante estudio de VS. Alicante Artístico-Musical, que contiene datos nuevos e importantes para nuestra historia artística. En especial me han llamado la atención los referentes al maestro Iranzo y Herrero, el antagonista del P. Eximeno. Dando á VS. el parabien por su excelente y erudito trabajo, se ofrece suyo af. s.s.q.b.s.m.5 |
También se introdujo en el campo de la política activa, dentro de las tendencias republicanas, siendo elegido concejal del ayuntamiento, cargo que ocupó desde enero de 1894 hasta el 4 de octubre de 1895. En ese tiempo elaboró las bases para la creación de la banda municipal, ya que Alicante todavía no contaba con una formación subvencionada por la municipalidad, pero a pesar de que el contenido de las bases fue aprobado, no se llevó a efecto.
El 20 de noviembre de 1896 fue propuesto académico de la Real de Bellas Artes de San Fernando y miembro de la Comisión Provincial de Monumentos. La nominación de académico fue apoyada por Felipe Pedrell y Gabriel Rodríguez; este último escribía a Villar:
El sr. Giner de los Ríos, me ha escrito, haciéndome saber el deseo de V. de alcanzar el título correspondiente de la Academia de Bellas Artes. Hablaré de esto con mucho gusto á nuestro gran amigo el sr. Pedrell, con vivo deseo de que pueda V. alcanzar tan merecida distinción.6
En ese mismo año fue nombrado maestro de la capilla de música de la colegial de San Nicolás, actuando al frente de esta formación y de una orquesta de 30 profesores en los actos a San Nicolás, el día 5 de diciembre. Fueron interpretados los nocturnos de Agustín Iranzo, Quandam die tempestate (1789, a sólo de tenor) y Beatus Nicolaus (1789, a sólo de contralto); a continuación, Ex ejus tumba marmorea (1859, a sólo de bajo) de Miguel Crevea y el Te Deum en Mi menor de Hilarión Eslava. Entre los músicos que reforzaron el conjunto se encontraba Ernesto Villar Lozano, hijo del maestro. El día 6, festividad del patrón, fue ejecutada una misa de Francisco Villar.
La Semana Santa de 1897 contó con el estreno de su Miserere, obra que supuso un acontecimiento para los amantes de la música religiosa, pues en los ensayos realizados, había llamado la atención por su majestuosidad y riqueza vocal e instrumental, participando 30 voces y 32 profesores de orquesta. Un extenso artículo acerca de este miserere, publicado por Hermenegildo Giner de los Ríos, decía:
La obra del Maestro de Capilla de San Nicolás presenta gran novedad en su extructura [sic], de carácter majestuoso y ámplio: suma originalidad en las combinaciones de la instrumentación y extraordinaria variedad de combinaciones armónicas, salvando las dificultades de la monotonía tan frecuente en el género sagrado, y por último ofrece la innovación en la masa de sonidos de la introducción del clarinete bajo y el empleo del cornetín con sordina, de mucho efecto ambos instrumentos en momentos determinados.7
A pesar del éxito de la obra un grupo de fieles católicos, contrarios a que el maestro de capilla tuviera tendencias republicanas, elevaron un escrito, en términos muy duros e injustos, al abad de San Nicolás, el 23 de abril, cuya copia también llegó al obispo y a la prensa católica. Calificaban su Miserere como colección de cavatinas italianas de mal gusto y acusaban a Villar de ser republicano y contrario a la iglesia, pidiéndole al abad su destitución en el magisterio de capilla.
Las autoridades eclesiásticas debieron estudiar profundamente el caso, sin ver motivo alguno por el cual apartar a Ernesto Villar de su magisterio, independientemente de su sentir político, que nunca se mezcló con su trabajo en la capilla ni enturbió las excelentes relaciones que mantenía con el cabildo colegial. A pesar de estos incidentes, el Miserere se volvió a interpretar en la Semana Santa del año siguiente.
Según Juan de Dios Aguilar, “en 1898 se le concedió el cargo de Director Honorario de la Sociedad-Orquesta de Almería”.8
En el año 1899 fue interpretado el Miserere de Miguel Crevea, y las siguientes obras compuestas por Villar: Passio Domini nostri Jesu Christe secundum Joannem (Viernes Santo), Laudate Dominum (Sábado Santo) y Victima Paschali (Domingo de Pascua). El 29 de septiembre de ese mismo año, después de presentarse a un concurso de méritos fue nombrado profesor especial de música de la Escuela Normal de Magisterio.
La capilla de música estuvo presente en las fiestas de agosto de 1900, con el Salve Regina de Francisco Villar y la Gran Misa de Mercadante; en este acto tomó parte el gran bajo alicantino Miguel Soler.9 Al año siguiente participó en el novenario a la Virgen de la Soledad, en la iglesia de Santa María, con el Stabat Mater y Salve dolorosa de Ernesto Villar; en abril fue interpretado el Miserere de Francisco Villar (1868), en el que actuaron 70 personas.
Villar dirigió sus últimas funciones
de Semana Santa en el año 1904. En ellas tuvo lugar
el estreno de su Lamentación en re menor. En
la última ejecución de su Miserere participaron
30 voces y 35 profesores de orquesta.
El tiempo que ocupó el magisterio de capilla se dedicó con exclusividad a la composición de música religiosa, pues, exceptuando tres obras profanas, toda su extensa producción de esta época se limita a este género. Su trabajo de dirección en la capilla de música supuso un cambio en el repertorio habitual de esta formación, ya que, al realizar arreglos de las obras existentes en el archivo musical (la mayoría pertenecientes a anteriores maestros de capilla) pudieron interpretarse y recuperarse muchas de las que se encontraban en el olvido, además de introducir otras nuevas, debidas a músicos como Eslava, Cosme de Benito, Juan Ginés Pérez, y otros. Las funciones religiosas celebradas con Ernesto Villar contaron con gran número de voces e instrumentos, los cuales contribuyeron a dar mayor realce y brillantez a los actos, cuestión por la que su labor fue muy apreciada y destacada en la ciudad.
Con motivo del festival organizado por los centros oficiales docentes de Alicante, para conmemorar el tercer centenario de la publicación del Quijote, Villar leyó en los salones del ayuntamiento, el 8 de mayo de 1905, su estudio literario titulado, Cervantes altísimo poeta, obra escrita con una prosa elegante y florida, en la que su autor realiza un estudio de las obras de Cervantes.
Los últimos años de su vida los pasó en Novelda, donde siguió en contacto con la música, y participó en los actos culturales de la ciudad. Falleció el 27 de diciembre de 1916.
Ernesto Villar nos dejó un extenso legado de obras que comprende, especialmente, los dos campos que más cultivó: la literatura y la música. Hemos de hacer constar que muchas de las obras que escribió aún se mantienen inéditas. Entre su producción hay numerosos poemas, discursos, cinco dramas (inéditos), tres comedias (inéditas) y dos leyendas (inéditas).
Hombre de vasta cultura, dotado de una imaginación rica, apasionado de la literatura, la filosofía y teorías modernas, tanto científicas como políticas, religiosas, económicas, sociales o musicales, escribió numerosos artículos en distintos periódicos locales y de otras poblaciones donde residió.
Durante su vida tuvo ocasión de tener amplios contactos con diversas personalidades del mundo de la música, la política, la literatura y las artes, entre los que se encontraron: Felipe Pedrell, Rafael Mitjana, Jesús de Monasterio, Menéndez Pelayo, Nicolás Salmerón, Salvador Sellés, Rafael Altamira, Palacio Valdés y otros.
Villar dejó un catálogo extenso de obras del género religioso y profano. En su faceta compositiva podemos distinguir dos etapas: la primera, comprendida entre 1865 a 1895, en la que la mayor parte de sus obras son para banda, orquesta y piezas de salón; esta etapa coincide con la dirección de varias bandas, la interpretación de algunos de sus himnos y las obras ejecutadas con los conjuntos vocales que dirigió, además de las piezas cortas compuestas para sociedades. A pesar de contar en esta época con un número mayoritario de obras profanas, compuso algunas de las más importantes del repertorio religioso, destacando sus tres misas. Otras obras muy elogiadas fueron: Himno a la Primavera, los valses A orillas del Urola y La Notte, La Gitanilla y el Himno a las Bellas Artes.
A partir de 1896 fue cuando Villar se decantó, casi en exclusividad, por el género religioso, escribiendo las más conocidas de sus obras: las dos pasiones, el Miserere y sus Misas, además de otras para interpretar con la capilla de música en las funciones litúrgicas. Sus Pasiones y Misas están escritas en un estilo austero, abusando de las formas contrapuntísticas. La armonía es sencilla, con algunos cromatismos.
Tanto el Miserere como la mayor parte de su música religiosa se distingue por el cuidado del concepto melódico, caracterizado por la profusión de temas amplios y majestuosos, bien estructurados. Hay riqueza instrumental, buscando grandes efectos vocales e instrumentales, así como la incorporación de instrumentos poco habituales, como el clarinete bajo o el cornetín. La relación texto-música es admirable en todas sus obras, como consecuencia lógica de su gran afición por la literatura.
Además de todas sus composiciones realizó las traducciones del Tratado de Armonía de Fetis y del de Raimundo Boucheron, directamente del italiano.
El primer trabajo completo acerca de la capilla de música de la colegial de San Nicolás fue escrito por Villar con el título de, Alicante Artístico-Musical y publicado en el año 1893. El libro dividido en tres partes contiene el prólogo de Alejandro Harmsen y un Ritornelo del autor. La primera, dedicada a la historia de la capilla, desde el año 1600 hasta 1893, si bien, desde 1869, sólo da cuenta, con brevedad, de los últimos maestros hasta la fecha de publicación del libro, la segunda parte contempla los datos biográficos y críticos de los maestros de capilla. La última parte está dedicada al maestro Agustín Iranzo y comprende una relación detallada de sus obras.
El Arte bello de la Música, es un discurso
para ser leído en el acto de distribución de
premios a los alumnos de la Escuela Municipal de Música
de Alicante. La lectura tuvo lugar en el ayuntamiento, el
15 de agosto de 1894; fue publicado por la imprenta Costa
y Mira. Esta obra es una lección magistral de estética
e historia de la música, desde sus orígenes
hasta el siglo XVIII, expresada con un lenguaje sencillo,
a propósito para su auditorio, en el que da muestras
de su exquisita sensibilidad. Queremos resaltar la última
parte del discurso, donde Villar ya reclama para la música
su carácter obligatorio y oficial en todos los centros
de enseñanza y la Universidad, hasta llegar a la obtención
del título de doctor.
Un interesante artículo periodístico, escrito por Villar cuando era profesor de la Escuela Normal de Maestros, con el título, La música en el siglo XIX,10 afirmaba su admiración por Beethoven, al que calificaba como “el más grande de los músicos”, y por Wagner, de quien decía, “era el poeta más idealista de la música”. En este escrito también hacía mención de los compositores italianos de ese siglo y se manifestaba a favor de las corrientes innovadoras que tuvieron como protagonista al músico de Leipzig. Reproducimos sus conclusiones:
Y así como
en los fastos musicales la décima séptima
centuria fué el siglo de Bach y de Haendel, la
décima octava, el de Haydn y Mozart: el extinguido
siglo décimo nono quedará proclamado y
reconocido por el siglo glorioso de Beethoven y de Wagner.11 |
Entre sus obras de carácter didáctico destaca
las Nociones generales de música y canto, obra
dedicada a Pedrell y escrita en el año 1900, cuando
Villar era profesor de la Escuela Normal de Maestros. Esta
obra fue dada a conocer en varias poblaciones, contando con
gran aceptación y recibiendo felicitaciones de Victor
Mahillón (director del Museo del Conservatorio de Bruselas).
Estamos ante una obra de contenido pedagógico, de gran
utilidad para estudiantes de música, que comprende la
teoría musical a partir de las nociones más elementales;
dedica el último capítulo a la voz, desde su
emisión a la respiración, con la descripción
anatómica del aparato vocal. Completa el libro una colección
de 22 láminas progresivas de la parte teórica
y 7 figuras anatómicas que representan el oído,
el aparato respiratorio y la laringe.
Conclusiones
Después de haber conocido el perfil biográfico de Ernesto Villar, veo que me encuentro ante una personalidad importante en el mundo de la música y la literatura. Su labor, tanto en Alicante como fuera de la ciudad, influyó en las generaciones que le sucedieron. Muchas de sus obras siguieron interpretándose en la colegial de San Nicolás, así como sus numerosos arreglos. Sus libros y escritos fueron texto obligado en diversas escuelas de música españolas.
La mayor parte de su producción religiosa se halla en el archivo de la Concatedral de San Nicolás o pertenece a colecciones particulares.
Considero importante la labor de investigación sobre el maestro Villar Miralles porque se trata de una persona cuya trayectoria se desarrolló principalmente a finales del siglo XIX y principios del XX, época en la que era difícil conseguir una buena proyección en el ámbito intelectual, artístico y musical debido a las circunstancias desfavorables en estas cuestiones dadas en España y que eran aún más arraigadas en Alicante al tratarse de una capital de provincia. Sin embargo, al analizar más profundamente sus obras y escritos pude apreciar que me encontraba ante un músico que merecía ser estudiado.
Mi intención ha sido dar a conocer su vida y obra, pues estas se encontraban en el olvido. El objetivo ha sido el de rescatar la figura de este gran intelectual alicantino para dar pie a futuras investigaciones, que se centren en lo estético, además de una labor de catalogación y recuperación de obras que se encuentran dispersas, para que en años venideros pueda ocupar en la historia de la música el lugar que verdaderamente se merece.
Catálogo Musical
Música religiosa: villancico de calenda, 2 cantatas religiosas, 12 misas, ofertorio, 2 Ave Marías, Benedictus, Invitatorio, 10 motetes, 2 pasiones, 5 antífonas, Misterios del Rosario, Stabat Mater, 4 secuencias, 3 misereres, 2 vísperas de difuntos, 5 gozos, salutaciones, despedidas, estrofas, flores y letrillas a la Virgen, novenario al Sagrado Corazón, 4 letanías, plegaria, 6 trisagios, 2 septenarios, Via Crucis, Christus factus est, rosario, misterios del Rosario, cánticos de Comunión, reserva al Santísimo, reserva del cuarto tono, credidi, lamentación, marcha religiosa a Santa María Magdalena.
Música profana: Per no obedir á la Lley (zarzuela), La noche buena de un artista (juguete cómico-lírico) 6 himnos (a las Artes, Patriótico, a la Libertad, a la Primavera, a las Bellas Artes y a la Patria) , valses, romanzas, barcarola, cantata, bailables, rigodones, 2 sinfonías, polkas, mazurcas, caprichos, fantasía, pasodobles, marchas, plegarias, bailes, chotis, jota estudiantuna.
Bibliografía
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de Alicante, 1ª ed., Alicante, Instituto de Estudios Alicantinos,
1970 (2ª ed., 1983).
FLORES, Juan., “Catálogo y Transcripción de los
fondos musicales de la Capilla de Música de San Nicolás
de Alicante”, en Ayudas a la investigación 1986-87,
Instituto Juan Gil Albert, Diputación Provincial, Alicante:
1991.
FLORI, Ana María., “Perfil biográfico del músico
alicantino Ernesto Villar Miralles (1849-1916)” en Música
i Poble, nº 134, febrero 2006.
GALDÓ ROBLES, Antonio., “D. Ernesto Villar Miralles
(Perfil literario-artístico)”, El Graduador, 11.6.1890.
GINER DE LOS RÍOS, Hermenegildo., “El Miserere de D.
Ernesto Villar Miralles”, El Ateneo, 30.4.1897.
GÓMEZ, Rafael., “Villar Miralles, Ernesto”, en
Diccionario de la música española e hispanoamericana,
director y coordinador general Emilio Casares Rodicio, vol. 10, Madrid,
Sociedad General de Autores y Editores, 2002, p. 933
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