Un 14 de febrero en la Facultad de Filosofía y Letras

Vol. 23, núm. 6 noviembre-diciembre 2022

Un 14 de febrero en la Facultad de Filosofía y Letras

Rodrigo Munguía Rodríguez Cita

Resumen

Este breve escrito relata una experiencia que me tocó vivir como estudiante de la Licenciatura en Historia, modalidad del sistema abierto, en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam). No sólo se trata de compartir una anécdota, sino que, a partir de ella, recapitulo buena parte de mi aprendizaje como alumno del Sistema de Universidad Abierta (sua), al evocar esa noche lluviosa de mediados de febrero.
Palabras clave: historia, filosofía, modernidad, Sistema de Universidad Abierta.

Valentin’s Day at the Faculty of Philosophy and Letters

Abstract

This brief writing recounts an experience that I lived as a student of the bachelor’s in History, open system modality, in the Faculty of Philosophy and Letters of the National Autonomous University of Mexico (unam). It is not just about sharing an anecdote, but, based on it, I recapitulate a good part of my learning as a student in the open university system, when I remember that rainy night in mid-February.
Keywords: History, Philosophy, Modernity, Open University System.


Ingresé a la Licenciatura en Historia, en el Sistema de Universidad Abierta de la Universidad Nacional Autónoma de México (unam), en el año 2009. Para ese entonces estudiaba Filosofía en una universidad en el centro de la Ciudad de México, pero siempre había sido mi deseo pertenecer a la Facultad de Filosofía y Letras. En esos momentos me encontraba profundamente interesado por el pensamiento de Hegel (Palmier, 2012),1 y una de las conclusiones a las que llegué a partir de su lectura es que todo buen lector de filosofía debería estudiar historia, lo que hizo que, en cuanto salió la convocatoria de ingreso al Sistema de Universidad Abierta (sua), preparara todo para presentar el examen en cuestión. Me quedé, y, finalmente, yo era estudiante de la unam.

Facultad de Filosofía y Letras

No fue sencillo cursar dos licenciaturas al mismo tiempo. Todos los jueves y viernes (días correspondiente a Historia en el sua), en cuanto terminaba el horario de la primera de mis carreras, tenía que correr, muchas veces sin tiempo ni para comer, hasta Ciudad Universitaria. Valía la pena: llegar a la Facultad y poder observar toda la vida estudiantil, rodeado de libros y personas, me causaba una enorme satisfacción. Siempre llevaba mi tarea de Filosofía, y aprovechaba, cuando podía llegar un poco más temprano de lo habitual, para adelantar mis deberes en Biblioteca Central. Algunas veces sin darme cuenta me quedaba horas después o antes de clases, leyendo varios libros y fotocopias en ese enorme recinto. Siempre tuve una sensación de paz y alegría al estar ahí. No sólo aprovechaba el tiempo para leer, sino que las horas se volvían de descanso de la ajetreada rutina de la ciudad, y de reflexión sobre mi vida y otras mil cosas. También solía subir hasta el último piso de la facultad y pensar en la existencia de todas las personas que observaba desde ahí.

He de confesar que, muchas veces, el camino para Ciudad Universitaria no fue nada fácil; en ocasiones el metro podía estar al punto en que no cabía ni un solo alfiler, sumado al hecho de que algunas tardes, más o menos a partir de las tres —que era, casi siempre, el horario en el que yo inscribía mis materias—, el calor era insoportable. Aun así, yo podía lidiar con el aumento en la temperatura; a lo que nunca me acostumbré fue a la lluvia.

En cuanto veía el cielo nublado, comenzaba a imaginarme cómo se complicaría mi traslado: mis zapatos se mojarían (a veces hasta los calcetines); el transporte público se volvería más lento y el tráfico inaguantable, lo que también haría que tuviera que correr para poder alcanzar mis clases de manera puntual; y tendría que buscar algún plástico o cualquier cosa para cubrir mi mochila y mis libros. Y claro, en este punto cualquiera pudiera preguntarse por qué no usar un paraguas. Bueno, no hace falta contar cuántos llegué a comprar y cuántos de ellos perdí a la primera oportunidad. Mis audífonos con las canciones de El Haragán y Cía y de Liran’ Roll a todo volumen se convirtieron en unos de mis más poderosos aliados contra el nada favorable clima al que hago alusión, y hasta la fecha, varias de esas canciones me traen de inmediato a la mente mis inicios como estudiante de Historia.



Video 1. Recopilación de canciones de El Haragán y Compañía (El Haragán y Cía. Oficial, 2014).


Uno de esos fuertes aguaceros tuvo lugar un 14 de febrero; recuerdo con claridad que cayó en viernes. Ese día yo tenía que asistir sólo a una materia, Historia Moderna i, la cual comenzaba a las ocho de la noche. Para mí era común que en cuanto yo llegaba pudiera observar cómo la mayoría de las personas se retiraba de la universidad, y todavía más en viernes. Aquel día no fue la excepción; por el contrario, al tratarse de un día festivo, podía percibirse cómo muchos de los estudiantes se alistaban para ir a cenar, a algún bar, a cierta reunión, una cena, etcétera.

Y bueno, pues ahí estaba yo, de nueva cuenta mojado por la lluvia, otra vez con los zapatos llenos de agua, con la preocupación de no llegar tarde y de que mis libros no se hubieran arruinado. Llegué al aula correspondiente, saludé a los compañeros —muchos de ellos también con muestras visibles de haber sido víctimas de la lluvia—, tomé asiento y saqué rápidamente mis bolígrafos y el cuaderno de apuntes.

Cuando llegó la profesora, abrió los ojos con sorpresa y mencionó lo impresionada que estaba de ver nuestro salón completamente lleno, un viernes lluvioso, a las ocho de la noche, en un catorce de febrero. Ella nos felicitó por el enorme compromiso que teníamos con la Universidad, y más allá de eso, parecía que se comprobaba algo que se suele decir mucho sobre el Sistema de Universidad Abierta: las enormes ganas de su planta estudiantil por aprender y de estar ahí cueste lo que cueste.

Esa noche, como lo veníamos haciendo en sesiones anteriores, estudiamos la Reforma protestante y sus implicaciones en el desarrollo de la Modernidad occidental, y discutimos la importancia de figuras tan reconocidas del período como Lutero y Calvino, y, en mi caso, descubrí a muchas otras como la de Thomas Müntzer (Belaval, 2006),2 sumando a todo ello el estudio del humanismo, con el análisis del pensamiento de Erasmo de Rotterdam (2013), y de Lorenzo Valla (Kristeller, 2013),3 entre muchos otros.

En esa asignatura comencé a leer a Immanuel Wallerstein (2011) y profundicé en la obra de Max Weber (2011). Hasta la fecha, clases como aquella de Historia Moderna i siguen siendo una pieza fundamental para mi vida profesional y laboral. Al leer a Hans Belting (2012), por ejemplo, no puedo dejar de considerar a la Reforma protestante como una parte sustancial del paso entre la imagen de culto medieval a la obra de arte renacentista. Sí, el objetivo por el que quise estudiar Historia se había cumplido: mi licenciatura en Filosofía se veía claramente enriquecida por todo lo que estaba aprendiendo en ese y en muchos otros cursos.

Facultad de Filosofía y Letras

Un par de años más tarde, tuve la oportunidad de yo mismo dar clases a nivel licenciatura en una universidad privada, la cual constaba de tres turnos: matutino, vespertino y nocturno, y en la que laboré en los tres horarios. Por supuesto, de manera independiente al turno, encontré estudiantes llenos de disciplina y de ese entusiasmo por el conocimiento que comento; sin embargo, cuando veía llegar corriendo a los alumnos del turno nocturno, más o menos a las seis de la tarde, era evidente que venían de otro lado. ¿De su trabajo, de otra actividad académica, de recoger a sus hijos de la escuela y llevarlos a casa? No lo sé, seguro a algunos les pregunté en determinado momento, pero eso es lo de menos ahora, lo que me quedaba claro era que, al igual que yo y muchos otros de mis compañeros de Historia, habían hecho un esfuerzo extraordinario para estar ahí. El último día de clases les comenté la semejanza de la que ahora escribo, y les dije cómo me recordaban a mí mismo, felicitándolos por lo que estaba haciendo e invitándolos a continuar haciéndolo, no por una calificación, ni por un promedio, sino por la enorme convicción personal de que estaban donde querían estar. Considero que sólo unos cuantos seres humanos podemos presumir de ello, es decir, de por más difícil o sinuoso que parezca, saber que nos estamos dedicando a aquello que deseamos.

Viéndolo en retrospectiva, claro que todas esas lluvias valieron la pena. El Sistema de Universidad Abierta no sólo me brindó la oportunidad de poder desenvolverme como profesionista a la par de otra licenciatura, sino que me dio enormes alegrías, las cuales siguen formando parte de mi vida laboral y personal, y que recuerdo mucho más que esas tormentas que, varias veces, me azotaron con inclemencia al querer detener mi camino hacia la Facultad. Además, algunas veces me tocó llegar a mi hogar casi a la medianoche; me calentaba algo que encontraba en el refrigerador, y me disponía a dormir después de ello. En el momento en que me acostaba lo hacía sabiendo que ese descanso estaba bien merecido.

Todavía, hasta hoy, los viernes por las noches me llenan de una profunda nostalgia al recordar que, durante más de cinco años, esas eran las horas en las que yo me encontraba saliendo de Ciudad Universitaria para encaminarme a mi lugar de destino. Hoy en día todo es muy diferente: ya no me dirigiría a la casa de mis padres donde yo vivía en esos momentos; seguramente el pesero ya no me costaría lo que en esos tiempos, ni encontraría el mismo reflejo en las ventanas de éste —la imagen de ahora, sin lugar a dudas, cuenta con muchas canas que antaño no existían—. Aun así, aunque muchas cosas han cambiado, cada que paso por metro Copilco no puedo evitar acordarme con nostalgia de mis primeros pasos académicos dentro de la unam y me dan ganas de entrar a la Facultad, pasarme a algún salón, y tomar clase; eso sí que no ha cambiado.

No importa si se trataba del 14 de febrero o de cualquier otro día, el sua me transmitía esas ganas y esa emoción por, nunca mejor dicho, estar ahí “contra viento y marea”.

Facultad de Filosofía y Letras

Referencias

  • Belaval, Y. (2006). La filosofía en el Renacimiento. Siglo xxi.
  • Belting. H. (2012). Imagen y culto. Una historia de la imagen anterior a la edad del arte. Akal.
  • El Haragán y Cía. Oficial. (2014, 25 de julio). El No Lo Mato [Video]. YouTube. https://youtu.be/cOsF5ZeZsa8.
  • Kristeller, P. O. (2013). Ocho filósofos del Renacimiento italiano. Fondo de Cultura Económica.
  • Liran’ Roll Oficial. (2015, 19 enero). Sustancia Distintiva [Video]. YouTube. https://youtu.be/XqLMSXjey9Q.
  • Palmier, J. M. (2012). Hegel: Ensayo sobre la formación del sistema hegeliano. Fondo de Cultura Económica.
  • Rotterdam, D. E. (2013). Elogio de la locura. Porrúa
  • Wallerstein, I. (2011). El moderno sistema mundial. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. Siglo xxi.
  • Weber, M. (2011). La ética protestante y el espíritu del capitalismo. Fondo de Cultura Económica.

Sitios de interés



Recepción: 03/08/2021. Aprobación: 22/09/2022.

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Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079