¿Dónde viven los jaguares? Historias de lo salvaje cerca de nosotros

Vol. 26, núm. 4 agosto-octubre 2025

¿Dónde viven los jaguares? Historias de lo salvaje cerca de nosotros

María G. Zamudio y Víctor H. Luja Cita

Resumen

Una de las preguntas que más escuchamos al hablar sobre jaguares es: ¿dónde viven? La respuesta no es tan sencilla como parece, sobre todo en zonas donde el paisaje está lleno de cultivos, granjas y casas. Aunque solemos imaginar a los grandes felinos escondidos en lo más profundo de la selva, hoy también caminan por caminos de terracería, cruzan patios y acechan cerca de las parcelas. Este texto recorre algunas de las formas en que humanos, jaguares y pumas comparten territorio en Nayarit, un estado donde la frontera entre lo silvestre y lo urbano se ha ido borrando. Con ayuda de testimonios, fotografías de cámaras trampa y mapas, exploramos qué significa convivir con felinos que no sólo existen en la televisión o en cuentos antiguos, sino que siguen vivos, cerca, con sus propios desafíos. Lejos de romantizar, aquí se cuenta una historia real: la de comunidades que aprenden a coexistir con estos animales sin miedo, pero tampoco sin consecuencias. Porque si los jaguares aún existen, es también gracias a quienes los ven pasar.
Palabras clave: jaguar, conservación, coexistencia, fauna, Nayarit.

Where do jaguars live? Stories of the wild close to us

Abstract

One of the most common questions we hear when talking about jaguars is: where do they live? The answer is not as simple as it seems, especially in areas where the landscape is filled with crops, farms, and houses. Although we often imagine these big cats hidden deep in the jungle, today they also walk dirt roads, cross yards, and lurk near fields. This text explores some of the ways humans, jaguars, and pumas share territory in Nayarit, a state where the boundary between wilderness and urban life is fading. With the help of testimonies, camera trap photographs, and maps, we examine what it means to live alongside felines that don’t just exist on TV or in old stories, but that remain alive, nearby, facing their own challenges. Far from romanticizing, this is a real story: of communities learning to coexist with these animals without fear, but also without ignoring the consequences. Because if jaguars still exist, it is also thanks to those who see them pass by.
Keywords: jaguar, conservation, coexistence, wildlife, Nayarit.


Más cerca de lo que pensamos

A veces pensamos en los jaguares como si fueran criaturas de otro mundo: espectrales, salvajes, inalcanzables. En nuestra imaginación —alimentada por documentales, redes sociales, cuentos y libros de biología desde la primaria— viven allá, en lo más hondo de la selva, lejos de nuestras casas, nuestros caminos, nuestras vidas. Esa separación, esa frontera invisible entre “nosotros” y “las otras especies”, no es exclusiva de las ciudades. Incluso en comunidades que todavía habitan cerca del monte, donde los árboles aún son muchos y la tierra parece intacta, los grandes felinos son percibidos como habitantes de un “más allá” difuso.

Cuando nuestro equipo de investigación llega a alguna comunidad para iniciar un monitoreo biológico, suele repetirse una escena: los habitantes que se integran como monitores locales nos cuentan que los “tigres” y los “leones” —así se les llama coloquialmente a los jaguares y pumas en muchas regiones de México— están “allá lejos, metidos en el monte”. Pero ¿qué tan lejos es “lejos”? A veces parece que, por más que avancemos, ellos siempre están un poco más allá, deslizándose entre la espesura. Sin embargo, cuando revisamos las imágenes de las cámaras trampa o los datos de rastreo satelital, la respuesta se vuelve ambigua. Sí, están lejos. Pero también… más cerca de lo que imaginamos.

En una de nuestras primeras salidas a campo, en la costa norte de Nayarit, un pescador de unos sesenta años nos dijo con seguridad: “Esos mentados tigres existían antes, eso decían. Yo nunca los vi, pero la gente de antes sí. Pero ya no existen”. Unos días después, una de las cámaras trampa instaladas a cien metros de su casa captó a un jaguar macho. Al mostrarle la imagen, sus cejas se levantaron y murmuró, asombrado: “¡Ah, caray! Entonces sí anda por aquí”. Hoy, ese pescador es monitor ambiental local. Y sí, su sorpresa fue una evidencia valiosa. Pero, más allá de eso, nos regaló algo igual de importante: una conversación. Sobre memoria, sobre presencia, sobre percepción. Y, por qué no, sobre acción.

Grandes felinos y humanos: coexistir en un mismo territorio

Durante las últimas décadas, la capacidad de adaptación de los grandes felinos ha fascinado a científicos, conservacionistas y personas curiosas en todo el mundo. Leones (Panthera leo), tigres (Panthera tigris), leopardos (Panthera pardus), jaguares (Panthera onca) y pumas (Puma concolor) han demostrado una resiliencia inesperada: sobreviven —y a veces prosperan— en paisajes que, en teoría, ya no les pertenecen.

Mientras la mancha urbana y agrícola crece sin freno, las fronteras entre lo humano y lo silvestre se difuminan. No es raro ver historias virales sobre leopardos en pueblos de la India, supuestos ataques de jaguares en comunidades rurales de América Latina o pumas caminando por los suburbios de Norteamérica. Estos encuentros, entre el asombro y el miedo, nos obligan a preguntarnos: ¿cómo compartimos el territorio con ellos?, ¿cómo vivimos tan cerca sin vernos?

La adaptabilidad de estos felinos no sólo es una anécdota evolutiva; es una declaración de resistencia. Aunque cada especie tiene sus propias reglas, todas comparten una misma estrategia: ajustarse a las circunstancias, aprovechar las oportunidades, encontrar rincones donde aún puedan ser lo que son.

Un ejemplo fascinante es el trabajo del fotógrafo estadounidense Steve Winter,1 quien ha dedicado su carrera a retratar a algunos de los animales más impresionantes del planeta, entre ellos tigres, leopardos, pumas y jaguares. Uno de sus proyectos más sorprendentes ocurrió en las afueras de Mumbai, India, donde documentó la vida de leopardos urbanos. Estos felinos no sólo sobreviven en un entorno que parecería hostil; algunos cazan perros callejeros para alimentarse, otros, con sigilo de sombras, evitan a las personas refugiándose en parques y jardines. Como gatos gigantes, invisibles y astutos, se han abierto paso en un paisaje que no estaba pensado para ellos.

Winter también registró la historia de “P-22”, un puma que durante más de diez años vivió en el Parque Griffith, en Los Ángeles —uno de los parques urbanos más grandes de Estados Unidos. El nombre, frío y técnico, se refiere al número de su monitoreo en un proyecto de seguimiento en California. Pero detrás de ese código había una figura legendaria. P-22 cazaba venados y mapaches, esquivaba autos, resistía enfermedades y, a pesar de la exposición a raticidas y otros peligros urbanos, sobrevivió. En 2022, su historia terminó: fue sacrificado humanitariamente tras presentar problemas de salud. Pero su legado quedó como símbolo de una posible —y necesaria— coexistencia.

El jaguar, símbolo de Latinoamérica: un vistazo desde Nayarit

No se puede hablar de grandes felinos sin que aparezca la silueta del jaguar. Es el más imponente de América: un felino robusto, elocuente en su caminar sigiloso, capaz de habitar selvas, bosques, manglares, desiertos y semidesiertos, desde México hasta Argentina. Pero más allá de su presencia física, su figura ha sido, desde hace siglos, un símbolo espiritual profundamente arraigado en las culturas mesoamericanas y sudamericanas. Asociado con el inframundo, con la noche y el poder, el jaguar ha sido reverenciado como guardián, guía, fuerza y astucia. Hoy, su imagen sigue viva en las creencias y rituales de los pueblos originarios. Es un animal que nunca ha dejado de ser símbolo, incluso cuando escapa a la vista.

Sin embargo, esta criatura mítica también ha sido históricamente perseguida. La cacería y, sobre todo, la pérdida de su hábitat —más del 50 %— lo han colocado en riesgo. Está catalogado como especie casi amenazada en la nom-059 de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (semarnat), y figura en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (iucn). En algunos países de su distribución natural, como Estados Unidos, Bolivia y Uruguay, su presencia ha sido considerada prácticamente extinta.

Pese a estos desafíos, el jaguar ha demostrado una sorprendente capacidad de adaptación. Aun con el avance de las ciudades, la contaminación y la fragmentación de los ecosistemas, logra persistir. Si bien sigue habitando grandes áreas protegidas como la Reserva de la Biósfera de Calakmul en Campeche o El Edén en Quintana Roo, también ha sido registrado en paisajes inesperados: patios de casas, estacionamientos de hoteles, zonas agrícolas e incluso en los márgenes urbanos.

En Quintana Roo, por ejemplo, cámaras de seguridad han captado jaguares rondando jardines de desarrollos turísticos como Mayakobá o el hotel Princess. Lo mismo ha sucedido en zonas residenciales y turísticas de Puerto Vallarta, Jalisco, y Nuevo Nayarit. A pesar de la cercanía con asentamientos humanos, no se ha documentado ningún ataque a personas. Son encuentros silenciosos, furtivos. Huellas que apenas rozan la superficie de nuestra cotidianidad.

En el caso de Nayarit, después de ocho años de monitoreo mediante cámaras trampa y collares gps, nuestro equipo ha documentado la presencia de jaguares en espacios mucho más próximos de lo que suele imaginarse: terrenos agrícolas, zonas ganaderas, granjas camaroneras, comunidades rurales e incluso áreas urbanas como el puerto de San Blas (ver imágenes 1, 2 y 3). También se han registrado ejemplares cerca de desarrollos turísticos en Litibú, Bahía de Banderas.

Jaguar captado por la cámara

Imagen 1. Jaguar captado por la cámara 07 a las 5:47 a. m. del 21 de agosto de 2020, en Santiago Ixcuintla, Nayarit.
Crédito: archivo Jaguares Sin Protección A. C.

Persona registrada por la cámara

Imagen 2. Zona de la planicie costera en la desembocadura del río Santiago, en el océano Pacífico, entre los municipios de San Blas y Santiago Ixcuintla, Nayarit. El paisaje está dominado por áreas agrícolas, granjas de camarón y asentamientos humanos. Los puntos muestran las ubicaciones gps de tres jaguares en febrero de 2020, en espacios donde las personas realizan sus actividades cotidianas y económicas.
Crédito: archivo Jaguares Sin Protección A. C.

Zona de la planicie costera en la desembocadura del río Santiago

Imagen 3. Persona registrada por la cámara 07 a las 8:34 a. m. del 21 de agosto de 2020, en Santiago Ixcuintla, Nayarit.
Crédito: archivo Jaguares Sin Protección A. C.

Las cámaras trampa, colocadas en árboles o postes a la altura del animal, se activan automáticamente con el movimiento para capturar imágenes o videos. Los collares gps, en cambio, permiten seguir los desplazamientos de individuos específicos. Para colocar estos dispositivos, es necesario capturar brevemente al jaguar con trampas de lazo —que atrapan una de sus patas—, sedarlo con medicamentos y colocar el collar. Todo el procedimiento es realizado por personal especializado, con supervisión veterinaria, priorizando en todo momento el bienestar del animal.

Pero esta cercanía no está exenta de conflictos. En zonas rurales de Nayarit, sobre todo en la sierra, los jaguares son vistos como amenaza para el ganado y otros animales domésticos —cerdos, perros, gatos. Y, en no pocos casos, esta percepción se traduce en represalias: se mata primero… y luego se averigua si fue el jaguar el responsable. Muchos de estos ataques, de hecho, nunca se confirman. Son respuestas inmediatas a un miedo muy humano: el de perder lo que se considera propio.

Aun así, no todo es confrontación. En algunos lugares, las comunidades han comenzado a cambiar su percepción del jaguar. Lo que antes era miedo, se transforma, poco a poco, en respeto. Algunas personas incluso reconocen los beneficios ecológicos que estos felinos traen consigo: control de poblaciones de presas, equilibrio del ecosistema, presencia de lo silvestre en medio de lo domesticado.

Un caso curioso ocurrió en Boca del Asadero, municipio de San Blas, donde los perros ferales se habían vuelto un problema creciente. En manadas, atacaban ganado, ponían en riesgo a la fauna silvestre e incluso a las personas. Pero entre 2018 y 2019, una hembra de jaguar fue registrada cazando a varios de estos perros en el basurero local: cerca de 20 en total. Para muchos habitantes, aquello fue motivo de alivio. Sentían que el jaguar había venido a poner orden, a devolver cierta armonía. Pero la percepción cambió cuando comenzó a cazar también perros con dueño. Ahí, la relación simbiótica se volvió tensa. Porque el valor del jaguar seguía dependiendo, en gran parte, de a quién afectara su presencia.

Como dato adicional, en 2019 esa misma hembra dio a luz a una cría. Años después, entre 2021 y 2023, la cachorra fue registrada alimentándose de perros en la misma comunidad (ver imagen 4). En la zona existe una población estable de presas silvestres, lo cual sugiere que esta conducta no fue por escasez de alimento, sino una estrategia aprendida de su madre. Y los perros, además de abundantes, eran presas fáciles.

Aunque este tipo de depredación puede parecer una solución natural al problema de los perros ferales, no lo es. Alimentarse de animales domésticos conlleva riesgos importantes: desde enfermedades hasta envenenamientos accidentales. Es una convivencia frágil, que exige atención constante, diálogo entre comunidades y expertos, y políticas públicas que reconozcan la complejidad de estos encuentros.

Jaguar (cría hembra) cargando un perro

Imagen 4. Jaguar cargando un perro en la comunidad de Boca del Asadero, Nayarit. La cámara se encontraba a 100 metros de la vivienda más cercana.
Crédito: archivo Jaguares Sin Protección A. C.

Coexistir con jaguares: retos y soluciones para convivir mejor

Los encuentros entre humanos y jaguares, como los que hemos descrito, no son simples anécdotas: son el reflejo de interacciones complejas en territorios donde los paisajes naturales, rurales y urbanos se entrelazan. Hablan de lo difícil que es trazar límites entre lo salvaje y lo doméstico, entre lo que fue y lo que aún resiste.

Uno de los mayores retos en la conservación del jaguar —y de tantas otras especies— es la pérdida de su hábitat. Esa desaparición lenta y constante del espacio natural se debe, en gran medida, al avance de la agricultura, la ganadería y la urbanización. No es sólo que se talen árboles o se expandan los caminos: con cada kilómetro ocupado, las presas naturales del jaguar desaparecen o se dispersan. Y sin presas, sin refugio, sin territorio, el jaguar tiene dos opciones: huir o acercarse.

A esto se suma la fragmentación del hábitat. Las selvas que alguna vez fueron vastas y continuas hoy están partidas en trozos. Las áreas protegidas quedan aisladas entre sí, como islas verdes rodeadas de asfalto. Esta desconexión impide que los jaguares se desplacen libremente, que busquen alimento o pareja sin arriesgar la vida. Además, el aislamiento genético y la exposición a enfermedades aumentan su vulnerabilidad. La caza furtiva, aunque menos visible, sigue siendo una amenaza latente.

Cuando un jaguar aparece en una comunidad, rara vez lo hace por elección. Lo empuja el hambre, el miedo o la necesidad. A veces, la única alternativa que encuentra es cazar animales domésticos: gallinas, cerdos, perros o vacas. Y entonces se convierte en enemigo, en amenaza, en intruso. Pero antes fue desplazado.

Si queremos proteger a estos felinos —y evitar su desplazamiento a zonas rurales y urbanas—, es urgente atender las causas de fondo. No basta con vigilar o castigar. Hay que conservar los espacios naturales, fortalecer los parches de vegetación que aún resisten, y sobre todo, construir formas de vida que no erosionen el suelo ni talen el bosque como si fueran infinitos.

Porque la coexistencia ya ocurre. La pregunta es: ¿cómo hacerla posible sin que ninguna de las partes salga lastimada?

Algunas acciones concretas pueden marcar una diferencia:

  • Fomentar la educación ambiental en las comunidades, en especial entre niñas, niños y jóvenes, para fortalecer el vínculo con la naturaleza y con los saberes locales sobre el jaguar.
  • Implementar medidas de protección del ganado, como cercos nocturnos, perros guardianes entrenados o el uso de luces y sonidos que disuadan a los felinos.
  • Proteger y restaurar los corredores biológicos —franjas naturales que conectan zonas silvestres— para que los jaguares puedan desplazarse sin cruzar por zonas habitadas.
  • Registrar rastros o avistamientos y reportarlos a autoridades o asociaciones dedicadas a la conservación, con el fin de tomar decisiones informadas y responsables.
  • Revalorizar el lugar del jaguar como símbolo cultural, como parte del patrimonio vivo de las comunidades que comparten su territorio.

En última instancia, este fenómeno nos interpela no sólo como investigadoras, investigadores o personas dedicadas a la conservación. Nos interpela como seres humanos. Porque nuestra relación con el entorno ya no puede entenderse como dominación o separación. Coexistir implica repensar nuestra manera de habitar el mundo, aceptar que compartimos el paisaje con otras formas de vida igualmente legítimas, y asumir la responsabilidad ética de protegerlas.

No se trata de salvar al jaguar como si fuera una reliquia. Se trata de hacer justicia ambiental, de construir un presente donde todas las especies —incluida la nuestra— puedan tener un lugar en el mundo.

Agradecimientos

Gracias a todas las personas y asociaciones que colaboran y forman parte de la comunidad Jaguares Sin Protección.

Referencias

  • Ceballos, G., Zarza, H., Chávez, C., Medellín, R. A., y Jacobson, A. P. (2021). Beyond words: From jaguar population trends to conservation and public policy in Mexico. plos one, 16(9), e0255555. https://doi.org/10.1371/journal.pone.0255555.
  • Elbroch, M. (2020). The cougar conundrum: Sharing the world with a successful predator. Island Press.
  • Luja, V. H., Guzmán-Báez, D. J., Nájera, O., y Vega-Frutis, R. (2022). Jaguars in the matrix: Population, prey abundance and land-cover change in a fragmented landscape in western Mexico. Oryx, 56(4), 546–554. https://doi.org/10.1017/S003060531900122X.
  • Surve, N. S., Dharaiya, N., y Athreya, V. (2022). Leopards in the city: The tale of Sanjay Gandhi National Park and Tungareshwar Wildlife Sanctuary, two protected areas in and adjacent to Mumbai, India. Frontiers in Conservation Science, 3, 15. https://doi.org/10.3389/fcosc.2022.879218.
  • Zamudio, M. G., Nájera, O., y Luja, V. H. (2020). Perspectivas sobre el jaguar (Panthera onca) en dos comunidades insertas en áreas para su conservación en Nayarit, México. Sociedad y Ambiente, 23, 1–19. https://revistas.ecosur.mx/sociedadyambiente/article/view/2340.


Recepción: 2024/03/01. Aceptación: 2025/06/20. Publicación: 2025/08/13.

Facebook
Twitter
YouTube
Instagram

Revista Digital Universitaria Publicación bimestral Vol. 18, Núm. 6julio-agosto 2017 ISSN: 1607 - 6079